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LA LEYENDA

44

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Allí donde la piel aprende a ser cicatriz

 

No siempre la herida grita. A veces se esconde en el silencio, como un río subterráneo que avanza despacio hasta quebrar la tierra. Y entonces lo entendemos: lo que duele no desaparece, se transforma. La carne rota se convierte en mapa, la grieta en memoria, la cicatriz en escritura.

Esta columna no nace del consuelo, sino del desgarramiento. Nace de ese instante en que el alma se abre como un relámpago y deja entrar todo lo que habíamos querido olvidar. Porque hay dolores que no son cadenas, sino puertas; no son condena, sino inicio de algo más vasto.

Aquí no se escribe para sobrevivir, sino para incendiar la ternura hasta volverla fuerza. Porque lo roto también canta, y porque la belleza más honda surge de lo que sangra.

La Leyenda 44 no ofrece respuestas, ofrece un espejo roto. En cada fragmento brilla una verdad distinta: la derrota como posibilidad de vuelo, la pérdida como raíz de lo eterno, la fragilidad como arma secreta contra el abismo.

Quien lee estas páginas debe saberlo: lo frágil también es volcán. Lo que tiembla también sostiene. Lo que se quiebra, si se nombra, se convierte en destino.

 

Soy Wintilo Vega Murillo.

Y estas palabras no pretenden curar: pretenden dejar una marca. Para que quien cruce por ellas recuerde que el dolor no se borra: se escribe. Que la herida no se cierra: se transforma en cicatriz que ilumina.

La Leyenda 44 es para quienes caminan con el corazón en pedazos y aun así se atreven a latir. Para quienes saben que la belleza verdadera no se encuentra en lo intacto, sino en lo que ha aprendido a sangrar sin rendirse.

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Índice de Contenido

-Bienvenida.

 

/… Bienvenida a La Leyenda 44

Cuando la ceniza aprende a cantar

El incendio de la memoria como única manera de seguir vivos

 

(By Notas de Libertad).

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-Pláticas con el Licenciado 1

/… El rugido inmortal: Don Juan Silveti, Tigre de Guanajuato

La vida de un torero que convirtió el miedo en destino y dejó a Guanajuato un linaje de valor y ternura

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-Agenda del Poder:

 

/… Cuando el poder aprende a dialogar

Claudia Sheinbaum y Libia Dennise: dos liderazgos que marcan un nuevo tiempo político en Guanajuato

/… Casas que pesan, silencios que condenan

De la Casa Blanca a la Casa Gris: el espejo incómodo de León

/… Cultura sin brújula en Guanajuato

La fractura entre la Secretaría y la comunidad literaria

 

/… Celebrar sin engañarnos: la pobreza que baja en cifras y duda en la realidad

Enrique de la Madrid y la exigencia de medir con la misma vara

 

/… El vuelo del Fénix en Salvatierra

La poesía como renacimiento y compromiso con la memoria

 

(By Operación W).

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-Alimento para el alma.  

 

En perseguirme mundo, ¿qué interesas?

De: Sor Juana Inés de la Cruz

Sobre el poema:

El grito de Sor Juana contra la persecución

La defensa de la inteligencia frente a la vanidad del mundo

 

Sobre el autor:

Sor Juana Inés de la Cruz: la llama que no se apagó

La biografía de la mujer que convirtió la palabra en resistencia

 

*Si quieres escucharlo: Desde el Centro Sophia Mexico.

 

(By Notas de Libertad).

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 -“Rincones y Sabores: La guía completa para el alma, el paladar y la vida”

 

/… Donde el hambre y la sed se encuentran con la memoria

Siete rincones que hicieron de Guanajuato una mesa y una barra eterna

(By Notas de Libertad).

 

/… Hotel Gómez: el emblema vivo de Celaya

Un edificio centenario donde la hospitalidad y la gastronomía siguen marcando la historia.

(By La Gira del Tragón).

 

/…El Antiguo: la memoria gastronómica de Salamanca

Un restaurante que se convirtió en punto de encuentro y orgullo salmantino

(By La Gira del Tragón).

 

/… La Antigua 1910: de la cantina diversa al altar del mezcal

Un lugar que cambió con el tiempo, pero nunca perdió su esencia guanajuatense

(By La Gira del Tragón).

 

/… El Manantial: donde San Miguel se detuvo a brindar

La cantina que convirtió un rincón discreto en la esencia viva de la ciudad

(By La Gira del Tragón).

 

/… Bar Báltico: un siglo de historias en León

Desde 1907, la cantina que resiste como memoria viva de la ciudad

(By La Gira del Tragón).

 

/… El Molinito: el corazón de la mesa leonesa

Desde 1935, un rincón donde la tradición nunca dejó de cocinarse

(By La Gira del Tragón).

 

/… El Mónaco: la memoria líquida de León

Un siglo en la barra que nunca se cansa

(By La Gira del Tragón).

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-Del Cielo a la Historia, Los Ecos del Calendario.

 

Cuando la memoria respira

Los días que laten en el calendario

 

El eco de lo invisible

La historia no siempre se mide en batallas ni en coronas; a veces se mide en el pulso de quienes se atrevieron a respirar distinto.

 

Domingo 7 de septiembre al sábado 13 de septiembre.

Santoral.

Efemérides Nacionales e Internacionales.

Conmemoración de Días Nacionales e Internacionales.

 

(By Notas de Libertad).

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-Al Ritmo del Corazón: Música para recordar el ayer.

 

/… La Orquesta Sinfónica Nacional

La voz musical de México en el mundo 

*Con un click escucha: Orquesta Sinfónica Nacional.

De Mex Experiencia Mexico.

 

(By Notas de Libertad).

 

/… Il Volo

El trío italiano que convirtió la ópera pop en un fenómeno mundial

 

*Con un click escucha:  Il Voló Best Hits.

(By Notas de Libertad).

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- ¿Qué leer esta semana?

 

“Franco”

De: Julian Casanova

Resumen:

 

Franco: El dictador que convirtió el miedo en gobierno

Una biografía que desmonta mitos y revela la crudeza del poder

 

Sobre el Autor:  

Julián Casanova: El historiador que dio voz al silencio

Una vida dedicada a explicar la violencia, la memoria y la España del siglo XX

 

(By Notas de Libertad).

Clic para Leer

 

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-Pláticas con el Licenciado 2.

 

/… Daniel Díaz Díaz: el ingeniero que construyó caminos y dejó huella en la política mexicana

Una vida entre planos, obras y debates: la historia íntima de un michoacano ejemplar


(By operación W).

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Bienvenida a La Leyenda 44

Cuando la ceniza aprende a cantar

El incendio de la memoria como única manera de seguir vivos

 

El fuego que no pide permiso

La vida no se mide en las veces que respiramos, sino en los instantes en que el aire nos quema por dentro. Cada palabra de esta columna ha nacido de esa combustión secreta, de esa flama que nadie puede apagar porque arde en lo profundo de lo humano.

Hay silencios que consumen más que un grito, porque se encienden en el pecho y no dejan escapar el humo.

Lo que hoy se escribe no es testimonio de calma, sino de insurrección. La calma adormece, la tormenta despierta. Por eso La Leyenda 44 abre con la certeza de que lo roto no se oculta, se nombra.

El dolor no desaparece en la oscuridad: se convierte en la chispa que ilumina el rostro de quien lo reconoce.

 

La cicatriz como palabra

Aquí no venimos a bordar un relato limpio ni a cubrir con vendas lo que sangra. Cada línea es una marca, cada idea un trazo ardiente sobre la piel de la memoria. La cicatriz, lejos de ser ruina, es la escritura más fiel de lo que hemos sobrevivido.

La piel marcada es un mapa, y cada grieta señala la ruta de lo que aún podemos ser.

En estas páginas no hay espacio para lo perfecto: hay espacio para lo humano. Y lo humano siempre es herida, siempre es grieta, siempre es memoria.

La cicatriz no pide compasión: exige ser leída como un poema tallado en carne viva.

 

La ternura incendiada

Podrían pensar que esta columna es solo furia, pero la furia no basta. Aquí la ternura es volcán: suave al tacto, pero capaz de arrasar con lo que intenta apagarla. Nombrar la ternura es rebelarse contra el cinismo, es encender el fuego de lo mínimo.

Un abrazo puede ser más abrasador que la hoguera más alta.

La ternura en tiempos de devastación no es refugio débil: es una insurrección callada que desarma hasta al odio más encarnizado.

La ternura que arde en medio del incendio es la prueba de que aún no estamos derrotados.

 

El incendio compartido

Nadie puede cargar solo con las llamas. Esta columna no se escribe para una sola voz, sino para quienes leen y convierten la palabra en eco. El fuego no pertenece a uno: se expande, se reparte, se multiplica hasta encender la noche.

Lo que aquí se dice deja de ser mío: se vuelve llama en la mirada de quien lo recibe.

Porque La Leyenda 44 no es un solitario resplandor: es un incendio compartido, un coro de cicatrices que, juntas, se atreven a iluminar el camino.

La claridad no siempre llega de golpe: a veces se enciende poco a poco, en cada palabra que se niega a rendirse.

 

Soy Wintilo Vega Murillo.
Y esta bienvenida no se escribe para calmar la tormenta, sino para encenderla.
Porque solo en medio del fuego descubrimos quiénes somos, y porque a veces la ceniza, en lugar de apagarnos, aprende a cantar.

 

 

(By Notas de Libertad).

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/… El rugido inmortal: Don Juan Silveti, Tigre de Guanajuato

La infancia de un rugido

Los primeros pasos del Tigre

 

Guanajuato, cuna de hierro y sueños

En la entraña de Guanajuato, donde los cerros guardan vetas de plata y la vida se hace cuesta arriba, nació Juan Silveti. Sus primeros pasos se dieron entre callejones empedrados y ecos de campanas que parecían anunciar un destino distinto.

La ciudad minera enseñaba desde temprano que nada se gana sin luchar.

El aire impregnado de polvo y trabajo se metía en los pulmones de todos, y Juan, apenas niño, lo respiró con la intensidad de quien no se resigna a la rutina.

En esas calles estrechas aprendió que la vida se mide por el coraje con que se camina.

Su infancia no fue de lujos ni abundancias; fue de esfuerzo, de manos curtidas a su alrededor y de sueños que parecían imposibles pero que se sostenían con fe.

La pobreza no apagó sus ilusiones, las convirtió en brasas que lo impulsaban hacia adelante.

 

La pobreza como maestra temprana

Las monedas eran pocas y el pan se repartía con cuidado. La infancia de Juan estuvo marcada por las privaciones, pero en ellas encontró su primer aprendizaje: resistir.

La escasez fue el ruedo silencioso donde aprendió a no retroceder.

Cada día era una corrida sin clarines, un juego serio entre la necesidad y la esperanza. Su madre lo miraba con ternura y dureza al mismo tiempo, consciente de que la fragilidad no tenía cabida en aquel mundo.

Desde pequeño entendió que la vida exige más de lo que parece justo.

El hambre de pan se transformó pronto en hambre de destino; no bastaba sobrevivir, había que sobresalir, y Juan llevaba en la mirada un brillo que lo delataba.

La pobreza lo forjó sin pedirle permiso, haciéndolo de hierro por dentro.

 

Juegos de infancia con sabor a destino

Cuando los demás niños jugaban con canicas, él soñaba con un capote improvisado, hecho de trapos viejos. La imaginación era su plaza, y los perros callejeros se volvían toros en su mente inquieta.

El niño jugaba a torear la sombra, como si ya entrenara para la eternidad.

Cada tarde inventaba un ruedo en cualquier patio, y sus amigos lo veían citar al aire con la seriedad de un adulto. El juego tenía un peso extraño, como si no fuera juego, como si ya estuviera escrito.

Desde temprano se supo distinto, como marcado por un signo oculto.

El rugido del apodo aún no existía, pero el germen estaba ahí, en esas tardes de polvo y trapo, en la risa convertida en valentía.

La niñez lo vistió de torero antes que la vida le diera un traje de luces.

 

El primer contacto con la plaza

Llegó un día en que la curiosidad lo llevó hasta el burladero real. Los tablones crujieron bajo sus manos pequeñas, y detrás de ellos descubrió el misterio del ruedo.

La primera vez que olió la arena supo que había encontrado un templo.

No hubo toro ni público, solo el silencio de una plaza vacía que se le grabó en el corazón. Ahí nació una promesa muda, un juramento sin palabras: volvería como dueño de ese espacio.

El ruedo vacío es más exigente que el lleno: pide coraje para imaginarlo.

La madera áspera del burladero fue su primera frontera, y al cruzarla entendió que los sueños se vuelven realidad cuando se pisan con decisión.

El niño salió distinto: ya no miraba la vida igual, algo había despertado en él.

 

Entre charros y toreros: el dilema de un niño

La cultura guanajuatense lo acercaba tanto al caballo como al toro. La charrería le tendía una mano, el toreo la otra. Juan probó ambas, pero su corazón ya había elegido.

El capote lo llamaba con más fuerza que la reata del charro.

Aun así, los días de fiesta lo encontraban montando, sintiendo que el valor se prueba también con riendas en la mano. Aprendía doblemente: del campo y de la plaza.

La vida le ofrecía dos caminos de coraje, pero él buscaba el más bravo.

Con cada jineteada entendía que lo suyo no era solo el valor físico, sino el temple del espíritu. El ruedo lo esperaba, paciente, como espera lo inevitable.

En cada caballo que domaba, se entrenaba para domar al toro.

 

La fragua del carácter

Ninguna infancia está exenta de pruebas, y la de Juan se templó con golpes cotidianos: caídas, heridas, tropiezos. Pero cada golpe lo hacía más fuerte, más terco, más seguro.

El carácter se forja en la herida, no en la comodidad.

La gente del barrio lo recordaba serio y sonriente a la vez: serio en su empeño, sonriente en su humanidad. Era un niño que no se rendía, que volvía a levantarse cada vez.

En cada caída descubría que resistir es un arte mayor.

Su historia comenzó en el polvo de Guanajuato, pero ya se intuía que terminaría en arenas mayores.

La infancia fue su primera corrida y la libró con la dignidad de un hombre.

 

 

Nace un apodo

De Juan a “El Tigre”

 

Los apodos que lo siguieron como sombras

En la vida de Juan los apodos comenzaron a caer como presagios. Primero fue el “Meco”, dicho por los amigos de barrio, como un juego más que como un título.

Cada apodo parecía una pieza del rompecabezas que lo definía.

Con el tiempo llegó “Juan sin Miedo”, una manera de nombrar lo que ya era evidente: su valor no tenía fisuras.

Los apodos no eran cargas, eran coronas silenciosas.

En las cantinas y en los callejones, los nombres se repetían con un eco que anunciaba futuro.

El destino aguardaba, listo para darle un título que se volvería eterno: “El Tigre de Guanajuato”.

 

El valor como segunda piel

No era un valor fingido ni aprendido de los relatos, era un valor que crecía con él, natural como la sangre que lo recorría.

El miedo parecía resbalarle como el agua.

Desde niño descubrió que la valentía no es gritar fuerte, sino quedarse donde los demás retroceden.

Su cuerpo y su carácter fueron aprendiendo a vivir en la frontera del peligro.

Lo que para otros era imposible, para él era cotidiano.

El valor se le volvió piel, un traje invisible que llevaba a todas partes.

 

La sonrisa en medio del peligro

Tenía la extraña capacidad de reír en medio de la tormenta. El peligro lo miraba a los ojos, y él respondía con una sonrisa.

La sonrisa era su forma de domesticar al miedo.

Mientras otros tensaban los músculos, él relajaba el gesto.

El humor lo salvaba de la amargura del riesgo constante.

Las cornadas lo doblaban, pero nunca le borraban la risa.

El Tigre aprendió que el buen humor también puede ser un arma.

 

La primera tarde seria

Llegó el día en que ya no era juego, en que la plaza estaba llena y los ojos lo esperaban.

Ese día dejó de ser un muchacho y comenzó a ser torero.

El toro lo midió con la mirada, y él respondió con la calma de un hombre hecho.

No hubo titubeo: la faena se escribió con firmeza.

El ruedo lo reconoció como suyo, como si lo hubiera esperado desde siempre.

Aquella tarde no fue un ensayo: fue un bautizo verdadero.

 

La mirada de la afición

Los viejos de la plaza, duros y exigentes, comenzaron a asentir en silencio.

La aprobación de la afición fue su primera gran conquista.

Un torero puede engañar a la prensa, pero no a la mirada del pueblo.

El Tigre fue visto como auténtico desde sus primeros pasos.

La ovación no es sonido: es un contrato entre el torero y la gente.

La plaza había encontrado en él a un nuevo ídolo.

 

El destino de un sobrenombre

Los cronistas comenzaron a escribirlo con letras grandes: “El Tigre de Guanajuato”.

El apodo se volvió nombre y el nombre se volvió destino.

Ser Tigre era más que un apodo: era una declaración de vida.

El pueblo lo adoptó como símbolo, un reflejo de coraje y dignidad.

El Tigre no se negó nunca a esa carga; la llevó con orgullo.

Desde entonces, su rugido empezó a escucharse más allá de Guanajuato.

 

 

El bautismo de arena

Entre sangre y gloria

 

El Toreo de la Condesa y un joven guanajuatense

El Toreo de la Condesa fue la puerta grande donde Juan encontró su destino. Allí llegó con el alma desnuda, con un capote nuevo y un corazón dispuesto a todo.

El ruedo lo miró como se mira a los intrusos: con desconfianza.

Pero Juan supo imponerse desde la primera verónica, como quien marca un territorio sagrado.

La plaza lo probaba, midiendo si aquel muchacho merecía el lugar que reclamaba.

El aire estaba cargado de expectación, como si el destino se hubiera sentado en las gradas.

Aquel día empezó a escribirse su historia con letras que ya no se borrarían.

 

El sonido del clarín en el corazón

El clarín no solo marcó el inicio de la corrida, también rompió para siempre el silencio de su infancia.

El corazón latía al mismo compás que la música.

El miedo intentó colarse en sus venas, pero encontró un muro de temple.

Cada nota del clarín parecía un recordatorio de que había llegado la hora.

El sonido penetraba en su pecho como un juramento irrompible.

El debut era más que un acto taurino: era el nacimiento de un héroe.

 

La faena de un debut inolvidable

El toro salió como un relámpago oscuro, y el muchacho lo esperó sin moverse, citando con calma.

La plaza contuvo el aliento al ver su firmeza.

Los pases comenzaron a fluir con naturalidad, como si los hubiera ensayado toda la vida.

El toro obedecía a su muleta como un secreto compartido.

El público reconoció en él a un torero distinto, de temple sereno y alma ardiente.

El debut quedó grabado en la memoria de todos los presentes.

 

El miedo convertido en maestro

Las astas rozaron su cuerpo más de una vez, pero él no retrocedió.

El miedo no lo paralizaba: lo guiaba.

Cada embestida era una lección que lo hacía más sabio en segundos.

Comprendió que el miedo puede ser aliado si se le mira de frente.

El ruedo enseñaba lo que ningún libro podía explicar.

El Tigre había encontrado a su maestro más exigente: el propio riesgo.

 

La crítica descubre a un distinto

Los cronistas taurinos comenzaron a escribir su nombre con asombro.

Las palabras hablaban de valor, de una serenidad poco común.

El joven de Guanajuato había demostrado que no era improvisación, sino destino.

Las crónicas lo comparaban ya con figuras consagradas.

Su nombre circulaba de boca en boca con respeto nuevo.

Había nacido una figura que no pasaría desapercibida.

 

Primeras cornadas, primeras cicatrices

El precio del debut no se hizo esperar: el pitón le dejó marcas en la piel.

La sangre corrió como bautismo cruel y verdadero.

Las heridas no apagaron su espíritu; al contrario, lo encendieron.

Cada cicatriz era un recordatorio de que la gloria nunca es gratis.

La afición lo ovacionó como quien reconoce un sacrificio.

Las cornadas se volvieron medallas de un soldado en su primera batalla.

 

 España en el horizonte

El mexicano que cruzó mares

 

Barcelona: la alternativa soñada

El viaje a España fue como abrir un libro nuevo, lleno de páginas aún en blanco.

Barcelona lo recibió con la solemnidad de una prueba definitiva.

El ruedo catalán lo miraba con desconfianza y curiosidad.

El joven mexicano supo plantar los pies y demostrar que su valor era universal.

Cada pase era un puente entre continentes.

Aquella alternativa no fue solo ceremonia: fue consagración.

 

Madrid y la confirmación de un valiente

Madrid era el corazón del toreo, y allí se confirmó Juan Silveti.

El toro madrileño era otra historia: bravo, exigente, sin concesiones.

El guanajuatense lo enfrentó con temple, escribiendo respeto en la arena.

Los españoles descubrieron a un torero que no pedía permiso, que se ganaba el lugar.

La confirmación fue un bautizo de sangre y gloria.

En Madrid dejó de ser promesa: se volvió figura.

 

El toro como frontera y espejo

El toro español no era enemigo: era espejo.

En cada embestida reconocía también su propio origen mexicano.

La bravura no tiene nacionalidad, solo exige entrega.

El ruedo se volvió un campo sin banderas, solo de coraje.

El Tigre aprendió que cada toro revela lo que uno es por dentro.

El espejo del toro lo hizo crecer más que cualquier maestro humano.

 

El orgullo de ser guanajuatense en tierras lejanas

En cada plaza llevaba consigo el nombre de Guanajuato.

No olvidaba nunca decir de dónde venía, como un estandarte.

Ser guanajuatense en España era más que un origen: era una declaración.

El acento mexicano se volvía música en medio de voces extranjeras.

El público entendía que no era un torero cualquiera: era un hijo de la tierra minera.

Cada triunfo en España era también triunfo para su gente en México.

La fraternidad taurina de dos continentes

El toreo lo hermanó con figuras españolas que reconocieron su valentía.

Las tertulias después de las corridas eran encuentros de respeto mutuo.

El Tigre encontró amigos de faena que lo acompañarían toda la vida.

La fraternidad se sellaba con vino, guitarra y memorias compartidas.

Más allá de la competencia, había complicidad taurina.

España y México se unieron en su muleta como si fueran un solo ruedo.

 

El regreso con nombre propio

Volvió a México convertido en figura internacional.

Su nombre ya no era local, resonaba en dos continentes.

El Tigre regresó con cicatrices y triunfos en la piel.

La afición mexicana lo recibió como héroe y profeta cumplido.

El regreso fue también inicio de una nueva etapa de gloria.

El muchacho guanajuatense ya era leyenda en vida.

 

 El hombre detrás del traje

Entre familia, amistad y silencio

 

Un padre que también fue mito

En casa, Juan Silveti no era el Tigre, era simplemente padre.

El mito se despojaba del traje de luces para ser ternura cotidiana.

La familia lo veía como un hombre que sabía escuchar y aconsejar.

El hogar era su refugio más íntimo, donde dejaba caer el peso de la fama.

Para sus hijos, la figura era grande, pero también cercana.

El Tigre supo ser gigante en la plaza y sencillo en su casa.

 

La mesa compartida con amigos y vino

El Tigre disfrutaba tanto de la tertulia como de la corrida.

Las mesas largas eran testigo de su alegría.

El vino corría como excusa para compartir recuerdos y anécdotas.

Los amigos lo conocían como un hombre generoso y hospitalario.

En cada brindis cabía el eco de un pase o una cornada superada.

La mesa fue su segunda plaza: escenario de risas y confesiones.

 

La ternura escondida del Tigre

Detrás del apodo feroz había un corazón blando.

Su ternura se revelaba en gestos simples y cotidianos.

Acariciaba a un nieto con la misma delicadeza con que citaba a un toro.

El Tigre era fiera en el ruedo, pero miel en la intimidad.

El contraste lo hacía aún más entrañable.

El amor era su verdadera bravura fuera de la plaza.

Las noches de tertulia y risas

Después de las corridas, buscaba la compañía de los suyos.

Las tertulias eran bálsamo tras la adrenalina del ruedo.

La risa se volvía música que curaba las heridas.

El Tigre relataba con humor incluso sus cornadas más duras.

La alegría era su manera de resistir las sombras de la vida.

Las noches compartidas fueron parte de su leyenda humana.

La soledad después del ruedo

Pero no todo era compañía: también había silencios profundos.

En la soledad meditaba sobre el sentido de su destino.

El ruido de la plaza quedaba atrás y aparecía la calma.

El Tigre entendía que todo héroe necesita espacios de recogimiento.

El silencio era tan necesario como la ovación.

En esos momentos encontraba paz y equilibrio.

 

El corazón que nunca se disfrazó

La autenticidad fue su mayor legado humano.

Nunca fingió ser lo que no era.

El traje de luces podía deslumbrar, pero él seguía siendo el mismo hombre sencillo.

Su corazón no conocía máscaras ni disfraces.

El Tigre fue siempre verdad, en el ruedo y en la vida.

Esa transparencia lo convirtió en eterno.

 

Herencia de sangre

De Tigre a Tigrillo, y después al Rey David

 

Juan Silveti Reynoso, la continuación natural

El hijo de Juan Silveti, conocido como el Tigrillo, tomó la antorcha sin titubeos.

La sangre del Tigre corría con fuerza por sus venas.

El apellido no era peso, era impulso.

La afición lo reconoció como heredero legítimo.

Cada faena del Tigrillo era también homenaje a su padre.

El linaje había demostrado que no se extinguía.

 

El linaje se expande

La familia Silveti no se detuvo en una generación.

Los nietos comenzaron a escribir su propia historia taurina.

Cada apellido Silveti era sinónimo de valor y arte.

La dinastía se volvió símbolo de continuidad.

El apellido resonaba en plazas de México y España.

El rugido del Tigre seguía vivo en cada descendiente.

 

David Silveti, el Rey de un país entero

David Silveti brilló con luz propia y conquistó corazones más allá de las plazas.

El Rey David fue carisma y temple en un mismo cuerpo.

La prensa lo elevó como ídolo nacional.

Cada pase suyo era poesía hecha movimiento.

La gente lo amaba porque encarnaba la pasión sin reservas.

Con David, la dinastía alcanzó una gloria distinta y luminosa.

 

La tragedia que también duele en la herencia

El final de David fue abrupto y doloroso.

La dinastía conoció también el rostro de la tragedia.

El pueblo lloró la partida de un ídolo tan querido.

El Tigre, desde la eternidad, parecía rugir en silencio.

Las lágrimas demostraron cuánto pertenecía a su gente.

El dolor también forma parte del linaje.

 

Alejandro y Diego, voces del presente

Los nietos Alejandro y Diego Silveti mantuvieron viva la tradición.

Cada uno con su estilo, siguieron la ruta marcada por el Tigre.

La juventud se mezcló con la herencia antigua.

En cada plaza se escuchaba nuevamente el apellido Silveti.

El pasado y el presente se daban la mano en el ruedo.

La dinastía se actualizaba sin perder su esencia.

La dinastía como inmortalidad

La sangre se convirtió en la forma más pura de eternidad.

El apellido Silveti ya no era solo nombre: era linaje.

Cada generación se convirtió en eco de la anterior.

La inmortalidad se alcanzó no en una vida, sino en muchas.

El Tigre vive en cada torero que lleva su sangre.

La dinastía es la manera en que un hombre nunca muere.

 

El rugido que no se apaga

La memoria de un Tigre eterno

 

El retiro en la Condesa

El 1 de mayo de 1942, Juan Silveti se despidió en la plaza de La Condesa.

El ruedo lo ovacionó como a un héroe que cumplió su destino.

La faena final fue más que un adiós: fue un agradecimiento.

Cada pase parecía un resumen de toda su vida taurina.

El silencio después de la ovación fue su mayor homenaje.

El Tigre cerró la puerta del ruedo con la dignidad intacta.

 

El último adiós en la Ciudad de México

En septiembre de 1956, la Ciudad de México lloró su partida.

El Tigre dejó este mundo como había vivido: con valentía.

El pueblo se volcó a despedirlo en un duelo sincero.

Las lágrimas de los aficionados se confundieron con los recuerdos.

El eco de su nombre llenó las calles como una procesión invisible.

La muerte no pudo borrar el rugido de su memoria.

 

La prensa y la leyenda escrita

Los periódicos de la época escribieron páginas enteras sobre su vida.

Las crónicas lo nombraron con respeto y admiración.

Su historia fue contada como la de un héroe nacional.

Cada artículo era un intento de atrapar lo inatrapable.

Los periodistas coincidieron: había muerto una leyenda.

El papel se convirtió en tumba y resurrección de su memoria.

 

Guanajuato, su tierra agradecida

Guanajuato nunca olvidó a su Tigre.

Las calles aún susurran su nombre entre piedras y callejones.

El pueblo lo recuerda con orgullo y cariño.

La tierra minera le agradece haber llevado su nombre a lo alto.

En cada feria y tertulia se recuerda su valentía.

Guanajuato sigue siendo su cuna y su altar.

 

El mito frente al paso del tiempo

Los años no borraron su figura, la hicieron más grande.

El mito resistió el desgaste del olvido.

Cada generación volvió a pronunciar su nombre con respeto.

El Tigre se convirtió en símbolo de bravura y autenticidad.

El tiempo solo confirmó lo que ya era verdad.

El rugido del Tigre no se apagó con los calendarios.

 

El Tigre que aún habita en el eco del toreo

En cada plaza mexicana todavía resuena su nombre.

Los descendientes prolongan su rugido con cada pase.

El eco del Tigre vive en la ovación de los pueblos.

Su herencia se convirtió en escuela de valor.

Cada toro lidiado por un Silveti es un homenaje a Juan.

El Tigre de Guanajuato no murió: se transformó en eternidad.

 

Último rugido — Alejandro y Diego, herederos del linaje

Hoy, el apellido Silveti aún pisa con fuerza las arenas. Alejandro, con su sobriedad elegante, y Diego, con la frescura de la juventud y el temple heredado, se han convertido en los portadores visibles de una tradición que no conoce olvido.

Cada vez que uno de ellos cita al toro, el eco del Tigre de Guanajuato vuelve a escucharse.

No se trata solo de torear, se trata de prolongar un linaje que ya es mito. Los nietos del Tigre no cargan un peso: llevan un estandarte. En cada pase, en cada ovación, está la memoria de su abuelo que abrió el camino con sangre y valor, y la sombra luminosa de David, el Rey David, que transformó la pasión en poesía.

Alejandro y Diego son la prueba de que la eternidad no está en los monumentos, sino en la sangre que se atreve a seguir soñando.

Guanajuato los mira con orgullo, sabiendo que en sus muletas y en sus corazones palpita todavía la voz de aquel hombre que un día salió de los callejones mineros para rugir en el mundo entero.

El apellido Silveti no es pasado: es presente, es herencia, es destino. Y mientras Alejandro y Diego sigan en el ruedo, el Tigre de Guanajuato jamás callará.

 

 

(By operación W).

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/… Cuando el poder aprende a dialogar

El gesto que trasciende la cortesía

La visita a Guanajuato no fue casualidad, fue un mensaje político calculado. Claudia Sheinbaum eligió al estado no solo por su peso económico, sino por la oportunidad de mostrar que la confrontación puede dar paso a la cooperación.

El simbolismo de arrancar aquí la rendición de cuentas marca un giro en la narrativa nacional. Durante años, Guanajuato fue ejemplo de choques con el poder federal; hoy se convierte en escenario de acuerdos.

La presidenta no llegó a imponer, llegó a reconocer el trabajo local. Ese gesto fortalece a la gobernadora y abre una nueva etapa en la relación Federación–Estado.

Nunca antes se había elegido a León como punto de partida para un mensaje nacional. El hecho confirma la relevancia de la región en el nuevo tablero político.

El poder aprende a dialogar cuando entiende que los ciudadanos son la prioridad. Esa fue la señal principal que dejaron ambos gobiernos desde el Bajío.

 

Hablar el mismo idioma

Lo inédito fue escuchar un mismo lenguaje político. Ambas mandatarias coincidieron en que el bienestar de la gente está por encima de las trincheras partidistas.

El discurso de la cooperación sustituyó al de la confrontación. En México, ese cambio de tono resulta disruptivo y renovador.

Sheinbaum y Libia mostraron que se puede gobernar desde visiones distintas, pero con un mismo fin. Resolver, no pelear, fue la consigna implícita.

El entendimiento entre dos mujeres en posiciones clave rompe inercias de décadas. Demostraron que la política puede tener otro rostro, menos ríspido y más efectivo.

Ese nuevo idioma político incomoda a quienes viven de los pleitos eternos. Pero también abre una ventana de esperanza para la ciudadanía.

 

Resultados que cuentan

La reducción del 60 % en homicidios dolosos fue la cifra más poderosa del evento. Por primera vez en años, Guanajuato apareció en la narrativa nacional por avances y no por violencia.

El reconocimiento presidencial tuvo un peso simbólico enorme. Validó la estrategia estatal y mostró que la coordinación produce frutos reales.

La gente percibe que los resultados llegan cuando los gobiernos trabajan juntos. Esa percepción vale más que cualquier discurso político.

La seguridad dejó de ser un terreno exclusivo de culpas. Ahora es un espacio de construcción compartida.

El dato histórico refleja lo que puede lograrse con voluntad política. Un cambio que parecía imposible se convirtió en bandera de cooperación.

 

Obras que definen un futuro compartido

El acueducto Solís–León simboliza la visión de largo plazo. Es una obra que atenderá un reclamo histórico de abastecimiento de agua.

La tecnificación del riego marca el compromiso con el campo. Es una apuesta por la productividad y la sustentabilidad.

El tren de pasajeros es más que infraestructura: es integración regional. Unirá territorios y dinamizará la economía del Bajío.

El blindaje al calzado protege a la industria emblema de León. Un sector que pedía desde hace años medidas claras frente a la competencia desleal.

Cada obra apunta al mismo destino: mejorar la vida de la gente. Esa coincidencia es la que da sentido al nuevo entendimiento político.

 

Lo que incomoda a muchos

La cooperación entre dos mujeres rompe viejos moldes de poder. Lo que no pudieron gobiernos del mismo partido, ellas lo lograron en meses.

Ese entendimiento genera incomodidad en actores de sus propias filas. El éxito compartido cuestiona los dogmas partidistas.

La relación no se basa en simpatía personal, sino en credibilidad y resultados. Eso desarma las críticas más comunes.

La política con altura de miras demuestra que se puede gobernar sin confrontación estéril. Un mensaje incómodo para quienes lucran con el pleito.

Nunca antes se había visto tal conexión entre gobiernos tan distintos. Ese hecho habla de madurez política en su máxima expresión.

 

El contraste con Aguascalientes

El contraste regional explica mucho del momento político. En Guanajuato hubo respeto y apertura; en Aguascalientes, abucheos y división.

Tere Jiménez fue ovacionada, Sheinbaum abucheada. La diferencia no es menor en el lenguaje simbólico de la política.

Guanajuato aparece como prioridad porque ofrece cooperación. La presidenta encontró aquí un espacio de diálogo real.

En Aguascalientes, la escena mostró puentes fracturados. Esa diferencia pesa en la estrategia federal hacia el Bajío.

Sheinbaum sabe que con Libia puede construir lo que en otros estados parece imposible. Por eso los apoyos fluyen hacia Guanajuato con mayor decisión.

 

Conclusión: la política con rostro distinto

Lo ocurrido en León no fue un acto de rutina. Fue la confirmación de que un nuevo lenguaje político está naciendo.

La cooperación sustituye a la guerra política. Esa es la lección que deja este encuentro.

Guanajuato se convierte en laboratorio de la política del futuro. Un espacio donde el diálogo muestra resultados tangibles.

La fotografía de Sheinbaum y Libia es la postal de una promesa. Que el poder puede aprender a dialogar sin perder autoridad.

La política con rostro femenino abre un horizonte distinto. En esa posibilidad late el cambio que México necesita.

 

(By operación W).

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"En perseguirme mundo, ¿qué interesas?"

De: Sor Juana Inés de la Cruz

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas? Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas. Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida, teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Si quieres escucharlo: Desde el Centro Sophia Mexico.

Sobre el poema:

El grito de Sor Juana contra la persecución

La defensa de la inteligencia frente a la vanidad del mundo

 

La voz que desafía al mundo

En este poema, Sor Juana se enfrenta a la figura simbólica del “Mundo”, que representa la sociedad crítica y moralizante de su tiempo. Le habla de frente, sin rodeos, con una voz cargada de reproche y dignidad.

La poeta cuestiona por qué se le persigue, si su único “delito” es buscar la verdad a través de los libros.

Este inicio no es una súplica, sino una confrontación. Sor Juana utiliza el reproche como espejo: quien la juzga, queda en evidencia.

El mundo aparece como juez, pero Sor Juana le responde con firmeza, invirtiendo la acusación en reflejo de sus propias contradicciones.

Así, el poema comienza a construir un discurso de resistencia. No se trata de una mujer acorralada, sino de una mente que sabe defenderse.

El tono desafiante revela que no hay culpa en el estudio, sino grandeza, mientras la frivolidad social queda expuesta en su vacío.

 

Belleza o sabiduría: el dilema impuesto

La crítica central de Sor Juana apunta a la trampa que vivían las mujeres: si se dedicaban al adorno, eran acusadas de vanidad; si cultivaban su intelecto, eran censuradas por arrogancia.

La poeta exhibe la incoherencia: lo que el mundo celebra como ornamento en otros, en la mujer se castiga como exceso.

Este dilema no busca una salida justa, sino mantener a la mujer siempre bajo sospecha. Es un juego donde la condena está asegurada desde antes.

La belleza perece, mientras la inteligencia permanece; sin embargo, ambas se convierten en motivo de crítica cuando son ejercidas por una mujer.

De este modo, Sor Juana convierte la contradicción en argumento, dejando claro que el problema no es ella, sino el mundo que la juzga.

El dilema no es real, es una imposición creada para mantener a la mujer bajo control social.

 

La razón como virtud legítima

Frente al oropel de la apariencia, Sor Juana defiende el valor interno del pensamiento. Su apuesta es clara: lo que adorna a la mujer no son los vestidos ni las joyas, sino la razón.

El estudio no es un vicio, sino un camino hacia la verdad y la justicia.

Con esa afirmación, desmonta la acusación que la perseguía. No es soberbia ni presunción lo que la mueve, sino el deseo de comprender.

Su rebeldía es discreta, no clama por revolución, sino por reconocimiento del derecho natural a aprender.

El poema, en este sentido, se convierte en un alegato: no pide indulgencia, exige respeto.

Cada verso se convierte en un alegato en favor de la libertad de pensamiento femenino, adelantándose a su tiempo.

 

Una condena que se convierte en triunfo

El cierre no es lamento, sino reafirmación. Sor Juana no se disculpa por su amor al saber; lo exhibe con orgullo, convirtiendo la persecución en trofeo.

La persecución se transforma en motivo de gloria: ser criticada por el mundo es señal de estar en el camino correcto.

La poeta, consciente de su lugar en la historia, voltea la sentencia: lo que se le recrimina es, en realidad, su mayor virtud.

La voz de la poeta se eleva por encima de la censura, dejando en claro que la sabiduría es más fuerte que la moda.

De esta manera, Sor Juana no solo se defiende: erige un manifiesto universal de libertad intelectual.

Sor Juana convierte la condena en bandera, y su poema sigue siendo un manifiesto de libertad intelectual.

 

 

Sobre el autor:

Sor Juana Inés de la Cruz: la llama que no se apagó

La biografía de la mujer que convirtió la palabra en resistencia

 

Infancia marcada por la curiosidad

Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en 1648 en San Miguel Nepantla, un pequeño poblado del virreinato de la Nueva España. Desde niña mostró un apetito insaciable por el conocimiento, al grado de aprender a leer antes de cumplir los tres años. Sus primeras letras las tomó de los libros de su abuelo, escondida, con la urgencia de quien descubre un tesoro prohibido.

La inteligencia de Sor Juana no fue una construcción tardía, sino un fuego que ardió desde la niñez.

Ese deseo de aprender la llevó a memorizar sermones, a componer versos improvisados y a deslumbrar a cuantos la escuchaban. Muy pronto, su nombre se volvió sinónimo de prodigio.

Desde su infancia, la escritura fue para ella un refugio y una forma de rebelión silenciosa.

El mundo, sin embargo, no estaba preparado para aceptar a una niña que desafiaba los límites de su género y su época.

La curiosidad se convirtió en su fuerza más peligrosa ante una sociedad que prefería el silencio femenino.

 

La vocación por los libros y el convento

El camino natural hubiera sido un matrimonio acomodado, pero Sor Juana eligió un destino distinto: el claustro. Al ingresar al convento de San Jerónimo en 1669, encontró la libertad que la sociedad le negaba. Allí tuvo acceso a su propia biblioteca, a instrumentos científicos y a un espacio para escribir sin interrupciones.

El convento fue cárcel y salvación: encierro impuesto, pero también refugio para su mente.

Rodeada de libros y papeles, Sor Juana convirtió su celda en un laboratorio de ideas. Escribió poesía, teatro, ensayos y villancicos, abarcando lo religioso, lo filosófico y lo profano.

Su pluma tocó todos los géneros, siempre con la misma profundidad y audacia.

Con cada obra fue ganando prestigio, pero también enemigos: su voz era demasiado fuerte para pasar inadvertida.

El claustro le dio un espacio, pero no la protegió de la vigilancia de la Iglesia ni de la crítica social.

 

La polémica intelectual

El talento de Sor Juana no tardó en desatar recelos. Sus disputas más famosas fueron con hombres de iglesia que veían en ella una amenaza al orden establecido. La más célebre, su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, se convirtió en un manifiesto de libertad femenina y un documento central de la literatura hispanoamericana.

La Respuesta no fue una disculpa, sino una afirmación de su derecho a pensar y escribir.

En ella, Sor Juana defendió la importancia del estudio y de la voz de las mujeres, con argumentos sólidos y una valentía sin precedentes.

El choque con el poder eclesiástico fue inevitable: la sabiduría femenina era vista como pecado.

La presión se hizo cada vez más fuerte, obligándola a renunciar públicamente a sus libros y a su producción literaria.

Su silencio impuesto fue una herida profunda, pero también un testimonio de su resistencia.

 

El ocaso y la eternidad

Sor Juana murió en 1695 durante una epidemia en su convento, atendiendo a sus hermanas jerónimas. Su cuerpo quedó atrás, pero su voz se multiplicó en versos que trascendieron los siglos.

La muerte no apagó su luz, la convirtió en símbolo universal de la inteligencia femenina.

Hoy, Sor Juana no es solo una figura literaria, sino un emblema de libertad y dignidad intelectual. Su rostro en los billetes, sus versos en las aulas y su nombre en la memoria colectiva son la prueba de ello.

El tiempo no logró doblegar lo que la sociedad intentó silenciar.

Su vida, marcada por la pasión del saber y la fuerza de la palabra, sigue inspirando a quienes buscan en los libros no solo respuestas, sino libertad.

Sor Juana permanece como la voz que abrió caminos en un mundo que intentó cerrarle todas las puertas.

​(ByNotas de Libertad).

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Donde el hambre y la sed se encuentran con la memoria

Siete rincones que hicieron de Guanajuato una mesa y una barra eterna

 

Entre botellas y fogones

Hay sitios donde el destino de una ciudad no se decide en un palacio, sino en una barra de madera o en una mesa de azulejo. Bares y restaurantes que sobrevivieron a guerras, a crisis y a modernidades pasajeras, sosteniendo en sus copas y en sus guisos la identidad de Guanajuato.

En cada trago servido se esconde una chispa de historia.

Son rincones donde la cerveza fría se sirve al lado de un taco de carnitas, donde el tequila acompaña las confesiones y la comida casera reconcilia las ausencias.

La memoria no solo se come: también se bebe con dignidad.

Los muros guardan el eco de carcajadas, discusiones y brindis que nunca se borraron del todo.

Una barra puede ser tan poderosa como un archivo histórico.

El fuego de la cocina y el rumor de la cantina son las dos voces con que Guanajuato aprendió a contarse a sí mismo.

Aquí, la tradición se escribe con humo, pan y mezcal.

Visitar estos lugares es entender que la tradición no se declama: se degusta, se bebe y se comparte.

Lo eterno se descubre en la sencillez de un plato bien servido.

 

Voces que beben y conversan

Quien entra a estos lugares descubre que no son comercios: son foros invisibles donde la vida social se mezcla con la gastronomía.

Cada brindis es también un juramento de pertenencia.

Los parroquianos de antaño siguen presentes en la memoria de los meseros, en los objetos que decoran las paredes, en las recetas que no han cambiado.

El tiempo se queda sentado en la mesa como un cliente más.

Los bares y restaurantes antiguos no necesitan publicidad: su prestigio se hereda de boca en boca, como una contraseña sagrada.

La fidelidad de sus clientes es la mejor carta del menú.

Por eso, al entrar, no se siente nostalgia: se siente continuidad.

El ayer y el hoy conviven en el mismo vaso y en el mismo plato.

En cada mesa y en cada brindis se reafirma la certeza de que la ciudad también se cuenta en sus bares y en sus cocinas.

Las historias del pueblo también se escriben en servilletas manchadas de salsa.

 

El sabor y el sorbo como testigos

Cada receta guardada en la cocina, cada botella alineada en la barra, son crónicas vivas de un pueblo que sabe resistir.

Un taco y un tequila pueden narrar más que cien discursos.

El sazón heredado de las abuelas convive con el mezcal que hoy se sirve como símbolo de identidad.

Los sabores son memoria comestible; las bebidas, memoria líquida.

El visitante descubre que no hay distinción entre lo sólido y lo líquido: ambos alimentan al mismo tiempo el cuerpo y el alma.

La memoria también se cocina en ollas de barro.

Así, comer y beber en estos lugares es también aprender a pertenecer a una ciudad que resiste en cada sorbo y en cada mordida.

La autenticidad no se disfraza: se sirve en copas y cazuelas.

Los bares y restaurantes son guardianes de lo auténtico, cronistas silenciosos que nunca callan.

La historia de Guanajuato cabe en una barra y en una cocina.

 

Permanecer para brindar y alimentar

La grandeza de estos siete lugares no está solo en su antigüedad, sino en su capacidad para seguir siendo relevantes, para convocar a las nuevas generaciones sin renunciar a su esencia.

Permanecer abiertos es un acto de amor a la ciudad.

En cada brindis y en cada comida se celebra no solo el sabor, sino la posibilidad de seguir encontrándose.

Los bares y restaurantes son templos cotidianos de la convivencia.

No se trata de negocios viejos, sino de símbolos vivos que dan identidad y orgullo.

El verdadero lujo es la permanencia de lo auténtico.

Por eso, recorrer estas siete crónicas es recorrer siete corazones de Guanajuato: allí donde la mesa y la barra siguen latiendo juntas.

No se trata de sobrevivir, sino de seguir inspirando confianza.

La eternidad aquí se sirve con nombre propio y memoria compartida.

La eternidad se sirve en plato y en vaso, con nombre propio.

 

 

(By Notas de Libertad).

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Cuando la memoria respira

Los días que laten en el calendario

 

El eco de lo invisible

La historia no siempre se mide en batallas ni en coronas; a veces se mide en el pulso de quienes se atrevieron a respirar distinto. El calendario no es una suma de fechas: es un espejo donde se asoman los rostros que aún nos acompañan en silencio.

Cada fecha guarda un testimonio, una herida o un milagro escondido.

La memoria, cuando se cuenta, deja de ser ceniza y se vuelve semilla. Es ahí donde entendemos que lo invisible —un gesto, una decisión, una renuncia— puede cambiar el rumbo de los pueblos.

No hay día que no merezca ser recordado, porque incluso en el olvido se escribe la identidad.

 

Voces que no mueren

Entre el ruido del presente, estos días rescatan voces que parecían dormidas. Son cantos de libertad, llantos de resistencia, murmullos de ternura. Cada conmemoración es una puerta abierta a lo que fuimos y un reto para lo que podemos ser.

El pasado no habla con palabras: habla con latidos que aún estremecen.

Recordar es un acto de justicia; es reconocer que lo vivido no se repite, pero sí ilumina. Y en ese brillo se nos revela que el tiempo es más que arena: es carne, sangre y memoria compartida.

Cada efeméride es un abrazo entre la historia y nuestro presente.

 

La vida que se enciende cada semana

Abrir este calendario no es mirar un archivo muerto, es encender las lámparas que nos guían. Aquí conviven héroes y mártires, inventos y tragedias, victorias y derrotas, pero todos con un mismo destino: recordarnos que estamos hechos de memoria.

Cuando la historia se cuenta con amor, el calendario deja de ser papel y se vuelve alma.

Por eso esta sección no es un recuento: es una invitación a dejar que la memoria respire, que el corazón se reconozca en cada nombre y que las fechas dejen de ser números para volverse vida.

​Domingo 7 de septiembre al sábado 13 de septiembre.

Santoral de la semana: Domingo 7 al sábado 13 de septiembre

 

7 de septiembre

Santa Regina de Autun

Mártir del siglo III nacida en Borgoña. Huérfana de madre, fue educada por una nodriza cristiana que la introdujo en la fe. Se negó a renunciar a su cristianismo ni a casarse con un gobernador romano pagano, lo que la llevó a sufrir torturas crueles. Finalmente fue decapitada, y la tradición narra que una paloma blanca se posó sobre su cuerpo. Es patrona de las víctimas de abusos y de quienes sufren injusticia.

Beata Eugenia Picco

Nació en 1867 en Milán. A pesar de una infancia marcada por la dificultad, abrazó la vida religiosa con las Hermanas Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones. Se destacó por su devoción, su profunda oración y su servicio a los pobres. Murió en 1921 con fama de santidad y fue beatificada en 2001 por Juan Pablo II.

San Evorcio de Orleans

Obispo en la Galia durante el siglo IV. Fue reconocido por su defensa de la fe en tiempos de herejías. Su labor pastoral estuvo marcada por la cercanía a los pobres y el fortalecimiento de la disciplina eclesiástica. Su memoria se conserva en la diócesis de Orleans.

San Alpino de Châlons

Obispo de Châlons en Francia en el siglo V. Es recordado por su vida sencilla y su esfuerzo en consolidar la Iglesia en tiempos de transición tras la caída del Imperio Romano. Se le atribuyen milagros de sanación y es considerado protector de la región.

San Grato de Aosta

Obispo del siglo V, venerado especialmente en Italia y Suiza. Se le atribuye haber llevado las reliquias de San Juan Bautista a su diócesis. Es patrono de los viñedos y de los campesinos, pues su intercesión se pide para proteger las cosechas.

 

8 de septiembre

Natividad de la Virgen María

Se celebra el nacimiento de la Madre de Jesús. Aunque no aparece en los Evangelios canónicos, su origen se relata en el Protoevangelio de Santiago. Su nacimiento anuncia la cercanía de la redención, por lo que la Iglesia lo celebra como una de las principales festividades marianas.

Nuestra Señora de Núria

Advocación mariana venerada en Cataluña. Según la tradición, una imagen de la Virgen fue escondida en el valle de Núria durante la persecución musulmana y redescubierta siglos después. Es patrona de los esquiadores y de las mujeres que buscan la maternidad.

Beata Serafina Sforza

Nació en Urbino en 1434. Tras un matrimonio infeliz, ingresó al convento de Clarisas en Pesaro, donde vivió en humildad y penitencia. Fue abadesa ejemplar, destacando por su prudencia y caridad. Murió en 1478 y fue beatificada en 1754.

Beato Adán Bargielski

Sacerdote polaco nacido en 1903. Durante la ocupación nazi fue arrestado y deportado al campo de concentración de Dachau, donde murió en 1942. Fue beatificado en el año 1999 como mártir de la fe, dentro del grupo de los 108 mártires polacos.

San Adriano de Nicomedia

Oficial romano convertido al cristianismo en el siglo IV. Al ver la fe de los mártires, abrazó el Evangelio y fue encarcelado. Murió tras sufrir tormentos, convirtiéndose en un símbolo de conversión y fidelidad radical.

 

9 de septiembre

San Pedro Claver

Jesuita español nacido en 1580, misionero en Cartagena de Indias. Se dedicó por más de 40 años a asistir a los esclavos africanos recién llegados, bautizando a miles y atendiéndolos en sus enfermedades. Su labor le dio el título de 'esclavo de los esclavos'. Murió en 1654 y fue canonizado en 1888.

Beata María de la Cabeza

Esposa de San Isidro Labrador. Vivió en el siglo XII en Madrid. Su matrimonio fue un ejemplo de fe y sencillez. Tras la muerte de su esposo, se retiró a una vida eremítica junto al río Jarama. Su devoción se difundió ampliamente en España.

San Gorgonio de Roma

Oficial del emperador Diocleciano convertido al cristianismo. Fue martirizado en el año 304 tras negarse a participar en sacrificios paganos. Su tumba se convirtió en lugar de peregrinación en Roma.

Beato Pedro Bonhomme

Sacerdote francés del siglo XIX, fundador de las Hermanas de Nuestra Señora del Calvario. Su labor pastoral se centró en la educación y en el cuidado de enfermos y pobres. Fue beatificado en 2003.

San Ciarano el Joven

Monje irlandés del siglo VI, fundador del monasterio de Clonmacnoise, uno de los centros monásticos más influyentes de Irlanda medieval. Se le atribuye gran sabiduría y un profundo amor por la enseñanza de las Escrituras.

 

10 de septiembre

San Nicolás de Tolentino

Fraile agustino nacido en 1245 en Italia. Se destacó por su vida ascética, la predicación y la asistencia a enfermos y pobres. Se le atribuyen visiones y milagros. Murió en 1305 y fue canonizado en 1446 como el primer santo de la Orden de San Agustín.

 

San Agapio de Novara

Obispo en el siglo V. Conocido también como Agabio, defendió la ortodoxia en tiempos de disputas teológicas. Su memoria se venera en Novara, Italia.

San Autberto de Avranches

Obispo francés del siglo VIII. Según la tradición, promovió el culto a San Miguel Arcángel en el Monte Saint-Michel, que se convirtió en uno de los santuarios más célebres de Europa.

San Eduardo Barlow

Sacerdote benedictino inglés del siglo XVII. Fue ejecutado en 1641 durante las persecuciones anticatólicas en Inglaterra. Es recordado como mártir de la fe católica.

San Nemesio de Alejandría

Mártir egipcio del siglo III. Acusado falsamente de crímenes, defendió públicamente su fe y fue condenado a muerte por el gobernador Decio. Su testimonio inspiró a la comunidad cristiana de Alejandría.

 

11 de septiembre

San Pafnucio de Egipto

Obispo del siglo IV, sobrevivió a las persecuciones de Diocleciano. Fue confesor de la fe y asistió al Concilio de Nicea, donde defendió el celibato opcional para los clérigos. Es venerado como modelo de valentía y fidelidad.

San Adelfio de Luxeuil

Abad benedictino del siglo VII. Discípulo de San Columbano, continuó su obra en el monasterio de Luxeuil en Francia, consolidando la vida monástica.

Beato Buenaventura de Barcelona

Fraile franciscano del siglo XVII. Se dedicó a la predicación popular y fue ejemplo de humildad y penitencia. Murió en 1608 con fama de santidad.

San Daniel Wyn

Obispo de Bangor en el País de Gales durante el siglo VI. Fue un pastor cercano a su pueblo y es venerado como protector de esa región.

San Elías Espeleota

Monje ermitaño bizantino del siglo IX, conocido por su vida austera y de oración. Pasó gran parte de su vida en cuevas, de ahí su sobrenombre 'espeleota'.

 

12 de septiembre

Dulce Nombre de María

Celebración mariana que exalta la devoción al nombre de la Virgen María. Fue instituida en el siglo XVII tras la victoria de Viena frente a los turcos en 1683, atribuyendo el triunfo a la intercesión de María.

San Curonato

Obispo y pastor dedicado, venerado por su entrega al servicio eclesial. Es recordado por su enseñanza de la fe y su guía espiritual en tiempos difíciles.

Nuestra Señora de Estíbaliz

Advocación mariana venerada en el País Vasco, España. Su santuario, de origen románico, es centro de peregrinación y símbolo de identidad cultural y religiosa.

San Autónomo de Bitinia

Obispo y mártir del siglo III, predicó en Asia Menor. Fue asesinado por los paganos mientras celebraba la Eucaristía, dejando un testimonio de fe inquebrantable.

San Guido de Anderlecht

Nacido en Bélgica en el siglo X, vivió como peregrino y eremita tras perder sus bienes en un mal negocio. Su vida de penitencia lo convirtió en modelo de humildad. Es patrono de comerciantes y campesinos.

 

13 de septiembre

San Juan Crisóstomo

Arzobispo de Constantinopla (349–407), célebre por su elocuencia como predicador, de ahí su sobrenombre 'boca de oro'. Defensor de los pobres, reformador de la liturgia y crítico del abuso de poder. Murió en el exilio como testigo fiel del Evangelio.

San Amado de Burdeos

Obispo del siglo V. Su ministerio se destacó por su amor a los pobres y por la firmeza con la que defendió a la Iglesia en tiempos de invasiones bárbaras.

Beato Mariano de Jesús Euse Hoyos

Sacerdote colombiano (1845–1926), pionero en la evangelización rural en Antioquía. Fue conocido como 'el cura Marianito' y beatificado en 2000.

Beato Aurelio María Villalón Acebrón

Religioso español de la Orden de la Merced. Murió mártir durante la persecución religiosa en España en 1936. Fue beatificado en 2013.

Beata María de Jesús López de Rivas

Monja carmelita descalza de Toledo (1560–1640), contemporánea y amiga de Santa Teresa de Jesús. Destacó por su vida de oración, humildad y espíritu de servicio.

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Música para recordar el ayer

La Orquesta Sinfónica Nacional

La voz musical de México en el mundo

 

Orígenes y fundación

La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) es la agrupación sinfónica más importante de México y una de las más antiguas de América Latina. Sus antecedentes se remontan al siglo XIX, cuando diversos ensambles buscaban consolidarse en la vida cultural del país. Sin embargo, fue en 1949 cuando la orquesta adquirió su carácter oficial, bajo el auspicio del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Desde su nacimiento, la OSN fue concebida como un puente entre la tradición universal y la riqueza musical mexicana.

En sus primeras décadas, la orquesta se encargó de difundir tanto el repertorio europeo como las obras de compositores nacionales, convirtiéndose en una plataforma esencial para el reconocimiento de la música mexicana.

La OSN surgió con un objetivo claro: ser la voz musical de la nación.

El reconocimiento de su importancia se consolidó rápidamente, pues no solo ofrecía conciertos regulares, sino que también representaba el espíritu de un México que buscaba abrirse al mundo desde el arte.

Desde su fundación, la OSN asumió el papel de embajadora cultural.

 

Una casa: el Palacio de Bellas Artes

El Palacio de Bellas Artes se convirtió en el recinto natural de la OSN. Más que un simple espacio de conciertos, se transformó en el símbolo de su identidad, un lugar donde la música se funde con la arquitectura y la historia cultural de México.

Bellas Artes y la OSN se volvieron inseparables: recinto y alma sonora en una misma expresión.

Cada temporada, el Palacio abre sus puertas para recibir programas que reúnen lo mejor del repertorio clásico y contemporáneo. El público sabe que, en ese espacio, la orquesta ofrece un encuentro único con el arte.

El Palacio de Bellas Artes no es solo sede: es hogar y escenario de memorias colectivas.

Los estrenos, homenajes y conciertos de gala de la OSN en este recinto se han convertido en parte esencial del calendario cultural de México. Cada presentación es un eco que resuena más allá de sus muros.

El vínculo con Bellas Artes es parte de la identidad misma de la orquesta.

 

Directores y batutas memorables

La OSN ha sido dirigida por batutas de enorme prestigio, cada una dejando una huella particular en su historia. Carlos Chávez, uno de los compositores más influyentes de México, fue pieza fundamental en sus inicios. Más tarde, Eduardo Mata aportó proyección internacional, mientras que Luis Herrera de la Fuente consolidó el nivel técnico de la agrupación.

Cada director imprimió su estilo: unos dieron modernidad, otra tradición, toda grandeza.

A lo largo de las décadas, también han estado al frente directores invitados de talla mundial, enriqueciendo la experiencia musical y llevando a la orquesta a nuevas cumbres de interpretación.

La batuta de la OSN siempre ha sido un símbolo de liderazgo artístico y cultural.

Esa diversidad de direcciones ha permitido que la orquesta mantenga un equilibrio entre la continuidad de su identidad y la apertura a nuevas propuestas estéticas.

Cada batuta ha sumado a la sinfonía de su historia.

 

El repertorio y la misión nacional

El repertorio de la OSN es reflejo de su vocación dual: difundir lo mejor de la música universal y proyectar la obra de compositores mexicanos. Así, en sus programas conviven Beethoven, Brahms y Stravinski, con Silvestre Revueltas, Blas Galindo y José Pablo Moncayo.

La OSN legitima la música como patrimonio cultural vivo.

La agrupación ha estrenado y difundido muchas de las obras que hoy forman parte de la identidad musical de México. El Huapango de Moncayo, por ejemplo, se volvió un himno no oficial, gracias en buena medida a sus interpretaciones.

Su misión es clara: ser guardiana y promotora de la música mexicana.

Al mismo tiempo, mantener el diálogo con la tradición clásica universal asegura que la OSN se mantenga como parte activa del circuito sinfónico internacional.

La orquesta es tradición y modernidad en un mismo pentagrama.

 

Reconocimiento y giras

La OSN ha recorrido escenarios de Europa, Estados Unidos, Asia y América Latina. En cada gira, su interpretación se convierte en una carta de presentación cultural de México ante el mundo.

Cada viaje es un recordatorio de que México también habla en clave de sol.

Sus presentaciones internacionales han sido celebradas por críticos y públicos diversos, consolidando a la orquesta como una de las más sólidas de la región.

La OSN lleva el nombre de México al más alto nivel artístico.

Estas giras han permitido mostrar no solo la calidad técnica de la agrupación, sino la fuerza de la identidad musical mexicana.

El eco de sus conciertos trasciende fronteras.

 

Presente y legado

En la actualidad, la OSN sigue siendo la principal embajadora musical de México. Sus temporadas incluyen estrenos de compositores contemporáneos, homenajes a figuras históricas y colaboraciones con solistas de prestigio mundial.

La OSN es más que una orquesta: es espejo de la historia cultural de México.

Su permanencia a lo largo de más de siete décadas muestra su capacidad para adaptarse a los cambios del tiempo sin perder su esencia. Es una institución que pertenece a todos los mexicanos.

Su legado es la memoria sonora de un país en movimiento.

Cada generación encuentra en la orquesta un motivo de orgullo y un vínculo con el arte más universal de todos: la música.

La Orquesta Sinfónica Nacional sigue escribiendo su historia en cada acorde.

​(By Notas de Libertad).

Huapango.

El Son de la Negra.

Jarabe Tapatío.

Il Volo

El trío italiano que convirtió la ópera pop en un fenómeno mundial

 

Orígenes y formación

Il Volo nació en 2009 en Italia, cuando tres adolescentes —Piero Barone, Ignazio Boschetto y Gianluca Ginoble— coincidieron en un concurso televisivo de talentos. El encuentro transformó sus vidas y dio inicio a una aventura que trascendería fronteras y géneros.

La fusión de lo clásico con lo moderno fue el sello que conquistó desde el inicio.

Su primera actuación conjunta dejó claro que no eran un grupo convencional. Con voces entrenadas en la tradición lírica, aportaron frescura y carisma juvenil.

Cada voz, con su timbre y personalidad, halló en la armonía el camino para un éxito inesperado.

El nombre elegido, “Il Volo”, que significa “El Vuelo”, simbolizó desde el inicio la ambición de llegar más allá del escenario italiano.

El nacimiento del grupo fue, en sí mismo, un salto al vacío lleno de esperanza.

 

El despegue internacional

En 2010 lanzaron su primer álbum homónimo, con distribución internacional. La recepción fue inmediata: ocuparon listas de popularidad en Estados Unidos, América Latina y Europa.

Il Volo demostró que la ópera pop podía ser global sin perder autenticidad.

Ese mismo año participaron en el Festival de San Remo, lo que reforzó su imagen como herederos de la gran tradición italiana.

Italia los abrazó como embajadores de un nuevo orgullo musical.

Con giras internacionales, presentaciones en televisión y entrevistas en medios de renombre, su popularidad creció rápidamente.

El despegue fue inmediato: pasaron de promesa a fenómeno internacional.

 

Consolidación artística

Con el paso de los años, Il Volo fortaleció su repertorio, integrando clásicos italianos, temas populares y piezas inéditas. Su estilo se consolidó con interpretaciones de gran carga emocional.

El respeto a la tradición fue la base para innovar en la escena musical.

En 2015 ganaron el Festival de San Remo con “Grande Amore”. Ese triunfo los llevó a Eurovisión, donde alcanzaron el tercer lugar y el reconocimiento masivo del público.

“Grande Amore” se transformó en un himno generacional y global.

A partir de entonces, dejaron de ser considerados un fenómeno juvenil para convertirse en artistas de proyección mundial.

La consolidación llegó con disciplina, talento y pasión.

 

Reconocimientos y colaboraciones

El prestigio de Il Volo se elevó con colaboraciones memorables junto a artistas como Andrea Bocelli, Plácido Domingo y Barbra Streisand. Estos encuentros los situaron en la élite de la música internacional.

Cada colaboración fue un puente hacia nuevos públicos y géneros.

Sus discos en vivo, grabaciones con orquesta y álbumes de estudio recibieron premios y certificaciones en distintos países.

La versatilidad se convirtió en su carta de presentación.

Han sido nominados a los Latin Grammy y galardonados con múltiples reconocimientos de la industria musical.

El reconocimiento llegó como fruto de constancia y autenticidad.

 

Legado y presente

Hoy, Il Volo continúa con giras mundiales que llenan teatros y arenas. Su propuesta, que combina la fuerza del canto lírico con la sensibilidad del pop, se mantiene vigente.

Il Volo es un puente vivo entre la tradición italiana y el pop global.

Cada presentación es un despliegue de emoción y técnica, con arreglos que acercan lo clásico a nuevas generaciones.

Su legado se escribe en cada concierto y en cada ovación.

A más de una década de su fundación, siguen demostrando que la música puede volar más allá del tiempo y del idioma.

Il Volo es, ante todo, una historia de sueños que aprendieron a volar.

​(By Notas de Libertad).

Grande Amore.

Il Mondo.

El Triste.

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"Franco"


De: Julian Casanova

Resumen:

Franco: El dictador que convirtió el miedo en gobierno

Una biografía que desmonta mitos y revela la crudeza del poder

 

Infancia y formación de un carácter

Francisco Franco nació en una España empobrecida y marcada por la rigidez militar. Desde muy temprano, la ausencia de un padre presente y el peso de una madre devota modelaron su carácter distante, frío y poco dado a las emociones. La disciplina castrense fue su único horizonte.

Su infancia estuvo marcada por la obediencia y el silencio, rasgos que lo acompañarían toda la vida.

La Academia Militar de Toledo le abrió las puertas a un mundo en el que no fue brillante, pero sí tenaz. Franco ascendió no por genialidad, sino por constancia y obsesión con el deber.

No destacó por su intelecto, pero sí por la férrea voluntad de escalar posiciones sin descanso.

Su hermetismo, lejos de ser un defecto, se convirtió en su carta de presentación: un hombre que nunca decía más de lo necesario y que escondía sus ambiciones tras una máscara de discreción.

Esa frialdad le permitió sobrevivir en un entorno donde la ambición solía devorar a sus propios protagonistas.

África: la forja del soldado

En Marruecos encontró el campo de pruebas ideal. Las guerras coloniales lo moldearon como militar implacable, insensible al sufrimiento humano. Allí aprendió que el miedo podía ser tan eficaz como las balas.

En África descubrió que la violencia sistemática era un camino seguro hacia el ascenso.

Las campañas de represión brutal le ganaron ascensos meteóricos y el respeto de sus superiores. El joven oficial se volvió símbolo de eficacia y obediencia ciega.

El prestigio no le llegó por la empatía, sino por la frialdad con la que ejecutaba órdenes.

Su biografía militar se alimentó de ese territorio árido, donde el ejército español experimentó la modernidad de la guerra con una crudeza incomparable.

Las cicatrices de Marruecos no fueron físicas, sino morales: un aprendizaje de cómo dominar a través del terror.

 

La Guerra Civil: del general al caudillo

En 1936, la sublevación militar contra la República lo colocó en el centro del tablero. Franco supo esperar, calculó con frialdad y, en cuestión de meses, se impuso como jefe indiscutible.

La Guerra Civil fue la pasarela que lo condujo del anonimato relativo a la jefatura absoluta.

No fue un estratega genial, pero sí un político paciente que entendió que la victoria no estaba solo en los campos de batalla, sino en el control de los símbolos.

El mito del “salvador de la patria” empezó a forjarse entre ruinas y ejecuciones.

La violencia se institucionalizó: miles de represaliados fueron el precio del nuevo orden.

La represión dejó claro que su poder nacería del miedo y no de la admiración.

 

El régimen del silencio y la propaganda

Una vez en el poder, Franco consolidó un sistema basado en dos pilares: represión implacable y propaganda constante. Su falta de carisma fue compensada con imágenes cuidadas y discursos huecos que lo presentaban como padre protector.

El miedo cotidiano se convirtió en la argamasa que mantenía unido al régimen.

Los noticiarios, la censura y la Iglesia católica tejieron un relato en el que Franco aparecía como guardián de la fe y del orden. La verdad era otra: cárceles abarrotadas, juicios sumarios y voces silenciadas.

El NO-DO no informaba, sino que fabricaba una realidad ficticia donde Franco era intocable.

La población aprendió a callar, a convivir con la vigilancia y la delación como parte de la vida diaria.

El silencio de millones fue quizá la victoria más duradera de la dictadura.

 

Dependencia internacional y falsa grandeza

La imagen de caudillo autosuficiente escondía una realidad muy distinta: Franco siempre dependió de alianzas externas. Primero de Mussolini y Hitler, luego del pragmatismo británico, y finalmente del respaldo decisivo de Estados Unidos en la Guerra Fría.

Su habilidad fue camuflar la dependencia bajo un discurso de autosuficiencia.

El llamado “milagro económico” se levantó más por técnicos y planes de apertura que por su genio político. Las grandes obras —presas, pantanos, carreteras— tuvieron costos sociales y ambientales ocultados por la propaganda.

España creció, pero lo hizo tarde, a destiempo de Europa y con heridas profundas.

La dictadura se presentó como modernizadora, aunque su esencia seguía siendo represiva y atrasada.

La grandeza que se proclamaba en los discursos contrastaba con la mediocridad de su gestión real.

 

Muerte, legado y memoria

Franco murió en 1975, tras casi cuarenta años de dictadura. Su funeral fue multitudinario, pero no borró el peso del pasado. El tiempo despojó de brillo a los mitos que lo rodeaban.

El dictador murió en la cama, pero la historia lo ubica entre los que sembraron dolor.

Su figura aún divide: para unos, símbolo de orden; para otros, responsable del atraso y de la represión. La democracia heredó un silencio cargado de deudas pendientes.

La transición convivió con la sombra de un franquismo incrustado en instituciones y memorias.

El legado de Franco no fue la modernización, sino el miedo convertido en política cotidiana.

Hoy la crítica histórica lo retrata como un hombre mediocre que sostuvo un poder gigantesco sobre la base de la violencia.

 

Sobre el autor:

Julián Casanova: El historiador que dio voz al silencio

Una vida dedicada a explicar la violencia, la memoria y la España del siglo XX

Primeros años y formación intelectual

Julián Casanova nació en Zaragoza en 1956. Desde joven, se interesó por entender cómo la historia se tejía en los márgenes de los manuales oficiales, en los recuerdos callados de la gente común y en las heridas abiertas por la guerra y la dictadura.

Su vocación académica se inclinó hacia la historia social y política contemporánea.

Durante su formación universitaria, Casanova mostró una inclinación natural hacia el estudio de la violencia, la represión y las estructuras de poder. No se conformó con aprender de los textos clásicos: buscó nuevas perspectivas en bibliotecas, archivos y debates intelectuales.

El compromiso con la investigación rigurosa fue su sello desde muy temprano.

Su paso por distintas universidades europeas lo acercó a corrientes historiográficas que le dieron amplitud de mirada, comparando la experiencia española con procesos globales.

Ese enfoque comparativo lo convirtió en un académico con voz propia.

 

Carrera académica y reconocimiento

Doctor en Historia y catedrático en la Universidad de Zaragoza, Casanova ha formado a generaciones de historiadores. Su prestigio se consolidó no solo por su conocimiento, sino por su capacidad de comunicar de manera clara y accesible.

La docencia fue para él una prolongación natural de su compromiso con la memoria.

En el aula, no solo transmitía datos, sino que planteaba preguntas incómodas sobre las causas de la violencia, las dictaduras y las transiciones democráticas.

Convertía cada clase en un espacio de reflexión crítica.

Su capacidad pedagógica lo llevó a ser invitado en prestigiosas universidades de Europa y Estados Unidos, donde continuó difundiendo su visión rigurosa y comparativa.

El prestigio internacional se fue sumando a su autoridad en España.

 

Obras fundamentales

La producción intelectual de Casanova es vasta y diversa. Ha publicado libros que hoy se consideran referencias obligadas sobre la Guerra Civil, el franquismo y la violencia política en Europa.

Sus obras son punto de partida para cualquier debate sobre la España del siglo XX.

Entre sus títulos destacan “La historia social y los historiadores”, “Europa contra Europa” y “La venganza de los siervos”. Cada libro aporta una mirada renovada, crítica y profundamente documentada.

Su narrativa combina rigor académico con lenguaje claro y directo.

En todos sus textos se percibe una constante: la necesidad de dar voz a los olvidados y de desmontar los mitos que el poder ha levantado.

Esa vocación por rescatar memorias ocultas atraviesa toda su obra.

 

El historiador público

Casanova no se quedó en los círculos académicos. Su compromiso lo llevó a colaborar en medios de comunicación, conferencias y foros donde se debatía el futuro de la memoria democrática en España.

Se convirtió en un referente para entender el presente a través del pasado.

Sus artículos de opinión, entrevistas y participación en debates públicos muestran a un intelectual que no teme incomodar. Siempre ha sostenido que la historia debe servir para cuestionar, no para tranquilizar.

Defiende que el historiador no es un juez, pero tampoco un notario indiferente.

Al dirigirse a un público amplio, consolidó un papel doble: académico riguroso y divulgador lúcido.

Esa dualidad lo ha hecho cercano sin perder profundidad.

 

Franco y la memoria del siglo XX

En 2025, Casanova publicó su biografía más reciente: Franco. Con ella, buscó acercar a las nuevas generaciones una visión clara, crítica y desmitificadora del dictador.

El libro se convirtió en un puente entre la investigación histórica y el gran público.

Casanova retrata a Franco no como un genio político, sino como un hombre mediocre que sostuvo un régimen sobre la violencia y la represión.

Su enfoque desmonta mitos sin recurrir a exageraciones.

Con esta obra, el historiador confirmó su apuesta por hacer de la historia un arma contra el olvido y contra las manipulaciones políticas de la memoria.

El dictador, visto desde su pluma, aparece en el espejo de un siglo que aún duele.

 

Legado y vigencia

Hoy, Julián Casanova es uno de los historiadores españoles más influyentes y citados a nivel internacional. Su legado no es solo bibliográfico, sino pedagógico y ético.

Ha formado discípulos que continúan su tarea de rescatar memorias silenciadas.

Su método —combinar historia local con visión global— sigue marcando escuela en universidades de todo el mundo.

Esa perspectiva internacional ha fortalecido el estudio de la historia española.

Más allá de las aulas y los libros, Casanova ha insistido en que el conocimiento histórico debe ser brújula para la ciudadanía.

Para él, la historia es memoria, crítica y también una forma de justicia.

 

 

(By Notas de Libertad).

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Daniel Díaz Díaz: el ingeniero que construyó caminos y dejó huella en la política mexicana

Una vida entre planos, obras y debates: la historia íntima de un michoacano ejemplar

 

Raíces en Huandacareo

De la infancia rural al sueño de construir un México distinto

 

El niño curioso de Huandacareo

Primeros pasos en la escuela rural

El salto a la Ciudad de México

Vocación de ingeniero

Una juventud forjada en ideales

 

La UNAM y el rigor de la ingeniería

Formación académica y el despertar de un compromiso social

 

La llegada a la Facultad de Ingeniería

Aprender a pensar en grande

El joven profesor que inspiraba

Viajes y especializaciones en el extranjero

El ingeniero que enseñaba con pasión

 

Primeros pasos en la vida profesional

De los tableros técnicos a los pasillos de la SCOP

 

Experiencia temprana en Tele Sistema Mexicano

Ingreso a la Secretaría de Obras Públicas

El inventor de carreteras

Evaluador de proyectos y economista práctico

El ingeniero que recorría caminos

 

Secretario de Comunicaciones y Transportes

El ingeniero en el gabinete presidencial

 

El nombramiento en 1984

La prueba del terremoto de 1985

El Instituto Mexicano del Transporte

Carreteras, aeropuertos y puertos

Un liderazgo técnico en tiempos difíciles

Diputado federal y colega en la LVII Legislatura

El ingeniero convertido en legislador

 

El reconocimiento en 1997

La tribuna del Congreso

Comisiones de comunicaciones y transportes

Debates en un México plural

Mi experiencia como colega suyo

 

Maestro, gremialista y consejero

Un líder respetado dentro y fuera del servicio público

 

La voz en la Academia de Ingeniería

Presidencia de colegios de ingenieros

La Junta de Gobierno de la UNAM

Asesor en proyectos nacionales

La ética del ingeniero en cada acción

 

Legado y despedida

La huella indeleble de un hombre que construyó país

 

Reconocimientos en vida

El premio y el centro que llevan su nombre

Sus últimos años en la reflexión

El adiós de septiembre de 2025

El legado que nos toca continuar

 

 

Raíces en Huandacareo

De la infancia rural al sueño de construir un México distinto

 

El niño curioso de Huandacareo

En las calles de Huandacareo, Daniel aprendió a mirar el mundo con ojos despiertos. El murmullo de la vida rural lo fue envolviendo en una sensibilidad especial para observar detalles.

Desde pequeño mostró fascinación por los caminos que unían rancherías y pueblos.

Veía en cada sendero no solo tierra removida, sino promesas de encuentro y comercio entre comunidades.

Preguntaba con insistencia cómo se levantaban los puentes sobre los ríos.

Sus amigos lo recuerdan como un niño inquieto, más pendiente de los trayectos que de los juegos.

Se detenía a observar las carretas y analizaba cómo soportaban su peso las ruedas de madera.

Esa curiosidad infantil fue el germen de su vocación: entender para transformar.

Decía a sus padres que algún día él haría caminos más grandes y firmes.

El paisaje de Huandacareo fue su primera aula, donde aprendió que cada piedra y cada cerro tenían lecciones.

Años después reconocería que esas primeras impresiones forjaron su destino.

 

Primeros pasos en la escuela rural

La escuela del pueblo fue modesta, pero para Daniel representó un universo nuevo. Cada libro prestado y cada pizarra escrita alimentaban su deseo de aprender.

Destacaba en matemáticas, donde los números parecían obedecer a su ingenio natural.

Los maestros pronto vieron en él a un alumno distinto, aplicado y soñador a la vez.

Solía terminar antes los ejercicios y dedicarse a ayudar a sus compañeros.

Su carácter, sin embargo, no se volvió arrogante, sino solidario y dispuesto a compartir lo aprendido.

El director le otorgó un reconocimiento por ser ejemplo de disciplina y entusiasmo.

En casa, al volver de la escuela, narraba con orgullo lo aprendido ese día.

Guardaba con cuidado sus libretas, como si fueran tesoros.

La educación era para él un pasaporte a horizontes que aún no conocía.

Desde entonces entendió que estudiar era un acto de libertad.

 

El salto a la Ciudad de México

Cuando llegó el momento de continuar estudios, la familia apoyó la difícil decisión: dejar el pueblo e instalarse en la capital.

El joven Daniel partió con una maleta pequeña y un corazón lleno de ilusiones.

La Ciudad de México lo recibió con su bullicio incesante y un ritmo que contrastaba con la calma provincial.

Aprendió a caminar entre tranvías, mercados y avenidas inmensas.

La adaptación no fue sencilla: extrañaba la calidez de su gente y la tranquilidad de su tierra.

Sin embargo, la determinación lo mantenía firme en el propósito de estudiar.

Pronto descubrió bibliotecas y aulas que le abrieron un mundo infinito de conocimientos.

Cada día confirmaba que había tomado el camino correcto.

La capital lo retó, pero también lo moldeó con una nueva visión de país.

Sabía que aquel salto no tenía retorno: estaba destinado a construir más allá de su origen.

 

Vocación de ingeniero

La vocación apareció con nitidez: quería ser ingeniero civil. La idea de levantar estructuras y diseñar caminos lo entusiasmaba profundamente.

Soñaba con puentes capaces de unir montañas y con carreteras que atravesaran valles.

En cada conversación con sus maestros buscaba ejemplos de grandes obras.

Se inspiraba en relatos sobre presas, vías férreas y edificios que cambiaban ciudades.

El rigor de los cálculos le parecía un reto estimulante, nunca un obstáculo.

Disfrutaba resolver problemas complejos como si fueran acertijos.

La ingeniería se convirtió en su lenguaje natural, el medio para expresarse con creatividad y precisión.

Sabía que en esa profesión podía servir a la gente.

Esa certeza guiaría sus decisiones en los años venideros.

La ingeniería no era solo carrera, era destino.

 

Una juventud forjada en ideales

La juventud de Daniel coincidió con un México en plena transformación, donde las promesas de modernidad se entrelazaban con las carencias aún palpables.

Se formó con la convicción de que el conocimiento debía ponerse al servicio de la sociedad.

En sus años de estudiante y joven profesionista participó en debates universitarios.

Defendía que el progreso técnico debía ir acompañado de justicia social.

Conoció a compañeros que más tarde ocuparían cargos importantes en la vida pública del país.

Entre ellos cultivó amistades duraderas, forjadas en la pasión por mejorar México.

Sus convicciones políticas no eran militantes, sino éticas: quería un país más justo y conectado.

Creía firmemente en la educación como motor de desarrollo.

Su juventud lo preparó para aceptar responsabilidades más grandes de las que imaginaba.

Ya entonces se perfilaba como un hombre destinado a dejar huella.

 

La UNAM y el rigor de la ingeniería

Formación académica y el despertar de un compromiso social

 

La llegada a la Facultad de Ingeniería

Daniel ingresó a la Facultad de Ingeniería de la UNAM con la firme convicción de que ahí encontraría la llave para transformar sus sueños en obras concretas.

El campus universitario lo recibió como un universo vibrante donde la ciencia se respiraba en cada pasillo.

Cada aula era un desafío, cada maestro una ventana hacia el conocimiento más profundo.

Descubrió que el rigor académico no era un obstáculo, sino un aliado en su camino.

El joven michoacano se convirtió en estudiante aplicado, dispuesto a absorber cada enseñanza.

Pasaba horas en bibliotecas, revisando fórmulas y ejemplos de ingeniería estructural.

El esfuerzo le permitió destacar entre sus compañeros y llamar la atención de sus profesores.

Muy pronto comprendió que la ingeniería era también un compromiso con el país.

La UNAM no solo lo formó como ingeniero, también lo convirtió en un ciudadano consciente.

Ese aprendizaje marcaría todas sus decisiones futuras.

 

Aprender a pensar en grande

El ambiente de la UNAM lo llevó a ampliar sus horizontes, a pensar en grande, más allá de lo local.

Entendió que un ingeniero debía proyectar obras para generaciones, no solo para su tiempo.

Se familiarizó con teorías de urbanismo, transporte y planeación económica.

Cada cálculo de cargas y estructuras lo hacía soñar con ciudades más modernas.

En seminarios y conferencias descubrió que el país necesitaba mentes preparadas para retos colosales.

A partir de entonces, sus proyectos escolares adquirieron una visión de país.

La grandeza de México estaba en su gente, y la ingeniería podía ser motor de justicia social.

Esa convicción se arraigó en él con fuerza y claridad.

Nunca se conformó con cumplir tareas mínimas, siempre aspiraba a más.

La UNAM le enseñó que el conocimiento debía tener propósito colectivo.

 

El joven profesor que inspiraba

Al poco tiempo de concluir su carrera, Daniel decidió devolver lo aprendido enseñando en la misma Facultad.

En el aula transmitía no solo fórmulas, sino pasión por la ingeniería.

Sus alumnos lo recuerdan como un maestro paciente, claro y exigente.

Les pedía imaginar el impacto social de cada proyecto.

Para él, un ingeniero debía resolver problemas reales, no solo aprobar exámenes.

Convertía la teoría en ejemplos concretos que mantenían la atención de la clase.

Su vocación docente se volvió parte esencial de su identidad profesional.

Disfrutaba ver a los jóvenes descubrir su propia vocación.

La enseñanza fue también un modo de mantenerse actualizado y crítico consigo mismo.

Nunca dejó de ser alumno mientras enseñaba.

 

Viajes y especializaciones en el extranjero

Su preparación no se limitó a México: viajó al extranjero para especializarse en economía y planeación de proyectos.

En Francia aprendió métodos modernos de evaluación económica de infraestructura.

En cursos de la CEPAL conoció estrategias de desarrollo aplicadas a América Latina.

Descubrió que las obras no podían entenderse sin su impacto social y financiero.

Estos estudios ampliaron su perspectiva, dándole herramientas que lo harían sobresalir en la administración pública.

La combinación de técnica y economía lo convirtió en un profesional integral.

Cada viaje fue también un encuentro cultural que le enseñó a valorar más a México.

Comparaba avances y veía cómo podían adaptarse a la realidad nacional.

Esa visión internacional lo acompañaría en su futuro desempeño como servidor público.

Siempre regresaba con la maleta cargada de libros y nuevas ideas.

 

El ingeniero que enseñaba con pasión

Ya como joven profesor, Daniel no se limitaba a repetir contenidos, buscaba encender la chispa de la curiosidad.

Cada clase era un llamado a mirar más allá de los números.

Les pedía a sus estudiantes imaginar cómo una carretera podía cambiar la vida de un pueblo.

Recordaba su infancia en Huandacareo para inspirarles ejemplos vivos.

Convertía cada tema en un reto personal para que los jóvenes se superaran.

Muchos de sus alumnos lo consideraron un mentor más que un profesor.

La pasión por enseñar se convirtió en uno de sus sellos más reconocidos.

El aula era para él un laboratorio de ideas y futuros.

Así, Daniel combinó el rigor del ingeniero con la vocación del maestro.

Nunca perdió la fe en el poder transformador de la educación.

 

 

Primeros pasos en la vida profesional

De los tableros técnicos a los pasillos de la SCOP

 

Experiencia temprana en Tele Sistema Mexicano

Recién egresado, Daniel encontró su primera experiencia profesional en un entorno inesperado: la industria de la televisión, que en aquellos años daba sus primeros pasos hacia la modernidad.

En Tele Sistema Mexicano trabajó como asistente técnico, aprendiendo la importancia de las telecomunicaciones.

El contacto con las tecnologías de transmisión lo sensibilizó sobre el poder de conectar a las personas.

Entendió que comunicar era también una forma de construir país.

Aunque su vocación era la ingeniería civil, aquella etapa amplió sus horizontes de forma significativa.

Observó cómo los avances tecnológicos podían transformar la vida cotidiana.

Ese aprendizaje inicial sería valioso cuando más tarde dirigiera la política nacional en comunicaciones.

El joven ingeniero descubrió que la innovación sería compañera inseparable de su carrera.

La televisión, para él, fue un ensayo de cómo la técnica podía impactar en la sociedad.

Aunque breve, esa experiencia lo marcó con lecciones de modernidad.

 

Ingreso a la Secretaría de Obras Públicas

En 1956 ingresó a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, el gran motor de la modernización mexicana.

Su primer puesto fue como proyectista de estructuras en caminos y carreteras.

Pasaba horas revisando planos, calculando resistencias y diseñando obras que unirían regiones.

El joven michoacano entendió que estaba en el corazón del progreso nacional.

Su talento pronto le ganó la confianza de superiores y colegas.

Mostraba un rigor técnico que lo distinguía entre decenas de ingenieros.

La SCOP le dio la oportunidad de crecer paso a paso, aprendiendo cada engranaje de la administración pública.

Su compromiso era evidente: trabajaba hasta altas horas en busca de soluciones precisas.

En cada proyecto veía una posibilidad de mejorar la vida de miles de personas.

Ese espíritu de servicio lo acompañaría toda la vida.

 

El inventor de carreteras

Con los años, Daniel pasó a coordinar brigadas de inventario de carreteras, recorriendo el país de punta a punta.

Cada kilómetro recorrido le enseñaba las necesidades reales de los pueblos.

El trabajo en campo lo acercó a comunidades aisladas y le permitió comprender el valor humano de las obras.

No eran solo rutas en un mapa, eran vidas que podían transformarse.

Con lápiz y cuadernos registraba tramos enteros de caminos rurales.

Ese inventario fue la base para planear nuevas vías y modernizar las existentes.

Daniel aprendió que el ingeniero debía escuchar a la gente tanto como medir distancias.

La voz del campesino era tan importante como el cálculo estructural.

Esas jornadas lo forjaron como un profesional sensible y cercano a la realidad del país.

Comprendió que construir era también un acto de justicia social.

 

Evaluador de proyectos y economista práctico

Su talento lo llevó después al área de evaluación de proyectos dentro de la SCOP.

Allí aprendió a valorar no solo la viabilidad técnica, sino la económica y social.

Cada puente o carretera debía justificarse en términos de costo-beneficio.

Entendió que los recursos públicos eran sagrados y debían rendir frutos.

Su formación en economía aplicada fue crucial en esa etapa.

Sabía que detrás de cada cifra había familias esperando mejores oportunidades.

En reuniones de planeación defendía los proyectos con argumentos sólidos.

No improvisaba: siempre llevaba datos precisos y análisis detallados.

Ese rigor lo consolidó como un ingeniero de confianza en la Secretaría.

A partir de entonces, su voz comenzó a ser escuchada con respeto.

 

El ingeniero que recorría caminos

Daniel no era un burócrata de oficina: disfrutaba salir al campo, supervisar obras y dialogar con comunidades.

Recorría terracerías, cruzaba ríos y subía montañas para verificar proyectos.

Su presencia en obra transmitía confianza tanto a trabajadores como a pobladores.

No pedía nada que él mismo no estuviera dispuesto a hacer.

Los obreros lo recuerdan compartiendo comidas en campamentos improvisados.

Para él, la ingeniería debía vivirse en contacto directo con la tierra.

Aquellos recorridos lo convencieron de que el país necesitaba un esfuerzo sostenido en infraestructura.

Cada kilómetro de carretera significaba integración económica y social.

Así se fue consolidando como un servidor público de vocación incansable.

Su prestigio se construyó sobre hechos, no sobre discursos.

Secretario de Comunicaciones y Transportes

El ingeniero en el gabinete presidencial

 

El nombramiento en 1984

En 1984, tras décadas de esfuerzo en la administración pública, Daniel fue nombrado Secretario de Comunicaciones y Transportes.

El anuncio lo colocó en el centro del gabinete presidencial de Miguel de la Madrid.

No fue un nombramiento producto de cuotas políticas, sino de una trayectoria intachable en la ingeniería civil.

Representaba a los técnicos que habían construido su prestigio desde el trabajo de campo.

Al frente de la SCT debía coordinar carreteras, puertos, aeropuertos y telecomunicaciones en tiempos de crisis.

El reto era monumental: modernizar sin perder estabilidad.

Su perfil sobrio y austero se convirtió en símbolo de confianza para el equipo presidencial.

Encarnaba la figura del funcionario que sabe más de planos que de discursos.

En la Secretaría encontró el espacio perfecto para llevar sus ideas de infraestructura a escala nacional.

Aceptó la responsabilidad como un compromiso con la patria.

 

La prueba del terremoto de 1985

El 19 de septiembre de 1985 puso a prueba al gobierno mexicano y a la SCT bajo su mando.

El terremoto devastó la Ciudad de México y afectó gravemente la infraestructura.

Daniel reaccionó con rapidez, enviando brigadas a revisar carreteras y puentes estratégicos.

Ordenó priorizar la reapertura de vías para permitir la llegada de ayuda.

Supervisó personalmente la recuperación de telecomunicaciones de emergencia.

Cada minuto contaba, y él lo sabía.

Su serenidad en medio del desastre fue reconocida por colegas y trabajadores de campo.

Nunca se le vio perder la calma, ni siquiera en las horas más críticas.

La SCT se convirtió en pieza clave para rescatar y reconstruir. 

Daniel demostró que la técnica podía salvar vidas.

El Instituto Mexicano del Transporte

En 1987 impulsó la creación del Instituto Mexicano del Transporte (IMT), convencido de que el futuro debía investigarse desde la ciencia.

El IMT nació como un centro pionero en Latinoamérica para el estudio de carreteras y seguridad vial.

Daniel defendió que México no podía depender siempre de modelos extranjeros.

Quería un instituto capaz de generar conocimiento propio.

El proyecto cristalizó en Querétaro, donde se instalaron laboratorios especializados.

El IMT se convirtió en un orgullo de la ingeniería nacional.

Durante su inauguración, Díaz Díaz recordó que la innovación era la base del progreso.

Muchos ingenieros jóvenes encontraron allí su primera oportunidad de investigación.

Ese legado sigue vigente hoy como una de sus mayores aportaciones. 

El instituto lleva su nombre como homenaje.

 

Carreteras, aeropuertos y puertos

Durante su gestión se continuó la expansión de autopistas troncales y de cuota en varias regiones del país.

Cada kilómetro inaugurado significaba integrar economías y acercar familias.

No descuidó los puertos, modernizando instalaciones clave para el comercio exterior.

El puerto de Veracruz y otros del Pacífico recibieron inversiones estratégicas.

También se enfocó en aeropuertos, conscientes de que la conectividad aérea era vital para el futuro.

La SCT trabajó en ampliar la capacidad de los principales aeropuertos.

El transporte ferroviario también fue objeto de diagnósticos y modernización incipiente.

Daniel buscaba un sistema multimodal que conectara regiones.

Su visión era integral: cada obra debía pensarse como parte de un engranaje nacional. 

No concebía la infraestructura de forma aislada.

 

Un liderazgo técnico en tiempos difíciles

El sexenio de Miguel de la Madrid estuvo marcado por la crisis económica y la austeridad.

Daniel supo administrar recursos escasos con transparencia y eficiencia.

Defendió proyectos prioritarios, posponiendo aquellos que no eran urgentes.

Su honestidad lo distinguió en una época de sospechas hacia la política.

Era respetado por ingenieros, obreros y políticos por igual.

No era hombre de reflectores, sino de resultados.

La SCT bajo su mando fue ejemplo de planeación y sobriedad técnica.

Su liderazgo se ejercía desde la seriedad, no desde el protagonismo.

Al concluir su gestión en 1988, dejó un camino claro hacia la modernidad.

El país reconoció en él a un servidor público ejemplar.

 

Diputado federal y colega en la LVII Legislatura

El ingeniero convertido en legislador

 

El reconocimiento en 1997

En 1997, Daniel Díaz Díaz fue incluido en la lista de representación proporcional del PRI para integrar la LVII Legislatura.

Lejos de ser un trámite, esa designación fue un reconocimiento explícito a su trayectoria.

El partido sabía que su nombre sumaba prestigio y seriedad al grupo parlamentario.

Su inclusión fortalecía al PRI frente a un Congreso que ya no tendría mayoría absoluta.

Su carrera como ingeniero y exsecretario lo convertía en una figura de autoridad moral y técnica.

La representación proporcional le permitió llegar al Congreso sin necesidad de campaña, pero con legitimidad plena.

Para el partido, tener a Daniel en la bancada era contar con un referente sólido ante los nuevos tiempos políticos.

Su experiencia equivalía a una carta de confianza para los ciudadanos.

Aquel nombramiento lo colocó en el lugar donde podía aportar lo que mejor sabía: conocimiento, prudencia y visión de país.

Su llegada fue un reconocimiento a décadas de servicio, no un simple acomodo político.

 

La tribuna del Congreso

En San Lázaro, Daniel transformó la tribuna en un espacio de enseñanza. No necesitaba alzar la voz para ser escuchado.

Sus intervenciones eran claras y siempre sustentadas en datos.

Transmitía serenidad en un recinto que solía volverse acalorado.

Su voz era sinónimo de equilibrio.

Nunca improvisaba: cada participación era fruto de análisis cuidadoso.

Los diputados lo escuchaban con respeto, incluso quienes no compartían sus ideas.

La tribuna se volvió su aula extendida, donde la política y la técnica se encontraban.

No buscaba aplausos, buscaba convencer con razones.

Ese estilo lo distinguió en una legislatura de contrastes y pluralidad.

Demostró que el conocimiento técnico podía ser una fuerza política.

 

Comisiones de comunicaciones y transportes

Como era natural, se integró en las comisiones de comunicaciones, transportes y obras públicas.

Allí su experiencia fue invaluable.

Explicaba con sencillez lo que para otros resultaba complejo.

Convertía cifras en realidades palpables para la ciudadanía.

Defendía proyectos que conectaban regiones y mejoraban vidas.

Repetía que cada peso debía rendir frutos para la gente.

Su presencia dio seriedad a las discusiones legislativas en materia de infraestructura.

Era un diputado que hablaba como ingeniero, no como político de oficio.

Sus dictámenes reflejaron siempre su compromiso con el país.

Dejó huella en leyes que aún hoy sostienen el sistema de comunicaciones.

 

Debates en un México plural

La LVII Legislatura fue histórica: por primera vez el PRI no tenía mayoría absoluta.

Daniel entendió el valor de la pluralidad.

Su carácter conciliador lo convirtió en puente entre bancadas.

Respetaba la diversidad como una señal de madurez democrática.

Nunca fue hombre de confrontación inútil.

Prefería la razón al grito.

En los momentos álgidos, su voz calmada ayudaba a destrabar discusiones.

Diputados de distintos partidos lo buscaban para orientarse en temas técnicos.

Ese Congreso simbolizó una transición, y Daniel aportó legitimidad y respeto al proceso.

Mostró que la política podía sostenerse en la autoridad moral.

 

Mi experiencia como colega suyo

Me tocó compartir con él los días de la LVII Legislatura, y lo recuerdo con aprecio y admiración.

Era un hombre cercano, sin vanidades.

En los pasillos siempre tenía un comentario oportuno o una anécdota enriquecedora.

Escuchaba más de lo que hablaba, pero cuando opinaba lo hacía con profundidad.

Nunca perdió la sencillez pese a su impresionante trayectoria.

Compartía sus experiencias en la SCT como lecciones vivas.

Para mí fue un ejemplo de cómo se puede ejercer la política sin perder la esencia personal.

Valoraba la congruencia por encima de todo.

Tenerlo como colega fue un privilegio que marcó mi paso por el Congreso.

Su ejemplo sigue acompañándome cada vez que pienso en lo que significa servir a México.

 

 

Maestro, gremialista y consejero

Un líder respetado dentro y fuera del servicio público

 

La voz en la Academia de Ingeniería

Como miembro de la Academia de Ingeniería, Daniel aportó ideas y reflexiones que marcaron debates cruciales.

Su palabra era escuchada como la de un referente indiscutible.

No hablaba desde la teoría abstracta, sino desde la experiencia de décadas en la obra pública.

Defendía siempre la planeación de largo plazo.

En cada sesión subrayaba la importancia de la innovación mexicana frente a la dependencia externa.

Creía que México debía confiar en su propio talento.

La Academia fue para él un foro de diálogo con nuevas generaciones.

Nunca dejó de alentar a los jóvenes ingenieros.

Su voz sigue resonando en documentos y memorias de la institución.

Fue un académico con visión de país.

 

Presidencia de colegios de ingenieros

Daniel también encabezó organismos gremiales como el Colegio de Ingenieros Civiles y la Sociedad Mexicana de Ingenieros.

Bajo su liderazgo, el gremio ganó unidad y fuerza.

Impulsó la colegiación responsable y la ética profesional.

Decía que sin ética la técnica podía convertirse en peligro.

Convocaba a congresos donde se debatía el futuro de la infraestructura nacional.

Su presencia era garantía de seriedad y altura de miras.

Los ingenieros lo reconocían como uno de los suyos, cercano y accesible.

Nunca perdió la sencillez, ni en los foros más solemnes.

Su presidencia fortaleció la voz de los ingenieros en la vida pública.

Defendió siempre el valor social de la profesión.

 

La Junta de Gobierno de la UNAM

Entre 1990 y 1997 integró la Junta de Gobierno de la UNAM, cargo de enorme responsabilidad.

Participó en la elección de rectores y en decisiones cruciales para la vida universitaria.

Su presencia dio confianza en la imparcialidad del órgano.

Era un universitario que honraba a su alma mater.

Cuando decidió dejar el cargo para asumir la diputación, lo hizo con plena transparencia.

No mezclaba compromisos académicos con intereses políticos.

Los universitarios lo recuerdan como un consejero prudente y comprometido.

Defendía la autonomía universitaria con firmeza.

La UNAM fue siempre un pilar en su vida, incluso después de esa etapa.

Llevó el nombre de la universidad con orgullo.

 

Asesor en proyectos nacionales

Tras su paso por la SCT, Daniel fue llamado a asesorar proyectos estratégicos de alcance nacional.

Su conocimiento era demasiado valioso para quedar en retiro.

Colaboró con instituciones y empresas en temas de transporte e infraestructura.

Cada opinión suya era tomada como guía.

Su mirada combinaba técnica y visión social.

Nunca recomendaba algo que no beneficiara al país.

Fue consejero en consejos de administración de grandes proyectos. 

Siempre llevaba consigo la sencillez del ingeniero de campo.

Esa labor silenciosa prolongó su influencia más allá de los cargos públicos.

Era la voz de la experiencia convertida en brújula.

 

La ética del ingeniero en cada acción

En todas sus facetas, Daniel dejó claro que la ética era el cimiento de su vida profesional.

No concebía la ingeniería sin responsabilidad social.

Decía que un mal cálculo podía costar vidas, y que la honestidad era tan importante como el talento.

Su integridad lo convirtió en un ejemplo dentro y fuera de la profesión.

Nunca se dejó seducir por intereses ajenos al bien común.

Anteponía siempre el deber sobre la conveniencia.

Esa rectitud lo hizo destacar en un mundo político a veces marcado por la corrupción.

Fue un funcionario respetado porque nunca perdió su esencia.

Hasta el final, se mantuvo fiel a la convicción de servir sin claudicar.

Esa ética fue su mayor legado.

 

 

Legado y despedida

La huella indeleble de un hombre que construyó país

 

Reconocimientos en vida

Durante sus últimos años, Daniel recibió homenajes que celebraban su trayectoria.

Cada reconocimiento era un espejo de su vida de servicio.

Los colegios de ingenieros lo honraron como maestro y referente.

El gremio lo veía como un ejemplo a seguir.

En cada ceremonia mantenía la sencillez de siempre, agradeciendo sin protagonismo.

Decía que los premios pertenecían a todos los que habían trabajado con él.

Su figura era respetada no solo por ingenieros, sino por políticos y académicos.

En vida alcanzó a escuchar palabras de gratitud de muchas generaciones.

Esa gratitud fue la antesala de su inmortalidad moral.

Los reconocimientos lo confirmaron como parte de la memoria nacional.

El premio y el centro que llevan su nombre

Entre los homenajes más significativos estuvo el premio nacional que lleva su nombre.

El galardón reconoce trayectorias destacadas en la ingeniería mexicana.

También el Instituto Mexicano del Transporte inauguró un centro de innovación con su nombre.

Ese gesto lo conmovió profundamente.

En la ceremonia recordó que el IMT fue uno de sus mayores orgullos.

Dijo que ver crecer al instituto era ver crecer al país.

El centro Daniel Díaz Díaz se convirtió en un símbolo vivo de su legado.

Cada investigador que cruza sus puertas sigue sus pasos.

Así, su nombre quedó inscrito en la ciencia aplicada a la infraestructura.

Su huella quedó sellada en las instituciones que ayudó a fundar.

 

Sus últimos años en la reflexión

En sus últimos años, Daniel se mantuvo sereno, cercano a su familia y atento a los cambios del país.

No dejó de seguir con interés las noticias sobre obras e ingeniería.

Participaba en actos públicos con la misma sobriedad de siempre.

Nunca buscó reflectores, solo compartir experiencias.

Sus palabras eran cada vez más reflexivas, cargadas de sabiduría.

Repetía que el verdadero legado es formar a quienes siguen.

Mantuvo contacto con jóvenes ingenieros, alentándolos a innovar y servir.

Creía que el futuro estaba en manos de nuevas generaciones.

La vejez no apagó su energía intelectual, al contrario, la volvió más profunda.

Vivió sus últimos días con dignidad y paz.

 

El adiós de septiembre de 2025

El 1 de septiembre de 2025 se anunció su fallecimiento, noticia que conmovió a todo el país.

El gremio de ingenieros y la clase política expresaron de inmediato su pesar.

Mensajes de condolencia recordaron su integridad y servicio al país.

Se habló de él como un servidor público ejemplar.

En Michoacán lo despidieron como hijo ilustre, orgullo de Huandacareo.

Su tierra natal reconoció al niño que se convirtió en ingeniero de la nación.

La Secretaría de Infraestructura recordó su paso firme al frente de la SCT.

Las instituciones lo honraron como constructor de caminos y de confianza.

Su muerte marcó el cierre de una época, pero no de su legado.

El país lo despidió con respeto y gratitud.

 

El legado que nos toca continuar

Daniel dejó una lección imborrable: la técnica sin ética no basta, y la política sin técnica se pierde.

Su vida fue el equilibrio entre conocimiento y servicio.

Cada carretera, cada puente y cada norma que impulsó siguen hablando por él.

Sus obras son testimonios tangibles de su entrega.

Pero más allá de las obras, dejó un estilo de vida pública basado en la congruencia.

Su legado no se mide en kilómetros, sino en confianza.

Hoy nos toca continuar lo que él inició, con la misma seriedad y amor por México.

Su memoria nos convoca a no claudicar en la construcción del país.

Daniel Díaz Díaz no murió: vive en cada ingeniero que elige servir con honor.

Su ejemplo seguirá iluminando el camino de México.

(By Notas de Libertad).

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