
Como sus vecinos, todos estamos conscientes de la gran influencia que tienen los Estados Unidos en nuestro país, la música, la comida, tendencias de moda e incluso hasta en el idioma muestran elementos que nos impiden negar no solo una vecindad sino una fusión de ambos estilos de vida que se han combinado para ser uno mismo.
Pero ¿qué pasa más al norte del Río Bravo? Seguramente, una de las razones por las que Trump ataca con tanto fervor a los migrantes y menciona una y otra vez a México en su discurso, es por que es perfectamente identificable para los estadounidenses. No solo somos sus vecinos sino también sus socios comerciales número uno, una de las fronteras más dinámicas de todo el mundo con una comunidad binacional que en el ir y venir ha construido más puentes y vínculos que muros.
El poder suave, entendido como esta manera de influir por elementos culturales y sociales atractivos en el otro país, es también una herramienta de México, ejercida nada más y nada menos que por nuestros migrantes quienes se han ya asentado en Estados Unidos y dieron luz a nuevas generaciones, bilingües, con doble ciudadanía, que aman los hot dogs pero también los tacos y que festejan igual el Halloween que el Día de Muertos.
Como ejemplo de la gran influencia que tiene nuestro país en Estados Unidos, esta semana, después de que la taquería “El califa de León” fuera reconocida por obtener una estrella Michelín, ellos fueron invitados a servir sus tacos en Washington, para sorpresa de nadie, había una interminable fila en un miércoles por la noche aún con un clima lluvioso. Esto es sólo un retrato de la realidad en las grandes ciudades estadounidenses, todas, al menos, tienen restaurantes de comida mexicana por doquier y algunas cuentan incluso con un “barrio mexicano”, un espacio creado y peleado por generaciones de migrantes que ahora es un sitio de expresión cultural.
Ahora ¿cuál es la importancia de todo esto? No es casualidad que el voto en las pasadas elecciones de Estados Unidos haya registrado gran mayoría demócrata en las grandes ciudades, a los estadounidenses no solo les causa curiosidad estos lugares, sino que les gustan, acuden a ellos con frecuencia y tienen la oportunidad real de experimentar el trato con la cultura y la gente mexicana. A través de la comida y la riqueza cultural, no es difícil entonces darse cuenta quienes son realmente los mexicanos y de qué no son quienes les quieren hacer creer.
Para las personas de las grandes urbes, es así muy fácil observar que la migración añade un dinamismo importante no solo a la economía sino también a la sociedad.
Sin duda esto también empodera a la comunidad migrante, que de por sí ya es valiente y no tiene miedo de salir todos los días sino que incluso ahora emprenden, son ellos los que representan un 30% de los dueños de pequeñas empresas. En un
acierto de la administración anterior, no se equivocaron al denominarlos como héroes migrantes cuya super habilidad es formular y ejercer el poder de respuesta mexicano.
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