
LA LEYENDA
47

Cuando la palabra aprende a caminar descalza
La huella que no se borra
Este domingo no se escribe con tinta: se escribe con huellas. Cada párrafo pisa el polvo y deja rastro, porque solo la palabra que toca el suelo puede sostener lo que nombra.
No vengo a contar lo que conviene, vengo a decir lo que duele.
La columna no es un refugio, es un umbral. A un lado queda la costumbre que anestesia; del otro, la intemperie donde la verdad, aunque arda, alumbra.
Lo importante no es gritar más fuerte, sino no callar cuando tiemblan las rodillas.
El lector frente a la intemperie
Aquí el lector no recibe consuelo en plato hondo: recibe preguntas que no se dejan masticar. Cada línea pone el espejo en su sitio y pide que miremos sin pestañear.
Si una frase no te mueve un paso, no merecía ser escrita.
No hay alfombra roja entre estas líneas: hay piedras, polvo, vértigo. Aun así, avanzar vale la pena, porque del otro lado de la duda suele amanecer una certeza.
La dignidad empieza donde termina la comodidad.
Nombrar para que exista
La Leyenda no promete respuestas, promete memoria. Nombra lo que otros esconden, levanta lo que otros pisan, pone luz donde el presupuesto compra sombras.
Nombrar es sembrar: de cada palabra nace una responsabilidad.
Por eso estas páginas llegan con los pies descalzos y la voz intacta: para dejar huellas en el barro de la semana, para recordar que lo nuestro se escribe de nuevo cada domingo.
Mientras exista una voz que insista, el silencio no tendrá victoria.
Soy Wintilo Vega Murillo, y escribo La Leyenda para que la memoria no se oxide, para que el dolor encuentre nombre y para que la esperanza no se quede sin testigos.

Índice de Contenido
-Bienvenida.
/… Bienvenida a La Leyenda 47
Cuando la palabra se convierte en herida que camina
(By Notas de Libertad).
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-Pláticas con el Licenciado 1
/… La República de los Partidos 1
Crónica íntima de cómo México fue aprendiendo a votar el poder
(By operación W).
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-Agenda del Poder:
/… Un año de Libia: entre la cercanía y la prueba del tiempo
El arranque de la administración de Libia Dennise marca un estilo distinto, pero también revela los límites y desafíos de un Guanajuato que exige resultados más allá del discurso.
/… Adán Augusto en el centro de la tormenta: 79 millones, explicaciones y el pulso del poder
La mención presidencial no fue decorativa: colocó al coordinador de Morena en el Senado bajo escrutinio público. Hoy su defensa empieza a jugarse el capital político acumulado.
/… Cuando el símbolo hiere más que las palabras
El caso que enfrenta a Sandra Pedroza con la queja de Itzel Mendo se juega más que un incidente: se juega la dignidad del Parlamento
/… Tren elevado en León: anuncio sin planos, presupuesto ni certezas
Lo que dijo la alcaldesa, lo que existe en papel y lo que falta para que el “Metro Elevado 450” deje de ser un enunciado.
/… Monitoreo digital en León: contratos caros y blindaje de imagen
La investigación de POPLab reveló el pago millonario de la alcaldía a José de Jesús Montaño Barragán, periodista con pasado en comunicación oficial, para medir redes sociales sin resultados estratégicos.
/… ITESA en la mira: la educación convertida en botín
La llegada de Briseida Magdaleno al instituto de Abasolo abre la sospecha de que la academia se usa como refugio político. La investigación de POPLab lo documentó: lo que está en juego no es un cargo, es la credibilidad de la educación pública.
(By Operación W).
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-Alimento para el alma.
“Palabras para Julia”
De: José Agustín Goytisolo
Sobre el poema:
Palabras para Julia: el canto eterno de la esperanza
La herencia poética de un padre a su hija como refugio de vida y fortaleza
Sobre el autor:
José Agustín Goytisolo: la voz que convirtió la herida en esperanza
Vida, obra y legado de un poeta que encontró en la palabra un refugio contra la adversidad
Si quieres escucharlo en la voz de:
*Jairo y Baglietto.
**Los Suaves.
(By Notas de Libertad).
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-“ Rincones y Sabores: La guía completa para el alma, el paladar y la vida ”
/… Siete municipios de Guanajuato: donde la memoria arde y la fe permanece
Guanajuato en siete espejos: la constancia hecha pueblo
Siete municipios, siete historias de fe, tierra y comunidad en Guanajuato
(By Notas de Libertad).
/… Pueblo Nuevo: la luz de la Candelaria en el corazón del Bajío
Un municipio pequeño en territorio, pero inmenso en espíritu, donde la fe, la tierra y la memoria se entrelazan para sostener una identidad que conmueve y edifica. La Fiesta de la Candelaria ilumina cada año la vida de este pueblo, recordándole al mundo que lo humilde puede ser eterno.
(By Notas de Libertad).
/… Huanímaro: donde el trueque se volvió historia
Un municipio de raíces purépechas y alma campesina, donde la fe en San Juan Bautista y la memoria de sus fiestas sostienen la vida comunitaria. Huanímaro se levanta cada día como tierra de encuentro, esperanza y dignidad.
(By Notas de Libertad).
/… Santiago Maravatío: la belleza escondida del Bajío
Un municipio pequeño en población y territorio, pero inmenso en historia y raíces, donde la fe en Santiago Apóstol y la memoria purépecha se entrelazan con la vida agrícola. Santiago Maravatío, tierra de campos y montañas, recuerda que lo maravilloso está en lo sencillo.
(By Notas de Libertad).
/… Tarandacuao: donde el agua entra y el pueblo permanece
Un municipio serrano que aprendió a llamarse por el agua y a vivir de su constancia: raíces purépechas, parroquia de Santiago y oficios que abrazan la tierra. Entre el valle y la sierra, Tarandacuao recuerda que la memoria se defiende con fe, trabajo y comunidad.
(By Notas de Libertad).
/… Coroneo: valle entre cerros, lana y fe
Un municipio pequeño en cifras y grande en arraigo: calles a escala humana, un templo que marca el cielo y oficios que abrigan el frío. Entre la sierra y el valle, Coroneo recuerda que la belleza está en lo que perdura: la comunidad, el trabajo y la fe.
(By Notas de Libertad).
/… Apaseo el Alto: tierra de templos, madera y fe
Un municipio que respira tradición y trabajo: dos templos que marcan el horizonte, una plaza con portales que guarda la vida cotidiana, y un oficio que convirtió a la madera en identidad. Apaseo el Alto es memoria y futuro: comunidad, constancia y orgullo.
(By Notas de Libertad).
/… Ciudad Manuel Doblado: de Piedra Gorda a la constancia
Un pueblo que aprendió a llamarse por una piedra y a vivir por sus ideales: plaza, parroquia y memoria cívica; sierras y manantiales que ordenan el tiempo; trabajo y fe que, generación tras generación, siguen sosteniendo la casa común.
(By Notas de Libertad).
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-Del Cielo a la Historia, Los Ecos del Calendario.
Domingo 28 de septiembre al sábado 4 de octubre.
-Cuando el calendario arde en la memoria
Una invitación a recorrer los ecos del tiempo
Fechas que se convierten en llamas de la historia
Hay semanas en las que el calendario deja de ser una simple hoja con números y se transforma en un espejo donde la historia nos devuelve el rostro.
Santoral.
Efemérides Nacionales e Internacionales.
Conmemoración de Días Nacionales e Internacionales.
(By Notas de Libertad).
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-Al Ritmo del Corazón: Música para recordar el ayer.
/…Rodrigo de la Cadena
El guardián contemporáneo del bolero
*Con un click escucha: Lo Mejor de Rodrigo de la Cadena (playList).
(By Notas de Libertad).
/… Billy Joel
El hombre que convirtió la vida cotidiana en himnos universales
*Con un click escucha: Billy Joel Greatest Hits (PlayList).
(By Notas de Libertad).
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- ¿Qué leer esta semana?
“Cosa Fácil”
De: Paco Ignacio Taibo II
Resumen:
“Cosa Fácil”
Belascoarán frente a los enigmas de una ciudad imposible
La novela de Paco Ignacio Taibo II donde nada es sencillo para Belascoarán}
Sobre el Autor:
Paco Ignacio Taibo II
El narrador que convirtió la calle en literatura y la historia en relato vivo
(By Notas de Libertad).
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-Pláticas con el Licenciado 2.
/… La República de los Partidos 2
Crónica íntima de cómo México fue aprendiendo a votar el poder
(By operación W).

Bienvenida a La Leyenda 47
Cuando la palabra se convierte en herida que camina
La huella encendida
Este domingo no se escribe con calma: se escribe con fuego. Cada línea es un paso en brasas, cada párrafo un latido que se niega a rendirse. La tinta no corre: arde.
Nombrar es ponerle luz a lo que el poder quisiera mantener en sombra.
Aquí no hay frases de ornamento: hay golpes de claridad. Cada palabra abre un boquete en la costumbre.
Escribir es abrir grietas en el muro de la costumbre.
Lo que aquí se escribe no busca decorar, busca desenterrar. Cada frase llega con filo.
Cada frase es un relámpago que no pide permiso para caer.
El lector no entra a un jardín: entra a una hoguera. Y en esa hoguera, la memoria respira.
El papel no es refugio: es campo de batalla.
El territorio sin máscaras
La Leyenda 47 no se construye desde la comodidad. Aquí no hay máscaras que maquillen la herida ni espejos que devuelvan rostros amables. Aquí la palabra se muestra con los puños abiertos y la piel marcada.
Quien lee entra en un terreno donde el silencio no tiene derecho de propiedad.
El poder teme a la claridad porque la claridad arranca disfraces. Cada palabra levanta un espejo imposible de manipular.
El poder no soporta la claridad porque la claridad desnuda.
Esta columna no es desfile: es trinchera. No adorna la verdad: la enfrenta.
Cada párrafo es un golpe que arranca la máscara al discurso oficial.
Lo escrito aquí no se pliega: se levanta. Y en esa postura, convoca.
Aquí no se decora la verdad: se la enfrenta.
El pacto con el lector
Esta columna no se ofrece como consuelo, sino como prueba. Leerla es aceptar la incomodidad de saberse parte de un país que sangra y, al mismo tiempo, de una memoria que no se deja derrotar.
Quien se atreve a leer, firma sin tinta el compromiso de no olvidar.
Cada lector que permanece convierte la palabra en multitud. Aquí, lo que se lee se transforma en acto.
Cada lector que permanece convierte la palabra en multitud.
La herida compartida se convierte en fuerza compartida. La fragilidad se vuelve canto cuando es de todos.
El dolor compartido se transforma en fuerza compartida.
Aquí la lectura no es pasiva: es resistencia. Y en esa resistencia, la esperanza se nombra.
Lo humano se mide en la capacidad de no ceder al silencio.
Soy Wintilo Vega Murillo, y escribo La Leyenda no para archivar el presente, sino para incendiarlo de dignidad. Porque mientras haya alguien dispuesto a nombrar, la oscuridad seguirá perdiendo terreno.
(By Notas de Libertad).





La República de los Partidos 1
Crónica íntima de cómo México fue aprendiendo a votar el poder
Antes del nombre: bandos, pronunciamientos y el germen del partido
De la disputa por la forma de Estado al hábito de organizar la política
Las primeras derrotas fueron conceptuales
La política mexicana nació sin partidos y con demasiados bandos. En vez de programas hubo pronunciamientos; en lugar de padrones, lealtades personales. La independencia dejó tres pulsos simultáneos: monárquicos, borbonistas y republicanos. Allí se horneó el primer dilema: un país no se sostiene solo con proclamas, necesita reglas.
El Estado no nace de una firma: se vuelve hábito o se desvanece.
Los primeros años fueron un vaivén entre entusiasmos y decepciones. Las proclamas podían encender plazas, pero sin reglas cada plaza decía algo distinto, y el poder terminaba regresando a manos de quien supiera imponer silencio.
La voluntad sin procedimiento se convierte en fuerza; la fuerza sin límites termina en miedo.
Se escribieron estatutos locales, reglamentos improvisados y acuerdos de coyuntura. Cada intento dejó una enseñanza: enumerar derechos, limitar oficios, fijar calendarios.
La patria dejó de ser proclama cuando empezó a ser calendario.
Buscar el voto todavía no era natural, pero comenzó a parecer sensato. La idea de contar preferencias y aceptar el resultado era un rumor insistente.
Sin reglas compartidas, ninguna victoria dura más que la tarde.
Liberales y conservadores: dos países dentro del mismo mapa
La joven república se partió en dos vocabularios. Conservadores defendían el centro fuerte y la tradición; liberales empujaban por el federalismo, la igualdad ante la ley y la separación Iglesia-Estado.
La tradición ofrecía certezas; la reforma ofrecía oportunidades.
En cada ciudad se repetía la escena: un cabildo se partía y las familias tomaban partido. El púlpito y la imprenta competían por la audiencia.
Centralismo y federalismo no eran consignas: eran mapas de poder.
Donde el centro mandaba sin contrapeso, la eficiencia parecía inmediata y la arbitrariedad también. Donde los estados reclamaban autonomía, la diversidad parecía riqueza y, a ratos, dispersión.
La disputa por la forma de Estado escondía la disputa por el ciudadano.
Si todos eran iguales ante la ley, todas las voces debían contar. Ese principio parecía subversivo en la práctica.
Sin ciudadanía, el federalismo es un mapa vacío; sin federación, la ciudadanía se queda sin casa.
La pedagogía del conflicto
El siglo XIX mexicano fue un salón de clases áspero. La Guerra de Reforma y la Intervención Francesa mostraron que las constituciones se fraguan entre convicción y realidad. La victoria liberal restituyó la república, pero no clausuró la discordia.
La pólvora corrige deprisa, pero no educa para siempre.
Cada estallido dejó cicatrices y, con ellas, un anticipo de reglas: tribunales que resistieran, congresos que legislaran.
Ninguna victoria vale si no se vuelve institución.
Los textos constitucionales empezaron a circular como promesas realizables, discutidas en periódicos y plazas.
La supremacía civil sobre el cuartel no es un eslogan: es un cimiento.
El país entendió que la autoridad armada debía responder a un poder civil elegido.
Sin memoria de los abusos, la legalidad no aprende a defenderse.
El laboratorio porfiriano
El Porfiriato ofreció estabilidad y crecimiento, pero cerró la competencia. Se toleraron clubes fieles al régimen y se estrechó el margen para la disidencia real. La vitrina del orden no ocultó la necesidad de un método limpio para decidir el poder.
El orden sin competencia termina siendo un silencio ordenado.
El ferrocarril unió ciudades, pero la voz pública siguió encorsetada. En cafés y periódicos, una generación comenzó a murmurar que el voto debía valer lo que decía la ley.
La simulación enseña: el teatro del pluralismo prepara al espectador exigente.
Las campañas controladas y las elecciones previsibles crearon una industria de argumentos.
La ciudadanía crece incluso cuando la invitan poco.
Lo que se negó en la plaza se practicó en las páginas; la idea de alternancia empezó a parecer higiene del poder.
Cuando el método se agota, la historia busca otro, aunque duela.
El voto como promesa
Al cierre del ciclo porfiriano, el Partido Liberal Mexicano encendió la conciencia social y el Partido Antirreeleccionista colocó el sufragio al centro de la legitimidad. El fraude de 1910 y la represión contra la competencia libre provocaron la chispa de la Revolución.
El antirreeleccionismo fue la primera gramática moderna del disenso.
La consigna de no reelección se convirtió en semilla de confianza. Era un lenguaje sencillo que todos entendían: si el poder se eterniza, el pueblo se marchita. Madero le dio dignidad de programa.
El voto dejó de ser trámite y se volvió promesa de justicia.
Para campesinos y obreros, votar con esperanza significaba creer que sus hijos podían vivir distinto. La urna se volvió promesa íntima: la voz más débil también contaba.
Cuando la urna se cierra con trampa, la historia abre la puerta a la insurrección.
El fraude de 1910 mostró que la paciencia ciudadana tiene límites. Madero, encarcelado, convirtió la derrota en convocatoria.
La Revolución no solo tumbó a un hombre: instaló en la conciencia que la voluntad popular debía pesar más que la bayoneta.
La política mexicana entendió que la paz solo dura si el poder puede cambiar sin violencia. Desde entonces, el voto quedó tatuado como derecho irrenunciable.
La primavera democrática y la tormenta: Madero, Huerta y la Revolución
Del pluralismo efímero al proyecto de unificar la Revolución
La primavera breve de Madero
El triunfo de Francisco I. Madero en 1911 abrió un respiro democrático. Con el Partido Constitucional Progresista, se vivieron elecciones competitivas, una prensa más libre y un Congreso con voces diversas.
La democracia necesita rutinas; la primera rutina es creer que el voto decide.
Por primera vez en décadas, la presidencia emanaba de un proceso que respiraba legalidad. Fue un despertar colectivo, pero también un terreno frágil, lleno de resistencias de militares, hacendados y viejos políticos.
La fiesta cívica es vulnerable: basta un cuartel para apagarla.
Madero enfrentó conspiraciones y críticas desde el primer día, como si la esperanza de un pueblo fuera demasiado débil para sostenerse sola.
El golpe de 1913 dejó tatuado un dictamen: sin ley, el poder se devora a sí mismo.
El golpe y la Decena Trágica
En febrero de 1913, Victoriano Huerta encabezó un golpe de Estado durante la Decena Trágica. Madero y Pino Suárez fueron asesinados, clausurando de golpe la breve experiencia democrática.
La pólvora es atajo que siempre cobra peaje.
Huerta impuso un régimen militar que disolvió el Congreso y persiguió a opositores. La política volvió a ser territorio del miedo y la imposición.
El Constituyente fue el intento más serio de ponerle cerraduras al poder.
La dictadura huertista mostró que un país podía retroceder décadas en apenas unos meses, pero también que la ciudadanía no aceptaría callar por siempre.
Sin disciplina, la organización es un susurro.
La guerra entre facciones revolucionarias
Derrocado Huerta en 1914, el país no alcanzó la paz: villistas, zapatistas y constitucionalistas entraron en lucha abierta. La política se resolvía en batallas más que en debates.
La pólvora educa mal, pero educa.
Cada facción defendía un proyecto: los villistas reclamaban justicia para el norte, los zapatistas tierra para el sur, y los constitucionalistas la continuidad del Estado.
Ninguna victoria vale si no se vuelve institución.
México ardía en múltiples frentes, pero esa anarquía empujó a pensar que la verdadera estabilidad debía venir de instituciones, no de fusiles.
El país aprendió que la autoridad armada debía responder a un poder civil elegido.
El Constituyente de 1917
Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente en Querétaro. Allí se redactó una Constitución innovadora que incluyó derechos laborales, educación laica y soberanía sobre los recursos naturales.
La pólvora corrige deprisa, pero no educa para siempre.
La Carta Magna fue un parteaguas: dotó de nuevas bases legales al país y puso en papel las aspiraciones sociales surgidas de la Revolución.
Ninguna promesa social sobrevive sin cimiento jurídico.
Pero la Constitución convivió con un México todavía dividido. Los partidos que nacieron después fueron endebles y pasajeros.
Sin partidos firmes, las instituciones quedan incompletas.
Los primeros partidos efímeros
Tras la promulgación de la Constitución, surgieron agrupaciones políticas como el Partido Liberal Constitucionalista, el Partido Laborista Mexicano y el Partido Nacional Agrarista. Todos reflejaban intereses de caudillos y sectores, pero carecían de permanencia.
El poder que depende de un hombre dura lo que dura ese hombre.
Cada partido nacía con la sombra de un caudillo y desaparecía con su caída. No había estructuras duraderas ni disciplina ciudadana.
El sistema político aún no encontraba su cauce institucional.
Esa fragilidad mostró la urgencia de un partido que organizara la sucesión y evitara nuevas guerras.
La sucesión sin reglas es solo la antesala de otra crisis.
La experiencia de los años diez y veinte convenció a la clase política de que era necesario dar un paso más allá de los caudillos.
Esa conclusión preparó el terreno para la creación de un partido nacional en 1929, ya bajo la mano de Calles.
Calles y la creación del Partido Nacional Revolucionario
Del caudillismo a la institucionalización de la política
El vacío tras el asesinato de Obregón
El magnicidio de Álvaro Obregón en 1928 dejó al país en la incertidumbre. El líder que se perfilaba para consolidar la estabilidad posrevolucionaria cayó bajo las balas de José de León Toral. Con su muerte, México enfrentó un dilema: seguir bajo la lógica de los caudillos o encontrar una nueva fórmula para el poder.
La bala que mató a Obregón rompió algo más que una vida: quebró la fe en la sucesión pactada.
Los revolucionarios entendieron que cada seis años el país no podía depender del azar ni de la lealtad personal. Era necesario crear instituciones que sobrevivieran a los hombres.
Sin reglas firmes, la política se convirtió en un calendario de conspiraciones.
Calles, con frialdad, asumió que el país necesitaba transitar de la era de los generales a la era de las instituciones.
Un sistema político sin cauce se vuelve terreno fértil para la violencia.
El Maximato y la búsqueda de control
Tras la muerte de Obregón, Plutarco Elías Calles inició un periodo conocido como el Maximato. Durante seis años, ningún presidente gobernó sin su sombra. Portes Gil, Ortiz Rubio y Rodríguez fueron mandatarios formales, pero el poder real seguía en manos del Jefe Máximo.
El Maximato fue una tregua disfrazada: poder sin nombre, autoridad sin cargo.
Ese periodo mostró la urgencia de diseñar un sistema que evitara la tentación de un caudillo eterno.
Un poder invisible es aún más corrosivo: actúa sin rendir cuentas.
Calles lo sabía: si no transformaba su poder personal en reglas, acabaría enfrentando rebeliones y fracturas internas.
La estabilidad se vuelve simulacro cuando descansa en una sola voluntad.
El pacto de 1929
La solución fue política y audaz: convocar a las fuerzas revolucionarias para fundar un partido que unificara a los distintos grupos. El 4 de marzo de 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario, el PNR.
El PNR no nació de la pureza democrática: nació del miedo a repetir guerras civiles.
Calles convenció a caudillos, gobernadores y líderes sindicales de que el poder debía canalizarse a través de un cauce institucional.
La unidad sin reglas es un espejismo; la unidad con reglas es un pacto posible.
El nuevo partido fue presentado como el inicio de la etapa de las instituciones, frente a la era de los hombres fuertes.
Convertir la lealtad personal en disciplina partidaria fue el paso necesario para sobrevivir como Estado.
Un partido para todos los caudillos
El PNR fue diseñado como una confederación de fuerzas: gobernadores, sindicatos, militares y campesinos tuvieron lugar en la mesa. No se trataba de desaparecer a los caudillos, sino de encerrarlos dentro de un mismo corral político.
El partido fue una jaula: cada tigre entró a cambio de comida y territorio.
El sistema permitió que los conflictos se resolvieran en convenciones y asambleas en vez de en campos de batalla.
El poder que se discute en una mesa dura más que el que se impone con fusiles.
El PNR se convirtió en árbitro de la sucesión presidencial, disciplinando a quienes buscaban imponer su fuerza.
La violencia controlada se volvió política administrada.
De los hombres a las instituciones
El nacimiento del PNR fue presentado como el inicio de una nueva era: la de las instituciones por encima de los caudillos. Aunque en la práctica siguió habiendo fraudes y arreglos, el cambio fue profundo: México aprendió que la sucesión podía resolverse en las urnas y no en las trincheras.
El PNR fue un acuerdo de cansados: mejor negociar adentro que sangrar afuera.
El país inició un proceso de centralización política que, aunque imperfecto, dio continuidad y estabilidad.
La sucesión dejó de ser ruleta rusa y se volvió mecanismo.
Los viejos caudillos entendieron que el partido era la nueva ruta de supervivencia. El poder se volvió más predecible, aunque también más rígido.
Nacieron reglas, nacieron vicios; pero nació, sobre todo, estabilidad.
El PNR no fue democrático en el sentido pleno, pero inauguró una etapa de institucionalización que marcaría al siglo XX.
El país aprendió que el orden también tiene costo: la pluralidad se pospuso, la disciplina se premió.
Cárdenas y la transformación del PNR en PRM
De caudillos a sectores: la Revolución se hace de masas
La visión cardenista
Lázaro Cárdenas llegó a la presidencia en 1934 con una visión distinta: más cercana a campesinos, obreros y pueblos olvidados. Entendió que el partido heredado del maximato debía abrirse a la sociedad.
El cardenismo entendió que sin pueblo organizado no hay Estado que aguante.
Su política buscó trasladar la fuerza del cuartel hacia la voz de las masas. Cárdenas no solo gobernaba: organizaba.
Los sectores no fueron ornamento: fueron puertas para entrar a la política.
El presidente supo que la legitimidad real se construía incorporando a quienes habían sido ignorados por décadas.
La representación tuvo apellido: sindicato, ejido, oficina.
El nacimiento del PRM
En 1938 el Partido Nacional Revolucionario se transformó en Partido de la Revolución Mexicana (PRM). El nuevo partido quedó dividido en cuatro sectores: obrero, campesino, militar y popular.
La integración sectorial convirtió al partido en traductor del conflicto social.
Cada sector llevaba consigo demandas, líderes y disciplina. La protesta se volvió asiento en la mesa.
La justicia social se volvió capital político.
Los sindicatos y organizaciones campesinas se integraron al aparato estatal, ganando espacios en el Congreso y en la administración.
El partido aprendió que sin resultados, ningún sector aplaude eternamente.
Reformas que marcaron época
El cardenismo impulsó medidas que consolidaron la nueva base del partido: el reparto agrario masivo, la organización sindical y, sobre todo, la expropiación petrolera de 1938.
Las grandes reformas hicieron verosímil el discurso.
La expropiación petrolera se convirtió en un símbolo de soberanía y de identidad nacional.
Cuando el Estado cumple, la lealtad dura; cuando falla, el reclamo madura.
Los campesinos recibieron tierras, los obreros contratos colectivos, los maestros escuelas rurales. Todo se tradujo en respaldo político.
Sin resultados, la organización popular se convierte en decepción.
Las tensiones del modelo sectorial
Incorporar a sindicatos y campesinos no significó domesticarlos para siempre. Muy pronto aprendieron a medir su fuerza. El voto de los trabajadores y la disciplina campesina se volvieron moneda de cambio.
Integrar también crea deudas.
Cada líder sectorial llevó su cuenta: apoyos a cambio de recursos, silencio a cambio de concesiones.
El partido gobernaba, pero ya no mandaba solo.
El corporativismo convirtió la política en una red de intercambios permanentes, donde la estabilidad tenía precio.
El nuevo mapa puso valor a cada respaldo.
La herencia del cardenismo
El PRM se consolidó como un partido de masas. Prometía una 'democracia de los trabajadores', aunque en la práctica la democracia estaba administrada desde arriba.
La democracia administrada prometió orden y entregó estabilidad.
El país aceptó el trato: menos riesgo, más certezas. La crítica quedó en pausa, pero el hambre tuvo menos excusas.
La crítica quedó en pausa, pero la organización ganó terreno.
La herencia cardenista fue doble: por un lado, amplió la participación popular; por otro, sembró la semilla de un corporativismo rígido.
Todo pacto sin alternancia envejece mal.
En adelante, el partido ya no sería solo un espacio de élites: también sería la casa de los sectores sociales.
Del PRM al PRI: disciplina, modernización y control
De partido de masas a maquinaria institucional
El fin del sector militar
En 1946, bajo la presidencia de Manuel Ávila Camacho, se dio un paso decisivo: el sector militar dejó de formar parte del partido. El mensaje era claro: los generales volverían al cuartel y la política quedaba en manos civiles.
El Ejército volvió a los cuarteles: la política quedaba en manos civiles.
Este cambio significó un avance hacia la consolidación del poder civil, alejando la sombra de los pronunciamientos militares que habían marcado al siglo XIX y la Revolución.
Sin control militar, la política pudo organizarse con mayor estabilidad.
Con ello se completaba un proceso iniciado desde el cardenismo: garantizar que la sucesión presidencial no dependiera del uniforme.
El país comprobó que la gobernabilidad dependía más de reglas que de fusiles.
El retiro del sector militar del partido permitió a la sociedad civil organizarse y a los sindicatos y campesinos ocupar el protagonismo.
Era el cierre de la etapa de caudillos armados y el inicio de una política más institucionalizada.
El nacimiento del PRI
El 18 de enero de 1946 el Partido de la Revolución Mexicana se transformó en Partido Revolucionario Institucional. El nombre contenía una paradoja: la Revolución se volvía 'institucional'. Lo que había nacido como rebelión armada, ahora se administraba como rutina política.
El PRI nació como maquinaria electoral, pero también como símbolo de continuidad.
Su lema, 'democracia y justicia social', sintetizaba la voluntad de combinar estabilidad con desarrollo. En realidad, el partido se convirtió en el árbitro y vehículo de todas las decisiones públicas.
La institucionalidad era promesa y también camisa de fuerza.
El PRI absorbía campesinos, obreros, empleados públicos y profesionistas. Todo se canalizaba bajo su estructura.
La disciplina partidaria se convirtió en sinónimo de estabilidad.
El nuevo partido ofrecía orden y previsibilidad: la sucesión presidencial ya no era conflicto armado, sino trámite interno.
Para muchos ciudadanos, ser priísta era sinónimo de ser mexicano, porque el partido se identificaba con el Estado mismo.
Modernización y control social
Durante las décadas de 1940 y 1950, el PRI acompañó el inicio del llamado Milagro Mexicano: crecimiento sostenido, industrialización y urbanización. La obra pública, las carreteras, las escuelas y los hospitales fueron presentados como frutos del partido en el poder.
El partido gobernante se volvió espejo del Estado.
Presidentes como Ávila Camacho, Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines utilizaron al PRI como plataforma de modernización y al mismo tiempo como instrumento de control.
La hegemonía parecía eficacia.
La ciudadanía veía al partido como la vía natural para obtener empleo, contratos o beneficios sociales. La pertenencia al PRI abría puertas, su ausencia las cerraba.
La democracia sin alternancia se justificaba con estabilidad y resultados.
El PRI fue el gran mediador: distribuía becas, apoyos y favores a través de sus redes. En los hechos, la política se convirtió en clientelismo administrado.
El crecimiento económico reforzaba el discurso oficial de que la unidad partidista era garantía de progreso.
La oposición en tiempos del PRI
Mientras tanto, la oposición intentaba abrirse camino. En 1939 había surgido el PAN, que poco a poco se consolidó como la voz de la derecha democrática. En 1946 presentó a su primer candidato presidencial, Efraín González Luna.
La oposición fue pequeña, pero fue escuela de paciencia democrática.
El PAN luchaba en desventaja, pero mantenía viva la demanda de sufragio efectivo y federalismo real. Mientras tanto, partidos como el PPS (1948) y el PARM (1954) funcionaban como satélites del PRI.
El tamaño reducido no anuló su terquedad.
Estos partidos aliados confirmaban la apariencia de pluralidad, pero nunca amenazaban al poder central.
La hegemonía necesita espejos, aunque sean obedientes.
El PPS, fundado por Vicente Lombardo Toledano, se decía socialista pero apoyaba sistemáticamente al PRI. El PARM, creado por veteranos revolucionarios, respaldaba a los candidatos oficiales.
La pluralidad se volvió simulacro, aunque el PAN mantenía la llama de la alternancia.
El PRI como maquinaria
Con el paso de los años, el PRI se convirtió en sinónimo de Estado. Su capacidad de movilización, control sindical y manejo electoral lo convirtieron en una maquinaria política sin rival.
El PRI fue más que partido: fue el ecosistema completo de la política mexicana.
Su poder residía tanto en su estructura como en su capacidad de repartir beneficios y castigos. Cada gobernador, cada líder sindical, cada dirigente campesino respondía al centro.
El poder hegemónico parece eterno hasta que el tiempo lo desmiente.
A mediados del siglo XX, pocos podían imaginar a México sin PRI. Era el árbitro y el jugador al mismo tiempo, dueño de las reglas y de la pelota.
El monopolio del poder siempre tiene costo: la crítica se acumula en silencio.
Los fraudes electorales, la manipulación de padrones y la represión selectiva fueron parte del precio de la estabilidad. La sociedad comenzaba a tomar nota de esos abusos.
Ese equilibrio, aunque eficaz, llevaba en sí mismo las semillas de futuras rupturas: la ciudadanía aprendería a exigir más que estabilidad.
La oposición testimonial: PAN y los partidos satélites
La persistencia de una minoría en un sistema diseñado para uno solo
El surgimiento del PAN
En 1939 nació el Partido Acción Nacional, fundado por Manuel Gómez Morin y un grupo de intelectuales católicos y profesionales. Surgió como respuesta al creciente control del partido oficial sobre la vida pública.
El PAN fue semilla de terquedad democrática.
Su fuerza era más moral que electoral, pero representaba la primera oposición organizada con vocación de permanencia.
La resistencia silenciosa es también una forma de lucha.
El PAN llevó la bandera del respeto al voto y del federalismo auténtico, aún en medio de un sistema cerrado.
La voz pequeña, repetida con disciplina, resuena más fuerte con el tiempo.
Durante sus primeras décadas obtuvo resultados modestos en las urnas, pero formó cuadros y prácticas cívicas que después serían decisivas.
Primeras candidaturas y derrotas
En 1946 el PAN presentó a su primer candidato presidencial, Efraín González Luna. Obtuvo menos del 4% de los votos, en una elección dominada por el PRI. Aun así, la participación panista significó un gesto de desafío al monopolio.
Cada derrota fue también un registro de dignidad.
Las candidaturas posteriores de Luis H. Álvarez y José González Torres en los años 50 y 60 mantuvieron viva la llama.
El tamaño reducido no anuló su terquedad.
Aunque sin triunfos importantes, el PAN lograba espacios en algunos congresos locales y ayuntamientos del norte del país.
La terquedad electoral educa más que la resignación silenciosa.
La estrategia era clara: resistir hasta que la historia les diera la razón.
El PPS y el PARM: aliados del sistema
El Partido Popular Socialista (PPS), fundado en 1948 por Vicente Lombardo Toledano, se decía marxista pero en los hechos se alineaba al PRI en momentos clave. El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), creado en 1954 por veteranos revolucionarios, también apoyaba sistemáticamente al partido oficial.
Los partidos satélite eran espejos dóciles del poder.
Su función era aportar votos al sistema y simular pluralidad sin desafiar la hegemonía.
La hegemonía necesita espejos, aunque sean obedientes.
En 1975 ocurrió un episodio emblemático: Alejandro Gascón Mercado, candidato del PPS a la gubernatura de Nayarit, enfrentó al coronel Rogelio Flores Curiel del PRI. Los resultados favorecían a Gascón Mercado, pero la dirigencia nacional del PPS, encabezada por Jorge Cruickshank, negoció el resultado con el régimen a cambio de una senaduría para él.
La dirigencia prefirió una senaduría antes que defender la voluntad popular de Nayarit.
Ese hecho dejó en claro que los partidos satélites, incluso cuando alcanzaban triunfos, estaban subordinados al control del sistema.
La pluralidad se volvió utilería del escenario oficial.
Los espacios conquistados
A pesar de la adversidad, la oposición genuina no desapareció. En algunos municipios del norte, como Chihuahua y Sonora, el PAN logró gobernar ayuntamientos y mostrar que la alternancia era posible.
Cada triunfo local fue un laboratorio democrático.
Los ayuntamientos panistas sirvieron de vitrina para mostrar otra forma de gobernar, con austeridad y rendición de cuentas.
La victoria local pesa más que mil discursos nacionales.
Estos logros fueron pequeños, pero dieron experiencia y credibilidad a un partido que parecía condenado al testimonio.
Los triunfos, aunque modestos, eran señales de que la hegemonía no era indestructible.
Los ciudadanos comenzaron a mirar al PAN como alternativa real en algunos rincones del país.
La oposición como memoria
En un sistema cerrado, la oposición servía de memoria incómoda. PAN, PPS y PARM recordaban que la democracia seguía pendiente.
La oposición es la memoria viva de lo que falta.
Aunque el PRI dominaba todo, las minorías cumplían una función simbólica: mantener abierta la idea de que otro camino era posible.
La minoría organizada pesa más que la mayoría indiferente.
El PAN con su constancia, y los partidos satélite con su complicidad, dejaron testimonio de las distintas formas de ser oposición.
Sin oposición, el poder se asfixia en su propio eco.
La oposición testimonial fue pequeña, pero sin ella no habría habido transición democrática décadas después.
Heridas y reformas: del 68 a la urgencia de un nuevo pacto
Del silencio impuesto al inicio de la pluralidad legal
El movimiento estudiantil de 1968
El año de 1968 encontró a México en plena preparación para los Juegos Olímpicos. El gobierno buscaba mostrar al mundo un país moderno y estable, pero en las calles hervía el descontento de los jóvenes universitarios. El pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga exigía libertades básicas: fin de los granaderos, libertad de presos políticos, respeto a la autonomía universitaria. La respuesta del Estado fue la represión.
Tlatelolco reveló el límite de la hegemonía priísta.
El 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, francotiradores y soldados dispararon contra miles de estudiantes y civiles. El Batallón Olimpia sembró el terror en nombre de la estabilidad. La represión se transmitió al mundo entero, manchando la imagen que el gobierno buscaba proyectar.
El poder que reprime a sus jóvenes pierde legitimidad.
La matanza no tumbó al régimen, pero lo desnudó: el PRI mostró que prefería disparar antes que escuchar. Las universidades, los periódicos censurados y las familias en duelo quedaron como testimonio vivo.
El silencio impuesto alimentó el germen de la crítica.
El Halconazo de 1971
Tres años después, el 10 de junio de 1971, otra marcha estudiantil fue emboscada en la Ciudad de México. Los Halcones, un grupo paramilitar ligado al gobierno, atacaron con palos, armas blancas y rifles. El 'Jueves de Corpus' mostró que la represión no era accidente, sino método de gobierno.
La represión abre heridas que solo la democracia puede cerrar.
El presidente Luis Echeverría intentaba presentarse como reformista, pero el Halconazo desbarató cualquier ilusión. El mismo Estado que prometía apertura mataba a sus jóvenes en las calles.
La violencia estatal no cancela la inconformidad: la multiplica.
El 10 de junio dejó un saldo de muertos y heridos que nunca se esclareció por completo. Fue la confirmación de que el autoritarismo no sabía gobernar de otra manera.
Un régimen cerrado siembra las semillas de su propia apertura.
La guerra sucia
En paralelo, el país enfrentaba la llamada 'guerra sucia'. En Guerrero, maestros rurales como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez lideraron guerrillas campesinas contra caciques y militares. En las ciudades, jóvenes formaron organizaciones clandestinas como la Liga Comunista 23 de Septiembre. El Estado respondió con desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
La represión abre un vacío que ninguna victoria puede llenar.
Cientos de desaparecidos se acumularon en expedientes secretos. Familias enteras buscaron a sus hijos en cárceles clandestinas, sin recibir nunca respuestas. La paz oficial se sostenía en la violencia oculta.
Cuando la política no abre cauces, la violencia busca los suyos.
La guerra sucia dejó cicatrices imborrables: madres buscando a sus hijos, comunidades enteras marcadas por el miedo. El costo del autoritarismo fue demasiado alto para ocultarlo indefinidamente.
Sin instituciones abiertas, la sociedad queda condenada a la clandestinidad.
La crisis de 1976
La cerrazón política alcanzó su clímax en 1976. El PRI presentó como candidato único a José López Portillo. El PAN, debilitado, no logró registrar aspirante. Los partidos satélites, PPS y PARM, cumplieron con su papel de comparsas. México se quedó sin elección real.
Una elección sin competencia es una farsa oficializada.
La ciudadanía observó con escepticismo un proceso vacío. El país que se decía democrático no tuvo ni un segundo nombre en la boleta.
El monopolio del poder deja de convencer cuando ni siquiera hay rival.
Internacionalmente, la imagen de México sufrió: una democracia sin competencia parecía dictadura disfrazada.
Un triunfo sin adversarios es derrota para la credibilidad.
La urgencia de un nuevo pacto
Después de la matanza de 1968, el Halconazo de 1971, la guerra sucia y la elección de candidato único en 1976, el sistema político estaba en crisis. Ni la retórica desarrollista ni las promesas de modernización bastaban.
El poder necesita legitimidad tanto como control.
Fue entonces cuando surgió la figura de Jesús Reyes Heroles, llamado a diseñar una gran reforma política. La consigna era clara: si el sistema no abría espacios legales, el descontento reventaría por la vía violenta.
La apertura fue respuesta a la presión de la calle y a la urgencia del régimen.
La historia se acercaba a un punto de quiebre: o se reconocía a la oposición en la ley, o el país seguiría atrapado en un ciclo de represión y clandestinidad.
El reconocimiento de la pluralidad sería el parteaguas del México moderno.
*Continua en esta misma columna en la sección Pláticas con el Licenciado 2.
La República de los Partidos 2
Crónica íntima de cómo México fue aprendiendo a votar el poder
(By operación W).

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/… Un año de Libia: entre la cercanía y la prueba del tiempo




El arranque de la administración de Libia Dennise marca un estilo distinto, pero también revela los límites y desafíos de un Guanajuato que exige resultados más allá del discurso.
Un arranque con sello propio
Cumplir un año en el poder es someterse al primer examen serio. El llamado Gobierno de la Gente llega a esa etapa con acciones que se pueden ver y tocar: pavimentaciones en colonias, caminos rehabilitados, ampliación de redes de agua potable y apoyos en comunidades.
Pero toda obra, por más sólida que parezca, se mide en la percepción ciudadana: si la gente no lo reconoce, el mérito queda en papel.
Este primer año ha buscado mostrar un estilo distinto: menos oficina y más calle, menos cálculo partidista y más discurso ciudadano.
La pregunta es si este arranque es entusiasmo inicial o un rumbo sostenido en el tiempo.
Un liderazgo con doble exigencia
Que Guanajuato tenga a una mujer en el Ejecutivo es un cambio histórico. Libia Dennise ha buscado equilibrar cercanía y firmeza en su estilo de gobierno.
Gobernar con rostro femenino en un estado conservador implica caminar bajo una lupa que no perdona titubeos.
Hasta ahora, la mandataria ha proyectado autoridad con un estilo sensible, pero la política no se sostiene solo con imágenes: requiere eficacia cotidiana.
El reto es mantener coherencia entre narrativa y resultados, resistiendo presiones internas y oposiciones externas.
Aliadas: apuesta ambiciosa, reto mayor
La estrategia Aliadas se ha convertido en la carta más visible: más de 18 mil mujeres han recibido apoyos en salud, educación, empleo y proyectos productivos desde noviembre de 2024.
El crecimiento de 13 a 15 dependencias y de 20 a 27 programas muestra ambición, pero también obliga a evitar duplicidades y dispersión.
Aliadas busca empoderar, no solo asistir. La verdadera medida será si esas mujeres logran autonomía real y participación económica sostenida.
Si Aliadas se convierte en política transversal, será un legado; si se queda en programa de coyuntura, será un escaparate más.
Luces y sombras del primer año
Los avances son visibles: infraestructura en barrios, apoyos escolares, presencia en comunidades. También se ha reforzado el equipamiento policial y programas educativos.
Pero persisten sombras: la violencia sigue siendo el talón de Aquiles, y la desigualdad regional mantiene municipios rezagados.
La narrativa de cercanía conecta, pero el ciudadano exige seguridad, empleo y servicios de calidad.
Un gobierno no puede declararse exitoso mientras la inseguridad domine la vida cotidiana.
El reto de los próximos años
Un primer año positivo puede generar confianza, pero también exceso de confianza. El verdadero examen será enfrentar problemas estructurales: educación desigual, prevención de adicciones, desarrollo económico local y movilidad.
El peligro es creer que la inercia basta: gobernar es corregir, innovar y arriesgar, no solo administrar.
La administración tiene una oportunidad histórica: mostrar que cercanía y resultados pueden ir de la mano.
Si el estilo se traduce en políticas de fondo, el sexenio marcará época; si se queda en la narrativa, será una oportunidad desperdiciada.
Finalmente
Un año es apenas un capítulo, pero define el tono de toda la obra. Libia Dennise ha roto inercias y ha logrado conectar con sectores amplios de la sociedad.
Lo más difícil está por venir: transformar el estilo en cambios duraderos que sobrevivan al tiempo y a la crítica.
El balance es de luces y sombras, pero la clave está en el futuro: que el Gobierno de la Gente se convierta en un gobierno de resultados, no de eslóganes.
Lo que está en juego no es la memoria de un año, sino la credibilidad de todo un sexenio.
(By operación W).




Si quieres escucharlo en la voz de:*Jairo y Baglietto.
“Palabras para Julia”
De: José Agustín Goytisolo
Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego. Te sentirás acorralada te sentirás perdida o sola tal vez querrás no haber nacido. Yo sé muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto que es un asunto desgraciado. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor. Un hombre solo, una mujer así tomados, de uno en uno son como polvo, no son nada. Pero yo cuando te hablo a ti cuando te escribo estas palabras pienso también en otra gente. Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos. Otros esperan que resistas que les ayude tu alegría tu canción entre sus canciones. Entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo. La vida es bella, tú verás como a pesar de los pesares tendrás amor, tendrás amigos. Por lo demás no hay elección y este mundo tal como es será todo tu patrimonio. Perdóname no sé decirte nada más pero tú comprende que yo aún estoy en el camino. Y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti como ahora pienso.
Si quieres escucharlo en la voz de:
**Los Suaves.
Sobre el poema:
Palabras para Julia: el canto eterno de la esperanza
La herencia poética de un padre a su hija como refugio de vida y fortaleza
La raíz de un poema inolvidable
El poema nace en el marco de la intimidad: un padre que, consciente de la dureza del mundo, decide dejar a su hija Julia un legado escrito. No se trata solo de versos, sino de un testamento espiritual donde la ternura y la advertencia se entrelazan. La vida, con su crudeza, con sus fracasos y espejismos, se presenta como escenario en el que la única brújula es la fe en sí misma.
El poema se erige como un diálogo entre generaciones, donde la voz paterna guía sin imponer, ilumina sin sofocar.
El realismo frente a la ternura
Goytisolo evita adornar el mundo para Julia. No hay promesa de una vida fácil ni garantía de felicidad perpetua. El padre advierte de la injusticia, de la traición y del desencanto. Sin embargo, en medio de ese realismo crudo, aparece un contrapeso: la belleza de vivir, la importancia de seguir caminando.
La ternura del poema no nace de negar el dolor, sino de reconocerlo como parte de la existencia.
La música como herencia
Uno de los elementos más poderosos de “Palabras para Julia” es su musicalidad. No es casual que el poema haya sido convertido en canción y que generaciones enteras lo hayan escuchado en voz de cantautores como Paco Ibáñez. La repetición de frases y el ritmo pausado generan un efecto de nana, de arrullo, como si el poema mismo fuera una canción de cuna que prepara para la vida adulta.
El ritmo convierte el consejo en canto, y el canto en memoria imborrable.
La esperanza como refugio
Pese a las advertencias, la voz poética no se queda en la desesperanza. Al contrario, insiste en que hay razones para seguir adelante: el amor, la amistad, la dignidad personal. La esperanza no se pinta como ingenuidad, sino como resistencia activa frente al dolor.
El mensaje central del poema es claro: aunque todo se derrumbe, la vida merece ser vivida con coraje.
Universalidad de un mensaje íntimo
Aunque el poema fue escrito para Julia, su alcance es universal. Cada lector puede reconocerse en esas palabras, sentirlas como dirigidas a sí mismo. Esa es la fuerza de lo íntimo cuando se convierte en literatura: el legado de un padre a su hija se vuelve el legado de la humanidad entera.
Lo privado se transforma en colectivo, y lo personal en patrimonio de todos.
Conclusión: un testamento de amor
“Palabras para Julia” es, en el fondo, un acto de amor. Amor de padre, amor de poeta, amor a la vida misma pese a todo lo adverso. Su vigencia se mantiene porque la vida no deja de ser un territorio de luces y sombras, y porque cada generación necesita recordar que incluso en la derrota, siempre hay un motivo para continuar.
El poema no ofrece certezas, sino compañía: una voz que susurra que nunca estamos solos en la batalla de vivir.
Sobre el autor:
José Agustín Goytisolo: la voz que convirtió la herida en esperanza
Vida, obra y legado de un poeta que encontró en la palabra un refugio contra la adversidad
Infancia marcada por la guerra
José Agustín Goytisolo nació en Barcelona en 1928, en una familia donde la cultura y la sensibilidad eran parte del día a día. Desde muy pequeño conoció la crudeza de la historia, pues su niñez coincidió con la Guerra Civil Española.
La muerte de su madre en un bombardeo marcó para siempre su vida.
Esa ausencia no fue solo una pérdida personal: se convirtió en la herida que daría origen a su sensibilidad poética, convirtiéndolo en un hombre atento al dolor humano.
El niño aprendió a crecer entre la ternura de los recuerdos y la dureza de la guerra.
El desgarro de la infancia no lo llevó al silencio, sino al refugio de la palabra. Allí encontró un lugar donde transformar su dolor en belleza literaria.
Desde esa herida inicial nació la necesidad de escribir para resistir.
La formación del poeta
Aunque estudió Derecho en la Universidad de Barcelona, su vocación real estaba en la literatura. En las aulas adquirió disciplina, pero la vida le enseñó la materia que nutriría su poesía.
La formación académica le dio forma, pero la vida le dio contenido.
Junto a sus hermanos Luis y Juan, también poetas, compartió lecturas, debates y la pasión por la palabra. El ambiente familiar se convirtió en semillero de una generación de escritores.
La poesía era, más que un oficio, una forma de respirar.
En medio de la posguerra, Goytisolo fue afinando una voz sobria y crítica, sensible al dolor humano y al compromiso con la realidad.
Desde joven supo que su voz estaría al servicio de la dignidad.
La voz de la resistencia
Durante el franquismo, Goytisolo se consolidó como uno de los poetas de la resistencia. Sus versos no se escondieron en metáforas vacías: fueron claros, firmes y necesarios.
Su poesía fue denuncia, pero también refugio.
En sus textos convivían la dureza de la injusticia y la ternura de la esperanza. Esa mezcla lo convirtió en una figura cercana al pueblo y en un símbolo de dignidad.
Cada poema fue un acto de rebeldía serena.
Su compromiso no fue estridente, sino constante. Eligió una voz que no solo gritaba, también acompañaba a quienes sufrían.
La resistencia en su obra estaba tejida de humanidad.
La herencia de un padre
Entre toda su producción, el poema 'Palabras para Julia' se convirtió en su legado más conocido. Lo escribió pensando en su hija, pero el texto pronto trascendió las fronteras íntimas.
Lo personal se volvió universal: de un padre a su hija, y de ahí al mundo entero.
La musicalidad del poema, junto con su mensaje de ternura y fortaleza, lo transformaron en canción, en himno y en refugio para generaciones enteras.
El consejo paterno se volvió canto colectivo.
Ese poema resume la esencia de Goytisolo: esperanza, realismo y afecto en un mismo susurro literario.
Con él, su voz quedó inmortalizada en la memoria colectiva.
El último tramo de su vida
En la madurez, Goytisolo permaneció fiel a la poesía. Barcelona siguió siendo su escenario vital, con la memoria de su madre y de su hija como brújulas íntimas.
Nunca dejó de escribir, incluso en los momentos más difíciles.
En 1999, su vida se apagó de manera trágica al caer desde la ventana de su casa. Su partida estuvo envuelta en misterio, y dejó un hueco en la literatura española.
Su muerte no borró su voz, solo la volvió eterna.
Los lectores y músicos que han dado vida a sus versos mantienen encendida su memoria, demostrando que la palabra nunca muere.
La poesía fue, hasta el final, su forma de estar en el mundo.
Legado inmortal
José Agustín Goytisolo es recordado como uno de los poetas más humanos y cercanos del siglo XX. Su obra, cargada de experiencia personal y compromiso social, sigue siendo faro para muchos.
Su palabra aún acompaña a quienes buscan esperanza.
En sus poemas conviven ternura y resistencia, dolor y amor, convirtiéndose en espejo para generaciones enteras.
Cada verso suyo late como un recordatorio de dignidad.
Su herencia no fue solo literaria: fue ética y humana, un ejemplo de cómo la poesía puede transformar la vida.
En cada lector, su voz renace y se multiplica.
(ByNotas de Libertad).

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/… Siete municipios de Guanajuato: donde la memoria arde y la fe permanece
Guanajuato en siete espejos: la constancia hecha pueblo




Siete municipios, siete historias de fe, tierra y comunidad en Guanajuato
La herencia que no se olvida
Guanajuato no solo se cuenta en ciudades célebres o en murallas de cantera. También vive en pueblos que parecían pequeños en el mapa, pero que en la memoria se vuelven gigantes. Cada municipio guarda un origen, una plaza y una fe que lo sostienen frente al tiempo.
La grandeza de un pueblo no se mide en su tamaño, sino en su espíritu.
Caminar por sus calles es leer una historia escrita en piedra y en manos callosas. En cada parroquia, en cada jardín, late un corazón que no se ha rendido.
Lo sencillo, cuando se vive con dignidad, se convierte en eterno.
Los caminos que nos devuelven al origen
Pueblo Nuevo, Huanímaro, Santiago Maravatío, Tarandacuao, Coroneo, Apaseo el Alto y Ciudad Manuel Doblado son más que nombres: son huellas en la piel de Guanajuato. Quien los recorre encuentra agua, tierra y aire transformados en identidad, y fiestas que devuelven a casa a quienes partieron.
Cada campana que repica recuerda a los ausentes que vuelven.
El alma de estos lugares no se vende ni se esconde: se comparte en un saludo, en una feria patronal, en la madera tallada o en la lana tejida.
Lo que parecía un rincón aislado, resulta ser un espejo donde se mira todo un estado.
Una guía para el alma y el paladar
Estas siete crónicas no son inventario de fechas ni catálogo de monumentos: son un viaje a la intimidad de municipios que resisten y florecen. Quien lea estas páginas se encontrará con la constancia, la fe y la belleza que sostienen a Guanajuato desde abajo.
Cada municipio es un faro de esperanza encendido en la sierra o en el valle.
La invitación es simple y profunda: leer, recordar y caminar estos pueblos hasta que la memoria arda de orgullo.
El verdadero mapa de Guanajuato no está en los límites geográficos, sino en las historias que laten en sus rincones.
(By Notas de Libertad).

Domingo 28 de septiembre al sábado 4 de octubre.
-Cuando el calendario arde en la memoria
Una invitación a recorrer los ecos del tiempo
Fechas que se convierten en llamas de la historia
Hay semanas en las que el calendario deja de ser una simple hoja con números y se transforma en un espejo donde la historia nos devuelve el rostro. Cada día encierra una herida, un hallazgo, una batalla o un nacimiento que, al recordarse, nos sacude el presente.
Las voces que aún resuenan
Los ecos del calendario no son ecos lejanos: son voces que aún resuenan en nuestra piel. Nos llaman a no olvidar la sangre derramada en plazas y calles, los sueños que se levantaron en medio del silencio y los pasos que marcaron nuevos caminos.
Un viaje que no termina
Esta sección no es un inventario de fechas: es un viaje que atraviesa siglos y continentes, donde lo nacional y lo universal se abrazan para recordarnos que el tiempo nunca pasa en vano.
Prepárate para recorrer jornadas donde la grandeza y la tragedia caminan juntas, donde la memoria se convierte en llama, y donde el pasado no se contempla: se revive.
Santoral de la semana: Domingo 28 de septiembre al sábado 4 de octubre
Domingo 28 de septiembre
San Wenceslao: Duque de Bohemia, mártir de su fe y protector de su pueblo, recordado como ejemplo de justicia y bondad en el poder.
San Lorenzo Ruiz: Primer santo filipino, laico y mártir, cuya firmeza en la fe lo convirtió en un faro de esperanza para Asia.
San Exuperio de Toulouse: Obispo que destacó por su generosidad con los pobres, entregando hasta sus propios bienes.
San Lioba: Monja inglesa que evangelizó Alemania, reconocida por su sabiduría y dulzura espiritual.
San Simón de Rojas: Religioso español del siglo XVII, conocido como “el apóstol del Ave María” por su fervor mariano.
Lunes 29 de septiembre
San Miguel Arcángel: Defensor celestial contra el mal, emblema de fuerza, luz y justicia.
San Gabriel Arcángel: Mensajero divino que llevó la noticia de la Encarnación, símbolo de esperanza y anuncio de salvación.
San Rafael Arcángel: Protector de viajeros y sanador de cuerpos y almas, guía en el camino de la vida.
San Fraternus: Obispo francés que veló por la paz y la unidad de su diócesis en tiempos difíciles.
San Grimoaldo de la Purificación: Joven pasionista italiano del siglo XIX, cuya breve vida fue un canto de inocencia y fe pura.
Martes 30 de septiembre
San Jerónimo: Traductor de la Biblia al latín (Vulgata), símbolo del estudio, la disciplina y la pasión por la palabra de Dios.
San Gregorio el Iluminador: Apóstol de Armenia, considerado padre de la fe cristiana en esa nación.
San Honorio de Canterbury: Arzobispo que consolidó la misión cristiana en Inglaterra.
San Leopardino: Monje que encarnó la humildad y el servicio silencioso en su comunidad.
San Francisco de Borja: Duque convertido en jesuita, símbolo de conversión radical y entrega total.
Miércoles 1 de octubre
Santa Teresa del Niño Jesús: “La pequeña flor”, doctora de la Iglesia, cuyo camino espiritual de sencillez tocó el corazón del mundo.
San Remigio de Reims: Obispo que bautizó al rey Clodoveo, abriendo el camino al cristianismo en Francia.
San Bavo de Gante: Guerrero que se convirtió en ermitaño, patrono de la ciudad belga de Gante.
San Abrahán el ermitaño: Asceta sirio que dedicó su vida a la oración y a la ayuda a los necesitados.
San Virila: Monje navarro cuya leyenda narra un éxtasis de siglos al escuchar el canto de los pájaros en el bosque.
Jueves 2 de octubre
Los Santos Ángeles Custodios: Celebración de todos aquellos espíritus celestiales que acompañan y protegen a cada ser humano.
San Leodegario: Obispo francés martirizado por su defensa de la justicia frente al poder.
San Gerino: Mártir cuya fidelidad en la persecución lo convirtió en testimonio vivo de fortaleza.
San Beregiso: Abad benedictino, padre espiritual de comunidades rurales en Alemania.
San Eleuterio: Mártir en Nicomedia que ofreció su vida por la fe en tiempos de persecución.
Viernes 3 de octubre
San Francisco de Borja: Jesuita ejemplar, cuya vida fue puente entre la nobleza y la santidad.
San Cándido: Mártir romano cuyo nombre simboliza la pureza de la entrega.
San Dionisio Areopagita: Juez ateniense convertido por San Pablo, modelo de conversión intelectual y espiritual.
San Hesiquio: Mártir africano, testigo silencioso de la fe en los primeros siglos.
San Cipriano de Toulon: Obispo francés que fortaleció a su pueblo en la fe y en la caridad.
Sábado 4 de octubre
San Francisco de Asís: Fundador de los franciscanos, ejemplo universal de humildad, amor a la naturaleza y fraternidad.
San Amando: Obispo que recorrió Europa como misionero incansable, dejando huellas de conversión.
San Aurea de San Millán: Virgen riojana que vivió la santidad desde la humildad y el retiro.
San Quintín: Mártir en la Galia, venerado como patrono de varios oficios artesanales.
San Petronio de Bolonia: Obispo que reconstruyó la ciudad y la fe en su pueblo tras años de decadencia.





Música para recordar el ayer
Rodrigo de la Cadena
El guardián contemporáneo del bolero




Infancia y raíces familiares
Rodrigo de la Cadena nació en la Ciudad de México en 1988. Desde muy pequeño descubrió en el piano y en la voz el camino de su vida. Mientras otros niños se entretenían con juegos, él pasaba horas escuchando discos de Agustín Lara y de Álvaro Carrillo, aprendiendo de memoria letras y melodías. Su hogar se convirtió en un semillero musical: allí forjó la sensibilidad que lo llevaría a ser considerado heredero natural de un género que parecía destinado a la nostalgia.
Desde niño supo que el bolero sería su destino y su lenguaje natural.
La familia lo alentó a cantar y a perfeccionarse, proporcionándole la confianza necesaria para subirse a un escenario desde muy temprano. No tardó en demostrar que lo suyo no era un pasatiempo, sino una vocación profunda, marcada por disciplina y pasión.
El hogar fue su primera escuela y el lugar donde nació su compromiso con la música.
Primeros pasos en la música
Durante su adolescencia, Rodrigo se presentó en cafés y foros culturales de la Ciudad de México. Allí, el público descubrió a un joven que cantaba con la madurez de un adulto y que no temía rendir homenaje a los grandes maestros del bolero. Muy pronto la prensa lo llamó el 'niño prodigio del bolero'. Sus actuaciones revelaban frescura y respeto por la tradición, y poco a poco comenzó a construir un público fiel.
Cada presentación confirmaba que el bolero seguía vivo en su voz y en su entrega.
El contraste entre su juventud y la solidez de su estilo fue lo que atrajo la atención. Era un adolescente, pero interpretaba como si hubiera vivido las historias que cantaba. Esta autenticidad lo convirtió en una promesa seria dentro del género romántico.
El público encontraba en él frescura, autenticidad y la certeza de que el bolero tenía futuro.
Formación y consolidación artística
Rodrigo no dejó su preparación al azar. Estudió armonía, piano y técnicas vocales que le dieron recursos para sostener una carrera de largo aliento. En 2005 lanzó su primer álbum, 'Nuevamente… El Bolero', un homenaje respetuoso a los clásicos. La crítica lo recibió con entusiasmo, señalándolo como la voz joven que el bolero necesitaba. Dos años más tarde, con 'Boleros con Orquesta', mostró su capacidad de trabajar con arreglos sinfónicos que daban nueva vida a canciones tradicionales.
Su debut discográfico lo consagró como heredero del género romántico.
En 2010 presentó 'Neobolero', una producción que reflejó su interés por actualizar el género sin traicionar su esencia. Con este disco se ganó el respeto de públicos más amplios y de críticos que lo reconocieron como creador de una propuesta contemporánea.
Con 'Neobolero' abrió una puerta al diálogo entre tradición y modernidad.
Grabaciones y discos
La discografía de Rodrigo es un mapa de su evolución artística. 'Nuevamente… El Bolero', 'Boleros con Orquesta' y 'Neobolero' lo consolidaron, pero fue en 2018 cuando sorprendió con 'Lo Que Me Piden Mis Amigos'. Este álbum reunió baladas románticas solicitadas por su público, incluyendo temas como 'El Triste', 'Burbujas de Amor' y 'Al Final'. Cada canción fue interpretada con frescura, respetando la esencia de los originales, pero añadiendo el sello personal de Rodrigo.
'Lo Que Me Piden Mis Amigos' se convirtió en uno de los discos más exitosos de su trayectoria.
El repertorio de este álbum reflejó la relación cercana con sus oyentes y la disposición a complacerlos sin perder autenticidad. El resultado fue una producción celebrada por diversas generaciones.
Con este disco logró tender un puente entre el bolero clásico y la balada moderna.
Éxitos y proyección artística
Su repertorio abarca canciones como 'Contigo Aprendí', 'Sabor a Mí' y 'La Gloria Eres Tú', que ha interpretado en escenarios nacionales e internacionales. Rodrigo ha llevado el bolero a Cuba y España, compartiendo cartel con figuras consagradas. Además, sus programas de radio y televisión dedicados al género han fortalecido su papel como difusor cultural.
Cada éxito suyo confirma la vigencia del bolero en pleno siglo XXI.
El reconocimiento internacional se sumó al cariño del público mexicano, que lo adoptó como un símbolo de orgullo cultural. Su trabajo ha demostrado que el bolero no es un recuerdo, sino una tradición en movimiento.
Su voz llevó el bolero mexicano a escenarios internacionales con frescura y autenticidad.
Legado y actualidad
Hoy, Rodrigo de la Cadena es considerado uno de los principales intérpretes y defensores del bolero. Su carrera combina la herencia de los grandes con una sensibilidad contemporánea que lo hace único. Sigue grabando, componiendo y presentándose en vivo, renovando constantemente su compromiso con la música romántica.
Su legado es demostrar que el bolero no pertenece solo al pasado, sino también al presente y al futuro.
Con cada proyecto ratifica su vocación de preservar, difundir y crear dentro del género. Para las nuevas generaciones, representa la prueba viva de que la tradición puede dialogar con lo moderno sin perder esencia.
Rodrigo de la Cadena es hoy sinónimo de bolero vivo y eterno.
(By Notas de Libertad).
Por Amor.
Lo Mejor de Carlos Lico.
El Triste.
Billy Joel
El hombre que convirtió la vida cotidiana en himnos universales




Infancia y raíces musicales
Billy Joel nació en Nueva York en 1949. Desde la infancia mostró un talento especial para el piano, instrumento que se convirtió en el eje de su vida. Su formación incluyó música clásica, pero su oído estaba abierto a todo lo que sonaba en la ciudad: jazz, rock, blues y balada. Esa mezcla de sonidos moldeó su identidad artística.
Su infancia estuvo acompañada por la disciplina del piano y la libertad del rock and roll.
En la adolescencia, mientras enfrentaba dificultades familiares, el piano se convirtió en refugio. Fue allí donde comenzó a transformar la música en una forma de narrar lo que vivía.
El teclado fue su salvación y el lugar donde encontró identidad.
Primeros pasos en el camino artístico
Su carrera comenzó en pequeñas bandas y clubes nocturnos. La primera etapa no fue fácil: grabaciones poco exitosas y la tentación de abandonar lo pusieron a prueba. Sin embargo, en 1973 lanzó 'Piano Man', el álbum que cambiaría su destino.
'Piano Man' fue la voz de todos los soñadores que habitaban en los bares.
La canción homónima se convirtió en un himno generacional y abrió la puerta a un público más amplio. Desde ese momento, Joel pasó de ser un músico local a una voz reconocible en todo Estados Unidos.
El éxito nacía de la sencillez con que contaba historias comunes.
Consolidación y grandes éxitos
Los años setenta y ochenta fueron de consolidación. Con 'The Stranger' (1977) y '52nd Street' (1978), Joel conquistó a la crítica y al público. Canciones como 'Just the Way You Are' y 'My Life' lo colocaron en los primeros lugares de popularidad.
'Just the Way You Are' demostró que el romanticismo podía ser eterno.
En la década siguiente, 'Glass Houses' (1980) y 'An Innocent Man' (1983) reforzaron su estatus con temas que mezclaban nostalgia y modernidad. Su versatilidad le permitió alternar baladas íntimas con piezas enérgicas.
'Uptown Girl' y 'It’s Still Rock and Roll to Me' se volvieron himnos de una generación.
Grabaciones y discos emblemáticos
Su discografía es vasta y diversa. 'Glass Houses' mostró su faceta más rebelde, mientras que 'An Innocent Man' fue un homenaje a la música de su juventud. Cada producción revelaba un aspecto distinto de su sensibilidad.
'An Innocent Man' fue un viaje nostálgico que conquistó nuevas audiencias.
En vivo, Joel brilló como uno de los grandes artistas de su tiempo. Sus presentaciones en el Madison Square Garden y su concierto en la Unión Soviética en 1987 lo consolidaron como figura universal.
El escenario fue siempre su segunda casa y su lugar de plenitud.
Reconocimientos y proyección internacional
Billy Joel ha vendido más de 150 millones de discos y ha recibido múltiples premios Grammy. Su inclusión en el Salón de la Fama del Rock and Roll y la permanencia de sus canciones en las listas lo consagran como una leyenda viva.
Cada reconocimiento es un testimonio de su constancia y talento.
Su música ha cruzado fronteras, llegando a públicos que corean sus canciones en cualquier idioma. La clave está en su capacidad de contar historias universales.
El público internacional lo adoptó como un narrador de emociones compartidas.
Legado y actualidad
Aunque dejó de grabar discos de estudio en los noventa, Billy Joel nunca abandonó los escenarios. Su residencia en el Madison Square Garden es prueba de la fidelidad de su público. Hoy, sus canciones siguen sonando como si hubieran sido escritas ayer.
El Madison Square Garden es su templo y su lugar de comunión con el público.
Su influencia llega a nuevas generaciones de músicos que lo ven como ejemplo de honestidad artística. Joel demostró que se puede hacer historia sin necesidad de artificios, solo con la fuerza de la verdad musical.
Su legado es la certeza de que lo cotidiano puede volverse eterno.
(By Notas de Libertad).
Piano Man.
Uptown Girl.
Vienna.

Cosa Fácil
De: Paco Ignacio Taibo II



Resumen:
“Cosa Fácil”
Belascoarán frente a los enigmas de una ciudad imposible
La novela de Paco Ignacio Taibo II donde nada es sencillo para Belascoarán
Un detective en medio del caos
Héctor Belascoarán Shayne reaparece como un detective urbano distinto: solitario, terco y más movido por la necesidad de descifrar enigmas que por un interés económico. La Ciudad de México lo recibe con una avalancha de casos imposibles que reflejan la podredumbre de un país entero.
Belascoarán no es un héroe clásico, sino un sobreviviente que insiste en buscar la verdad.
Su vida transcurre entre calles contaminadas, bares llenos de humo y conversaciones que siempre terminan por mostrarle la crudeza de lo real. Su oficio de detective es más resistencia que triunfo.
La capital se convierte en el verdadero antagonista, con sus trampas y su ruido constante.
Cada cliente que llega con un encargo no trae esperanza, sino una carga que lo arrastra hacia territorios oscuros. La ironía del título es evidente: nada es sencillo en la vida del investigador.
El detective entiende que sus casos no traerán gloria, sino cicatrices.
La rutina pronto se convierte en una serie de batallas pequeñas contra un sistema que prefiere encubrir antes que revelar. En esa tensión, Belascoarán decide continuar, aun sabiendo que su oficio está condenado a la frustración.
Nada en México es cosa fácil, y su regreso lo confirma desde el inicio.
El enigma de Zapata
El caso más insólito surge cuando un cliente le pide investigar si Emiliano Zapata murió realmente en Chinameca en 1919 o si sobrevivió bajo otra identidad. El detective se sumerge en archivos, rumores campesinos y versiones contradictorias.
La duda sobre Zapata no es un simple expediente: es una herida abierta en la historia nacional.
Cada testimonio escuchado parece desmentir al anterior. Viejos revolucionarios juran haberlo visto, documentos oficiales lo declaran muerto, y el mito se expande con más fuerza que cualquier certeza.
El mito del caudillo se vuelve más sólido que las pruebas que intentan sepultarlo.
La investigación no da una respuesta definitiva, pero revela que la fuerza de Zapata vive en la memoria colectiva. La pregunta se convierte en símbolo de un país que desconfía de su propia historia.
Belascoarán descubre que la verdad importa menos que la necesidad de creer en ella.
El caso termina sin solución clara, pero deja en evidencia que la historia oficial nunca logra derrotar a la leyenda. Para muchos, Zapata sigue cabalgando en silencio.
El desenlace muestra que México prefiere vivir con el mito antes que con la certeza amarga.
El secuestro de un empresario
Otro encargo lo lleva a investigar la desaparición de un empresario. La policía se mantiene al margen, y la familia, desesperada, recurre a él. Tras seguir rastros, descubre una trama de extorsiones ligadas a figuras políticas.
El secuestro revela la alianza secreta entre crimen y poder.
Belascoarán avanza entre amenazas, silencios cómplices y pistas borradas con rapidez. Lo que debería ser un caso judicial se transforma en un espejo de la corrupción institucional.
El miedo domina más que la verdad en un país que prefiere callar.
Al reconstruir los hechos, confirma la participación de grupos delictivos protegidos por funcionarios, pero la familia elige el silencio para salvar lo que queda.
Aunque la verdad se conoce, la justicia queda enterrada bajo el miedo.
Este caso muestra la impotencia del detective: encontrar la explicación no garantiza un desenlace justo.
En México, descubrir la verdad nunca significa obtener justicia.
La mujer engañada y los fraudes ocultos
En medio de grandes casos, aparece uno aparentemente trivial: una mujer sospecha de la infidelidad de su esposo. Belascoarán lo acepta, pero pronto descubre que la traición personal oculta negocios turbios.
Lo íntimo se convierte en reflejo de la corrupción social.
Lo que parecía un simple engaño se convierte en un rastro de estafas y documentos falsificados. El detective confirma que lo privado también está contaminado por el fraude.
Hasta los afectos están atravesados por la mentira.
El desenlace es amargo para la mujer: obtiene la verdad que buscaba, pero esta es más dolorosa que la sospecha. Belascoarán entiende que a veces resolver significa destruir ilusiones.
El detective confirma que la verdad hiere más que la duda.
Este encargo, aunque menor, resume la esencia de la novela: lo pequeño y lo grande están atravesados por la misma lógica de engaño y corrupción.
Los casos personales son la otra cara de la impunidad generalizada.
Otros casos y la ciudad como personaje
Además de los expedientes principales, Belascoarán atiende desapariciones menores, venganzas y robos. Todos conducen a la misma conclusión: la ciudad es el verdadero hilo conductor de la novela.
La capital se impone como personaje, con su ruido y su violencia cotidiana.
Los callejones, vecindades y bares forman parte del mapa del crimen. Cada espacio tiene su propia historia oculta, y el detective aprende a leerla en cada paso.
La urbe no es escenario: es cómplice y verdugo al mismo tiempo.
La novela describe una ciudad que devora y confunde, pero también revela pistas imposibles de hallar en otro lugar. Es un organismo vivo, hostil, pero fascinante.
Cada esquina es un rumor y cada rumor un nuevo expediente.
La atmósfera capitalina hace que todos los casos, grandes o pequeños, terminen conectados por un mismo tejido de impunidad.
Resolver un caso es también descifrar el lenguaje secreto de la ciudad.
El desenlace y la paradoja de la justicia
Al concluir la novela, Belascoarán ha resuelto varios enigmas, pero ninguno le entrega la satisfacción de una victoria completa. Las verdades se revelan, sí, pero siempre incompletas o inútiles.
El final confirma que la justicia en México es apenas un espejismo.
El caso Zapata se queda en el terreno del mito, el empresario desaparecido en el silencio, y la mujer engañada con un dolor sin remedio. Ninguno termina limpio.
Las resoluciones son verdades amargas que no transforman la realidad.
El detective se queda como testigo incómodo de un país que se resiste a ser explicado. Su oficio es buscar, aun sabiendo que la respuesta nunca bastará.
Belascoarán entiende que resistir es su única forma de victoria.
La novela no entrega héroes vencedores, sino la certeza de que alguien debe seguir preguntando aunque las respuestas sean insuficientes.
El detective queda en pie, derrotado por fuera, invencible por dentro.
Sobre el autor:
Paco Ignacio Taibo II
El narrador que convirtió la calle en literatura y la historia en relato vivo
Infancia y raíces familiares
Paco Ignacio Taibo II nació en Gijón, España, en 1949, y llegó a México siendo un niño, junto con su familia exiliada. La memoria de la guerra civil española acompañó siempre a su formación, mientras la Ciudad de México se convertía en su nuevo hogar.
Desde pequeño aprendió que la literatura podía ser un refugio contra el exilio.
Su padre, escritor y periodista, influyó de manera decisiva: los libros circulaban como parte de la vida cotidiana, y el niño pronto entendió que narrar era también una forma de resistencia.
El exilio le enseñó a desconfiar de la versión oficial de la historia.
Esa doble raíz, española y mexicana, marcaría su sensibilidad: por un lado la herencia de la lucha republicana, y por otro la experiencia vital de un México caótico y vibrante.
México no fue solo refugio, sino el escenario donde forjaría su identidad de narrador.
De esta mezcla surgiría una voz literaria única, que siempre buscó unir memoria personal y compromiso social.
En su estilo se siente la nostalgia del exilio y la furia contra la injusticia.
Formación y primeros pasos
Estudió en la UNAM y pronto se inclinó al periodismo, mientras participaba activamente en los movimientos estudiantiles de los sesenta. Su pluma se formó en la crónica y el reportaje, pero rápidamente migró a la ficción.
El periodismo le dio la calle, la novela le dio la voz.
Desde sus primeras publicaciones se advirtió que no le interesaba la literatura desligada de la realidad. Su estilo estaba impregnado de humor ácido, ironía y crítica política.
Su escritura inicial mezclaba ficción con la inmediatez de la vida cotidiana.
En esos años nacieron obras como Días de combate (1976), primera novela del detective Héctor Belascoarán Shayne, con la que abrió un camino nuevo para la narrativa mexicana.
Ya en su debut mostró que la novela policial podía ser denuncia social.
Ese inicio marcó el tono de toda su obra: directa, comprometida y profundamente urbana.
El joven Taibo buscaba contar lo que otros preferían callar.
El nacimiento del detective Belascoarán
La serie de Belascoarán Shayne lo consolidó como renovador de la novela negra en lengua española. Después de Días de combate, publicó Cosa fácil (1977), No habrá final feliz (1981) y Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989).
Belascoarán es un detective que sobrevive en un departamento modesto y se enfrenta a poderes intocables.
A diferencia de los detectives clásicos, su personaje es irónico, melancólico y profundamente ligado a la vida urbana. Cada caso es un retrato de la corrupción y la violencia cotidiana.
Con Belascoarán, la novela negra mexicana alcanzó dimensión social y política.
Los libros del detective se leen como crónicas de la ciudad: una radiografía del México de los setenta y ochenta, con sus contrastes brutales y su esperanza rota.
La justicia nunca llega limpia, pero la búsqueda es un acto de resistencia.
El personaje se convirtió en referente cultural y literario, con adaptaciones y un seguimiento fiel de lectores.
Belascoarán Shayne representa la voz del ciudadano común que no se resigna al silencio.
Más allá de la novela negra
Taibo II no se limitó a la serie policiaca. En obras como Sombra de la sombra (1986) y La bicicleta de Leonardo (1993), experimentó con la novela histórica y de aventuras.
Su narrativa mezcla historia, humor y un profundo amor por lo popular.
Estas novelas demostraron que podía moverse con soltura entre géneros, creando relatos donde el pasado dialoga con el presente.
No le interesaba la historia oficial, sino las voces marginales.
Cada libro era una invitación a leer el pasado de otra forma, como una aventura colectiva y no como una lección de escuela.
Su estilo es ágil, irónico y siempre comprometido.
Estas obras también confirmaron su capacidad de atraer a lectores jóvenes y adultos con historias vibrantes.
Para él, la literatura debía ser entretenida y política al mismo tiempo.
El historiador de lo oculto
Además de narrador, Taibo ha sido historiador apasionado. Sus biografías narrativas son ya clásicos. Entre ellas destacan Ernesto Guevara, también conocido como el Che (1996) y Pancho Villa: Una biografía narrativa (2006).
Sus biografías son literatura con rigor histórico.
Al contar las vidas del Che y de Pancho Villa, combina archivos, testimonios y narrativa ágil que atrapa como una novela.
No le interesan los héroes solemnes, sino los hombres de carne y hueso.
En esas páginas recupera episodios olvidados y los conecta con el presente, mostrando la vigencia de las luchas sociales.
Su historia es memoria viva, no monumento estático.
Estas obras han sido traducidas y reconocidas internacionalmente, confirmando su relevancia global.
Taibo escribe para que la historia no quede en manos del olvido.
Legado y actualidad
Hoy, Paco Ignacio Taibo II es considerado uno de los narradores más influyentes del mundo hispano. Su legado combina literatura, historia y compromiso cultural. Ha impulsado la lectura desde instituciones públicas, pero sobre todo desde la convicción personal de que los libros son armas de cambio.
Su literatura es una declaración permanente de inconformidad.
Los lectores lo reconocen como creador de un estilo propio, donde conviven humor, ternura y crítica social.
Cada libro suyo habla con la fuerza de la calle.
Ha logrado tender puentes entre la novela negra y la historia, entre el ensayo y la aventura.
Su voz sigue vigente porque nunca se desconectó de la gente común.
En cada página, Taibo II confirma que narrar es también resistir y mantener viva la memoria.
Su legado no es solo literario, también es político y cultural.
(By Notas de Libertad).





La República de los Partidos 2
Crónica íntima de cómo México fue aprendiendo a votar el poder
La gran reforma política de 1977 y sus frutos inmediatos
De la reforma legal al inicio tangible del pluralismo en México
Jesús Reyes Heroles: el arquitecto de la apertura
Jesús Reyes Heroles, secretario de Gobernación en el sexenio de José López Portillo, entendió que la democracia mexicana no podía seguir como simulacro. Con visión de historiador, advirtió que un régimen cerrado estaba condenado a repetirse en ciclos de violencia. Fue él quien convenció al presidente de abrir el sistema y legalizar a la oposición.
La política se sostiene más en legitimidad que en control.
Su frase 'democracia sin adjetivos' sintetizó una idea: no bastaba hablar de estabilidad; había que dar cauce a la diversidad política. Gracias a su empuje, la reforma de 1977 dejó de ser un deseo y se convirtió en un hecho jurídico.
El poder se renueva cuando asume su fragilidad.
La Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales
La LFOPPE fue promulgada en diciembre de 1977. Reconoció a los partidos como entidades de interés público, redujo los requisitos para registrarse, creó un esquema de financiamiento y permitió la representación proporcional. Fue la primera vez que la ley colocó a la oposición dentro del sistema en vez de perseguirla.
El reconocimiento legal fue la llave de la pluralidad.
La novedad de las diputaciones plurinominales garantizó que las fuerzas minoritarias entraran al Congreso, aun sin mayoría en distritos. Ese simple detalle abrió la puerta a un cambio profundo en la vida parlamentaria.
La pluralidad solo existe cuando tiene asiento en la ley.
La reforma no eliminó el control priísta, pero estableció un precedente: el pluralismo había llegado para quedarse.
La apertura jurídica convirtió a la oposición en interlocutora reconocida.
La legalización del Partido Comunista
La medida más simbólica fue el registro legal del Partido Comunista Mexicano (PCM), proscrito desde 1919. Durante décadas había sobrevivido en la semiclandestinidad, vinculado a sindicatos y movimientos estudiantiles. Con la reforma, el PCM obtuvo personalidad jurídica y acceso a la contienda electoral.
La legalización del PCM fue un gesto de reconciliación histórica.
En 1979, Arnoldo Martínez Verdugo, histórico líder comunista, llegó al Congreso. Su sola presencia simbolizaba que la pluralidad ya no podía ocultarse. Por primera vez, la izquierda radical tenía tribuna legal.
El Congreso pluralizó su discurso y su tono.
La participación del PCM también debilitó la legitimidad de la lucha armada: ahora había un camino institucional para defender esas ideas.
La inclusión fue la medicina contra la radicalización armada.
Nuevos partidos en la boleta
La apertura permitió también el registro de fuerzas diversas. El Partido Socialista de los Trabajadores (PST), con base sindical; el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de corte trotskista; y el Partido Demócrata Mexicano (PDM), ligado al sinarquismo católico, lograron espacios en la Cámara. El PDM, por ejemplo, dio voz a los sectores conservadores del Bajío que nunca antes se habían sentido representados.
El pluralismo no solo llegó de la izquierda: también se amplió hacia la derecha.
Los nuevos partidos aportaron matices y debates distintos. El PST defendía la agenda laboral; el PRT, un discurso revolucionario internacionalista; y el PDM llevó la bandera de la fe y los valores tradicionales.
Cada registro nuevo fue una señal de oxígeno para la democracia.
Aunque algunos fueron efímeros, su presencia demostró que la boleta podía ser un espejo de la diversidad nacional.
El país descubrió que la pluralidad también podía gobernarse.
Las elecciones de 1979
Los frutos llegaron en 1979. Más de cien curules de oposición entraron a la Cámara de Diputados. El PAN incrementó su presencia con figuras como Pablo Emilio Madero y Francisco José Paoli Bolio. El PCM llevó a Martínez Verdugo y a otros militantes históricos. El PDM obtuvo escaños que reflejaban la fuerza de su base católica. El Congreso, por primera vez en décadas, dejó de ser monólogo.
La Cámara dejó de ser un coro unánime.
Los debates parlamentarios ganaron en intensidad. Los panistas defendían el federalismo auténtico; los comunistas exigían justicia social; los sinarquistas promovían los valores cristianos. México escuchaba en tribuna un espectro ideológico inédito.
El pluralismo parlamentario fue el inicio de una transición lenta, pero irreversible.
El PRI mantenía mayoría, pero ya no era el único dueño de la voz pública. La diversidad había llegado para quedarse.
La reforma de 1977 fue el punto de no retorno de la hegemonía absoluta.
Con el Congreso de 1979, México estrenó una nueva etapa: aún lejana de la alternancia, pero mucho más cercana a la democracia representativa.
La tormenta de 1988 y el nacimiento del PRD
Del fraude electoral al surgimiento de una nueva izquierda organizada
La Corriente Democrática
En los años ochenta, el PRI enfrentaba su primera gran crisis interna. La economía se desplomaba tras la caída del petróleo, la deuda externa asfixiaba al país y la inflación devoraba los salarios. En ese contexto, un grupo de priístas históricos encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez formó la Corriente Democrática en 1987. Su reclamo era claro: democratizar la vida interna del partido y recuperar el nacionalismo revolucionario frente al giro neoliberal de Miguel de la Madrid.
Cuando un partido se cierra, sus propias filas buscan salida.
La Corriente Democrática encarnaba el malestar de miles de militantes priístas inconformes con el dedazo presidencial y con la designación de Carlos Salinas de Gortari como candidato oficial. Era una rebelión de memoria histórica contra el pragmatismo tecnocrático.
La fractura interna se volvió inevitable.
Los líderes de la Corriente fueron marginados y acusados de traidores. Pero su fuerza radicaba en algo mayor: el hartazgo popular frente a la corrupción, la represión y el estancamiento económico.
El Frente Democrático Nacional
Tras ser expulsados de los espacios de decisión priísta, los disidentes buscaron construir un frente más amplio. Así nació el Frente Democrático Nacional (FDN), una coalición de partidos de izquierda como el Partido Mexicano Socialista (PMS), el Partido Popular Socialista (PPS), el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y agrupaciones sindicales y campesinas. El candidato natural fue Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general Lázaro Cárdenas, símbolo de legitimidad histórica.
La unidad de la izquierda fue inédita.
Durante la campaña de 1988, Cárdenas recorrió el país en caravanas que desbordaban plazas públicas. Obreros, campesinos, estudiantes y profesionistas acudían a escucharlo. Sus discursos prometían recuperar la soberanía nacional, rescatar a los pobres y terminar con los excesos del PRI.
El miedo a perder se instaló en Los Pinos.
El FDN logró lo que nadie había conseguido en décadas: hacer pensar a millones de mexicanos que la alternancia era posible. El PRI ya no parecía invencible.
La caída del sistema
El 6 de julio de 1988 se celebraron las elecciones presidenciales más tensas de la historia moderna de México. La jornada fue masiva, pero la noche se convirtió en tragedia política. Durante el conteo de votos, el sistema de cómputo se interrumpió súbitamente. El secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, anunció la célebre frase: 'se cayó el sistema'.
El fraude se volvió palabra nacional.
La interrupción del conteo ocurrió justo cuando los reportes favorecían a Cárdenas. Días después, la Comisión Federal Electoral declaró ganador a Salinas de Gortari con 50.3% frente al 31.1% de Cárdenas. La oposición denunció fraude masivo: actas alteradas, urnas embarazadas y resultados inventados.
La confianza en el sistema electoral se derrumbó.
El país estalló en protestas. Miles de ciudadanos que habían participado por primera vez sintieron que su voto había sido robado. El gobierno de Salinas nació herido de ilegitimidad.
Un régimen puede sobrevivir a derrotas, pero no a fraudes descubiertos.
Del FDN al PRD
La derrota no significó el fin, sino el inicio de algo mayor. En 1989, el FDN dio paso a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Cárdenas, Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez encabezaron el nuevo partido junto con otros líderes de izquierda como Heberto Castillo. El PRD nació en medio de violencia: más de 500 militantes fueron asesinados en sus primeros años en estados donde enfrentaban a caciques priístas.
Del fraude nació un partido.
El PRD se convirtió en la voz de los excluidos. Sus mítines eran reprimidos, sus triunfos locales desconocidos, pero su sola existencia rompió el monopolio histórico del PRI y amplió el mapa político nacional.
El costo de desafiar al sistema fue alto.
El nuevo partido, a pesar de las pérdidas humanas, logró convertirse en la tercera fuerza política del país y en la casa de la izquierda mexicana.
La sangre de sus mártires fue también cimiento de su legitimidad.
Las huellas de 1988
La elección de 1988 cambió para siempre la política mexicana. Generó una cultura de desconfianza hacia las instituciones electorales, pero también sembró la convicción de que el cambio era posible. El trauma obligó al régimen a abrirse: en 1990 se creó el Instituto Federal Electoral (IFE), consejeros ciudadanos y nuevas reglas que buscaban garantizar transparencia.
La democracia mexicana nació de la desconfianza.
Para una generación completa, 1988 fue la primera lección cívica: votar no bastaba, había que defender el voto. Las imágenes de Cárdenas frente a multitudes, de protestas reprimidas y de urnas alteradas quedaron tatuadas en la memoria nacional.
El fraude de 1988 fue también el inicio de la transición democrática.
El PRD encarnó ese legado. En los años siguientes conquistó la Ciudad de México y consolidó la alternancia local en varias entidades. La tormenta de 1988 abrió el camino a la transición que culminaría en el año 2000 con la derrota del PRI en la presidencia.
De la herida de 1988 nació la convicción de que la alternancia era posible.
El IFE y la década de las transiciones
De árbitro oficial a institución ciudadana en los años noventa
De Baja California al IFE: los primeros pasos
El derrumbe de la confianza tras la elección de 1988 marcó la política mexicana. La sociedad exigía un árbitro distinto al gobierno, y la presión se tradujo en hechos concretos. En 1989, por primera vez un partido opositor ganó una gubernatura: Ernesto Ruffo Appel, del PAN, en Baja California. El acontecimiento rompió un tabú de más de sesenta años y demostró que la alternancia era posible.
La alternancia local abrió la puerta a la nacional.
Ese mismo clima de presión obligó a Salinas a impulsar la creación del Instituto Federal Electoral en 1990. Aunque al inicio aún tenía control gubernamental, incorporó consejeros ciudadanos y representantes de partidos. Fue la primera señal de que el Estado aceptaba compartir el poder con árbitros imparciales.
Un nuevo árbitro apareció en la cancha política.
La innovación más importante fue la credencial para votar con fotografía. Para millones de ciudadanos, tener ese documento significó por primera vez una identidad política segura y un voto menos vulnerable al fraude.
Las elecciones intermedias de 1991
El estreno del IFE llegó con las elecciones intermedias de 1991. El PRI recuperó la mayoría en la Cámara, impulsado por el Programa Nacional de Solidaridad, pero ya no era el mismo partido omnipotente. El PAN creció en el norte, en ciudades como Chihuahua y Monterrey, y el PRD, recién nacido, se abrió camino en zonas urbanas con fuerte presencia sindical y estudiantil.
El pluralismo comenzaba a reflejarse en la boleta.
A pesar de las denuncias de clientelismo, hubo un reconocimiento tácito de que el IFE ofrecía mayor orden y certeza. La sociedad descubría que los comicios podían ser disputados sin que el resultado estuviera escrito de antemano.
Las nuevas reglas dieron un piso más parejo, aunque imperfecto.
La experiencia de 1991 fue la primera señal de que el pluralismo estaba echando raíces en el Congreso.
1994: elecciones en medio de la tormenta
El año de 1994 fue el más convulso de la década: el levantamiento del EZLN en Chiapas, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y el de José Francisco Ruiz Massieu pusieron al país en crisis. En medio de ese clima, el IFE debía demostrar su capacidad.
La democracia mexicana probaba que podía resistir incluso en medio del caos.
Por primera vez participaron observadores internacionales acreditados. Las largas filas en las casillas mostraron un ánimo ciudadano inédito. Ernesto Zedillo ganó la presidencia, pero la oposición salió fortalecida: el PAN y el PRD ampliaron sus bancadas.
La pluralidad avanzaba en la práctica ciudadana, no solo en el discurso.
El 1994 dejó claro que la ciudadanía quería decidir su destino en las urnas y que la violencia política no podía sustituir al voto.
La reforma de 1996 y la autonomía plena
El punto decisivo llegó en 1996. Tras intensas negociaciones entre PRI, PAN y PRD, el IFE se transformó en un organismo plenamente autónomo. El secretario de Gobernación dejó de presidirlo, y el Consejo General quedó en manos de ciudadanos. Fue la conquista más importante de la oposición en décadas.
La autonomía fue conquista, no concesión.
Se regularon de forma más estricta las finanzas de los partidos, se garantizó acceso equitativo a los medios y se reforzó la fiscalización de campañas. Por primera vez, todos los actores aceptaron que el árbitro tenía autoridad sobre ellos.
La democracia se robustece cuando todos aceptan las reglas.
El nuevo IFE se convirtió en referente internacional, símbolo de que México avanzaba hacia una democracia confiable.
Un mapa político distinto
A finales de los noventa, el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. El Congreso se volvió arena de debate real. El PAN gobernaba varios estados del norte, el PRD se consolidaba en la Ciudad de México y el PRI aprendía a negociar o perder. La política mexicana descubría la pluralidad como práctica cotidiana.
El Congreso dejó de ser oficina de trámite para volverse arena de debate.
Las reformas y los avances del IFE crearon un ambiente de confianza en el voto. Cuando llegó el 2000, la alternancia dejó de ser sueño para convertirse en posibilidad cierta.
La hegemonía priísta se resquebrajaba a la vista de todos.
El árbitro electoral, fortalecido, garantizó que el cambio llegaría con urnas y no con violencia. Ese fue el verdadero legado de la década de las transiciones.
La transición se volvió irreversible.
La alternancia del 2000 y el triunfo de Vicente Fox
De la hegemonía priísta a la primera transición pacífica del poder en México
El desgaste del PRI en los noventa
La hegemonía priísta parecía eterna, pero en los noventa el edificio comenzó a resquebrajarse. La crisis de 1994, conocida como el 'error de diciembre', hundió a millones en la pobreza y exhibió la fragilidad del modelo económico. La corrupción se convirtió en un lastre imposible de ocultar y el PRI empezó a perder terreno en los congresos y en los estados.
El PRI estaba agotado y lo sabía.
El pluralismo legislativo de finales de los noventa mostró un país distinto: ya no había obediencia automática en la Cámara. El PRD gobernaba la Ciudad de México y el PAN consolidaba bastiones en el norte. El escenario de un cambio de partido en la presidencia dejó de ser una fantasía.
Las crisis desgastan más que la oposición.
La ciudadanía pedía alternancia y Ernesto Zedillo, consciente de ello, promovió reformas que dieron mayor autonomía al árbitro electoral. El propio PRI allanaba, sin quererlo, el camino hacia su derrota histórica.
El PRI ya no era invencible, era vulnerable.
Ese desgaste estructural fue el telón de fondo del año 2000, cuando la esperanza se volcó en un candidato disruptivo.
La irrupción de Vicente Fox
Vicente Fox irrumpió en la política nacional como una figura atípica. Empresario, ranchero y exejecutivo de Coca-Cola, había conquistado la gubernatura de Guanajuato en 1995, enfrentándose a un PRI que se resistía a ceder poder. Su estilo irreverente rompía con el tono acartonado de la clase política mexicana.
Fox convirtió su estilo personal en capital político.
Vestía botas, hablaba con frases coloquiales y se presentaba como un hombre común capaz de entender a la gente. Con ello conectaba con sectores sociales que antes no veían en el PAN una opción cercana. Fox construyó un relato claro: el cambio era posible y el PRI debía dejar Los Pinos.
El lenguaje sencillo y provocador fue su mejor arma.
Frente a un Francisco Labastida burocrático y un Cuauhtémoc Cárdenas desgastado, Fox parecía la opción fresca y viable.
La oposición se transformó en movimiento ciudadano.
La esperanza se depositó en su figura, convirtiéndolo en símbolo de la alternancia.
La campaña del 2000
La campaña presidencial de 2000 rompió moldes. Fox se apoyó en los 'Amigos de Fox', una red de financiamiento y voluntarios que innovó en el uso de la publicidad, los spots televisivos y el marketing político. Sus mítines desbordaban plazas y transmitían un ambiente festivo y esperanzador.
La campaña fue un grito de ruptura con el pasado.
El PRI apostó por su maquinaria territorial y el respaldo del aparato, pero no logró entusiasmar. Labastida nunca conectó emocionalmente con los votantes. Por su parte, Cárdenas enfrentaba su tercera contienda, pero la fuerza de 1988 se había diluido.
La ciudadanía exigía un nuevo relato político.
Fox capitalizó el hartazgo con frases directas: 'sacar al PRI de Los Pinos' y 'ya, hoy, ahora'. El discurso agresivo y esperanzador generó una ola imparable.
El cambio dejó de ser consigna y se volvió expectativa real.
La Alianza por el Cambio convirtió esa expectativa en una estructura electoral capaz de competir palmo a palmo contra el PRI.
El día de la elección
El 2 de julio de 2000 amaneció con filas largas en las casillas y un clima de tensión mezclado con entusiasmo. La participación ciudadana fue masiva, como si todo el país intuyera que estaba a punto de hacer historia. Conforme avanzaba el conteo, el triunfo de Fox se volvió irreversible: obtuvo más del 42% de los votos, frente al 36% de Labastida y el 17% de Cárdenas.
La jornada electoral se convirtió en un plebiscito contra el PRI.
Esa misma noche, el presidente Zedillo apareció en televisión para reconocer la derrota de su partido. La escena fue histórica: el PRI aceptaba su caída después de más de siete décadas ininterrumpidas en el poder.
La transición más esperada ocurrió sin violencia.
Las calles de todo México se llenaron de festejos espontáneos. Familias enteras salieron a celebrar con banderas, bocinas y lágrimas. Por primera vez, la alternancia presidencial era una realidad palpable.
La democracia mexicana demostró que podía madurar en paz.
El 2 de julio se convirtió en símbolo de la fuerza del voto como instrumento de cambio.
El significado histórico
El triunfo de Vicente Fox representó la culminación de un proceso de décadas. El voto ciudadano derribó la hegemonía más prolongada de América Latina y colocó a México en el mapa de las democracias que logran alternancia pacífica. Fue un antes y un después en la historia nacional.
La alternancia es la prueba de fuego de toda democracia.
El triunfo abrió enormes expectativas: se habló del 'gobierno del cambio', de reformas profundas y de una nueva relación entre poder y ciudadanía. Aunque muchas de esas promesas quedaron a medias, la victoria de Fox mantuvo intacto su valor histórico.
La historia no siempre cumple lo que promete, pero marca lo que es posible.
El PRI dejó de ser invencible y el PAN inauguró una nueva etapa política. El 2000 fue menos un final y más un principio: el país descubrió que la democracia podía ser vivida y no solo soñada.
El 2 de julio fue la certificación del poder ciudadano.
Con ello se cerró un ciclo de hegemonía y se abrió otro, lleno de incertidumbres, pero también de esperanza.
Entre alternancias y regresos: Calderón y Peña Nieto
De la esperanza del cambio a la restauración de viejas prácticas
2006: triunfo mínimo y legitimidad en disputa
La elección de 2006 se convirtió en uno de los episodios más tensos de la democracia mexicana. Felipe Calderón, del PAN, ganó por apenas 0.56% frente a Andrés Manuel López Obrador. El resultado encendió un conflicto poselectoral con plantones y movilizaciones que dividieron al país.
Un país dividido se convirtió en protagonista de su propia democracia.
El Tribunal Electoral validó la victoria de Calderón, pero la legitimidad quedó herida desde el inicio. La toma de posesión ocurrió en medio de protestas y con un Congreso sitiado por la confrontación.
La legitimidad política nació herida desde el inicio.
El sexenio comenzó marcado por la polarización, y la necesidad de mostrar autoridad llevó a Calderón a tomar decisiones drásticas.
La fractura electoral marcó toda la década.
México entendió que la alternancia podía ser conflictiva, pero inevitable.
La guerra contra el narcotráfico
En diciembre de 2006, buscando legitimarse Calderón lanzó su estrategia más polémica: la guerra contra el narcotráfico. Miles de soldados y marinos fueron desplegados en todo el país. El uniforme militar se convirtió en símbolo de un sexenio en el que la seguridad absorbió todo el debate.
La seguridad se volvió el eje del sexenio.
Los cárteles respondieron con más violencia, multiplicando ejecuciones, secuestros y desapariciones. La violencia rebasó las fronteras y alcanzó la vida cotidiana.
La política quedó atrapada en la espiral de violencia.
Familias enteras se desplazaron, ciudades se militarizaron y la percepción de miedo se volvió generalizada.
El miedo se volvió lenguaje común.
Aunque hubo avances en ciertos indicadores económicos, la imagen del gobierno se redujo al conteo de víctimas.
La guerra dejó más preguntas que certezas.
2012: el regreso del PRI con Peña Nieto
Tras dos sexenios de gobiernos panistas, el PRI regresó al poder en 2012 con Enrique Peña Nieto. Gobernador del Estado de México, se presentó como el rostro joven de un partido viejo. La campaña se apoyó en una estrategia mediática poderosa y en el respaldo de las televisoras.
El PRI volvió con traje nuevo pero con viejos vicios.
Peña Nieto prometió modernidad con el 'Pacto por México', firmado con PAN y PRD para impulsar reformas estructurales en energía, educación y telecomunicaciones.
La política recuperó consensos, pero perdió credibilidad en la calle.
El regreso priísta fue leído como una restauración del viejo régimen, aunque con discurso modernizador.
La restauración se disfrazó de innovación.
El triunfo del PRI mostró que la ciudadanía seguía dividida y que la democracia mexicana aún estaba en construcción.
El regreso confirmó que la transición no estaba cerrada.
Corrupción, escándalos y Ayotzinapa
El sexenio de Peña Nieto pronto quedó marcado por la corrupción y los escándalos. La 'Casa Blanca' de Angélica Rivera evidenció conflictos de interés. Gobernadores priístas fueron acusados de desvíos millonarios. La desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa en 2014 se convirtió en un parteaguas de indignación.
La corrupción volvió a ser la carta de presentación del PRI.
La indignación social se expresó en marchas multitudinarias, protestas universitarias y en redes sociales. México se sintió burlado y abandonado por su gobierno.
Cada escándalo restaba legitimidad al presidente.
La impunidad se volvió la imagen más clara del sexenio.
La corrupción fue la sombra más larga del regreso priísta.
El gobierno perdió capital político aceleradamente, y la ciudadanía acumuló un resentimiento que más tarde se traduciría en votos de castigo.
Ayotzinapa se convirtió en herida abierta de la democracia.
Balance de una década de contrastes
Entre 2006 y 2018 México vivió una década de claroscuros. El PAN entregó gobiernos marcados por la violencia y el PRI un sexenio hundido en la corrupción. La alternancia se demostró insuficiente para transformar las instituciones. La ciudadanía comprobó que el cambio de partido no era garantía de un cambio profundo.
La alternancia sin resultados genera desencanto.
La frustración social creció: la democracia se vivía, pero no se sentía. El Estado parecía incapaz de ofrecer seguridad, justicia o transparencia.
El desencanto se volvió semilla de una nueva esperanza.
La suma de violencia y corrupción preparó el terreno para un giro radical en 2018, cuando una fuerza distinta llegaría al poder con un mandato arrollador.
El hartazgo fue el motor de la siguiente transición.
La década cerró con la certeza de que el viejo ciclo debía concluir. Calderón y Peña Nieto, con sus diferencias, compartieron un mismo desenlace: el desgaste total.
De los contrastes nació un cambio inevitable.
El surgimiento de Morena y la reconfiguración del sistema
Del desencanto con la alternancia al nacimiento de una nueva hegemonía política
El desgaste de PRI y PAN
Después de 12 años de gobiernos panistas y un regreso priísta lleno de escándalos, la ciudadanía acumuló un hartazgo generalizado. Los gobiernos del PAN no lograron disminuir la violencia, y el PRI volvió para recordar viejos vicios de corrupción y autoritarismo.
El desencanto fue mayor que el entusiasmo inicial por la alternancia.
En cada elección intermedia, la confianza en las instituciones se erosionaba. La democracia parecía funcionar como mecanismo de competencia, pero no ofrecía resultados tangibles en seguridad, justicia ni bienestar.
La alternancia sin resultados dejó de ser ilusión y se convirtió en decepción.
Ese ambiente de frustración fue el caldo de cultivo perfecto para que una nueva fuerza política emergiera con fuerza.
La ciudadanía ya no pedía cambio de partido: pedía un cambio de régimen.
En ese vacío de credibilidad, Andrés Manuel López Obrador encontró la oportunidad de consolidar su proyecto político.
El desgaste de los partidos tradicionales se transformó en la plataforma de lo nuevo.
El nacimiento de Morena
Tras su salida del PRD, López Obrador fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), primero como asociación civil en 2011 y luego como partido en 2014. Su discurso recuperaba la crítica al neoliberalismo y prometía una 'Cuarta Transformación' que refundara la vida pública.
Morena nació del desencanto con las izquierdas tradicionales.
El partido se presentó como una fuerza de puertas abiertas: sumó militantes del PRD, ex priístas, ex panistas y ciudadanos sin partido. Su rápido crecimiento sorprendió al sistema.
La amplitud fue clave para su consolidación.
En pocos años pasó de ser un movimiento testimonial a competir seriamente por gobernaturas, congresos locales y presidencias municipales.
La rapidez de su ascenso fue inédita en la historia contemporánea mexicana.
El liderazgo de López Obrador fue el núcleo alrededor del cual Morena construyó su identidad.
El partido nació con rostro definido: el de su fundador.
La campaña de 2018
En las elecciones de 2018, López Obrador compitió por tercera vez por la presidencia. Esta vez encabezó la coalición 'Juntos Haremos Historia', integrada por Morena, el PT y el PES. Su campaña fue clara: combatir la corrupción, reducir la desigualdad y poner fin a la política neoliberal.
El mensaje de ruptura conectó con millones de mexicanos.
Mientras el PRI, con José Antonio Meade, cargaba con el desprestigio del sexenio de Peña Nieto, y el PAN se fragmentaba con Ricardo Anaya enfrentando divisiones internas, López Obrador representaba estabilidad y cambio a la vez.
La oposición parecía debilitada frente a una candidatura sólida.
La campaña recorrió todo el país con mítines masivos y una narrativa cercana a la gente común.
La sencillez del discurso fue parte de su fuerza.
Los ciudadanos lo veían como alguien distinto de la élite política tradicional.
La confianza se tradujo en un apoyo electoral histórico.
El triunfo arrollador
El 1 de julio de 2018, López Obrador ganó la presidencia con el 53% de los votos. Fue una victoria histórica: por primera vez desde 1988 un candidato lograba mayoría absoluta en las urnas. Su triunfo arrasó con los partidos tradicionales, relegando al PRI al tercer lugar.
El resultado fue un terremoto político.
Morena no solo conquistó la presidencia: también logró mayorías en el Congreso y ganó importantes gubernaturas. El mapa político cambió de un plumazo.
El PRI se derrumbó como nunca antes.
El PAN quedó reducido a bastiones regionales y el PRD prácticamente desapareció del escenario nacional.
La hegemonía cambió de manos en un solo día.
La magnitud del triunfo reflejó un mandato ciudadano contundente.
El voto se convirtió en castigo histórico contra el viejo sistema.
La reconfiguración del sistema de partidos
El triunfo de Morena reconfiguró el sistema de partidos. En pocos años, pasó de ser un movimiento emergente a partido hegemónico. El PRI, antes dominante, quedó relegado; el PAN buscaba sobrevivir como oposición, y el PRD enfrentaba su extinción.
El sistema entró en una nueva fase: de la alternancia a la hegemonía renovada.
El Congreso, los estados y la agenda pública giraron en torno a Morena. Los demás partidos se reagruparon en alianzas defensivas como 'Va por México'.
La oposición encontró en la unión su única estrategia viable.
El ascenso de Morena mostró que la democracia mexicana seguía viva, capaz de desplazar a los poderosos con el voto ciudadano.
El voto volvió a demostrar su poder transformador.
La Cuarta Transformación se convirtió en relato hegemónico y en nuevo eje de la política nacional.
El sistema de partidos quedó redefinido para una nueva era.
2018–2025: la nueva hegemonía y el futuro en disputa
De la esperanza del cambio al reto de consolidar la democracia en un sistema plural
Un mandato histórico
El sexenio iniciado en 2018 marcó un antes y un después en la política mexicana. Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia con más del 53% de los votos y con mayorías legislativas inéditas. El inicio estuvo acompañado de un clima de esperanza, donde millones de ciudadanos confiaron en que la llamada Cuarta Transformación refundaría la vida pública del país.
El triunfo se interpretó como una ruptura con el viejo régimen.
El poder se concentró en torno a Morena, mientras que PRI, PAN y PRD entraron en una crisis que los redujo a fuerzas secundarias. La hegemonía había cambiado de manos en un solo ciclo electoral.
El voto ciudadano redefinió el mapa político en un solo día.
Programas sociales y estilo personal de gobernar
La columna vertebral del nuevo régimen fueron los programas sociales universales. Pensiones para adultos mayores, becas para jóvenes, apoyos al campo y transferencias directas se consolidaron como símbolos de justicia social. Al mismo tiempo, las conferencias matutinas del presidente se convirtieron en el espacio privilegiado de comunicación y control de la agenda nacional.
El poder se construyó con apoyos directos a la ciudadanía.
La Guardia Nacional sustituyó a la Policía Federal, reforzando el papel de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública.
La militarización se volvió marca del sexenio.
El Congreso, dominado por Morena y sus aliados, funcionó como brazo legislativo, aprobando reformas clave en materia energética, educativa y laboral.
La centralización legislativa reflejó la fuerza de la mayoría oficialista.
Retos del periodo
El gobierno enfrentó pruebas mayores. La pandemia de COVID-19 marcó la mitad del sexenio, obligando a redirigir recursos y a mantener la continuidad de programas sociales en medio de la emergencia. La economía sufrió altibajos, y aunque hubo recuperación posterior, el crecimiento se mantuvo por debajo de las expectativas.
La pandemia se convirtió en el desafío más inesperado del periodo.
La violencia, lejos de disminuir, se mantuvo en niveles altos. La militarización de la seguridad se consolidó con la Guardia Nacional, pero la pacificación prometida nunca llegó.
La violencia siguió siendo la herida abierta de la democracia mexicana.
La polarización también marcó la política: el país vivió dividido entre simpatizantes incondicionales y críticos irreconciliables.
La polarización fue el costo de un liderazgo confrontativo.
La sucesión de 2024 y la reforma judicial
En 2024, Claudia Sheinbaum hizo historia al convertirse en la primera mujer presidenta de México. Su victoria confirmó la continuidad del proyecto lopezobradorista y consolidó la hegemonía de Morena más allá del liderazgo personal de su fundador. El resultado electoral dio un nuevo rostro a la Cuarta Transformación, pero mantuvo intacto su rumbo central.
La sucesión confirmó la fuerza de la hegemonía morenista.
Ya bajo su administración, una de las reformas más controvertidas se aprobó: la elección de jueces y ministros del Poder Judicial por voto popular. Morena la defendió como una forma de democratizar la justicia, mientras que críticos la señalaron como un riesgo para la independencia judicial.
La reforma judicial reconfiguró el equilibrio de poderes.
El hecho no fue debate: fue una transformación consumada que abrió un nuevo capítulo institucional.
El Poder Judicial se convirtió en el epicentro de la nueva política mexicana.
Balance 2018–2025
El ciclo 2018–2025 cerró con un país transformado por una nueva hegemonía. Morena dominó la escena política, las oposiciones sobrevivieron gracias a alianzas coyunturales, y la ciudadanía comprobó que el voto podía seguir redefiniendo el sistema. Los programas sociales fortalecieron la legitimidad del régimen, pero la violencia, la polarización y los riesgos a los contrapesos siguieron como deudas abiertas.
El sexenio cambió la relación entre poder y ciudadanía.
La llegada de Claudia Sheinbaum confirmó que la hegemonía podía trascender a su fundador, y la reforma judicial mostró hasta qué punto el país estaba dispuesto a reinventar sus instituciones.
El futuro inmediato quedó marcado por continuidad y concentración.
La democracia mexicana cerró este periodo activa pero frágil, capaz de generar hegemonías, pero también de ponerlas a prueba. La lección más clara fue que ninguna hegemonía es eterna y que el voto sigue siendo la última defensa de la pluralidad.
El ciclo 2018–2025 concluyó con un país distinto, lleno de certezas sociales y deudas institucionales.
El pulso de la democracia mexicana
El recorrido de los partidos políticos en México, desde sus raíces decimonónicas hasta el periodo 2018–2025, deja una certeza: la democracia mexicana nunca ha sido un río manso. Es un cauce que avanza con remolinos, saltos y retrocesos, y que se redefine cada vez que la ciudadanía decide volver a empujar con su voto.
El ciclo que va del partido de Estado a la hegemonía renovada de Morena es, en esencia, la historia de un país que no se resigna a la inmovilidad.
Durante décadas, el PRI dominó la escena con disciplina férrea; después, la alternancia llegó con promesas de modernidad que pronto se vieron manchadas por la violencia y la corrupción. Cuando la decepción parecía definitiva, surgió un nuevo actor capaz de canalizar la frustración colectiva y convertirla en poder hegemónico.
El periodo 2018–2025 fue más que un gobierno: fue una refundación del mapa político.
La victoria de López Obrador, la continuidad con Claudia Sheinbaum y la reforma judicial marcaron una etapa en la que el país volvió a discutir de frente su modelo institucional. Con aciertos y errores, con luces y sombras, México confirmó que la democracia no es una línea recta, sino un camino hecho de disputas, polarización y resistencia.
Hoy, el poder parece concentrado en una sola fuerza. Pero la historia recuerda que ninguna hegemonía es eterna. La pluralidad sigue viva en los contrapesos institucionales, en la resistencia de la oposición y, sobre todo, en la voluntad ciudadana.
El voto mexicano —tantas veces minimizado, tantas veces arrebatado— sigue siendo el gran protagonista.
Es la última defensa frente al abuso, el último puente entre esperanza y realidad, el último recurso para que la historia no se detenga.
El cierre del ciclo 2018–2025 no es un punto final. Es una pausa en medio de un trayecto mayor, donde lo que está en disputa no es solo el poder, sino el rumbo mismo de la nación. La democracia mexicana, herida y vigorosa al mismo tiempo, se mantiene en movimiento. Esa es, quizás, su mayor fortaleza.
(By Notas de Libertad).









































