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Reflexiones desde la contingencia

Lic. Azul Etcheverry Aranda

Mucho se ha dicho del impacto económico, laboral, sanitario y social que tendrá la pandemia del nuevo coronavirus. Sin duda es un reto universal que precisa del esfuerzo de todos nosotros para sobrellevarlo, pero nadie sabe con certeza qué es lo que ocurrirá después. Desde el punto de vista biológico, aprenderemos a convivir con el virus como lo hemos hecho con muchos otros, pero desde la perspectiva social, humanista, dudo que volvamos a ser los mismos.

Nunca en la historia de la humanidad habíamos estado tan interconectados los unos con los otros. Hoy es posible subirse a un avión y amanecer en otro continente, la mano de obra hoy es digital, así también las crisis, como lo vivimos actualmente.

Algo que nos ha demostrado esta contingencia es que no estamos exentos de los azares de la naturaleza, que somos parte de ella y que no somos ajenos a sus leyes. Es un crudo recordatorio de nuestra fragilidad como especie que indudablemente nos hace reflexionar hacia donde nos conducimos.

De pronto las cosas que consideramos importantes dejan de serlo y hoy ese abrazo a nuestros padres que dábamos por sentado es lo que más se añora. El sacrificio personal, laboral, social, que significa este encierro para quienes tenemos la fortuna de llevarlo a cabo, se ha convertido en uno de los mayores actos de humanismo. Es tener en consideración a esas personas vulnerables a la enfermedad y de aquellos que en generaciones pasadas labraron el camino para los que estamos y para los que apenas vienen.

Con este suceso nos hemos volcado nuevamente a la convivencia familiar, al contacto directo y cercano con nuestros hijos, sin ese ajetreo diario que nos impide verlos crecer y desarrollarse. ¿En qué momento la vida se tornó tan complicada?

Por otra parte, en estos días hemos sido testigos de actos solidarios y desinteresados como el esfuerzo de los prestadores de servicios médicos, que desempeñan sus labores no siempre bajo las mejores condiciones, ponderando la vocación antes que su bienestar. Este reconocimiento propio que tenemos en los demás es el que nos ha permitido sobrevivir a los grandes retos del pasado.

Estos tiempos nos exigen no sólo cuestionar nuestra convivencia entre nosotros sino también nuestra perspectiva que tenemos hacia la naturaleza y la forma en que los aprovechamos. Estamos ante un fenómeno que pone en duda más que nunca nuestro estilo de vida. De acuerdo con un informe de la ONU, la contaminación, el aumento poblacional, la escasez de agua potable, la falta de consciencia ambiental y la negativa de tomar medidas al respecto, para el año 2050 el daño sería irreparable.

Es importante generar conciencia sobre nuestro rol en la sociedad y el impacto que tenemos como especie. Estoy convencida que, con el esfuerzo de todos, acatando las medidas de higiene y confinamiento, haremos frente a esta y todas las adversidades que se nos presenten.

Nunca es tarde para enmendar nuestras acciones.


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