Oro azteca, por Azul Etcheverry Aranda
- La Noticia al Punto
- hace 16 horas
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El triunfo de la selección femenil mexicana de fútbol flag en el Mundial celebrado en China, donde conquistaron la medalla de oro, es una muestra contundente de que el deporte mexicano puede brillar en cualquier escenario internacional. Este logro no solo pone en alto el nombre de México, sino que también demuestra que las disciplinas emergentes, cuando son respaldadas y trabajadas con seriedad, pueden dar tantas satisfacciones como los deportes tradicionales. Las jugadoras de flag football nos recordaron que la pasión, la disciplina y el trabajo en equipo son capaces de vencer cualquier obstáculo.
Paralelamente, en los Juegos Panamericanos, los atletas mexicanos volvieron a dar un papel protagónico. México siempre ha tenido una presencia relevante en estas justas, obteniendo medallas en disciplinas variadas, lo que confirma que la diversidad del talento deportivo nacional es amplia y sólida. Estos dos escenarios, distintos pero complementarios, refuerzan una misma idea: el potencial deportivo de México es enorme, pero necesita atención constante para alcanzar su máximo esplendor.
El éxito en China y en los Panamericanos no surge de la nada. Son historias de esfuerzo individual y colectivo, de sacrificio personal y familiar, de entrenamientos intensos y de sueños que parecen imposibles hasta que se hacen realidad. Sin embargo, es necesario reconocer que muchos de estos triunfos se obtienen a pesar de las limitaciones que enfrentan los atletas en su camino, desde la falta de infraestructura adecuada hasta apoyos económicos irregulares.
Por eso, la reflexión inmediata debe ir hacia el fortalecimiento de las instituciones que rigen el deporte en México. La CONADE, como órgano rector, tiene la obligación de ser un espacio transparente, sano y encabezado por personas con verdadero conocimiento y experiencia en el ámbito deportivo. No se trata solo de administrar recursos, sino de diseñar una política nacional que acompañe a los atletas desde la base hasta la élite internacional.
El deporte, además, cumple una función estratégica en la diplomacia. Lo que los gobiernos y las economías a veces no logran destrabar, lo consigue el deporte con un gol, una carrera o una medalla. La victoria en China coloca a México en el mapa de un deporte en ascenso como el flag football, mientras que en los Panamericanos refuerza su imagen de nación competitiva en el continente. Esa es diplomacia pura, sin discursos, sin negociaciones, solo con resultados que hablan por sí mismos.
Estos logros también cumplen con un papel social invaluable: inspiran a nuevas generaciones. Las niñas que ven a la selección femenil coronarse campeonas del mundo en flag football entienden que el campo deportivo también es suyo. Los jóvenes que siguen a los atletas panamericanos descubren que, con disciplina, se puede llegar lejos. Cada triunfo es una semilla plantada en la mente y el corazón de quienes sueñan con ser los próximos en defender la camiseta tricolor.
México tiene, además, una gran oportunidad de usar estos éxitos como plataforma para tejer colaboraciones internacionales en materia deportiva. Intercambios, entrenamientos compartidos, torneos binacionales o regionales son vías que podrían posicionar al país como un líder en la región. El deporte puede abrir caminos para que México no solo sea reconocido como una nación con atletas destacados, sino como un referente en organización, cooperación y desarrollo.
En conclusión, la medalla de oro en el Mundial de Flag Football en China y el desempeño sobresaliente en los Juegos Panamericanos no son logros aislados. Son dos piezas de un mismo mensaje: México tiene talento y potencial de sobra, pero necesita apoyos firmes, instituciones sanas y una visión clara para llevar el deporte a otro nivel. El reto está en transformar estos triunfos en políticas sostenibles, que fortalezcan la diplomacia deportiva, que inspiren a los jóvenes y que consoliden a México como un verdadero líder deportivo en el mundo.
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