top of page
Fondo negro

LA LEYENDA

30

WhatsApp Image 2025-05-16 at 10.03.57.jpeg

La Leyenda 30: Treinta razones para seguir sintiendo
 
No todas las semanas valen lo mismo. Hay días que se olvidan con facilidad, y hay domingos —como este— que llegan con otra densidad, con otro tono, con un eco distinto. Treinta veces ha salido esta columna al encuentro del lector, no solo con palabras, sino con alma. Y hoy, más que nunca, queremos decirlo sin rodeos: seguir escribiendo es seguir creyendo.
 
Treinta entregas que no se dictan desde la comodidad, sino desde la conciencia. Desde la emoción verdadera. Desde la intuición de que aún hay quienes buscan algo más que ruido o consigna: quieren sentido, quieren verdad, quieren belleza.
 
Aquí no traemos certezas absolutas, pero sí preguntas honestas.
No ofrecemos dogmas, pero sí miradas.
No repetimos lo que ya se ha dicho, porque lo que nos importa es lo que aún no se ha sentido.

 
Esta columna ha caminado por la política y por la poesía, por la denuncia y por la nostalgia, por la cocina que abraza y por las historias que desgarran. Aquí caben la ternura, la memoria, el enojo y la esperanza. Porque todo eso forma parte de la vida. Y la vida —con todo su caos y su hermosura— merece contarse.
 
La Leyenda 30 no celebra un número: celebra la constancia de una intención.
La intención de no callar.
La intención de no mentir.
La intención de tocarte, aunque sea con una sola línea.

 
Hay quienes piensan que el mundo ya no escucha.
Pero nosotros creemos en los que aún leen con el alma.
En los que se detienen un momento para pensar, para recordar, para volver a sentir.

 
Soy Wintilo Vega Murillo.
Y esta es la entrega número treinta.
Pasa. Lee. Respira.
Aquí no prometemos respuestas, pero sí compañía.
Que cada palabra encuentre su lugar en ti.
Y si logra quedarse contigo aunque sea un rato…
entonces habrá valido la pena.

portada.png

Índice de Contenido

-Bienvenida.

 

/… Cuando el alma se sienta a escribir: Bienvenidos a La Leyenda 30

 

(By Notas de Libertad).

 

 ————————————————————————

 

-Pláticas con el Licenciado 1

 

/… El largo camino hacia el poder absoluto: crónica del desencanto político mexicano

De los escombros de la esperanza al experimento de la reforma judicial

 

(By operación W).

 

 ————————————————————————

 

-Agenda del Poder:

 

/… Una boleta que pesa: Libia, la justicia y la desobediencia partidista

/… Un voto que sacude conciencias: el aborto y el empate en Guanajuato

Cuando legislar implica mirar al alma de una sociedad

/… A 32 años de la PRODHEG: la defensa de los derechos como camino institucional y deber moral

/… Una Secretaría sin partituras: el extravío cultural en Guanajuato

/… “Justicia en las urnas: el poder que también se vota”

Un domingo que puede cambiar el rostro del derecho y de la república.

(By Operación W).

 

  ————————————————————————

 -Alimento para el alma.

“Sé que te amaré”

“Eu Sei Que Vou Te Amar”

DE: Vinicius de Moraes

Sobre el poema: Eu sei que vou te amar: Amar con la certeza del alma

Sobre el autor: Vinicius de Moraes: el poeta que escribió con vino, amor y alma

Si quieres escucharlo en la voz de: Naluz

 

(By Notas de Libertad).

————————————————————————

 

 -“Rincones y Sabores: La guía completa para el alma, el paladar y la vida”

 

/… Sierra Gorda de Guanajuato: Donde la vida respira con otro ritmo

(By Notas de Libertad).

 

/… Xichú: Donde el alma canta con violín

(By Notas de Libertad).

/… Atarjea: El susurro del viento entre las montañas

(By Notas de Libertad).

/… Doctor Mora: Donde la tierra se honra con trabajo y fe

(By Notas de Libertad).

/… Santa Catarina: El suspiro más hondo de la Sierra Gorda

(By Notas de Libertad).

/…  Victoria: El alma discreta de la Sierra Gorda

(By Notas de Libertad).

 

/… Tierra Blanca: La voz pausada de la Sierra Gorda

(By Notas de Libertad).

/… San José Iturbide: Corazón industrioso de la Sierra Gorda

(By Notas de Libertad).

/… San Luis de la Paz: Fortaleza viva de la Sierra Gorda

(By Notas de Libertad).

 

————————————————————————

 

-Del Cielo a la Historia, Los Ecos del Calendario.

 

Domingo de 1 junio al sábado 7 de junio.

 

Santoral.

 

    Efemérides Nacionales e Internacionales.

 

Conmemoración de Días Nacionales e Internacionales.

 

La huella exacta de cada día

Hay algo sagrado en mirar atrás con el alma despierta.

No para vivir del pasado, sino para no vivir sin él.

Porque la historia no solo se escribe: se honra, se canta, se recuerda.

 

En cada semana hay un mapa escondido.

Un santo que encendió su fe hasta las últimas consecuencias.

Un día que sacudió a un país y lo obligó a despertar.

Una causa que sigue latiendo en quienes no bajan la voz.

 

Esta sección no es un calendario: es una resonancia.

Es la voz de los que ya no están, el fuego de lo que aún arde y la brújula de lo que viene.

Aquí el tiempo no se mide en horas, sino en huellas.

Y cada huella que aparece es una invitación a sentir, a entender, a seguir.

 

Del cielo a la historia…

Aquí la fe tiene nombre.

La historia, sentido.

Y cada conmemoración… memoria viva.

 

 

(By Notas de Libertad).

 

  ————————————————————————

 

-Al Ritmo del Corazón: Música para recordar el ayer.

 

/… Los Ángeles Negros: La nostalgia que canta con alma chilena

*Con un click escucha sus 20 éxitos Originales

(By Notas de Libertad).

 

/…  Lionel Richie: El alma suave de una era inolvidable

*Con un click escucha Greatest Hits

(By Notas de Libertad).

 

  ————————————————————————

 

- ¿Qué leer esta semana?

 

“Papillón”

 

De: Henri Charrièr

 

Resumen: Papillon: El vuelo imposible de la libertad

 

Sobre el Autor: Sobre el autor: Henri Charrière: El hombre que le puso alas a la desesperación

(By Notas de Libertad).

 

————————————————————————-

 

-Pláticas con el Licenciado 2.

 

/… “Los Arquitectos del Poder: 105 políticos que redibujaron la historia del mundo”

Donde el poder toma forma: 105 veces en que la historia tuvo rostro y nombre

 

Hay quienes piensan que el poder es una abstracción. Que se respira en los pasillos del gobierno, que se imprime en los periódicos o se grita en las plazas.

Pero los que hemos vivido la política de cerca sabemos una verdad más honda: el poder tiene voz, rostro, cuerpo y sombra.

(By operación W).

Bienvenida.png
Cuando el alma se sienta a escribir: Bienvenidos a La Leyenda 30

Hay domingos que no llegan: despiertan.
Despiertan al recuerdo que habías escondido en un cajón del alma.
Despiertan a esa rabia antigua que se volvió dignidad.
Despiertan al niño que fuiste, al adulto que resiste, al ser humano que no se rinde.

 
Hoy no es un domingo cualquiera.
Hoy se escribe la entrega número treinta de esta columna que no sabe fingir.
Aquí no hay letras por compromiso ni frases para quedar bien.
Aquí la palabra late, respira, lucha.
Aquí se escribe con entrañas, con nostalgia, con coraje y con amor.
 
La Leyenda no es solo una columna: es un espejo de lo que somos cuando dejamos de fingir.
 
Es la mirada que no baja los ojos ante la injusticia.
Es la voz que no se acomoda al poder, ni se vende al mejor postor.
Es el rincón donde la poesía se junta con la verdad,
donde la memoria se sienta a la mesa, y la política se desnuda sin maquillaje.
 
Esta no es una bienvenida: es una invitación a sentir.
 
A recordar que fuimos pueblo antes que audiencia.
Que tuvimos sueños antes de tener deudas.
Que aprendimos a resistir sin aplausos, a querer sin garantías, a creer sin aval.
 
La Leyenda 30 es un plato servido con palabras calientes.
Aquí no hay frases recalentadas ni discursos en conserva.
Aquí todo se cocina con fuego lento y alma despierta.
Se sirve lo que nutre: la duda, la memoria, la rebeldía.
Se sirve lo que arde: la verdad que muchos callan.
 
Aquí vienen los que ya no se tragan la versión oficial,
los que no piden permiso para pensar,
los que han llorado en silencio y han seguido caminando.
Los que creen en el amor como trinchera, en la palabra como hogar.
 
Aquí viene el que fue traicionado pero no aprendió a traicionar.
El que no tiene poder, pero tiene conciencia.
El que sigue creyendo que la vida es más que sobrevivir.

 
Hoy empieza una nueva entrega.
Pero no es una más: es un acto de resistencia, de ternura, de fuego.
Gracias por llegar hasta aquí.
Gracias por no apagar la luz.
Gracias por traer contigo la esperanza, la duda, la herida, la fe.
Porque esta columna no está completa sin ti.
Adelante.
Pasa.
Siéntate donde el alma se sienta a escribir.
La plática ya comenzó.
 
(By Notas de Libertad).

Platicas1.png

El largo camino hacia el poder absoluto: crónica del desencanto político mexicano

De los escombros de la esperanza al experimento de la reforma judicial
 
Todo lo que fuimos perdiendo en el camino
 

En política, lo más peligroso no es el adversario, sino la esperanza traicionada. México no llegó al poder absoluto por casualidad. No fue un salto repentino, ni una decisión colectiva tomada de un día para otro. Fue un camino lento, lleno de decepciones, de silencios cómodos, de oposiciones blandas y de instituciones que poco a poco fueron dejando de ser confiables. Y todo comenzó, como comienzan las grandes heridas, con una promesa incumplida.
 
Corría el año 2000 y el país entero vibraba con algo que muchos creímos imposible: el PRI, después de 71 años en el poder, había sido derrotado. Vicente Fox, aquel ranchero de botas y voz aguardentosa, había conseguido lo que generaciones de demócratas soñaron: sacar al partido de Estado de Los Pinos. La calle estallaba de júbilo. Gente abrazándose, banderas ondeando, lágrimas de quienes nunca pensaron ver el cambio en vida. Había nacido una esperanza distinta. Pero muy pronto descubrimos que la alternancia sin transformación es solo maquillaje.
 
Fox llegó al poder con todo a su favor y decidió gastarlo en frivolidad. Prefirió los titulares cómicos a los compromisos históricos. En lugar de derribar al viejo sistema, lo invitó a desayunar. El “hoy, hoy, hoy” se convirtió en “después, después, después”, y donde se necesitaban reformas, ofreció ocurrencias. Donde urgía liderazgo, entregó bromas. Así se fue diluyendo la esperanza, como se evapora el agua bajo el sol del desierto.
 
A la par, en la capital del país, otra historia comenzaba a escribirse. En 1997, Cuauhtémoc Cárdenas había sido electo jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, y por primera vez los capitalinos eligieron a su gobernante. Fue el inicio del poder para la izquierda, en una ciudad donde la desigualdad convivía con la historia. En el 2000, por decisión política de Ernesto Zedillo, se permitió que un hombre de Tabasco, sin residencia legal en la ciudad, compitiera y ganara esa jefatura. Su nombre era Andrés Manuel López Obrador.
 
Muchos lo subestimaron. Lo vieron como un dirigente regional, como un político más. Pero él, con una narrativa de justicia social y un discurso frontal, comenzó a sumar lealtades. No solo fue gobernando, fue construyendo algo más profundo: una conexión emocional con millones de personas que se sentían ignoradas. Mientras los partidos tradicionales hacían política entre salones y cócteles, él caminaba colonias, escuchaba en plazas, abría micrófonos y hablaba de frente.
 
La historia de cómo llegó al poder absoluto comienza aquí. Cuando la esperanza nacida en el 2000 se convirtió en frustración, y esa frustración encontró en él un canal, una figura, una causa.
 

El desafuero que parió a un mártir
 
En 2004, López Obrador era ya una figura nacional. Lo sabían en el PAN, en el PRI, en las embajadas y en las encuestas. Por eso, se fraguó una jugada legal para evitar que compitiera en 2006. Se trataba de inhabilitarlo por un caso administrativo menor: la apertura de una calle hacia un hospital en un terreno en litigio. La historia recordará aquel episodio como “el desafuero”.
 
La intención era clara: descarrilar su carrera presidencial antes de que llegara a la boleta.
Pero no previeron lo más importante: la respuesta del pueblo. La Ciudad de México se volcó a las calles. No por simpatía ideológica, sino por sentido de justicia. Nadie quería volver a los tiempos donde el poder decidía quién podía o no competir.
 
Las imágenes de aquel Zócalo lleno, de ese silencio ensordecedor de más de un millón de personas con los brazos cruzados en señal de protesta, quedarán en la memoria política del país. Y en medio de esa escena, López Obrador se convirtió en algo más que un político: se volvió mártir. Se volvió símbolo. El gobierno de Fox, con su torpeza política, no lo eliminó: lo fortaleció como figura nacional.

 
El proceso fue retirado, el desafuero cayó por su propio peso, y López Obrador salió más fuerte de lo que entró. Pero el daño institucional ya estaba hecho. Había quedado claro que los partidos tradicionales estaban dispuestos a todo para frenar al único político que no podían controlar. Y ese mensaje se grabó, profundo, en el alma popular.
 

El 2006: cuando se rompió el espejo de la democracia
 
La elección de 2006 fue la más polarizada de las que me ha tocado vivir. De un lado, Felipe Calderón, candidato del PAN; del otro, López Obrador, quien encabezaba todas las encuestas. Y entre ellos, el miedo, la manipulación mediática y la sospecha de una elección intervenida desde el poder.
 
La frase “un peligro para México” se repitió miles de veces en televisión. Se sembró en el imaginario colectivo una idea: López Obrador no debía llegar, por ningún motivo. Cuando los resultados preliminares dieron una diferencia mínima a favor de Calderón, estalló la inconformidad. El “voto por voto” se volvió consigna nacional. El país se partió en dos.
 

Aquel plantón de Reforma no fue solo un berrinche. Fue la expresión de millones que sintieron que el sistema electoral no era confiable. Calderón asumió la presidencia por la puerta trasera, en medio de empujones. Comenzó así un sexenio marcado por la sospecha y por la necesidad de legitimarse… a cualquier costo.
 

Ese costo fue la guerra. Una guerra que nadie pidió y que lo cambió todo. Pero esa historia merece su propio capítulo. Por ahora, basta decir que en 2006 se rompió el espejo de la democracia mexicana. Y cuando un pueblo deja de confiar en sus elecciones, deja de confiar en todo lo demás.
 

La guerra que desató el miedo
 
Felipe Calderón llegó a la presidencia como quien gana una apuesta sin aplausos. Lo hizo por un margen mínimo, por una legalidad cuestionada, con medio país en contra y sin legitimidad en la conciencia social. Así, como quien se sabe huésped incómodo, buscó la única forma de afirmarse: declaró la guerra.
 
No fue una guerra simbólica ni metafórica. Fue literal. Se sacaron a los militares a las calles, se blindaron ciudades, se crearon comandos especiales. Enfrentar al crimen organizado fue el pretexto. Pero el país no estaba listo para que la guerra se convirtiera en rutina. Y así fue. Lo que en un inicio pareció una estrategia, pronto se volvió un espiral de sangre.
 
Miles de muertos, decenas de miles de desaparecidos, cientos de miles de familias marcadas para siempre. No era un combate entre soldados y delincuentes: era una tragedia nacional. La guerra sin reglas terminó tocando a todos. En pueblos y ciudades, en escuelas y oficinas, en el transporte público y en los hogares. Nadie se sentía seguro. Nadie sabía ya quién era el enemigo.
 
En medio de ese clima de zozobra, Calderón buscó imponer orden, pero no logró paz. Las instituciones se desgastaron aún más. La policía se volvió sospechosa, el Ejército desgastado, la justicia fragmentada. Y el crimen se reconfiguró. Lo que antes eran cárteles identificables, se volvieron células más pequeñas, más violentas y más impredecibles. El país perdió el control del miedo.
 
El PRI resucitado y la frivolidad en el poder
 
Cuando parecía que todo estaba dicho, el 2012 trajo de vuelta al PRI.
Como si el ciclo se cerrara, como si los errores del PAN fueran pretexto para regresar al pasado. Enrique Peña Nieto, joven, sonriente, bien vestido, representaba una cara nueva para un partido viejo. Y el país, cansado de guerra, quiso creer que el regreso traería estabilidad.
 
Peña prometió reformas, modernidad, acuerdos. Y al principio, las formas parecían funcionar. Se firmó el Pacto por México, se impulsaron cambios estructurales, se aplaudía la “nueva imagen” del país. Pero muy pronto quedó claro que el fondo seguía igual o peor.
 
La Casa Blanca fue solo el símbolo. Ayotzinapa, la tragedia. Los escándalos de corrupción se volvieron semanales. Los gobernadores saqueaban estados enteros. Las estafas se documentaban a la vista de todos. Y mientras tanto, el presidente sonreía. Peña Nieto no entendía que gobernar un país dolido requería algo más que marketing.
 
La frivolidad se instaló en el poder. La distancia entre el gobierno y el pueblo fue cada vez más evidente. Y lo más grave: la justicia se volvió espectáculo y la impunidad costumbre.
La gente dejó de esperar algo del poder. Y cuando un pueblo ya no espera, es porque está dispuesto a cambiarlo todo.
 
Ayotzinapa: la herida que nunca cerró
 
Hay heridas que no necesitan bisturí. Basta una noche, una llamada perdida, un rostro desaparecido. Ayotzinapa fue eso: una herida que se abrió en el alma de México y que, desde entonces, sangra sin tregua. Cuarenta y tres estudiantes desaparecidos, un gobierno ausente, una verdad oficial que nadie creyó. El país entero se estremeció. No por una tragedia más, sino porque ese crimen lo gritó todo de golpe: el Estado no estaba del lado de la gente.
 
El “ya me cansé” del entonces procurador se convirtió en eslogan del desencanto. Las calles se llenaron de marchas, las redes de indignación, las plazas de velas y pancartas. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” dejó de ser consigna para volverse plegaria. Nadie confiaba en nadie. Y mientras las familias de los normalistas peregrinaban buscando respuestas, el presidente sonreía en eventos de gala.
 
No hubo explicación suficiente. No hubo castigo real. Solo impunidad. Solo silencio. Solo burla institucional. Y eso dolió más. Porque cuando el gobierno no responde ante los muertos, mucho menos escucha a los vivos. Ayotzinapa fue el punto de quiebre para muchos que aún daban el beneficio de la duda. La duda murió esa noche. Lo que quedó fue dolor, indignación… y una necesidad urgente de voltear la página.
 
El nacimiento de Morena: cuando el desencanto se volvió movimiento
 
Morena no nació de la estrategia. Nació del hartazgo. Fue el recipiente donde se fue acumulando el dolor, la frustración, la impotencia, la rabia. Mientras los partidos tradicionales se dividían en cuotas, siglas y pleitos internos, López Obrador recorría el país una y otra vez. A pie, en carretera, sin reflectores. Y en cada pueblo, en cada plaza, recogía algo: el desencanto convertido en voto futuro.
 
Ya no bastaba el PRD. Ya no bastaba ser oposición testimonial. Se necesitaba un nuevo instrumento. Morena fue eso. Un movimiento convertido en partido. Un partido que hablaba con las palabras que el pueblo entendía. Sin tecnicismos. Sin promesas abstractas. Con rabia sí, pero también con esperanza.
 
Muchos no creyeron. Dijeron que era una ocurrencia, que no cuajaría, que no pasaría del registro. Pero lo que no entendieron es que Morena no necesitaba convencer a los de arriba: ya había conquistado a los de abajo. Y cuando se siembra abajo, la cosecha no tarda. En 2015 ganó la Ciudad de México. En 2016 se consolidó en el Congreso. En 2017 ya era el favorito en todas las encuestas. No fue suerte. Fue trabajo. Fue presencia. Fue una conexión construida durante años de rechazo, derrota y convicción.
 
La elección de 2018: la revancha hecha revolución pacífica
 
Llegó el 1 de julio de 2018 y no hubo duda. El país votó en paz, pero con una decisión tan profunda que fue, sin exagerar, una especie de plebiscito moral. O se seguía por el camino de siempre, o se daba un golpe de timón. Y el pueblo decidió. Con más del 50% de los votos, con mayoría en el Congreso, con estados enteros pintados de guinda. Fue más que una victoria. Fue una reivindicación histórica.
 
Aquella noche en el Zócalo no hubo júbilo arrogante. Hubo llanto, sí. Hubo abrazos. Pero sobre todo hubo algo distinto: alivio. Como si millones de personas que habían sido ignoradas por décadas sintieran, al fin, que su voz valía
. López Obrador no llegó al poder montado en estructuras corruptas ni en maquinaria electoral: llegó en hombros. Cargado por millones de historias, de dolores, de sueños. No fue el candidato de Morena. Fue el candidato de los que ya no creían en nada.
 
La oposición quedó deshecha. El PRI en ruinas, el PAN sin brújula, el PRD olvidado. Y en medio de ese escenario, el pueblo reconquistó el derecho a ilusionarse. Era el momento de la esperanza. Pero también el inicio de una nueva exigencia: la de no repetir los errores de los que fueron derrotados.
 
El poder y el espejo: los primeros años de la 4T

 
El gobierno de López Obrador empezó con una legitimidad inédita. Pocos presidentes habían tenido tanta aprobación, tanto respaldo, tanto margen para actuar. Y comenzó la autodenominada Cuarta Transformación. No como política de ajustes, sino como una narrativa de refundación. La promesa era cambiarlo todo: desde las élites hasta la forma de entender el poder.
 
Se combatieron privilegios, se eliminaron partidas fastuosas, se implementaron programas sociales a gran escala. Pero también llegaron los excesos. La centralización del poder, la desconfianza hacia los órganos autónomos, el choque constante con la prensa, el debilitamiento de contrapesos. No pocos comenzaron a preguntarse si la transformación sería también una concentración.
 
Pero el respaldo popular seguía. Cada mañana, el presidente hablaba desde Palacio Nacional. Y millones lo escuchaban. Para muchos, era por fin alguien que se parecía a ellos. Para otros, era un líder que no entendía los límites del cargo. Pero todos sabían que estaba ahí, decidiendo, liderando, imprimiendo una huella propia al tiempo político.
 
Y en el horizonte, comenzaba a dibujarse el relevo. No era solo un gobierno. Era un proyecto que buscaba perdurar. Y ese proyecto tenía nombre: Claudia Sheinbaum.
 
Claudia Sheinbaum y la promesa del relevo fiel
 
Claudia no irrumpió. No gritó. No se impuso. Llegó con paso sereno, con hoja de vida académica, con trayectoria en la izquierda, con disciplina y convicción. Fue jefa de Gobierno de la Ciudad de México, donde mostró orden, cercanía y capacidad. No fue protagonista de escándalos. No fue presa de las cámaras. Su forma de hacer política era otra. Más técnica, más silenciosa, más firme.
 
Para muchos, Sheinbaum era continuidad.
Para otros, una transición natural. Para algunos, la esperanza de que la Cuarta Transformación no fuera solo carisma, sino también estructura, institucionalidad y permanencia. La primera mujer presidenta. La heredera del movimiento. La figura que debía demostrar que Morena no era solo López Obrador.
 
Y con ella, llegó también el momento de mayor prueba: la reforma judicial. Un proyecto que cambiaría la forma de nombrar jueces y ministros. Un intento de devolver al pueblo una voz en el Poder Judicial. O un intento, según sus críticos, de debilitar el equilibrio entre poderes. La discusión estaba abierta. El país, otra vez, dividido. Pero esta vez con algo nuevo en juego: no solo el futuro del poder, sino el futuro de la justicia.
 
La reforma judicial: entre el reclamo y el riesgo
 
Reformar el Poder Judicial ha sido una de las banderas más polémicas del presente. Bajo la premisa de que los jueces no representan al pueblo, de que el Poder Judicial se ha vuelto un bastión de privilegios, nació la propuesta de que sean los ciudadanos quienes elijan directamente a jueces, magistrados y ministros.
 
La propuesta no es menor. Cambiar el modo en que se estructura el tercer poder de la República no es reformar un procedimiento: es redefinir el equilibrio institucional de todo el sistema. Para algunos, representa un acto de democratización auténtica, de justicia popular, de ruptura con una élite que se blindó en togas y resoluciones inalcanzables. Para otros, representa el mayor peligro para la división de poderes desde 1917.
 
Lo cierto es que el debate ha sido contaminado por el encono político. Los argumentos jurídicos se ahogan entre gritos y etiquetas. Nadie parece escuchar con claridad lo que está en juego: no solo el nombramiento de funcionarios, sino el futuro de cómo se imparte justicia en México. Si la reforma prospera, y prospera sin cuidado, podríamos asistir a la politización irreversible del poder judicial. Pero si no se hace nada, el descrédito de jueces y tribunales seguirá creciendo. La pregunta ya no es quién tiene la razón, sino si el país tiene la madurez institucional para hacer cambios sin romperse a sí mismo.
 
¿Qué viene después del poder absoluto?
 
El mayor riesgo del poder absoluto es que no sepa cuándo detenerse. Morena ha acumulado un poder que ningún otro partido tuvo desde hace décadas. Tiene la presidencia, el Congreso, la mayoría de los gobiernos estatales, y ahora va por el Poder Judicial. Y aunque ese poder se haya logrado por la vía democrática, por la voluntad mayoritaria, no deja de plantear una pregunta fundamental: ¿puede una sola fuerza gobernar sin escucharse a sí misma?
 
Porque el problema de tenerlo todo es que también se tiene toda la responsabilidad. Ya no hay pretextos. Ya no hay culpas heredadas. Todo lo que funcione será aplaudido, sí. Pero todo lo que falle, todo lo que duela, todo lo que destruya, será cargado en la cuenta de quienes hoy gobiernan.
 
En el país ya no hay margen para la arrogancia. Lo que viene requiere humildad, escucha, reconciliación. Porque si algo ha demostrado la historia de los últimos veinticinco años es que el pueblo mexicano puede tener paciencia, pero nunca resignación. Que, así como entregó el poder absoluto con un voto, también puede retirarlo con otro. No hay destino escrito. Hay voluntad. Y esa, en México, cambia cuando la esperanza se rompe.
 
Lo que aprendimos (y aún estamos aprendiendo)
 
Esta crónica no pretende dictar verdades. Pretende hacer memoria. Porque sin memoria, lo que nos queda es repetir. Lo que nos trajo aquí no fue un solo error, ni un solo nombre, ni una sola traición. Fue una cadena. Fue un país que se llenó de silencios. De instituciones que olvidaron a quién servían. De partidos que cambiaron principios por cargos. De líderes que no supieron renunciar a sus egos. Fue una sociedad que toleró demasiado, y que cuando despertó, lo hizo con fuerza.
 
Aprendimos que la democracia sin justicia no es democracia. Que el poder sin límites se corrompe. Que los ciudadanos quieren que los escuchen, no que los convenzan. Y que la política no es un deporte para profesionales: es la forma en que se administra el dolor y la esperanza de un país. Si no se hace con dignidad, termina en ruina.
 
Claudia Sheinbaum y la hora de la responsabilidad
 
Claudia Sheinbaum tiene en sus manos un momento histórico. No solo por ser la primera mujer en la presidencia. No solo por ser heredera de un movimiento que nació desde el descontento. Tiene en sus manos la oportunidad de demostrar que el poder también puede ejercerse con límites, con serenidad, con visión de país.
 
Su reto no es fácil. Gobernar con tanto respaldo puede parecer cómodo, pero en realidad es la mayor de las pruebas. Porque ahora todo será evaluado sin intermediarios. Las decisiones, los errores, los aciertos, las omisiones. Ya no hay otro a quien culpar. Es su tiempo. Su momento. Su responsabilidad.
 
Si sabe leer la historia, entenderá que el pueblo no espera perfección, pero sí decencia. No espera milagros, pero sí dirección. No espera ideología, sino resultado. Si lo entiende, puede marcar un nuevo rumbo. Si no, puede repetir los errores que ella misma denunció. Y el país, con la misma fuerza que un día confió, puede un día exigir cuentas. El poder absoluto, mal entendido, termina solo. El poder ejercido con humildad, puede perdurar.
 
El país que merecemos
 

México no necesita salvadores. Necesita instituciones fuertes, partidos dignos, liderazgos que no se crean dueños de la verdad. Lo que el pueblo ha demostrado es que sabe esperar, pero también sabe castigar. Que vota con esperanza, pero también con memoria.
 
Merecemos un país donde los jueces sean confiables, los políticos decentes, los medios libres y los ciudadanos escuchados. Un país donde el poder no se celebre como botín, sino se asuma como carga ética.
Merecemos un país que no vuelva a caer en los errores de siempre. Y si eso depende de quienes hoy gobiernan, también depende de quienes aún vigilan.
 
Porque la historia, al final, no la escriben los que mandan, sino los que resisten. Y resistir, en México, es un acto de esperanza. Que así sea.
(By operación W).

Agenda del Poder.png

Un voto que sacude conciencias: el aborto y el empate en Guanajuato

Cuando legislar implica mirar al alma de una sociedad
 
Un debate que no se puede esconder bajo la alfombra

 
El jueves 29 de mayo, el Congreso del Estado de Guanajuato vivió una jornada legislativa que difícilmente se olvidará. Se sometió a votación un dictamen que planteaba despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 12 semanas. No hubo festejo, pero tampoco derrota: el resultado fue un empate, 18 votos a favor, 18 en contra. Eso significa que el dictamen no fue aprobado ni rechazado. Volverá al Pleno esta misma semana, y todo podría cambiar.
 
No se trató de una sesión cualquiera. Fue una confrontación abierta, directa y civilizada de dos visiones de mundo. De un lado, quienes piden que las mujeres de Guanajuato tengan derecho a decidir. Del otro, quienes consideran que toda vida, incluso la que apenas comienza, debe ser protegida sin excepciones. Y entre ambos, una sociedad que observa, se informa, debate, se duele, se enoja y se moviliza.
 

Guanajuato: entre la fe, la historia y los nuevos vientos
 
Durante años, el estado ha sido emblema de conservadurismo legal en materia de derechos reproductivos. Su Constitución reconoce el derecho a la vida desde la concepción. Su Código Penal sanciona con prisión el aborto inducido. Y su historia reciente está marcada por episodios donde mujeres pobres fueron encarceladas tras abortos espontáneos o clandestinos. Sin embargo, desde hace más de una década, ninguna mujer ha sido sentenciada en Guanajuato por abortar.
 
Eso no significa que el problema se haya resuelto. Al contrario. Decenas de mujeres continúan enfrentando investigaciones judiciales por interrumpir sus embarazos, mientras otras, con los medios necesarios, viajan a estados donde el aborto ya es legal. Y esa desigualdad entre quien puede y quien no puede, es lo que ha hecho que el debate ya no se pueda evadir.
 

Las razones de cada quien: entre convicciones y heridas
 
A favor de la despenalización se han pronunciado colectivos feministas, organizaciones de salud, partidos de izquierda y voces jurídicas que recuerdan que la Suprema Corte ya ha declarado inconstitucional criminalizar el aborto. Hablan de la dignidad de las mujeres, del derecho a decidir sobre su cuerpo, de la necesidad de justicia social y de salud pública.
 
Del lado contrario, los argumentos también son firmes. Provienen de agrupaciones religiosas, ciudadanos comprometidos con la defensa de la vida y legisladores que consideran que el aborto no debe ser un derecho, sino una excepción médica o penal. Ellos también tienen historias, creencias y razones. Y en democracia, todas las razones deben caber en el debate.
 

Votar con el corazón, pero legislar con la razón
 
El dictamen que se votó no era una ocurrencia. Incluía una propuesta integral: eliminar el delito de aborto hasta la semana 12, incorporar servicios de salud reproductiva públicos y gratuitos, y armonizar otras leyes estatales para garantizar que ninguna mujer fuera perseguida por decidir no continuar con un embarazo.
 
Y a pesar del empate, lo más sorprendente es que Guanajuato estuvo a un voto de cambiar su historia legislativa. Eso no había ocurrido jamás. De 36 diputados presentes, la mitad votó a favor. Algunos rompieron líneas partidistas. Otros se abstuvieron o no votaron. Pero todos sabían que tenían frente a sí una decisión que va mucho más allá de las urnas.
 

Lo que viene: otra votación, otra oportunidad
 
La próxima semana, el dictamen volverá al Pleno. Hay tres escenarios posibles: que alguien cambie su voto y se apruebe; que alguien falte o vote distinto y se rechace; o que el empate persista, lo que lo enviaría al siguiente periodo ordinario. Es decir, nada está escrito. El desenlace está abierto.
 
Sea cual sea el resultado, habrá reacciones. Si se aprueba, el estado tendrá que modificar su marco legal y su sistema de salud. Si se rechaza, el tema podría escalar a la Suprema Corte. Si se pospone, la presión social continuará. Lo cierto es que, desde ya, el debate está transformando la conversación pública, las convicciones personales y la forma en que se entiende la justicia.
 

Cuando la política se asoma al alma
 
El aborto no es solo un tema legal ni médico. Es un tema íntimo, social, ético y profundamente humano. Quien lo juzgue sin conocer una historia, está a medio camino. Quien lo apoye sin entender las implicaciones, también. Y quien legisle sin escuchar ambas partes, sin leer sentencias, sin mirar a los ojos de las mujeres y sin reconocer las creencias del pueblo, estará legislando a ciegas.
 
Lo que ocurra esta semana en el Congreso de Guanajuato dirá mucho de nuestra capacidad para construir acuerdos a partir del disenso. De nuestra madurez democrática. Y de nuestra valentía para reconocer que hay momentos donde el poder no está en imponer, sino en entender. Y en legislar pensando no en la siguiente elección, sino en la siguiente generación.
 
En Guanajuato, la historia se escribe con votos. Pero también con respeto. Y con corazones abiertos a escuchar. Porque a veces, el verdadero poder no está en tener la razón, sino en tener la voluntad de comprender.
 
(By operación W).

Alimento.png

“Sé que te amaré”
“Eu Sei Que Vou Te Amar”

De: Vinicius de Moraes

Sé que te amaré Eu Sei Que Vou Te Amar Sé que te amaréEu Eu sei que vou te amar 
Por toda mi vida te amaré Por toda a minha vida, eu vou te amar 
En cada despedida te amaré Em cada despedida, eu vou te amar 
Desesperadamente Desesperadamente 
Yo se que te amaré Eu sei que vou te amar   Y cada verso mío será Eu cada verso meu será 
Para contarte Pra te dizer 
Que yo se que te amaré Que eu sei que vou te amar 
Por toda mi vida Por toda a minha vida   Sé que voy a llorar Eu sei que vou chorar 
Con cada ausencia tuya lloraré A cada ausência tua, eu vou chorar 
Pero cada giro tuyo borrará Mas cada volta tua há de apagar 
Lo que tu ausencia me ha hecho O que esta tua ausência me causou   Sé que sufriré Eu sei que vou sofrer 
La eterna desgracia de vivir A eterna desventura de viver 
Esperando vivir a tu lado A espera de viver ao lado teu 
Por toda mi vida Por toda a minha vida   Yo se que te amaré Eu sei que vou te amar 
Por toda mi vida te amaré Por toda a minha vida, eu vou te amar 
En cada despedida te amaré Em cada despedida, eu vou te amar 
Desesperadamente Desesperadamente 
Yo se que te amaré Eu sei que vou te amar   Y cada verso mío será E cada verso meu será 
Para contarte Pra te dizer 
Que yo se que te amaré Que eu sei que vou te amar 
Por toda mi vida Por toda a minha vida   Sé que voy a llorar Eu sei que vou chorar 
Con cada ausencia tuya lloraré A cada ausência tua, eu vou chorar 
Pero cada giro tuyo borrará Mas cada volta tua há de apagar 
Lo que tu ausencia me ha hecho O que esta tua ausência me causou   Sé que sufriré Eu sei que vou sofrer 
La eterna desgracia de vivir A eterna desventura de viver 
Esperando vivir a tu lado A espera de viver ao lado teu 
Por toda mi vida Por toda a minha vida

Si quieres escucharlo en la voz de: Naluz

Sobre el poema: Eu sei que vou te amar: Amar con la certeza del alma
 
“Eu sei que vou te amar” no es simplemente un poema. Es una promesa hecha con palabras que arden. Es la declaración de quien ya no vive solo en la piel, sino en el alma compartida con el ser amado. Es la certeza absoluta de que, más allá del tiempo, del dolor, de las pausas y las ausencias, el amor persistirá.
El poema se sostiene en un recurso que parece simple, pero que es de una fuerza emocional arrolladora: la repetición. “Eu sei que vou te amar” (sé que voy a amarte) se convierte en un mantra, una afirmación que atraviesa cualquier duda. No es que tal vez, no es que si se dan las condiciones, no es que mientras dure: es un saber absoluto.
Repetir ese verso es abrazar al amor como destino. Cada línea reafirma lo inevitable, como si el amor fuera un hecho físico, una ley de la existencia.
Vinicius no escribe desde un presente feliz y compartido, sino desde la nostalgia de lo que aún no llega o de lo que se ha ido. El hablante no se dirige al amor como si estuviera en brazos del otro, sino como quien lo espera o lo recuerda. La frase “Por toda a minha vida” (Por toda mi vida) aparece como una segunda piel de cada promesa.
Y ese amor que se anticipa o se recuerda no depende del tiempo presente. Vive en la memoria y en la esperanza. Incluso si el amor hiere, incluso si la ausencia duele, él va a seguir amando. Ese es el pacto íntimo del poema: amar aunque duela, aunque falte, aunque no haya retorno.
En este poema, el amor no es una elección, es una vocación. El hablante no decide amar: ya está hecho. El amor es algo que ya sabe que sucederá y que ya lo habita incluso antes de consumarse. Amar es su tarea vital. Su identidad. Su condena hermosa.
Vinicius escribió el poema y luego lo transformó en letra de canción junto a Tom Jobim, en una de las más inolvidables fusiones de música y poesía de Brasil. Su interpretación —y la de tantos otros artistas que lo han cantado— vuelve inmortal cada verso. Las palabras se vuelven suspiros con ritmo, confesiones con melodía.
Pero lo más poderoso es que cada persona que escucha el poema o la canción se convierte en protagonista. Todos hemos amado así alguna vez, o hemos querido amar así: con la fuerza de lo inevitable. El poema es espejo de quien ama con todo, aún en la distancia, aún con el alma rota, aún sin garantías de retorno.
Ese es el núcleo de “Eu sei que vou te amar”. Porque no hay mayor valentía que seguir amando. Y no hay mayor belleza que la de un amor que no pide nada a cambio, que sobrevive a la ausencia, que persiste en el alma cuando todo lo demás se ha ido.
¿Y tú, lector… alguna vez amaste así?
 
 

Sobre el autor: Vinicius de Moraes: el poeta que escribió con vino, amor y alma
 
No todos los hombres que nacen poetas se permiten vivir como tales. Vinicius de Moraes sí. Vivió entre versos y pasiones, entre la música de los cuerpos y el murmullo de los bares, entre el vino tinto, los amigos y una nostalgia que lo acompañó como una segunda voz.
Nació en Río de Janeiro en 1913, pero nunca fue del todo de este mundo. Desde joven, su sensibilidad desbordaba las páginas. Escribía como si le doliera no hacerlo, como si callar fuera un acto contra natura. A los veinte años ya publicaba su primer libro, y con él comenzaba una carrera literaria que jamás conocería el silencio.
Vinicius no fue un autor de biblioteca encerrada ni de solemnidades académicas. Fue diplomático, bohemio, cronista, guionista, compositor, enamorado empedernido y poeta hasta el último sorbo de vida. Le gustaba tanto el arte como la vida, y nunca quiso elegir entre uno y otro.
En su poesía no hay monumentos ni patrias de mármol. Hay besos, hay mujeres, hay camas deshechas, hay cuerpos desnudos, hay esperas en la madrugada y amores que duelen más que una herida abierta.
No hablaba del amor: lo encarnaba. Lo vivía. Lo sufría. Fue un hombre que amó muchas veces, y en cada una de esas veces creyó que sería para siempre.
Pero no bastaba con escribir: Vinicius encontró en la música un segundo idioma. Al encontrarse con Tom Jobim, inventaron la bossa nova, esa fusión dulce de samba, jazz y susurros del alma.
El poeta se volvió letra, y la letra se volvió canción. Y ahí está el milagro: sus poemas dejaron de vivir en libros y comenzaron a vivir en la voz de la gente.
Vinicius no vivía con moderación. Vivía a fondo, sin reservas. Lo sabían sus compañeros músicos, sus amantes, sus lectores y sus camaradas de bohemia.
En cada reunión, en cada noche larga, en cada borrachera lúcida, surgía un verso, un recuerdo, una canción. Donde otros se perdían, él escribía. Donde otros callaban, él suspiraba en voz alta.
Su paso por la diplomacia fue tan decoroso como fugaz. Representó a Brasil en el mundo, pero nunca dejó de representar al amor en sus textos. Fue censurado, fue elogiado, fue amado y también discutido. Pero nunca fue ignorado.
Murió en 1980, pero nunca se fue del todo. Sus poemas siguen ahí, acariciando a los solitarios, inspirando a los enamorados, cantando en las guitarras de los trovadores del mundo.
Vinicius de Moraes no fue un poeta encerrado en el tiempo. Fue un hombre con grietas, con pasiones desbordadas, con errores humanos y una sensibilidad sobrenatural.
Su legado —aunque no le gustaban las palabras solemnes— no es una estatua: es una canción en la radio, un poema doblado en el bolsillo, una copa de vino compartida, un “te amo” que aún suena verdadero.

(ByNotas de Libertad).

Rincones.png

Sierra Gorda de Guanajuato: Donde la vida respira con otro ritmo

Una travesía por el alma más alta y serena del estado
Hay territorios que no solo se visitan, se viven. Regiones que no se atraviesan: se escuchan, se respiran, se caminan con el alma abierta. 
Así es la Sierra Gorda de Guanajuato.
Una porción de tierra donde el silencio no es vacío, sino eco sagrado. Donde las montañas no son obstáculos, sino guardianas de una identidad que no se rinde ni se disfraza. Donde el tiempo no corre: acompaña.


Ocho municipios, una esencia compartida
Desde las notas alegres de un violín en Xichú hasta el rumor pausado de Tierra Blanca, esta serie de crónicas busca más que describir: quiere honrar. 
Ocho municipios que no compiten por atención ni buscan escapar del mapa: viven en sus propios términos, con un sentido de comunidad y arraigo que desarma a cualquier prisa.
Cada uno tiene su voz, su sabor, su tono. Atarjea, con su aire que huele a pino y a dignidad. Doctor Mora, tierra fértil de manos trabajadoras. Santa Catarina, la joya escondida que canta bajito. Victoria, con su alma discreta pero firme. San José Iturbide, de rostro moderno pero corazón de sierra. San Luis de la Paz, vigía de la historia. 
Todos distintos. Todos necesarios.
 

Cuando el paisaje también es memoria
Aquí, la naturaleza no es solo un fondo de postal. 
Es protagonista. Es fuerza. Es cultura.
La Sierra Gorda no se vende en catálogos, no se mide en estrellas ni en reseñas de redes sociales. Se descubre en los ojos de su gente, en sus ferias, en sus silencios cargados de sentido. En un caldo servido con respeto. En una calle sin pavimentar pero con nombre de héroe. En un domingo que empieza con misa y termina con jarana.


Más que una guía, una promesa de reencuentro
“Rincones y Sabores” no es una bitácora turística. 
Es un abrazo escrito.
Una forma de decir que todavía hay lugares donde la vida sabe diferente, donde el corazón no necesita disfrazarse para sentirse pleno. Esta entrega es eso: 
una invitación a mirar al noroeste del estado no como una periferia, sino como un centro espiritual, donde la raíz no se ha podrido y la esperanza aún florece.
 
 
(By Notas de Libertad).

delcielroalahistoria.png

Domingo 1 al Sábado 7 de junio

La huella exacta de cada día
Hay algo sagrado en mirar atrás con el alma despierta.
No para vivir del pasado, sino para no vivir sin él.
Porque la historia no solo se escribe: se honra, se canta, se recuerda.
 
En cada semana hay un mapa escondido.
Un santo que encendió su fe hasta las últimas consecuencias.
Un día que sacudió a un país y lo obligó a despertar.
Una causa que sigue latiendo en quienes no bajan la voz.
 
Esta sección no es un calendario: es una resonancia.
Es la voz de los que ya no están, el fuego de lo que aún arde y la brújula de lo que viene.
Aquí el tiempo no se mide en horas, sino en huellas.
Y cada huella que aparece es una invitación a sentir, a entender, a seguir.
 
Del cielo a la historia…
Aquí la fe tiene nombre.
La historia, sentido.
Y cada conmemoración… memoria viva.

Domingo 1 de junio
San Justino Mártir – Filósofo cristiano del siglo II, defensor de la fe ante el imperio romano.
Nuestra Señora de la Luz – Advocación mariana, patrona de León, símbolo de protección espiritual.
San Íñigo de Oña – Abad español del siglo XI, modelo de caridad y vida monástica.
San Vistano – Príncipe inglés asesinado por defender principios morales.
Beato Teobaldo Roggeri – Laico italiano que vivió con humildad sirviendo a los pobres.
 
 
Lunes 2 de junio
San Marcelino y San Pedro – Mártires romanos del siglo IV, símbolo de firmeza en la fe.
San Erasmo de Formia – Obispo y mártir, patrono de marineros.
San Eugenio I – Papa del siglo VII, defensor de la ortodoxia.
San Guido de Acqui – Obispo italiano, recordado por su sabiduría pastoral.
Santo Domingo Ninh – Mártir vietnamita que no renunció a su fe cristiana.
 
 
Martes 3 de junio
San Carlos Lwanga y compañeros – Mártires ugandeses que murieron por negarse a renunciar al cristianismo.
San Juan Grande – Religioso español que dedicó su vida al cuidado de enfermos.
San Lifardo – Presbítero francés que vivió en retiro y oración.
Beato Andrés Caccioli – Franciscano italiano de profunda vida espiritual.
San Kevin de Glendalough – Monje irlandés, fundador de un importante monasterio.
 
 
Miércoles 4 de junio
Santa Noemí – Figura bíblica del Antiguo Testamento, ejemplo de fe y fidelidad.
San Francisco Caracciolo – Fundador de una orden religiosa, devoto de la Eucaristía.
Beato Felipe Smaldone – Sacerdote italiano, educador de sordos y ciegos.
San Gualtero de Servigliano – Monje penitente, ejemplo de humildad.
San Quirino de Siscia – Obispo mártir, arrojado a un río por su fe.
 
 
Jueves 5 de junio
San Bonifacio de Maguncia – Misionero anglosajón, llamado “Apóstol de Alemania”.
Beato Fernando de Portugal – Infante real que murió en cautiverio por su fe.
Beato Pacífico Ramati – Predicador franciscano y mártir.
Beato Sancho de Córdoba – Mártir en la España musulmana.
Santos Eoban y compañeros – Compañeros mártires de San Bonifacio.
 
 
Viernes 6 de junio
San Marcelino Champagnat – Fundador de los Hermanos Maristas, dedicados a la educación.
San Alejandro de Fiésole – Obispo italiano, defensor de su pueblo.
San Norberto de Magdeburgo – Reformador monástico y arzobispo.
San Colman – Obispo irlandés venerado por su piedad.
San Eustorgio II – Obispo de Milán, modelo de liderazgo cristiano.
 
 
Sábado 7 de junio
San Isaac de Córdoba – Monje español martirizado en tiempos de persecución.
Beata Ana de San Bartolomé – Discípula de Santa Teresa, misionera del Carmelo.
San Antonio María Gianelli – Obispo y fundador de una congregación religiosa femenina.
San Colmán de Dromore – Obispo irlandés, fundador de monasterios.
San Roberto de Newminster – Abad inglés conocido por su vida de oración.

RitmoCorazon.png

Música para recordar el ayer

Los Ángeles Negros: La nostalgia que canta con alma chilena

Hay agrupaciones que nacen para hacer música, y otras que nacen para quedarse a vivir en el alma. Los Ángeles Negros pertenecen a ese segundo linaje. Porque no se trata solo de canciones: se trata de heridas que suenan, de nostalgias que se vuelven himno, de amores que se recuerdan con una voz quebrada y una guitarra de fondo.
 
Esta es la historia —tan viva como sus melodías— de un grupo que partió desde la provincia chilena y terminó acariciando los corazones de toda América Latina con un estilo que fue bolero, fue rock, fue soul, y fue sobre todo sentimiento puro.
 

Nacimiento entre la bruma de San Carlos
 
Corría 1968 cuando un grupo de jóvenes talentosos y sensibles, provenientes de San Carlos, Chile, decidieron formar una agrupación musical. No tenían nada asegurado, salvo la pasión, el deseo de tocar y el nombre que los marcaría para siempre: Los Ángeles Negros. El origen del nombre tiene su propia mística. En tiempos donde abundaban nombres psicodélicos y anglosajones, ellos apostaron por uno que, aunque extraño, sonaba a contradicción hermosa: ángeles, pero negros. Luz y sombra. Cielo y abismo. Como la vida misma.
 
El vocalista original, Germaín de la Fuente, se convirtió pronto en una figura legendaria. Su voz, aguda y melancólica, parecía haber sido creada por los dioses del desamor. Y la agrupación, con su mezcla de bolero tradicional y sonidos modernos —órgano eléctrico, guitarra psicodélica y bajo contundente— creó un estilo único que hoy es considerado pionero de la balada romántica latinoamericana.
 

El sonido que enamoró a los tristes
 
Hay voces que acompañan, y otras que desnudan. Germaín no cantaba, suplicaba. No interpretaba, sangraba. Y con él, Mario Gutiérrez en la guitarra —miembro fundador y eterno custodio del grupo— tejía paisajes de dolor y ternura.
 
Desde su primer gran éxito, “Porque te quiero”, la banda marcó una ruta que parecía escrita por el destino. Pero sería con “Y volveré”, la canción que cruzó fronteras y rompió almas, que se convirtieron en una leyenda. No hubo rincón en América Latina donde no se escuchara ese lamento suave, ese juramento dolido, ese eco de quien ama a pesar de todo.
 
La música de Los Ángeles Negros no era para las fiestas: era para las madrugadas. Para ese instante donde el recuerdo se sienta a beber con la soledad. “Murió la flor”, “Déjenme si estoy llorando”, “Como quisiera decirte”… cada título era un espejo, y cada nota una lágrima con fondo de guitarra.
 

Migración, fracturas y resurrecciones
 
El éxito no siempre es paz. Las tensiones internas pronto derivaron en rupturas. En 1974, Germaín dejó la agrupación para formar su propio proyecto, y la banda continuó con nuevos vocalistas. Algunos pensaron que ese sería el fin. Se equivocaron. Mario Gutiérrez, alma silenciosa del grupo, mantuvo encendida la llama. Con otros cantantes y distintas alineaciones, Los Ángeles Negros siguieron tocando, grabando, llevando su sonido a nuevos públicos.
 
A pesar del cambio de rostros, la esencia se mantuvo: romanticismo a flor de piel, instrumentación rica y ese toque soul que los distinguía. La agrupación echó raíces profundas en México, donde encontró un segundo hogar y donde su música fue adoptada como parte de la identidad sonora del país.
 

El legado sin fecha de caducidad
 
Lo que en los años setenta parecía una moda romántica, con el tiempo se reveló como algo mucho más profundo: una escuela de sensibilidad. Los Ángeles Negros no solo influenciaron a otros grupos románticos; también inspiraron a artistas de rock, pop e incluso de hip hop. Prueba de ello es el tributo que les rindieron bandas como Los Bunkers, o las múltiples veces que su música ha sido sampleada por grupos internacionales.
 
Su obra no envejece. Porque el dolor del amor sigue siendo el mismo. Porque hay generaciones nuevas que descubren en sus canciones un refugio. Porque la nostalgia no tiene fecha de expiración.
 

Una historia de fidelidad al corazón
 
Hoy, más de cincuenta años después de su fundación, Los Ángeles Negros siguen en pie, tocando, grabando, emocionando. Ya sin Germaín, pero con el espíritu intacto. Ya sin la juventud de entonces, pero con el peso glorioso de haber construido un idioma universal: el idioma de los sentimientos.
 
La suya no es la historia de una banda cualquiera. Es la historia de cómo un grupo de jóvenes chilenos logró que el desamor sonara hermoso, que la tristeza se pudiera cantar y que la pena no solo se llorara, sino se bailara también, con ternura.
 

Porque volverán. Siempre vuelven.
 
Y sí. Volverán. Aunque los tiempos cambien, aunque las modas pasen, aunque los discos ya no se vendan como antes. Volverán cada vez que alguien escuche esa frase: “Y volveré… a tus brazos otra vez…” y se le humedezcan los ojos sin querer.
 
Porque hay canciones que son parte del alma. Y hay grupos que no mueren, porque habitan donde la emoción nunca se apaga.
 
Los Ángeles Negros no solo existen. Resisten. Persisten. Y acompañan.

 

(By Notas de Libertad).
 

Déjenme si Estoy Llorando

Si las Flores Pudieran Hablar

Murió la Flor

Lionel Richie: El alma suave de una era inolvidable

Hay voces que se cuelan en la historia con estruendo, y otras que entran de puntillas… pero se quedan para siempre. Lionel Richie es de estas últimas. No necesitó gritar para hacerse eterno, no requirió escándalos para conquistar el mundo. Le bastaron un piano, una voz de terciopelo y letras que parecían escritas directamente desde el corazón de quien ama con calma, sufre con dignidad y recuerda con ternura.
 
Es el poeta de la balada soul, el hombre que le dio un nuevo idioma al amor y que hizo que medio planeta suspirara con sus canciones. Su vida, como su música, ha sido una mezcla de armonía, superación y elegancia emocional.
 

De Alabama al mundo: el nacimiento de un romántico
 
Lionel Brockman Richie Jr. nació un 20 de junio de 1949 en Tuskegee, Alabama, cuna de músicos, activistas y soñadores. Desde muy joven, mostró interés por la música, influido por los sonidos del góspel, el soul y el jazz que respiraban las calles de su entorno. Estudió economía en la Tuskegee Institute, pero su verdadera vocación estaba en las notas musicales que escribía en los márgenes de sus apuntes.
 
Su primera gran irrupción en el mundo musical fue como parte de The Commodores, banda emblemática de los años 70 que comenzó tocando funk contagioso y terminó enamorando al público con baladas inolvidables como “Three Times a Lady” o “Still”, ambas escritas por Richie. Ahí, el mundo descubrió que detrás de su sonrisa tímida y su peinado afro, había un alma vieja con sensibilidad de trovador.
 

El salto a la eternidad: su carrera como solista
 
En 1982, Richie emprendió su vuelo en solitario. Y no caminó… voló. Su álbum debut, simplemente titulado “Lionel Richie”, incluyó himnos como “Truly” y “You Are”, que lo colocaron de inmediato como uno de los artistas más queridos de la década.
 
Pero sería con “Can’t Slow Down” (1983) donde alcanzaría la cima. Este álbum lo convirtió en un fenómeno global: “All Night Long” puso a bailar al planeta entero, “Hello” arrancó suspiros en todos los idiomas, y “Stuck on You” mostró su capacidad de mezclar el soul con toques country sin perder autenticidad.
 
Lionel no solo cantaba: acariciaba con la voz. No seducía: inspiraba confianza. Cada una de sus canciones era una confesión. No había arrogancia, solo emoción pura. Su estilo era elegante, sin pretensiones, pero profundamente humano.
 

La voz de la esperanza
 
En 1985, Richie dio un paso más allá de los escenarios cuando, junto a Michael Jackson, escribió “We Are the World”, canción emblemática del movimiento USA for Africa. Ese tema no solo recaudó millones para combatir el hambre, sino que selló el lugar de Lionel como un artista comprometido, con visión más allá del aplauso.
 
Su carrera continuó durante los años noventa y dos mil con altibajos comerciales, pero nunca dejó de crear. Ni de emocionar. Supo adaptarse, reinventarse, colaborar con nuevas generaciones, pero sin perder nunca su esencia.
 

Padre, ícono y leyenda
 
Más allá del escenario, Lionel ha sido padre amoroso (su hija adoptiva es Nicole Richie, figura televisiva), mentor de jóvenes talentos y embajador de la música soul. En los últimos años, su papel como jurado en American Idol ha demostrado que su carisma sigue intacto: cálido, empático, sabio. Nunca busca brillar más que los jóvenes, sino ayudarlos a encontrar su luz.
 
Y es que el brillo de Richie no es el del reflector: es el de la calidez humana. Su música no busca aplausos vacíos, sino silencios cómplices. No vive de la nostalgia, aunque es el hogar natural de los corazones nostálgicos.
 

La eternidad escrita en notas suaves
 
“Say You, Say Me”, “Endless Love”, “Easy”, “Ballerina Girl”, “Dancing on the Ceiling”… ¿quién no guarda en su memoria alguna tarde, alguna lágrima o algún beso acompañado por una de estas melodías?
 
Escuchar a Lionel Richie es como abrir una carta escrita a mano. Es regresar a un tiempo donde las canciones tenían alma, donde el amor se decía sin cinismo, donde bailar con alguien era también prometerle ternura.
 
Y aunque los años pasen, hay algo que se mantiene intacto: el efecto Richie. Ese instante en que su voz suena, y uno suspira. No por el pasado, sino por la belleza de sentir… todavía.
 
Porque mientras haya corazones que amen, habrá canciones de Lionel Richie.
Y mientras haya canciones suyas, el mundo seguirá siendo un poco más amable.

(By Notas de Libertad).

Hello

Endless Love (Con Diana Ross)

Say You, Say Me

Que leer.png

“Papillón”

De: Henri Charrièr

Resumen: Papillon: El vuelo imposible de la libertad
 
Hay historias que no nacen para contarse: nacen para romperse, para ser sobrevividas. Papillon, la novela autobiográfica de Henri Charrière, es una de ellas. No es solo un relato de cárceles, islas y huidas imposibles. Es el testimonio brutal y conmovedor de un hombre condenado al infierno que decidió no perder su alma. No hay lugar para la pausa en estas páginas. Cada línea arde como un clavo al rojo vivo. Y sin embargo, es imposible soltar el libro, porque lo que cuenta no es ficción: es el vuelo real de un hombre que se negó a ser jaula.
 
Henri Charrière —“Papillon”, por el tatuaje de mariposa que lleva en el pecho— es condenado injustamente por un crimen que jura no haber cometido. Lo mandan al penal más temido de todos los tiempos: la Guayana Francesa. Allí, donde la humedad fermenta la desesperanza y los guardias no castigan, torturan, comienza un largo viaje que no es solo geográfico: es el tránsito de un hombre por los bordes del abismo humano.
 

El presidio como inframundo
 
El presidio no es un lugar: es una máquina de triturar. Las celdas están hechas con hierro, pero la verdadera cárcel está en la mente. Ahí es donde Papillon se rebela. Desde el primer día sabe que su único objetivo es escapar, no sobrevivir. Porque sobrevivir en ese entorno sería aceptar la derrota. Y él no vino a eso. Vino a probar que la voluntad, cuando se abraza con rabia y dignidad, puede romper los barrotes más gruesos.
 
Los compañeros de celda son ladrones, asesinos, violadores. Algunos amigos, otros amenazas. Pero todos, sin excepción, son sombras de lo que fueron. Papillon, en cambio, resiste. Hace amigos inolvidables como Louis Dega, un falsificador de cuello blanco que se convierte en su hermano en la desgracia. Juntos comparten golpes, hambre, esperanzas remotas y hasta locuras. Pero sobre todo, comparten humanidad. Porque entre la crueldad, el miedo y la podredumbre, Papillon logra mostrar que incluso entre ruinas, el ser humano puede seguir brillando.
 
Las huidas imposibles
 
Una y otra vez, Papillon intenta escapar. Y una y otra vez, lo atrapan. Desde balsas improvisadas hasta alianzas con indígenas, desde conspiraciones entre rejas hasta fugas imposibles por acantilados y selvas que muerden, su vida se convierte en una sucesión de desafíos que parecerían inventados si no fueran tan desesperadamente humanos. Cada fuga es un canto a la dignidad, un grito de libertad que sacude al lector: ¿qué estarías dispuesto a hacer por tu vida, si tu vida ya no te pertenece?
 

Papillon no solo huye de una prisión física. Escapa del olvido, de la injusticia, del silencio forzado. Cada paso en falso es una lección. Cada azote una marca. Cada caída, una reafirmación de que aún no está vencido. Hasta que un día, por fin, se lanza desde un acantilado con bolsas de cocos como flotadores, hacia un mar bravo, hambriento, traicionero… Y vuela. Contra todo pronóstico, vuela.
 
El alma que no se rinde
 
La novela no es una glorificación de la violencia ni una fantasía heroica. Es una reflexión dolorosa y hermosa sobre lo que significa vivir sin libertad. Papillon se convierte en símbolo, no por escapar, sino por negarse a aceptar que su vida podía valer menos que un error judicial. El sistema intentó borrarlo, encerrarlo, aplastarlo. Pero lo único que logró fue revelar de qué estaba hecho: de huesos, piel, hambre… y fuego.
 
Henri Charrière escribió Papillon muchos años después de su huida definitiva, ya en libertad. Pero lo escribió con una memoria que aún sangraba. Su relato no pide lástima: exige respeto. No se excusa, no se victimiza. Solo cuenta. Con una prosa directa, descarnada, valiente. Y al hacerlo, logra lo imposible: nos hace testigos de su vuelo. Nos arrastra al presidio, al aislamiento, a la locura… y nos arranca de ahí con la fuerza de su voluntad.
 
Una lectura que libera
 
Papillon no es solo un libro para leerse: es un libro que se sobrevive. Cuando lo cierras, no puedes evitar mirar tu mundo con otros ojos. Porque de pronto entiendes que la libertad no es solo moverse sin cadenas. Es tener algo tan dentro del pecho que ni los muros más altos pueden encerrar. Es saber quién eres, incluso cuando todos te quieren anular. Y es también, si hace falta, estar dispuesto a lanzarse al vacío con tal de no dejar de ser tú mismo.
 
Henri Charrière murió muchos años después de haber recuperado la libertad. Pero su historia, como su tatuaje, sigue viva. Sigue volando. Sigue diciéndonos que, a veces, hasta la mariposa más frágil puede atravesar la tormenta. Porque hay cárceles que matan cuerpos… pero no todas pueden encerrar un alma que ya decidió volar.
 
Sobre el autor: Henri Charrière: El hombre que le puso alas a la desesperación
 
Henri Charrière no fue un escritor como los demás. Fue un sobreviviente que, cuando todo parecía perdido, encontró en la palabra la última forma de justicia. Nació el 16 de noviembre de 1906 en Saint-Étienne-de-Lugdarès, un pequeño pueblo al sur de Francia. Su infancia transcurrió entre los valles de Ardèche, pero su destino no estaba hecho de paz ni de rutina. Desde joven mostró un espíritu inquieto, combativo, casi salvaje, que lo llevaría por caminos tan impredecibles como peligrosos.
 
Cuando apenas contaba con 25 años, fue acusado de un crimen que siempre negó haber cometido: el asesinato de un proxeneta llamado Roland Legrand. A pesar de las inconsistencias en el juicio y de los escasos elementos de prueba, fue condenado a trabajos forzados de por vida en la temida colonia penitenciaria de la Guayana Francesa. Era 1931. Comenzaba así la larga pesadilla que marcaría su vida y lo convertiría en leyenda.
 
Una condena injusta, una voluntad indomable
 
En la prisión de Saint-Laurent-du-Maroni y en la isla del Diablo —nombre que ya lo dice todo—, Charrière vivió los peores horrores imaginables. Hambre, enfermedades, torturas, soledad. Pero también conoció el valor de la amistad, la astucia como arma de supervivencia y la fuerza de la esperanza cuando parece que no hay salida. Intentó fugarse nueve veces. Nueve. Y si lo volvieron a atrapar fue porque jamás se resignó.
 
Su mente no se encerró, aunque su cuerpo estuviera rodeado de barrotes. Papillon —apodo que llevaba tatuado en el pecho desde joven— planeaba, soñaba, tejía en silencio la certeza de que algún día saldría libre. Lo logró tras más de una década, escapando de la isla con una balsa improvisada. Fue el inicio de una vida nueva, pero también la herida perpetua de todo lo que había vivido.
 
La escritura como redención
 
Años después, ya instalado en Venezuela y nacionalizado como ciudadano de ese país, Henri encontró el impulso para contar su historia. Y fue así como, en 1969, publicó Papillon, una novela autobiográfica que conmovió al mundo. No fue escrita con la técnica de un literato, sino con la sangre de quien ha visto la muerte en los ojos de otro hombre. El libro fue un éxito inmediato: millones de lectores en todos los idiomas sintieron que ese francés indomable no solo contaba su vida, sino la rabia contenida de todos los que han sido víctimas de la injusticia.
 
El relato fue criticado por algunos que cuestionaban la veracidad total de los hechos. Pero eso, en el fondo, era secundario. Porque lo que Papillon logró no fue solo documentar una fuga, sino hacer que millones entendieran el valor de la libertad, la tenacidad del espíritu humano y el poder de resistir cuando nadie cree en ti.
 
El legado de una mariposa
 

Henri Charrière escribió una segunda obra titulada Banco, donde narra su vida posterior a la fuga. Ya no fue tan celebrada como la primera, pero confirmaba que Papillon no era solo un episodio: era una forma de estar en el mundo. Murió en 1973, en Madrid, poco después de que se filmara la versión cinematográfica de su historia protagonizada por Steve McQueen y Dustin Hoffman. Alcanzó a ver cómo su testimonio trascendía generaciones y fronteras.
 
Murió libre. Pero sobre todo, murió escuchando el eco de sus propias palabras volar. Porque su historia sigue viva en cada lector que se atreve a mirar al abismo y encuentra, en medio de la oscuridad, un par de alas.
 
Papillon, el hombre y el mito, no pidió compasión: pidió justicia. Y con cada página, la sigue reclamando.
(By Notas de Libertad).

 

Platicas 2.png

“Los Arquitectos del Poder: 105 políticos que redibujaron la historia del mundo”

Donde el poder toma forma: 105 veces en que la historia tuvo rostro y nombre
 
Hay quienes piensan que el poder es una abstracción. Que se respira en los pasillos del gobierno, que se imprime en los periódicos o se grita en las plazas.
Pero los que hemos vivido la política de cerca sabemos una verdad más honda: el poder tiene voz, rostro, cuerpo y sombra. Vive en las decisiones de personas concretas, en su carácter, en sus errores, en sus miedos… y en sus convicciones.
A lo largo de la historia del mundo, ha habido líderes que marcaron un antes y un después. Algunos guiaron a sus pueblos con nobleza, otros doblegaron voluntades con hierro.
Unos levantaron naciones desde la ruina; otros las arrastraron al abismo. Pero todos, absolutamente todos, dejaron una huella.
Esa huella es lo que el tiempo recoge como historia… y lo que hoy nos detenemos a recordar como advertencia y homenaje.
No es para endiosar a nadie. Es para entenderlos.
En esta entrega quiero compartir contigo, lector querido —con quien semana a semana desmenuzamos los sabores y sinsabores de la política— una galería de 105 personajes que no solo participaron en el poder.
Lo redibujaron. Que no solo gobernaron: definieron una época. De Pericles a Claudia Sheinbaum, de Napoleón a Zelenski, de Lincoln a Mujica.
Este recorrido no es solo cronológico ni ideológico. Es humano. Es político. Es vital. Aquí caben los que inspiraron y los que oprimieron, los que unieron y los que dividieron.
No se trata de levantar estatuas ni de lanzar juicios. Se trata de mirar con atención.
De entender las decisiones que marcaron generaciones. De identificar las líneas que conectan la ambición con el servicio, la gloria con la tragedia.
Porque el poder, aunque cambie de manos, sigue revelando lo más profundo de quienes lo ejercen. Y por eso importa tanto mirar hacia atrás antes de decidir hacia dónde caminar.
Hay en cada historia un espejo para los que hoy gobiernan o aspiran a hacerlo. Y también una advertencia para los pueblos: el olvido es terreno fértil para repetir errores.
La memoria es la única guardiana real del porvenir. La única capaz de detener, aunque sea por un instante, la maquinaria del tiempo para mirar de frente las consecuencias del poder.
Así que entremos sin prejuicio pero con atención. Porque aquí no hablaremos solo de política. Hablaremos de humanidad en estado puro: cuando se enfrenta a la oportunidad, la ambición o la historia.
105 nombres, 105 advertencias, 105 fogonazos de poder que nos recuerdan que el mundo no se construye solo con ideas: se construye con decisiones. Y con las personas que se atreven —o se equivocan— al tomarlas.
 
 
Fundadores, estadistas y visionarios del mundo antiguo y moderno
 

Pericles (c. 495–429 a.C.) – Grecia
Líder emblemático de la Atenas clásica durante su Edad de Oro. Promotor de la democracia directa, mecenas de las artes y constructor del Partenón. Su visión consolidó a Atenas como centro cultural y político del mundo helénico.
 
Alejandro Magno (356–323 a.C.) – Macedonia
Conquistador formidable que forjó uno de los imperios más vastos de la antigüedad en apenas una década. Su genio militar iba de la mano con un deseo de fusión cultural entre Oriente y Occidente, dejando un legado helenístico imborrable.
 
Julio César (100–44 a.C.) – Roma
Militar audaz y reformista político. Transformó a Roma de república en imperio. Su asesinato en los Idus de marzo marcó el inicio del fin del Senado romano como centro del poder.
 
Constantino el Grande (272–337) – Roma
Primer emperador romano cristiano. Fundó Constantinopla y legalizó el cristianismo, decisión que cambiaría la historia religiosa y política de Europa durante siglos.
 
Carlomagno (c. 742–814) – Imperio Carolingio
Reunificador de Europa Occidental tras la caída de Roma. Coronado emperador del Sacro Imperio en el año 800, su figura representa la unión de la fe cristiana y el poder político medieval.
 
Gengis Kan (c. 1162–1227) – Mongolia
Fundador del Imperio mongol, el más extenso en tierra firme de la historia. Estratega sin paralelo, su gobierno también dejó semillas de orden, comunicación y tolerancia religiosa inusuales para su tiempo.
 
Isabel I (1533–1603) – Inglaterra
La “Reina Virgen” forjó la supremacía marítima inglesa, enfrentó con éxito a la Armada Invencible y respaldó el florecimiento cultural del Renacimiento inglés. Su reinado consolidó la identidad nacional.
 
Richelieu (1585–1642) – Francia

Cardenal y primer ministro de Luis XIII. Arquitecto del Estado moderno francés, su política fortaleció la monarquía frente a la nobleza y sentó las bases del absolutismo.
 
Oliver Cromwell (1599–1658) – Inglaterra
Líder puritano que derrocó a la monarquía y gobernó como Lord Protector. Figura polémica, entre tirano y defensor del parlamentarismo, dejó una profunda huella en la política inglesa.
 
Pedro el Grande (1672–1725) – Rusia
Zar reformador que occidentalizó a Rusia y fundó San Petersburgo. Su liderazgo transformó al imperio en una potencia europea con visión moderna y apertura cultural.
 
George Washington (1732–1799) – Estados Unidos

Comandante de la independencia y primer presidente de EE.UU. Su decisión de no perpetuarse en el poder sentó precedentes democráticos fundamentales para las repúblicas modernas.
 
Simón Bolívar (1783–1830) – América del Sur
El Libertador. Condujo a varios países sudamericanos a su independencia del dominio español. Su sueño de una América unida sigue vivo en el imaginario político del continente.
 
Napoleón Bonaparte (1769–1821) – Francia
Militar brillante, transformó la Revolución Francesa en un imperio personal. Reformador del código civil, dejó huella en la legislación moderna, pese a su ambición expansiva.
 
Abraham Lincoln (1809–1865) – Estados Unidos
El presidente que sostuvo la Unión en la Guerra Civil y abolió la esclavitud. Su liderazgo, integridad y oratoria marcaron un nuevo rumbo para los derechos civiles en su país.
 
Otto von Bismarck (1815–1898) – Alemania
Canciller de hierro, unificó Alemania mediante diplomacia, guerra y astucia. Maestro del equilibrio de poder, definió la política europea del siglo XIX con precisión y fuerza.
 
Revolucionarios, reformistas y forjadores de nuevas naciones
 
Giuseppe Garibaldi (1807–1882) – Italia
Figura clave en la unificación italiana, Garibaldi fue un héroe popular y militar brillante. Su lucha por la libertad lo convirtió en un símbolo del nacionalismo y del republicanismo en Europa.
 
Benito Juárez (1806–1872) – México
Presidente indígena y reformista liberal. Defensor de las leyes de Reforma y de la separación Iglesia-Estado, lideró la resistencia contra la intervención francesa y la imposición del Imperio.
 
Karl Marx (1818–1883) – Alemania
Filósofo, economista y revolucionario. Aunque nunca gobernó, sus ideas sobre el comunismo influyeron profundamente en la política mundial del siglo XX. Coautor de 'El Manifiesto Comunista'.
 
Vladimir Lenin (1870–1924) – Rusia

Líder de la Revolución de Octubre y fundador de la Unión Soviética. Su visión marxista-leninista transformó la política global y sentó las bases de uno de los regímenes más influyentes del siglo XX.
 
Mahatma Gandhi (1869–1948) – India
Guía espiritual y político de la independencia india. Su filosofía de la no violencia y la desobediencia civil cambió la forma de hacer política y resistir la opresión.
 
Franklin D. Roosevelt (1882–1945) – Estados Unidos
Presidente durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Introdujo el New Deal y reformó profundamente el papel del Estado en la economía y el bienestar social.
 
Winston Churchill (1874–1965) – Reino Unido
Primer ministro británico durante la Segunda Guerra Mundial. Su oratoria, liderazgo y férrea resistencia ante Hitler lo convirtieron en símbolo del coraje frente al totalitarismo.
 
Charles de Gaulle (1890–1970) – Francia
General y estadista francés. Líder de la Francia Libre durante la Segunda Guerra Mundial y fundador de la Quinta República. Su figura es central en la historia moderna de Francia.
 
Mustafa Kemal Atatürk (1881–1938) – Turquía
Fundador de la Turquía moderna. Abolió el califato y transformó el país en un estado laico y occidentalizado. Su reforma cultural y política fue profunda y duradera.
 
Franklin D. Roosevelt (1882–1945) – Estados Unidos
Presidente durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Introdujo el New Deal y reformó profundamente el papel del Estado en la economía y el bienestar social.
 
Ho Chi Minh (1890–1969) – Vietnam
Líder de la independencia vietnamita frente a Francia y figura central en la guerra contra Estados Unidos. Su pensamiento político mezcló marxismo con nacionalismo.
 
José Martí (1853–1895) – Cuba
Intelectual, poeta y revolucionario cubano. Luchó por la independencia de Cuba del dominio español y es considerado uno de los padres fundadores de la patria.
 
Sun Yat-sen (1866–1925) – China
Padre fundador de la China republicana. Promovió el fin de la monarquía Qing y el establecimiento de una república moderna, aunque su legado fue disputado por comunistas y nacionalistas.


Getúlio Vargas (1882–1954) – Brasil
Presidente reformista y populista. Transformó la estructura social y económica de Brasil con políticas nacionalistas, laborales y de industrialización.
 
Porfirio Díaz (1830–1915) – México
Militar y político que gobernó por más de tres décadas. Modernizó al país, pero su régimen autoritario provocó la Revolución Mexicana, uno de los movimientos sociales más relevantes del continente.
 
 
Constructores del siglo XX y el nuevo orden global
 
Theodore Roosevelt (1858–1919) – Estados Unidos
Presidente reformista y líder progresista. Fortaleció el papel del gobierno federal, impulsó la protección ambiental y proyectó a EE.UU. como potencia global con su política del 'gran garrote'.
 
Woodrow Wilson (1856–1924) – Estados Unidos
Presidente durante la Primera Guerra Mundial. Impulsó la Sociedad de Naciones y una visión idealista del orden mundial basada en el derecho internacional y la autodeterminación de los pueblos.
 
Lázaro Cárdenas (1895–1970) – México

Presidente clave en la consolidación de la Revolución Mexicana. Nacionalizó el petróleo y fortaleció los derechos sociales, el ejido y la educación socialista.
 
Francisco Franco (1892–1975) – España
Dictador que gobernó España tras la Guerra Civil. Encabezó un régimen autoritario durante casi cuatro décadas, con fuerte control político, censura y represión.
 
Dwight D. Eisenhower (1890–1969) – Estados Unidos
General supremo aliado en la Segunda Guerra Mundial y presidente en plena Guerra Fría. Defensor del equilibrio entre fuerza militar y estabilidad económica.
 
John F. Kennedy (1917–1963) – Estados Unidos
Presidente carismático que impulsó los derechos civiles, la carrera espacial y enfrentó la crisis de los misiles en Cuba. Su asesinato conmocionó al mundo.
 
Lyndon B. Johnson (1908–1973) – Estados Unidos
Impulsor de la Gran Sociedad y firmante de las leyes clave del movimiento por los derechos civiles. Su presidencia también estuvo marcada por la guerra de Vietnam.
 
Richard Nixon (1913–1994) – Estados Unidos
Reconocido por abrir relaciones con China y por su caída tras el escándalo Watergate. Figura ambigua del poder político, pragmático y controvertido.
 
Fidel Castro (1926–2016) – Cuba
Líder de la Revolución Cubana. Gobernó por medio siglo con una política socialista de corte marxista-leninista, desafiando a EE.UU. en plena Guerra Fría.
 
Che Guevara (1928–1967) – Argentina/Cuba
Revolucionario internacionalista. Su figura traspasó fronteras como símbolo de lucha contra la opresión, aunque su legado político es objeto de debate constante.
 
Indira Gandhi (1917–1984) – India
Primera mujer en gobernar India. Ejerció un liderazgo fuerte y polémico, con episodios como la imposición del estado de emergencia y su asesinato por sus propios escoltas.
 
Golda Meir (1898–1978) – Israel
 
Primera ministra de Israel y una de las figuras femeninas más destacadas del siglo XX. Su gestión estuvo marcada por la Guerra de Yom Kipur.
 
Konrad Adenauer (1876–1967) – Alemania
Primer canciller de la Alemania Federal. Reconstruyó el país tras el nazismo, integrándolo a Occidente y afianzando la democracia en tiempos difíciles.
 
Helmut Kohl (1930–2017) – Alemania
Canciller de la reunificación alemana. Su liderazgo político fue clave en el proceso de integración europea y en el renacimiento de una Alemania unificada y democrática.
 
Ronald Reagan (1911–2004) – Estados Unidos
Presidente de EE.UU. que fortaleció el conservadurismo, enfrentó a la URSS con firmeza y consolidó una era de liberalismo económico que marcó a varias generaciones.
 
 
Del fin de la Guerra Fría al nuevo milenio
 
Mijaíl Gorbachov (1931–2022) – URSS
Último líder de la Unión Soviética. Impulsó las reformas de la Perestroika y la Glasnost que buscaban modernizar el sistema comunista, pero terminaron acelerando su disolución.


Boris Yeltsin (1931–2007) – Rusia
Primer presidente de la Rusia postsoviética. Su mandato estuvo marcado por la transición caótica al capitalismo, una guerra en Chechenia y el colapso de instituciones soviéticas.
 
Nelson Mandela (1918–2013) – Sudáfrica
Símbolo de la lucha contra el apartheid, pasó 27 años en prisión. Como presidente, promovió la reconciliación nacional y se convirtió en una figura moral de alcance global.
 
Lech Wałęsa (1943–) – Polonia
Líder sindicalista del movimiento Solidaridad. Desafió al régimen comunista y se convirtió en presidente de una Polonia libre, siendo clave en el fin del bloque del Este.
 
Margaret Thatcher (1925–2013) – Reino Unido
La Dama de Hierro. Primera ministra británica durante 11 años, lideró una transformación económica radical y dejó una huella indeleble en la política global conservadora.
 
François Mitterrand (1916–1996) – Francia
Presidente socialista que combinó reformas sociales con políticas de estabilidad. Estuvo al frente de Francia durante 14 años, dejando una era de modernización institucional.
 
Felipe González (1942–) – España
Primer presidente socialista tras el franquismo. Modernizó a España, fortaleció su democracia y la integró de lleno en Europa y en la economía global.
 
Helmut Schmidt (1918–2015) – Alemania
Canciller socialdemócrata que gobernó en tiempos de crisis energética y tensiones de la Guerra Fría. Defensor del europeísmo y de una política pragmática.


Yitzhak Rabin (1922–1995) – Israel
Primer ministro clave en los Acuerdos de Oslo con Palestina. Su asesinato por un extremista judío truncó un proceso de paz que había generado esperanza en Medio Oriente.
 
Shimon Peres (1923–2016) – Israel
Estadista, presidente y primer ministro en diversas etapas. Premio Nobel de la Paz, fue una figura respetada por su defensa del diálogo y la tecnología para el desarrollo.
 
Hugo Chávez (1954–2013) – Venezuela
Presidente carismático que impulsó el llamado socialismo del siglo XXI. Transformó la política latinoamericana con su liderazgo confrontativo, popular y polarizante.
 
Luiz Inácio Lula da Silva (1945–) – Brasil
Obrero metalúrgico que llegó a la presidencia. Su mandato logró avances en reducción de pobreza y crecimiento económico, con alto impacto regional e internacional.
 
Vicente Fox Quesada (1942–) – México
El primer presidente de oposición que rompió con más de 70 años de dominio del PRI. Su figura marcó un parteaguas en la historia democrática mexicana contemporánea.
 
Angela Merkel (1954–) – Alemania

Canciller por 16 años. Líder prudente y firme, fue un referente de estabilidad en Europa durante crisis como la económica de 2008 y la migratoria de 2015.
 
Barack Obama (1961–) – Estados Unidos
Primer presidente afroamericano de EE.UU. Inspiró a millones con su discurso de esperanza, impulsó reformas en salud, y su política exterior buscó el multilateralismo.


Poder, controversia y liderazgo en el siglo XXI
 
Donald Trump (1946–) – Estados Unidos
Empresario y figura mediática que llegó a la presidencia con un discurso populista y polarizante. Redefinió la política estadounidense con su estilo confrontativo y disruptivo.
 
Joe Biden (1942–) – Estados Unidos
Veterano político y actual presidente. Ha buscado restaurar el multilateralismo, recomponer el tejido político interno y enfrentar desafíos como la pandemia y la inflación global.
 
Andrés Manuel López Obrador (1953–) – México
Presidente que ha marcado una transformación política en México bajo su proyecto de la 'Cuarta Transformación'. Carismático y controversial, divide opiniones con firmeza.
 
Emmanuel Macron (1977–) – Francia
El presidente más joven en la historia moderna francesa. Representa una nueva centroderecha liberal que ha buscado reformas laborales, sociales y de integración europea.
 
Justin Trudeau (1971–) – Canadá
Hijo de un exprimer ministro, se ha posicionado como líder progresista con fuerte presencia mediática. Defensor de la diversidad, el medio ambiente y los derechos humanos.
 
Vladimir Putin (1952–) – Rusia
Figura central en la política global desde el año 2000. Su estilo autoritario, las intervenciones militares y su confrontación con Occidente lo han hecho clave y temido a la vez.
 
Xi Jinping (1953–) – China
Secretario General del Partido Comunista Chino y presidente desde 2013. Ha consolidado un liderazgo fuerte, impulsado el nacionalismo y buscado reposicionar a China como potencia hegemónica.
 
Recep Tayyip Erdoğan (1954–) – Turquía
Transformó el país de una república laica a una nación con creciente influencia islámica conservadora. Su mandato ha sido largo, con momentos de tensión política y represión.
 
Volodímir Zelenski (1978–) – Ucrania
Excomediante convertido en presidente. Su liderazgo durante la invasión rusa ha sido símbolo de resistencia, unidad nacional y valentía frente a la adversidad.
 
Jair Bolsonaro (1955–) – Brasil
Militar retirado y figura populista de derecha. Su mandato se caracterizó por confrontaciones con la ciencia, el ambientalismo y la oposición política.
 
Gustavo Petro (1960–) – Colombia
Exguerrillero y economista. Primer presidente de izquierda en Colombia. Representa un giro histórico en la política nacional hacia reformas sociales y económicas profundas.
 
Gabriel Boric (1986–) – Chile
El presidente más joven en la historia de Chile. Exlíder estudiantil, impulsó una nueva Constitución, aunque enfrenta retos por la polarización y la complejidad del cambio.
 
Pedro Sánchez (1972–) – España
Líder socialista y presidente de gobierno. Ha sido figura clave en coaliciones progresistas y defensor de la agenda social en un contexto político fragmentado.


Ursula von der Leyen (1958–) – Unión Europea
Primera mujer en presidir la Comisión Europea. Ha liderado la respuesta europea ante la pandemia, la transición verde y la guerra en Ucrania con firmeza y diplomacia.
 
Claudia Sheinbaum (1962–) – México
Primera mujer en gobernar Ciudad de México y luego presidenta del país. Representa un nuevo capítulo en la política mexicana con base científica y compromiso social.
 
 
Liderazgos latinoamericanos del siglo XX y XXI
 
Raúl Alfonsín (1927–2009) – Argentina
Presidente del retorno democrático tras la dictadura militar. Condujo una transición ejemplar y promovió el juicio a las juntas militares, símbolo de justicia y derechos humanos.
 
Carlos Menem (1930–2021) – Argentina
Figura polémica del neoliberalismo en América Latina. Durante su presidencia privatizó empresas estatales y estableció relaciones con EE.UU. en un giro liberal radical.
 
Néstor Kirchner (1950–2010) – Argentina
Presidente que reactivó la economía y fortaleció la justicia social tras la crisis de 2001. Su figura relanzó al peronismo con una nueva identidad progresista.
 
Cristina Fernández de Kirchner (1953–) – Argentina

Primera mujer reelegida presidenta en la historia del país. Amplió políticas sociales y enfrentó múltiples controversias judiciales y mediáticas.
 
Michelle Bachelet (1951–) – Chile

Primera presidenta de Chile. Promovió reformas en educación, género y derechos humanos. También fue alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
 
Alan García (1949–2019) – Perú

Presidente en dos periodos no consecutivos. Su figura pasó de ser un líder populista a un defensor del libre mercado, marcada por escándalos de corrupción.
 
Alberto Fujimori (1938–) – Perú
Figura autoritaria que enfrentó al terrorismo de Sendero Luminoso, pero violó derechos humanos y manipuló la democracia. Hoy cumple condena por crímenes de Estado.
 
Evo Morales (1959–) – Bolivia
Primer presidente indígena de Bolivia. Promovió una nueva Constitución y políticas de inclusión, aunque su prolongación en el poder generó críticas y divisiones.
 
Luis Arce (1963–) – Bolivia
Sucesor político de Evo Morales. Ha buscado estabilizar el país tras la crisis institucional y mantener el proyecto económico del Movimiento al Socialismo.
 
José Mujica (1935–) – Uruguay
Exguerrillero y presidente austero. Famoso por su estilo de vida humilde, su discurso sincero y su defensa de la ética en la política. Figura entrañable y respetada globalmente.
 
Tabaré Vázquez (1940–2020) – Uruguay
Primer presidente de izquierda en Uruguay. Médico de formación, impulsó políticas de salud pública y fortaleció la institucionalidad democrática.
Juan Manuel Santos (1951–) – Colombia
Presidente que firmó la paz con las FARC. Premio Nobel de la Paz, su legado está marcado por la reconciliación nacional y la controversia política interna.
 
Álvaro Uribe Vélez (1952–) – Colombia
Figura dominante de la política colombiana. Promovió la seguridad democrática y es admirado y criticado con intensidad en el país. Fundador del uribismo.
 
Rafael Correa (1963–) – Ecuador
Economista que gobernó con mano fuerte y discurso antiimperialista. Su mandato impulsó la Constitución de Montecristi y profundas reformas estatales.
 
Lenín Moreno (1953–) – Ecuador
Vicepresidente de Correa que giró políticamente al centro. Su ruptura con el correísmo lo colocó como un reformador inesperado en el escenario ecuatoriano.
 
 
Figuras emergentes, rupturas ideológicas y poder en transición
 
Nayib Bukele (1981–) – El Salvador
Presidente joven y disruptivo. Ha consolidado un control casi total del Estado, combatiendo con dureza a las pandillas, pero enfrentando señalamientos por autoritarismo y concentración de poder.
 
Pedro Castillo (1969–) – Perú
Maestro rural que llegó a la presidencia con un discurso popular. Su breve y accidentado gobierno reflejó las fracturas políticas profundas del país andino.


Dina Boluarte (1962–) – Perú
Primera mujer presidenta del Perú. Su ascenso tras la destitución de Castillo marcó una etapa de tensión social y crisis de legitimidad en la nación.
 
Xiomara Castro (1959–) – Honduras
Primera presidenta de su país, con un fuerte respaldo popular. Su figura representa el regreso del progresismo tras el golpe de Estado de 2009 contra su esposo, Manuel Zelaya.
 
Daniel Ortega (1945–) – Nicaragua
Líder sandinista que ha pasado de revolucionario a autoritario. Su gobierno actual es acusado de represión, persecución política y destrucción de la democracia.
 
Nicolás Maduro (1962–) – Venezuela
Sucesor de Hugo Chávez. Su gobierno ha sido acusado de violaciones a los derechos humanos, represión y colapso económico, en medio de una severa crisis humanitaria.
 
Sebastián Piñera (1949–2021) – Chile
Empresario y dos veces presidente de Chile. Su segundo mandato estuvo marcado por una intensa crisis social que reconfiguró el escenario político nacional.
 
Keiko Fujimori (1975–) – Perú
Figura clave de la derecha peruana e hija de Alberto Fujimori. Ha sido candidata presidencial en varias ocasiones, representando una corriente autoritaria-liberal polarizante.
 
Jeanine Áñez (1967–) – Bolivia
Presidenta interina tras la salida de Evo Morales. Su mandato fue breve y polémico, con acusaciones de abuso de poder y una posterior detención judicial controvertida.


Marcelo Ebrard (1959–) – México
Canciller y exjefe de gobierno de CDMX. Figura relevante en la política exterior mexicana y contendiente clave en las sucesiones presidenciales del siglo XXI.
 
Santiago Peña (1978–) – Paraguay
Economista y actual presidente paraguayo. Representa la renovación dentro del tradicional Partido Colorado, con una visión tecnocrática y de apertura económica.
 
Giorgia Meloni (1977–) – Italia
Primera mujer en llegar al gobierno de Italia. Su discurso conservador y nacionalista ha reconfigurado la derecha europea con fuerza inesperada.
 
Rishi Sunak (1980–) – Reino Unido
Primer ministro británico y el primero de origen indio. Su liderazgo ha surgido en medio de una crisis política, económica y de identidad post-Brexit.
 
Volker Türk (1965–) – Austria / Naciones Unidas
Alto comisionado para los derechos humanos de la ONU. Su papel diplomático en la defensa de las libertades fundamentales ha sido clave en contextos internacionales complejos.
 
Jacinda Ardern (1980–) – Nueva Zelanda
Primera ministra reconocida por su liderazgo compasivo, manejo de la pandemia y enfoque inclusivo. Renunció al cargo afirmando que ya no tenía 'suficiente en el tanque' para liderar, ganándose respeto mundial.
 
 
El poder cambia de rostro, pero no de esencia
 
Al llegar al final de esta travesía por 105 nombres que estremecieron los renglones de la historia, uno no puede evitar preguntarse:
¿qué hace a un político memorable? ¿Es el cargo que ocupó? ¿Las leyes que promovió? ¿O acaso es el eco de sus actos, buenos o terribles, lo que lo inmortaliza?
La respuesta no está en los libros de texto, ni en las estatuas que el tiempo derriba o reconstruye.
Está en lo que cada uno logró mover en su gente: esperanza o temor, orgullo o vergüenza, revolución o resignación.
En el fondo, el poder es una extensión del alma de quien lo ejerce, y por eso importa tanto mirar hacia atrás antes de decidir hacia dónde caminar.
De cada personaje que aquí recordamos —con admiración o con cautela— queda una enseñanza viva para quienes hoy sueñan con transformar el mundo desde un templete, un despacho, una plaza o una urna.
No hay fórmulas infalibles, pero sí hay advertencias claras: el poder no redime, solo amplifica. Y el liderazgo sin conciencia, tarde o temprano, se cobra en lágrimas.
Hoy más que nunca, en un tiempo donde las democracias tiemblan, los populismos se disfrazan de virtud y los pueblos buscan brújulas que no siempre encuentran, vale la pena volver a estas historias.
No para idealizar, sino para aprender. No para copiar, sino para comprender. Y sobre todo, para no olvidar.
Porque el verdadero poder no es el que se impone, sino el que transforma sin perder el alma.

Y eso, quizá, sea lo único que todavía puede salvarnos del olvido, de la violencia y del cinismo. Recordar que hay otra forma de ejercer el poder: con grandeza, con límites, con humanidad.
 
 
(By Notas de Libertad).

bottom of page