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La llamada, por Azul Etcheverry Aranda

  • Foto del escritor: La Noticia al Punto
    La Noticia al Punto
  • 1 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

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Esta semana estuvo marcada por la campanada del presidente Donald Trump quien mencionó que impondría un arancel del 25% a todas las importaciones de México hacia ese país desde el primer día de su nueva administración. El presidente ya electo, histórico por ser el primer mandatario de Estados Unidos con cargos criminales, ha comenzado desde meses antes de ocupar oficialmente el cargo a crear polémica y a darnos una idea de lo incendiaria que puede ser su segunda administración.


Esta idea, planteada por supuesto desde la ignorancia, pretende responder a intereses políticos más que económicos y, según Trump, es la solución para resolver el problema de la migración y el tráfico de drogas. Sin embargo, evidentemente ignora qué relación económica bilateral no responde a lo político sino a una realidad y entramado económico mucho más complejo, dinámico y ya muy amalgamado entre ambas naciones, por lo que las consecuencias de tan aventurada decisión, en caso de concretarse, serían también importantes para las empresas y los mismos consumidores estadounidenses.


Al igual que la amenaza de las deportaciones masivas, para lo cual Estados Unidos no tiene ni el presupuesto ni la infraestructura para deportar 12 millones de personas, tampoco parece posible que pueda asumir el riesgo de poner un lastre a los intercambios con su socio comercial número 1, encarecer productos de consumo básico para sus ciudadanos e incrementar costos para sus empresas. Sin dejar de mencionar que algo así es violatorio del Tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.


Para los que dicen que “México necesita más de Estados Unidos que estos últimos de nosotros” la visión simplista no los deja entender que la relación va mucho más allá de lo económico, la estabilidad de las relaciones entre los 3 países es esencial para muchas otras esferas. Por eso mismo, será muy importante ver cómo reaccionan tanto gobiernos como empresas y esperar que esto solo sea un amague (mal pensando y mal logrado) para intentar influir en el tema migratorio.


La respuesta del gobierno mexicano, aunque pronta y frontal en la acostumbrada conferencia matutina, no deja espacio para que se formule una estrategia de política exterior y diplomática que permita mostrar una idea más elaborada o un proyecto más sólido de cómo responder a estos embates. Todo el asunto terminó con una supuesta llamada entre nuestra Presidenta y Trump, calificada por ambos como fructífera y de acuerdos mutuos en los temas de interés, en donde se habló de migración y fentanilo, no más de aranceles.


Días después, escuchamos también sobre la idea del gobierno estadounidense para emprender una “invasión suave” a México para combatir el tráfico de drogas, esta idea supone el envío de drones y comandos armados para atacar al crimen

organizado, capturar a líderes y llevarlos a Estados Unidos. Aunque esto se trata solamente de filtraciones de información y no hay algún anuncio oficial, la idea ha sonado desde hace muchos meses y parece que toma fuerza en Estados Unidos.


Todas estos embates e ideas radicales tienen que terminar en una llamada también, una llamada a la administración mexicana actual para que comience a idear una estrategia integral y sólida que atienda los problemas de seguridad, primero por nosotros por sus ciudadanos y también porque Estados Unidos ha sido, es y seguirá siendo ese vecino incómodo, esa piedra en el zapato que no dejará de molestar, señalar y amagar mientras vea algo que le inquiete, nos guste o no, la realidad es que nos conviene tenerlos tranquilos mostrando que nos estamos ocupando de nuestros propios asuntos.


 
 
 

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