Una de las más maravillosas experiencias en la vida, es saber para donde ir, es decir, tener claro el destino. De otra manera es no andar por ahí, perdido y sin claridad en el objetivo. Cuando lo tienes, cada paso tiene sentido, y el esfuerzo cobra su razón de ser. De lo contrario cosechas frustración en frustración, por andar en círculo.
Cada quien vive su propio inframundo diariamente, y si no le buscas cómo hacer bien tu peregrinar, caerás fácilmente en el agobio y las preocupaciones.
Es como cuando se quiere cruzar un río y alcanzar el otro lado, si no encuentras por dónde, la corriente te va a arrastrar.
La cima, es el destino del montañista, cada paso y cada esfuerzo, van dirigidos a ese punto final.
La filosofía mexica, que se ha trasmitido por varias generaciones, de manera oral y por los códices, nos enseña que hay 9 ríos que cruzar en el inframundo de nuestras vidas para poder dormir en paz cada día y finalmente en nuestra muerte. El mictlan, el lugar de la paz presente y eterna.
En un inicio tenemos que aprender a ser leales a nosotros mismos y a no cultivar apego a nada. Se trata de ser libres y sin esculpir nuestra propia esclavitud. Vivir en el presente y evitar quedarnos atrapados en el futuro o en el pasado. Nada más preciado que el aquí y el ahora.
También nuestro camino es el no dejar que te afecten las maldades y envidias de los demás. Que cuides y preserves tu identidad sin hacerles caso a las voces dañinas. Pues preservar la certeza de ser tu mismo la fuente de tu seguridad y acompañamiento, te protege de la soledad y el miedo al rechazo o abandono.
Se alcanza más tranquilidad, cuando ya no tienes la necesidad de darle gusto a los demás y dejas de moverte a como dictamina el viento y las modas del momento.
Particularmente avanzamos cuando ya dejamos de enojarnos y desquitarnos, con cualquiera que hable mal de ti y te levante todo tipo de falsos y acusaciones. Porque a su ves dejas de tener deseos de venganza y desquite, desterrando las ganas de dañar y lastimar a los demás.
Y finalmente conquistamos la paz interior, cuando ya dejamos atrás la tentación de adquirir nuevas cosas y estar buscando ansiosamente placeres y satisfacciones a nuestros deseos.
La conquista de un sueño tranquilo, es consecuencia de superar los nueve ríos del Mictlán, para un día gozar también de la paz eterna.