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Fondo negro

LA LEYENDA

27

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Hay textos que no se planean.

Se presentan solos, como un recuerdo que vuelve sin permiso.

No traen brújula ni mapa. Solo la urgencia de ser contados.

 

Esta columna no viene a dar lecciones,

viene a abrir una puerta.

Esa que muchos cerramos por dentro

cuando ya no supimos cómo nombrar lo que sentimos.

 

Hoy hablamos de realidades que duelen:

la voz de quienes ya no están en campaña, pero siguen luchando por justicia;

la herida abierta de un presupuesto que olvida a los que más necesitan;

la hipocresía que arropa a unos y margina a otros desde el poder;

y la música, como cada semana, para que el alma no se nos apague del todo.

 

No todo lo vivido tiene forma de historia,

pero sí de herida.

Y a veces, escribir es apenas eso:

hacerle espacio a lo que ya no cabe en el pecho.

 

Esta es una entrega distinta.

No se escribe desde el dolor, sino desde lo que el dolor dejó.

Desde esa esquina del alma donde uno ya no llora,

pero todavía tiembla.

 

Aquí no se adorna.

Aquí se recuerda.

Se atraviesan los días que marcaron la piel,

los silencios que aún pesan,

y las pequeñas luces que, de vez en cuando,

nos vuelven a encender.

 

Gracias por seguir leyendo,

aun cuando las palabras raspan.

Gracias por quedarte,

incluso cuando no hay respuestas.

 

Soy Wintilo Vega Murillo.

Y esta es La Leyenda 27.

La que no busca entender el pasado,

sino escuchar lo que todavía tiembla dentro de él.

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Índice de Contenido

-Bienvenida.

/… Los que lloran donde nadie los ve

(By Notas de Libertad).
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-Pláticas con el Licenciado 1

/… La sonrisa que cruzó el mundo: crónica de una amistad con Josefina Vázquez Mota

(By operación W).
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-Agenda del Poder:

/… León XIV: El Papa de Dos Patrias y un Solo Corazón Universal

/… Desde la Tierra que se Camina hasta el Futuro que se Firma: Libia en Japón
/… Desde la Tierra que se Camina hasta el Futuro que se Firma: Libia en Japón
/… Morena en Guanajuato: las reformas que tambalean liderazgos
/… Reserva Norte: la retórica oficial frente a la realidad ciudadana
/… Cuando la palabra no se arrodilla: el juicio que defendió la libertad de expresión
/… León Hospital para Perros, Olvido para Personas

(By Operación W).

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-Alimento para el alma.

“Por Siempre”
De: Mario Benedetti

*Si quieres escucharlo desde mi historia en un libro

Nota informativa: Cuando el amor no depende del tiempo

(By Notas de Libertad).
————————————————————————
 
 -“Rincones y Sabores: La guía completa para el
alma, el paladar y la vida”

/… Entre Viñas y Suspiros: La tierra que se bebe, el alma que despierta
(By Notas de Libertad).

/… Camino de Vinos: Donde la tierra se vuelve copa y la altura se hace alma
(By Notas de Libertad).

/… Viñedo San Miguel: el arte de cultivar belleza en copa
(By Notas de Libertad).

/… Cuna de Tierra: donde la historia se decanta en vino
(By Notas de Libertad).

/… Viñedo Tres Raíces: donde el vino florece entre raíces profundas
(By Notas de Libertad).

/… Viñedo El Lobo: donde el vino y la ópera se entrelazan en armonía
(By Notas de Libertad).

/… Viñedo Guanamé: Donde la tierra se hereda, pero el vino se conquista

(By Notas de Libertad).

/… Viñedo Toyán: Donde la tierra y el misticismo se encuentran
(By Notas de Libertad).

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-Del Cielo a la Historia, Los Ecos del Calendario.
Domingo 11 de mayo al sábado 17 de mayo.

Donde el tiempo guarda su fe
¿Qué pasó un día como hoy?
Santos que inspiraron, fechas que marcaron al mundo y conmemoraciones que nos recuerdan
por qué vale la pena seguir creyendo.
Del cielo a la historia, los ecos del calendario

te lleva a descubrir lo que cada día tiene para decirnos…
si aprendemos a escucharlo.
(By Notas de Libertad).
 

-Al Ritmo del Corazón: Música para recordar el ayer.

/… Y Te Juro Que Te Amo: La Eternidad Según Los Terrícolas
*Escucha la selección de canciones que escogimos para ti.

(By Notas de Libertad).

/… Y Dios Los Hizo Hermanos Para Que el Amor Tuviera
Voz: Zezé Di Camargo & Luciano
*Escucha la selección de canciones que escogimos para ti.

(By Notas de Libertad).
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- ¿Qué leer esta semana?

“O llevarás luto por mí”
De: Dominique Lapierre y Larry Collins

Resumen del libro: “El Cordobés: el hambre, el ruedo y la
rebelión”

Sobre los autores: Dominique Lapierre y Larry Collins: dos
plumas, una sola voz

(By Notas de Libertad).

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-Pláticas con el Licenciado 2.

/… “El cuerpo también vota: 105 claves para hablar sin decir una palabra”
(By operación W).

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Los que lloran donde nadie los ve

Hay quienes se quiebran sin hacer ruido.

Se les nota en la espalda vencida,

en los mensajes que responden con un “todo bien”

aunque nada lo esté.

 

Hay quienes cargan el día como si fuera un costal de piedras,

y aún así preguntan “¿cómo estás?”

antes de hablar de lo suyo.

 

Nadie sabe cuántas veces han llorado en el coche,

con los vidrios arriba y la música fuerte.

Cuántas veces se han tragado un grito en medio del trabajo,

una lágrima en plena calle,

un “ya no puedo” en mitad del tráfico.

 

Esta entrega es para ellos.

Para los que sostienen a todos sin tener quien los sostenga.

Para los que sonríen en las fotos familiares,

pero se apagan al llegar a casa.

Para los que han aprendido a vivir con el alma rota,

porque esperar a que sane… ya no es opción.

 

No hay lección aquí.

No hay moraleja.

Solo una certeza muda:

seguir viviendo también es un acto de resistencia.

Respirar, aún con el pecho herido,

es una forma de coraje que casi nadie aplaude.

 

Este espacio no pretende curar,

pero sí acompañar.

Como una sombra que no estorba.

Como una mano que no juzga.

Como un rincón donde por fin se puede llorar sin explicar nada.

 

Bienvenido a La Leyenda número 27.

Soy Wintilo Vega Murillo,

y si hoy tus fuerzas están por los suelos,

solo quiero que sepas esto:

a veces seguir es lo único que hace falta.

Y tú ya lo estás haciendo.

(By Notas de Libertad).

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La sonrisa que cruzó el mundo: crónica de una amistad con Josefina Vázquez Mota

No todas las amistades se construyen en el tiempo.

Algunas se forjan en un instante, en la claridad de una mirada franca, en la solidez de un apretón de manos, en la coincidencia de estar en el momento justo, con la persona correcta. Así comenzó mi amistad con Josefina Vázquez Mota.

 

Corría el año 2003. Era los meses finales de aquel ajetreado año legislativo cuando Carlos Flores Rico, ese genio de la operación política que conocía los hilos y los nudos de la Cámara de Diputados como pocos, me dijo con esa complicidad de siempre: “Te voy a presentar a una mujer que te va a sorprender”. Y me llevó, como quien lleva a un amigo a conocer a alguien que vale la pena, a las oficinas de la Secretaría de Desarrollo Social, sobre avenida Reforma. Allí conocí a Josefina.

 

Yo no tomo café, pero esa tarde me tomé dos Coca-Cola Light. Ella era la titular de Sedesol. Yo, el vicecoordinador de la bancada del PRI en la LIX Legislatura. Pero lo que más nos unió, más allá de los cargos, fue la afinidad con Carlos Flores Rico, quien fungía como secretario de la Comisión de Desarrollo Social. Aquella conversación no fue de protocolo: fue una plática abierta, sincera, donde me encontré con una mujer clara, inteligente, comprometida.

 

Una funcionaria con rumbo, un equipo de primera

 

Josefina tenía claro lo que quería hacer. Su visión era precisa y su determinación, admirable. La acompañaban perfiles de primer nivel como Rogelio Gómez Hermosillo y Miguel Székely Pardo. Ambos, mentes brillantes, conocedores profundos del tema social. Sabía escuchar, sabía construir.

 

Carlos Flores Rico ya había construido una relación de confianza con ella. La presidencia formal de la Comisión de Desarrollo Social recaía en alguien que, debo decirlo con franqueza, carecía de movilidad, de fortaleza para los acuerdos. Carlos la rebasó por la derecha. La Comisión de Desarrollo Social Flores Rico la operaba como pez en el agua. No exagero si digo que era un tiburón blanco de esos gigantescos, elegantes pero letales, que sabían moverse sin hacer olas pero dejando claro su poder.

 

En las reuniones de trabajo que compartimos con ella, era común ver su atención centrada en cada detalle. Tenía esa rara virtud de escuchar con respeto y responder con firmeza. No le temblaba la voz ni cuando los cuestionamientos eran duros. Había en ella una convicción profunda: sabía que el desarrollo social no era un discurso, era una urgencia.

 

La comparecencia: donde se forjan lealtades

 

En los últimos días de noviembre se anunció la comparecencia de la secretaria ante la Cámara de Diputados para tratar el tema del presupuesto. Se corría el rumor de que los perredistas buscaban ponerla contra las cuerdas. Carlos y yo lo platicamos. Analizamos pros y contras. Y decidimos no permitir una embestida contra una mujer que estaba haciendo bien su trabajo.

 

Armamos una estrategia de soporte que inició desde su llegada. La recibimos en el estacionamiento y la acompañamos hasta el Salón Verde. Pactamos reglas claras. Queríamos que el evento transcurriera con orden, con respeto. Pero la intención de algunos no era debatir, era exhibir.

 

Todo iba bien, hasta que no. El primer ataque fue grosero, frontal, sin razón ni forma. Pedí la palabra. Le solicité a la presidenta de la Comisión que se diera por concluida la comparecencia ante la evidente violación de los acuerdos parlamentarios. Se votó. Y con los votos del PRI, PAN, Verde y Convergencia, el evento llegó a su fin.

 

Carlos y yo, sin decir palabra, tomamos del brazo a la secretaria y la escoltamos de nuevo al estacionamiento. Su rostro mostraba sorpresa, pero también alivio. Había sido protegida, no por capricho, sino por justicia. En los pasillos del poder, pocas veces se honra la palabra como en ese momento.

 

La llamada de abril: entre la razón y el corazón

 

Terminó el periodo de sesiones en diciembre. En abril ya en un segundo periodo, recibí una llamada. Era ella. Quería invitarme a Shanghái, China, a la Conferencia Mundial contra la Pobreza del 26 y 27 de mayo. Le agradecí, pero rechacé la invitación. Como vicecoordinador de mi fracción, me correspondía revisar y procesar los viajes de los diputados. No podía, con coherencia, aprobarme uno propio.

 

Ella insistió. Me dijo que Carlos Flores Rico ya la había puesto al tanto. Que no era una invitación oficial, sino personal. Que ella cubriría todos los gastos. Que no era la secretaria hablando con un diputado, sino una amiga hablando con otro amigo.

 

Aun así, me mantuve firme. Nos despedimos con afecto.

 

Pero unas horas después, cerca de las tres de la tarde, recibió una segunda llamada. Su voz sonaba distinta. “Oye, Wintilo, ¡de verdad no vas a aceptar acompañarnos?”. Le repetí lo mismo. Y entonces vino el golpe final:

 

—“Es que Cecy, tu esposa, ya aceptó. Hace dos horas hablamos. Se puso feliz.”

 

Primero, sorpresa. Luego, sonrisas. Luego, rendición. Me dijo que sería un foro interesantísimo. Que Carlos Flores Rico también iría. Y con eso, todo estaba dicho.

 

Un vuelo, un brindis y una memoria imborrable

 

El 21 de mayo llegamos a la Ciudad de México, ahí nos encontramos con Flores Rico, nos hospedamos en el hotel camino real y al día siguiente de madrugada abordamos el vuelo: México - Los Ángeles - Shanghái. Cecy y yo emprendimos esa aventura sin saber que sería una de las más inolvidables de nuestras vidas.

 

Allá íbamos a la otra orilla del mundo, disfrutando la siempre interesante charla de Carlos. Era el mismo de siempre: curioso, intenso, brillante. Ya en China se desesperaba por no poder entender lo que decían los espectaculares en mandarín. Su hambre de conocimiento era tanta que sufría de no poder traducirlos. Lo recuerdo viendo fijamente una valla publicitaria y diciendo: “Esto me está matando, Wintilito. ¡Qué dirá esa frase!?”

 

En una de las sesiones, conocimos al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Imponía con su presencia, pero sin arrogancia. Saludaba con la sencillez de los grandes. Respondía con serenidad. Atraía las miradas no por su cargo, sino por su carisma.

 

Tras una jornada intensa, Josefina nos invitó a comer a un restaurante tradicional. Al sentarnos, soltó una frase espontánea:

 

—“Qué no daría por tomarme un tequila ahorita…”

 

Ella no lo sabía, pero Cecy llevaba consigo botellitas de Tequila Corralejo. Nos las habían mandado para compartirlas. Ya incluso Lula tenía la suya.

 

Cecy abrió su bolsa, sacó unas diez y le entregó una a Josefina. El rostro de la secretaria cambió. Se levantó de su silla, se acercó a mi esposa y la abrazó con una gratitud tan sincera que se hizo silencio en la mesa.

 

—“Cecy, no sabes lo que has hecho. Nada mejor que cumplir un antojo. Y si es en China, mejor.”

 

Brindamos. Y ese tequila de Guanajuato se convirtió en el puente invisible que unió dos mundos.

 

Lo que el alma nunca olvida

 

Volvimos a México. Con nosotros, volvieron los recuerdos. Los aromas de la comida china, las luces de Shanghái, las risas compartidas. Pero sobre todo, volvió una certeza: el corazón de una mujer como Josefina no cabe en un cargo ni se mide por votos. Se mide por la huella que deja en los demás.

Cada vez que la volvi a ver —como secretaria de Educación, como diputada, como candidata a la presidencia—, era la misma mujer. La que hablaba con el alma. La que sabía recordar.

 

El abrazo en Celaya

 

Años después, en plena campaña presidencial, la saludé en Celaya. Había discursos, prensa, gente. Pero entre todo eso, encontró espacio para darme un abrazo largo, apretado. Uno de esos que dicen sin palabras: “Gracias por estar.”

 

“Wintilo, me alegra tanto verte”, me dijo. Y en sus ojos no había política. Había gratitud. Había memoria.

 

El poder que no se ve

 

Josefina no fue presidenta. Pero a veces el poder verdadero no es el que se gana en las urnas, sino el que se conquista en el corazón de los demás.

 

No la he vuelto a ver desde hace años. Pero la llevo presente. Porque hay personas que no necesitan estar cerca para estar dentro.

 

A veces la recuerdo con nostalgia. A veces con alegría. Siempre con respeto. Siempre con cariño.

 

Y cuando cierro los ojos, aún puedo escuchar su voz diciendo: “Vamos, amigo. Será una experiencia inolvidable.”

 

Y lo fue.

 

Gracias, Josefina. Por tanto.

 

Por creer en lo que hacías.

Por defender tu verdad con dignidad.

Por no perderte en el camino.

 

Y sobre todo…

 

Por brindarnos, en medio del mundo, una sonrisa que sigue cruzando el corazón.

 

(By operación W).

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León XIV: El Papa de Dos Patrias y un Solo Corazón Universal

Cuando el Espíritu cruza fronteras

 

El 8 de mayo de 2025, el mundo volvió a mirar al cielo, al humo blanco que, desde la Capilla Sixtina, confirmó lo que millones esperaban: Habemus Papam. Esta vez, el nombre elegido resonó con fuerza antigua y sentido renovado: León XIV. Atrás quedaban las conjeturas, los análisis de vaticanistas y los nombres especulados. El Espíritu, inapelable, había susurrado a los cardenales un nombre no solo nuevo en su geografía, sino en su simbolismo: un hombre que unía continentes, idiomas, culturas… y heridas.

 

Robert Francis Prevost, nacido en Chicago y forjado en las periferias de Perú, se convertía así en el primer papa estadounidense de la historia. Pero lo suyo no era la bandera, sino el servicio. No el espectáculo, sino la ternura. Y no el poder, sino el alma.

 

El niño que creció entre la fe y la diversidad

 

Robert Francis nació el 14 de septiembre de 1955 en la ciudad de los vientos. Su hogar, de raíces múltiples —francesas, españolas, italianas—, no era una torre de marfil, sino un crisol de valores cristianos, trabajo honesto y profundo amor a la Iglesia. Desde joven mostró una inclinación al estudio riguroso, pero también a la contemplación silenciosa.

 

Ingresó a la Orden de San Agustín en su adolescencia, atraído por el espíritu comunitario y el amor al estudio que caracterizan a la familia agustiniana. Pronto se volvió evidente que su vocación no era solo teológica, sino profundamente humana. No buscaba títulos, sino horizontes. Y encontró uno que cambiaría su vida para siempre: Latinoamérica.

 

Perú: Donde la teología se volvió carne

 

En 1985, fue enviado como misionero a Perú. La misión agustiniana en tierras andinas lo llevó a conocer la pobreza en su forma más cruda, pero también la fe más sincera, esa que no se predica con dogmas sino con arroz compartido, oración comunitaria y abrazos sin reloj.

 

Durante años vivió en comunidades rurales, lejos del bullicio vaticano. Enseñó en seminarios, organizó catequesis para adultos y caminó junto a campesinos y obreros. Ahí, entre los surcos de la tierra y las carencias del pueblo, el teólogo se convirtió en pastor. Y el intelectual, en amigo.

 

Muchos en Perú lo recuerdan como “el padre Robert”, aquel que sabía escuchar más que hablar. Que celebraba misa en quechua si era necesario. Que no imponía, sino acompañaba.

 

El llamado al liderazgo agustiniano

 

Su perfil humano y teológico lo llevó, en 2001, a ser elegido Prior General de la Orden de San Agustín. Su liderazgo fue tan sereno como firme. Recorrió el mundo con humildad, escuchando las voces de comunidades olvidadas y defendiendo una Iglesia más sinodal, donde todos puedan tener voz, no solo los de siempre.

 

Fue reelegido en 2007, lo cual habla del cariño que despertaba entre sus hermanos religiosos. Pero su camino no acabaría en las estructuras internas de su orden. Roma, con su peso y simbolismo, lo llamaría una vez más.

 

Francisco lo llama a Roma

 

En 2015, el Papa Francisco —atento a la sensibilidad de Prevost— lo nombró obispo de Chiclayo. Un gesto que muchos interpretaron como el deseo de fortalecer la pastoral latinoamericana desde sus propias raíces. Pero pronto lo traería a Roma, esta vez como Prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los cargos más influyentes de la curia.

 

Desde ahí, trabajó silenciosamente en la selección de obispos con perfil pastoral, menos político y más cercano al pueblo. Fue también presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, donde tejió puentes entre el Vaticano y las realidades concretas del continente más católico del planeta.

 

El cónclave: la elección inesperada

 

La muerte del Papa Francisco dejó un vacío de ternura, diálogo y reformas a medio camino. El cónclave de mayo de 2025 se enfrentaba a la difícil tarea de elegir a alguien que no rompiera con el legado, pero que supiera avanzar. Se pensaba en italianos, en africanos, en asiáticos. Pocos veían a Prevost como el elegido.

 

Pero los caminos del Espíritu no se explican: se intuyen.

 

Su elección como León XIV fue sorpresiva solo para quienes no conocían su historia. Para quienes sí, fue lógica divina. Un pastor con olor a oveja, un canonista con alma de poeta, un cardenal sin aspiraciones. Justo lo que necesitaba una Iglesia herida por escándalos, divisiones y cansancio.

 

León XIV: nombre de rugido y compasión

 

Elegir el nombre de León no fue un gesto menor. Evoca fuerza, pero también guarda historia. El último papa con ese nombre —León XIII— fue un reformista, autor de la primera encíclica social Rerum Novarum. Hoy, León XIV asume ese espíritu con nuevos desafíos.

 

Y con una diferencia notable: este León no ruge, abraza. Su mirada pastoral, firme pero misericordiosa, lo ha llevado a emitir sus primeras palabras como papa con una claridad conmovedora:

“Quiero ser un puente, no una muralla; una caricia, no una lanza.”

 

Perfil ideológico: ni progresista, ni conservador

 

León XIV no cabe en etiquetas fáciles. Quienes lo conocen dicen que es “de centro con corazón”. Apoya la sinodalidad, pero no rompe con la tradición. Cree en una Iglesia en salida, pero sin perder el alma doctrinal. Defiende a los migrantes con vehemencia y ha llamado a una “acción ecológica urgente”, pero no aprueba la ordenación de mujeres ni el matrimonio entre personas del mismo sexo.

 

No es tibieza: es equilibrio. León XIV cree que el cambio no debe ser por presión mediática, sino por discernimiento profundo. Su opción preferencial sigue siendo por los pobres, los olvidados y los que no entran en las estadísticas.

 

Retos de su pontificado

  1. Restaurar la credibilidad moral de la Iglesia, especialmente frente a los escándalos de abuso. León XIV ha prometido una política aún más estricta y con supervisión externa.

  2. Reformar las estructuras del Vaticano, sin destruirlas. Quiere una Curia menos burocrática y más pastoral.

  3. Dialogar con los extremos: unir a los sectores progresistas que piden mayor inclusión y a los conservadores que temen una pérdida de identidad.

  4. Revitalizar la fe en Europa y América del Norte, donde la secularización ha vaciado templos.

  5. Defender la paz, en un mundo fragmentado por guerras, migraciones forzadas y discursos de odio.

 

Un Papa con alma latinoamericana

 

Aunque nació en Chicago, León XIV tiene el corazón tatuado con los colores del Perú. Habla con acento de los Andes, con metáforas de la tierra, con silencios que solo se entienden en las cordilleras. Su pontificado no será en clave imperial, sino en clave campesina: trabajar sin prisa, pero sin pausa.

 

No busca ser un influencer espiritual, sino un pastor de puertas abiertas. Su fe no está hecha de espectáculo, sino de presencia. No va a imponer respuestas, sino a abrir preguntas.

 

Primeros gestos que hablan fuerte

 

Sus primeros actos públicos lo muestran claro: ha visitado hospicios, ha pedido que las ceremonias papales sean más sencillas, ha prohibido los aplausos en las homilías y ha rechazado vivir en el Palacio Apostólico. Permanecerá en la residencia de Santa Marta, como lo hiciera Francisco.

 

Ha convocado una audiencia con víctimas de abuso en su primer mes de pontificado y ha llamado a todas las conferencias episcopales del mundo a una revisión interna de sus mecanismos de justicia.

 

León XIV, un alma que no olvida el barro

 

Cuando el humo blanco subió al cielo, el mundo no solo recibió un nuevo Papa. Recibió un mensaje: la Iglesia todavía cree en los hombres sencillos, en la teología que camina descalza, en los profetas que no gritan desde balcones, sino que susurran entre enfermos, campesinos y migrantes.

 

León XIV no será recordado por los fastos, sino por los gestos. Por hacer de la silla de Pedro una banca donde todos puedan sentarse. Y por recordarnos, en tiempos de ruido, que a veces lo más revolucionario no es hablar… sino escuchar.

(By operación W).

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“Por Siempre”

De: Mario Benedetti

Si la esmeralda se opacara, si el oro perdiera su color, entonces, podríamos dudar del amor. Si el sol no calentara, si la luna no existiera, entonces, no tendría sentido la primavera. Si el mundo no girara o el tiempo no pasara, entonces, podríamos dejar de pensar que el amor se acaba. Pero mientras haya esperanza, mientras los sueños no se cansen, mientras exista el amor, te amaré por siempre.

Si quieres escucharlo desde mi historia en un libro

Nota informativa: Cuando el amor no depende del tiempo

Hay poemas que no necesitan gritar para quedarse. Este es uno de ellos. En “Por siempre”, Mario Benedetti no levanta la voz: la deja flotar, suave y serena, como quien sabe que la eternidad se dice mejor en voz baja.

 

El poema es, en esencia, una defensa del amor incondicional y eterno, no como una exageración romántica, sino como una fuerza tan natural y permanente como el sol, la luna o el giro de la Tierra. Benedetti nos dice: si todo lo que sostiene la vida siguiera su curso —si la esmeralda brilla, si el oro conserva su color, si el mundo sigue girando— entonces el amor también puede durar para siempre.

 

No habla del amor perfecto, ni del que no duda. Habla del amor que resiste, que se sostiene en la esperanza, en los sueños, en el deseo profundo de seguir amando. Un amor que no necesita promesas nuevas cada día, porque ya tiene una promesa: la de existir mientras exista la vida.

 

Así, sin pretensiones ni adornos, Benedetti nos regala una verdad simple y profunda: el amor, cuando es verdadero, no se desgasta… se vuelve raíz.

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Entre Viñas y Suspiros: La tierra que se bebe, el alma que despierta

Hay paisajes que no se miran, se sienten.
Hay caminos que no se recorren con los pies, sino con la memoria.
Y hay vinos que no se sirven en copa, sino en el pecho…
Ahí donde se guarda lo que verdaderamente vale la pena.

En esta nueva travesía de Rincones y Sabores,

no venimos a contarte de lugares para ir, sino de lugares para quedarse. Porque quien pisa un viñedo de Guanajuato, pisa también la historia, el sueño y la herencia de una tierra que aprendió a hablar en tonos de garnacha, malbec, cabernet y syrah.

Siete nombres. Siete viñedos. Siete maneras de decir “vida”.

Cada uno es un relato distinto. Desde la sofisticación aérea de Camino de Vinos, abrazado por el cerro Sangre de Cristo, hasta el hechizo espiritual de Viñedo Toyán, donde cada barrica parece haber absorbido siglos de misticismo. Pasando por el arte y la elegancia de San Miguel, la fuerza histórica de Cuna de Tierra, la raíz profunda de Tres Raíces, la sinfonía embriagante de El Lobo, y la conquista orgullosa de Guanamé.

No hay prisa en esta ruta.
Aquí no se corre. Se respira.

Se respira el silencio de la tierra, el susurro del viento entre las vides, la conversación pausada entre quienes cultivan uvas como si sembraran poesía.
Aquí se aprende que el vino no es solo una bebida: 

es una forma de contar lo que la tierra no puede decir con palabras.

Cada reseña que encontrarás en esta edición ha sido escrita con el paladar abierto y el corazón dispuesto. Son textos que no buscan convencerte, sino envolverte. Como una tarde de vendimia, como un atardecer entre barricas, como ese primer sorbo que no olvidas jamás.

Te invitamos a leer despacio, a cerrar los ojos y a viajar con el alma.

Porque estos viñedos no son solo destinos…
Son confesiones de la tierra.
Brindis de la vida.
Y rincones donde el alma también se sienta a la mesa.

 

(By Notas de Libertad).

Camino de Vinos: Donde la tierra se vuelve copa y la altura se hace alma

Hay lugares donde el vino se bebe, y otros donde el vino se vive.

Camino de Vinos no es un destino más en la ruta vinícola de México. Es una experiencia suspendida en el tiempo y en el aire —literalmente— porque se encuentra a 2,400 metros sobre el nivel del mar, en plena Sierra de Santa Rosa, en el municipio de Guanajuato capital. En una tierra de historia minera, rodeada de paisajes que no se inventan, sino que se heredan, este viñedo ha sabido transformar el silencio de una antigua hacienda minera en un canto de barricas, uvas y memorias por venir.

 

¿Dónde está? ¿Cómo llegar?

 

El viñedo se ubica dentro de la Ex Hacienda Jesús María, entre Guanajuato capital y Dolores Hidalgo. Aunque antaño el camino era empedrado y complicado, hoy se llega por carretera totalmente pavimentada, con señalización clara desde Guanajuato o desde Dolores. El acceso es directo, sin terracería. Es parte de la ruta del vino de Guanajuato, pero con una personalidad que desborda el mapa.

 

Para quienes vienen desde la capital del estado, basta con tomar la carretera panorámica rumbo a Dolores y desviarse en el camino que lleva a Sangre de Cristo. Desde ahí, el paisaje cambia: la tierra se torna más salvaje, los árboles se abren como puertas y el cielo parece bajar a platicar.

 

La tierra, el alma y la vid

 

Camino de Vinos cultiva la uva en suelos de origen volcánico, ricos en minerales, con temperaturas que varían drásticamente entre el día y la noche, lo cual permite obtener vinos con gran carácter, buena acidez y expresión aromática compleja. Las uvas aquí maduran a otro ritmo, con una paciencia que solo puede darse a 2,400 metros de altitud. Es el viñedo más alto de México y uno de los más altos del continente.

 

Entre las variedades cultivadas están:

  • Cabernet Sauvignon

  • Merlot

  • Malbec

  • Syrah

  • Tempranillo

  • Sauvignon Blanc

 

Sus vinos llevan nombres como Minas, Altiplano, Abasolo, Camino de Vinos Tinto, cada uno reflejando no solo un perfil enológico, sino también una conexión con el territorio.

 

La visita: más que turismo, una ceremonia

 

Al llegar, lo primero que impacta es la fachada de la hacienda, conservada con una mezcla respetuosa entre lo antiguo y lo moderno. Nada está puesto al azar. La piedra convive con la madera, el hierro forjado con la luz natural, y el silencio con el murmullo del viento entre las parras.

 

El recorrido guiado por el viñedo incluye:

  • Caminata entre las vides con explicación del proceso de cultivo.

  • Visita a la cava subterránea.

  • Degustación profesional de vinos con maridaje.

  • Acceso a la tienda gourmet y enoteca.

 

Los horarios de visita son de jueves a domingo, de 11:00 a.m. a 6:00 p.m., con reservación previa. También pueden realizarse eventos privados, sesiones fotográficas o recorridos en grupo, todo bajo atención personalizada.

 

Restaurante y cocina de altura

 

El restaurante del viñedo no es un anexo, es un protagonista. Aquí los ingredientes son de temporada, con un enfoque en cocina mexicana contemporánea y maridajes diseñados para destacar los vinos del lugar. Desde una crema de elote con aceite de trufa, hasta un lechón confitado con reducción de Cabernet, cada platillo es un eco del terruño.

 

La carta de vinos cambia según la cosecha, lo cual garantiza una experiencia distinta en cada visita.

 

Hospedaje: dormir entre uvas y nubes

 

Las habitaciones son un lujo de discreción y buen gusto. Cada una tiene pantallas grandes, internet de alta velocidad, bar privado, cafetera, baño amplio, calefacción y ventanales al cielo. Algunas cuentan con jacuzzi privado, y todas con camas que invitan a soñar sin prisa.

 

El spa ofrece tratamientos con vino-terapia, masajes relajantes y faciales con ingredientes naturales. Hay espacios de meditación, fogatas al aire libre y terrazas privadas para ver el atardecer con una copa en la mano.

 

¿Y si solo quiero comprar vino?

 

Camino de Vinos tiene una tienda abierta al público, donde puedes adquirir sus botellas, además de productos gourmet locales: miel, aceite de oliva, quesos, mermeladas artesanales y artesanías de la región.

 

También cuentan con ventas en línea, entregas nacionales y servicio personalizado para pedidos especiales o regalos empresariales.

 

Lo que hace distinto a Camino de Vinos

  • Es el viñedo más alto de México.

  • Combina historia minera con enología contemporánea.

  • Tiene un hotel boutique de primer nivel.

  • La atención es personalizada y cálida.

  • El entorno natural es inigualable: bosques, montañas, cielos limpios.

  • Su vino ha ganado reconocimiento nacional, sin perder el espíritu artesanal.

 

El vino que nace en las alturas no baja jamás

 

Visitar Camino de Vinos es dejar por un momento el bullicio del mundo para escuchar cómo suena la tierra cuando tiene algo bueno que decir. Es caminar entre barricas y piedras antiguas. Es brindar con la historia y dormir con el aroma de las vides jóvenes que ya tienen promesa de grandeza.

 

Es un lugar para celebrar lo bien hecho, lo sembrado con paciencia y cosechado con amor.

 

(By Notas de Libertad).

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Domingo 11 al 17 de mayo

Hay fechas que no se olvidan, y otras que apenas aprendemos a nombrar.

Cada día carga con sus propios ecos: voces santas que nos guían, acontecimientos que movieron al mundo, batallas silenciosas por la memoria.

Aquí reunimos lo que fue, lo que se honra, y lo que aún nos llama a reflexionar.

Porque el calendario no es solo una sucesión de días:

es una constelación de momentos que aún alumbran lo que somos.

SANTORAL

 

Domingo 11 de mayo

 

San Mayolo de Cluny: Abad benedictino que lideró la reforma cluniacense, promoviendo la disciplina monástica y la liturgia.

San Evelio: Mártir cristiano que sufrió persecución por su fe.

San Iluminado: Monje franciscano, discípulo de San Francisco de Asís, conocido por su vida de oración y penitencia.

San Ignacio de Láconi: Religioso capuchino que dedicó su vida a ayudar a los pobres y enfermos en Cagliari, Cerdeña.

San Francisco de Jerónimo: Sacerdote jesuita italiano, destacado predicador y misionero en Nápoles.

 

 

Lunes 12 de mayo

 

San Pancracio de Roma: Joven mártir de 14 años, patrono de los jóvenes que buscan trabajo.

Santo Domingo de la Calzada: Presbítero español que facilitó el Camino de Santiago construyendo puentes y hospitales para peregrinos.

Santa Domitila de Roma: Noble romana martirizada por su fe cristiana.

San Nereo y San Aquileo: Soldados romanos convertidos al cristianismo y martirizados por su fe.

Beata Juana de Portugal: Infanta portuguesa que renunció al matrimonio para vivir una vida de oración y caridad.

Martes 13 de mayo

 

Nuestra Señora de Fátima: Celebración de las apariciones de la Virgen María a tres pastorcillos en Fátima, Portugal, en 1917.

San Pedro de Regalado: Fraile franciscano español conocido por su vida austera y milagros.

Santa Gliceria de Trajanópolis: Mártir cristiana que destruyó una estatua pagana y fue ejecutada por su fe.

San Servacio de Tongres: Obispo que defendió la fe nicena contra las herejías arrianas.

Beata Magdalena Albrici: Abadesa italiana conocida por su piedad y liderazgo espiritual.

 

 

Miércoles 14 de mayo

 

San Matías Apóstol: Elegido para reemplazar a Judas Iscariote entre los doce apóstoles.

Santa Enedina de Cerdeña: Mártir cristiana durante las persecuciones del emperador Adriano.

Beato Tutón de Ratisbona: Monje y obispo alemán, conocido por su defensa de la fe y la justicia.

San Abrúnculo de Langres: Obispo francés que promovió la vida monástica y la evangelización.

Santa Justa de Cerdeña: Mártir cristiana junto a Santa Enedina durante las persecuciones romanas.

 

 

Jueves 15 de mayo

 

San Isidro Labrador: Agricultor madrileño conocido por su piedad y milagros relacionados con el agua y la tierra.

Santa Dympna: Joven irlandesa que huyó de su padre y fue martirizada por defender su fe y pureza.

San Torcuato: Uno de los siete varones apostólicos que evangelizaron España en el siglo I.

Beato Andrés Abellón: Dominico francés que restauró la disciplina en los conventos y promovió la vida religiosa.

San Aquileo Taumaturgo: Obispo y misionero conocido por sus milagros y predicación en la región de Tesalia.

 

 

Viernes 16 de mayo

 

San Simón Stock: Carmelita inglés a quien la Virgen María entregó el escapulario del Carmen.

San Abdás: Obispo persa martirizado junto a otros cristianos durante las persecuciones del rey Sapor II.

San Adán de Fermo: Abad italiano conocido por su vida de oración y liderazgo monástico.

San Brendán: Monje irlandés famoso por sus legendarios viajes en busca de la 'Tierra Prometida de los Santos'.

San Andrés Bobola: Jesuita polaco martirizado por su fe durante las persecuciones religiosas en Europa del Este.

 

 

Sábado 17 de mayo

 

San Pascual Bailón: Fraile franciscano español, conocido por su devoción a la Eucaristía y patrono de los congresos eucarísticos.

San Adrión de Alejandría: Mártir cristiano durante las persecuciones en Egipto.

Beata Antonia Mesina: Joven italiana que defendió su castidad hasta la muerte, considerada mártir.

San Emiliano de Vercelli: Obispo italiano conocido por su piedad y liderazgo pastoral.

Beata Julia Salzano: Fundadora de la Congregación de las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón, dedicada a la educación religiosa.

Así, entre oraciones, aniversarios y conmemoraciones, el calendario nos susurra que cada día guarda un propósito,

y que al recordarlo, hacemos también historia.

Que no se nos pase la vida sin mirar el cielo, ni se nos olvide que cada fecha es una oportunidad de ser un poco más humanos.

 

(By Notas de Libertad).

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Música para recordar el ayer

Y Te Juro Que Te Amo: La Eternidad Según Los Terrícolas

Cuando un grupo de hermanos decidió cantarle al alma

 

En un pequeño rincón de Venezuela, a comienzos de los años 70, una familia transformó el dolor y la esperanza en música. De la ciudad de Morón, en el estado de Carabobo, surgieron Los Terrícolas, un grupo que no nació en un estudio de grabación, sino en los patios de casa, donde los hermanos Fuentes se reunían para cantar.

Los fundadores fueron Johnny, David y Lenny Fuentes, junto con Néstor Daniel, el vocalista que llegaría a dar nombre y alma a la banda.

La tragedia personal marcó desde el inicio la trayectoria del grupo: la muerte de su hermana menor, fallecida a temprana edad, inspiró el nombre “Los Terrícolas”, en referencia a su creencia de que ella ahora era un “ser de otra dimensión”, mientras ellos seguían en la Tierra.

 

 

Néstor Daniel: La voz que sangraba versos

 

Si Los Terrícolas fueron un hogar musical, Néstor Daniel fue su corazón sangrante.

Su voz, cálida y quebrada a la vez, tenía el don de convertir cualquier letra en herida abierta. No era un cantante común: era un mensajero de lo que la mayoría no se atrevía a decir.

Su tono cargado de nostalgia transformó cada canción en un suspiro colectivo, una confesión, una caricia para los que aman aunque les duela.

Él no interpretaba: vivía cada canción. Basta con escucharlo decir “Te juro que te amo” para entender que lo dice de verdad, desde lo más profundo de un corazón herido que aún late por quien ya no está.

 

Cuando la tristeza se convirtió en éxito

 

Los Terrícolas encontraron en el dolor su forma más pura de arte. Y América Latina entera se rindió ante su autenticidad.

Éxitos como:

-Te juro que te amo

-Lloraras

-Luto en mi Alma

-Hoy te confieso

-Dos cosas

-Vivirás

-Una carta

-Cuesta abajo

-Vamos a platicar

…y más

…no solo son canciones, son himnos de generaciones enteras que lloraron, amaron y sobrevivieron con ellos.

Su discografía —marcada por baladas con acordes lentos, letras crudas y una instrumentación sencilla— logró penetrar las capas más íntimas del oyente.

Los Terrícolas decían lo que el alma quería gritar, pero no podía.

 

El grupo, los cambios y la promesa de seguir cantando

 

Como todo lo humano, Los Terrícolas también se transformaron con el tiempo. Hubo desacuerdos, salidas, nuevas formaciones.

A pesar de las fracturas internas, la música se mantuvo viva. Las nuevas generaciones encontraron en sus canciones una forma de reconciliarse con la emoción, una manera antigua y profunda de amar.

Hoy en día, aún con diferentes integrantes y estilos, Los Terrícolas siguen girando, cantando y reuniendo multitudes.

Un lugar en el alma del continente

A diferencia de muchos grupos que brillaron y se apagaron, Los Terrícolas se quedaron. No por promoción, sino por conexión. No por moda, sino por necesidad emocional.

Sus canciones traspasan edades, fronteras y generaciones.

Tal vez por eso sus canciones nunca envejecen. Porque siempre habrá alguien que ame a alguien que ya no está.

 

La eternidad según Los Terrícolas

 

No ganaron Grammys. No llenaron estadios como las grandes bandas de rock. Pero llenaron corazones, y eso no tiene premio.

Su legado es más poderoso que cualquier trofeo: habitan en las emociones humanas.

Y esa historia no termina mientras alguien siga diciendo, desde lo más profundo del pecho: “Te juro que te amo”.

(By Notas de Libertad).

Hoy Te Confieso

Lloraras

Luto en mi Alma

Y Dios Los Hizo Hermanos Para Que el Amor Tuviera Voz: Zezé Di Camargo & Luciano

De la tierra roja al cielo de la fama

 

En el corazón de Goiás, Brasil, donde el sol cae pesado sobre los campos y la esperanza florece entre surcos, nacieron dos hermanos destinados a cambiar para siempre la música sertaneja. No tenían lujos. No tenían escenario. Pero tenían algo más poderoso: el hambre de un sueño compartido y una historia familiar capaz de mover montañas.

Zezé Di Camargo (nombre artístico de Mirosmar José de Camargo) y su hermano Luciano (Welson David de Camargo) no llegaron al mundo artístico como prodigios de la industria. Llegaron a punta de esfuerzo, de carretera, de aplausos escasos y miradas de fe. Su historia es la de miles de familias humildes que apuestan todo a una ilusión. La diferencia es que ellos lo lograron. Y lo hicieron con música que sangra, que acaricia, que grita y que reza.

“É o Amor”: cuando una canción parte el mundo en dos

 

El año era 1991. En Brasil, la música sertaneja ya tenía leyendas, pero algo faltaba. Y entonces llegó ella: “É o Amor”, esa canción que no se canta, se suplica. Escrita por Zezé, y convertida en un fenómeno de dimensiones descomunales, fue el antes y el después no solo para el dúo, sino para el propio género.

Era más que un éxito. Era una confesión que todos necesitaban hacer.

“É o Amor” no fue una moda de radio. Fue el nuevo lenguaje del amor popular brasileño. Desde entonces, Zezé y Luciano se convirtieron en sinónimo de sinceridad, romanticismo rural, emoción a flor de piel. No necesitaban virtuosismo: bastaban dos voces armonizadas y una guitarra sincera.

 

Zezé: el corazón roto que compone como quien sangra

 

Zezé Di Camargo es más que un cantante. Es un poeta de los que sufren. Su voz, nasal, intensa, lleva adentro la urgencia del que ha perdido mucho, pero no deja de amar. Como compositor, ha creado himnos que millones de brasileños y latinoamericanos han hecho suyos.

En él habita esa rara virtud: hacer del dolor una obra de arte.

Y en su historia personal hay suficientes cicatrices para entenderlo. Pasó por luchas económicas, decepciones, rupturas amorosas, enfermedades en las cuerdas vocales… y aún así siguió. Porque quien ama con el alma, no se retira del amor aunque duela.

 

Luciano: la voz del equilibrio, el hermano del alma

 

Luciano es el otro lado del espejo. Voz suave, presencia serena, energía que arropa. Juntos, se entienden sin palabras. Luciano no compite con su hermano, lo complementa.

Sabe cuándo entrar, cuándo guardar silencio, cuándo empujar una armonía que haga llorar. Es, en muchos sentidos, la cuerda que mantuvo unido al dúo en los peores momentos.

Si Zezé arde, Luciano sopla. Si uno llora, el otro sostiene. Y por eso el público los ama: porque en ellos ve la metáfora de la hermandad verdadera. De esa que no se rompe ni con fama, ni con crisis, ni con distancias.

 

La película, el padre, y la historia que nos hizo llorar

 

En 2005, Brasil y el mundo lloraron en los cines con la película “Dois Filhos de Francisco” (Dos hijos de Francisco). Más que una biografía, fue un acto de justicia emocional: la historia de un padre que creyó en sus hijos más que en sí mismo, que los impulsó desde la pobreza más dura hasta las luces del escenario.

Francisco, el papá de Zezé y Luciano, se convirtió en símbolo de fe, familia y perseverancia.

Y desde esa película, el dúo no fue más solo música: fue bandera de lucha para miles de familias humildes que sueñan con ver a sus hijos triunfar.

 

La gloria, la fractura, y el milagro de seguir juntos

 

Como todo lo humano, Zezé y Luciano también vivieron quiebres. Disputas públicas, desencuentros personales, decisiones en solitario. Hubo años en que parecía que todo se desmoronaba.

Pero la sangre pesa. Y el amor de hermanos no siempre se dice: a veces solo se demuestra volviendo.

Y volvieron. Una y otra vez. Porque lo que se construyó con el alma, no se destruye con el ego.

Su discografía llena de himnos como:

-E o Amor

-Voce Vai Ver

-Para Nao Pensar en Voce

-Será que Foi Saudade?

- Sem Medo de Ser Feliz

-Dios Coracoes e Uma Historia

es una radiografía emocional del pueblo brasileño. De quienes sufren, pero cantan. De quienes pierden, pero recuerdan. De quienes se caen, pero aman de nuevo.

 

Lo que queda cuando ya no hace falta decirlo

Hoy, Zezé Di Camargo & Luciano siguen siendo leyendas vivas. Más de 40 millones de discos vendidos, más de 30 años de carrera, giras por todo el mundo… y una historia que sigue escribiéndose con acordes y lágrimas.

Pero más allá del éxito comercial, lo que realmente dejaron es un legado emocional en millones de personas.

Cada vez que suena “É o Amor”, no escuchamos una canción. Escuchamos un país que aprendió a amar, sufrir y agradecer en su propio idioma.

Y por eso, aunque el tiempo pase, aunque sus voces se gasten, su historia ya es eterna. Porque Dios los hizo hermanos… pero la vida los convirtió en la voz del pueblo.

(By Notas de Libertad)

E o Amor

Antes de Voltar Para Casa

Para Nao Pensar en Voce

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“O llevarás luto por mí”

Autor: De: Dominique Lapierre y Larry Collins

Resumen del libro: “El Cordobés: el hambre, el ruedo y la rebelión”

 

Un niño sin tierra ni tiempo

 

Manuel Benítez Pérez nació en la Córdoba rural de la posguerra, entre pobreza, hambre y un país atrapado en la represión franquista. No tuvo ni infancia ni hogar; tuvo calles, soledad, trabajos mal pagados y un silencio familiar que pesaba más que el pan que escaseaba. Su padre fue fusilado como represalia política. Su madre se quedó sola, y él —el hijo del vencido— aprendió desde pequeño que, en España, tener hambre no era una excepción sino una condena.

 

Este niño criado entre campos y callejones encontró en la tauromaquia no solo una salida económica, sino una forma de existir, de hacerse ver, de gritarle al mundo: “aquí estoy”. Así empezó una vida marcada por la lucha, por el hambre y por una voluntad feroz de imponerse en un mundo que lo ignoraba.

 

El hambre como maestro de vida

 

No estudió en escuelas, pero aprendió de la intemperie, del desprecio, de los portazos. Creció vendiendo lo que podía, durmiendo donde fuera, escapando del destino común de tantos como él. Robó por necesidad, fue arrestado más de una vez, y conoció de cerca la cárcel de menores. No era un delincuente: era un niño en guerra con el abandono. La calle fue su primer ruedo. Allí aprendió a moverse con astucia, a observar, a adaptarse, a no dejarse quebrar.

 

Fue en ese entorno donde nació el deseo de ser torero. No como un sueño romántico, sino como una urgencia brutal. Sabía que los toreros podían salir de la miseria. Y aunque carecía de padrinos, recursos o apellido, tenía lo más valioso: el fuego de quien ya no teme perder nada.

 

El salto a los ruedos

Sin recursos ni permisos, comenzó a colarse a las plazas como espontáneo. Saltaba al ruedo, toreaba sin permiso, huía de la Guardia Civil y regresaba a repetir la hazaña en otro pueblo. Así empezó a hacerse nombre entre el pueblo, ganándose la admiración de los que veían en él un reflejo de sus propias carencias, y la furia de los sectores taurinos tradicionales que lo consideraban un intruso.

 

Pero su estilo llamaba la atención. Era distinto: electrizante, arriesgado, temerario. Su forma de torear no era la del clasicismo andaluz, sino la del vértigo. Conectaba con el público porque él mismo era parte de ese público pobre, sediento de emoción y justicia. Su carrera empezó a tomar forma en medio de la hostilidad del sistema taurino, que veía con desdén a ese muchacho sin abolengo que quería comerse el mundo a puro coraje.

 

La rebelión del pueblo en los tendidos

 

“El Cordobés” no era el torero preferido de los críticos, pero sí del pueblo. Su forma de torear dividía opiniones, pero llenaba plazas. Su imagen, su pelo largo, su descaro, su sonrisa rompían los moldes de la tauromaquia tradicional. Mientras los sectores conservadores del toreo lo atacaban por “vulgar”, el pueblo lo ovacionaba como a un redentor popular. Nunca fue el más técnico, pero fue el más osado.

 

Su popularidad desbordó los límites del toreo. Se convirtió en fenómeno social, en símbolo de una España nueva que empezaba a sacudirse el miedo. Las plazas lo esperaban como a un ídolo, y las entradas se agotaban allí donde se anunciaba. Su sola presencia era garantía de fiesta, de esperanza, de revuelta simbólica contra un orden que durante años negó lugar a los de abajo.

 

La España de Franco y el torero indomable

 

El régimen franquista intentó cooptarlo, como a todos los iconos. Pero “El Cordobés” nunca se dejó etiquetar. No era ni franquista ni antifranquista; era un hombre que se debía al pueblo, no al poder. Se rehusó a asistir a homenajes oficiales y se mantuvo al margen del aparato político. Su forma de ser, entre rebelde y encantador, le permitió navegar sin rendir cuentas a nadie.

 

Su carrera estuvo llena de tensiones con los empresarios taurinos, con la prensa, incluso con otros toreros. Pero todo eso alimentaba su leyenda. Porque era más que un torero: era un símbolo de superación, de rebeldía, de audacia. España, aún sumida en el miedo, encontraba en él una válvula de escape. En un país donde todo era gris, “El Cordobés” era color.

 

Las cornadas del alma

 

El éxito no vino sin precio. Las tensiones, los miedos, el peso de mantener la fama, la presión constante, fueron desgastando al hombre detrás del mito. Sufrió heridas físicas y emocionales. En el ruedo estuvo varias veces al borde de la muerte. Fuera de él, tuvo que enfrentar soledad, ataques, y la dificultad de convivir con su propia leyenda.

 

Nunca renegó de su pasado humilde, pero tampoco pudo escapar del vértigo de la fama. Se rodeó de quienes lo adulaban, y a veces, se alejó de quienes lo querían de verdad. No era soberbio, pero vivía entre el vértigo y la desconfianza. Su vida personal se volvió compleja, marcada por relaciones fallidas y momentos de profunda introspección.

 

El retiro y la resurrección

 

Cuando se retiró, lo hizo en medio del asombro. Aún llenaba plazas, aún era ídolo. Pero el cansancio y las heridas lo hicieron detenerse. Por un tiempo, desapareció del foco. Intentó nuevas facetas, buscó paz. Pero el ruedo lo llamaba. Como tantos toreros antes que él, volvió. Y el pueblo, fiel, lo recibió otra vez con brazos abiertos.

 

Su regreso fue celebrado, pero ya no era el mismo. Era más maduro, más consciente, más sereno. Su estilo se volvió menos salvaje, más técnico. Y aunque ya no era el huracán de antes, seguía siendo “El Cordobés”, ese torero que no había nacido para seguir reglas, sino para romperlas. Su figura seguía siendo punto de referencia, incluso para las nuevas generaciones.

 

Un hombre que venció al destino

 

La historia de “El Cordobés” no es solo la de un torero. Es la de un país que durante décadas buscó un rostro propio en medio del autoritarismo y la pobreza. Es la historia de un niño marcado por la muerte de su padre, que se negó a ser otro número en la estadística de los vencidos. Es la historia de un hombre que a fuerza de valentía, hambre y carisma, escribió su nombre con sangre y gloria en la memoria colectiva de España.

 

El título del libro, O llevarás luto por mí, no es una amenaza: es una promesa. Porque quien se atreve a desafiar al destino con los pies firmes, el alma rota y la cabeza en alto, merece ser recordado. Y Manuel Benítez, con su andar de gitano, su risa de pueblo y su coraje sin permiso, es de esos que no mueren cuando se retiran, sino cuando dejan de ser contados.

 

Sobre los autores: Dominique Lapierre y Larry Collins: dos plumas, una sola voz

 

Pocas veces en la historia de la literatura contemporánea se ha dado una mancuerna tan poderosa como la que formaron el francés Dominique Lapierre y el estadounidense Larry Collins. Más que coautores, fueron exploradores incansables de los recovecos más intensos del alma humana, cronistas de momentos cruciales del siglo XX, narradores de la historia desde la entraña y no desde la frialdad de los archivos.

 

Lapierre, nacido en Francia, tenía una sensibilidad profundamente europea. Su mirada estaba cargada de matices culturales, de una admiración por los pueblos, de una capacidad inmensa para conmover. Tenía el corazón puesto en los olvidados, y el alma anclada en la compasión. Collins, por su parte, era un reportero hecho en el rigor del periodismo norteamericano: preciso, frontal, con el colmillo agudo del que sabe dónde escarbar para encontrar la historia que duele.

 

Ambos coincidieron en el momento justo, cuando el mundo aún intentaba entender las heridas que había dejado la Segunda Guerra Mundial y las nuevas tensiones del mundo bipolar. Juntos construyeron una narrativa única: la del reportaje novelado, la del testimonio que respira, la de la historia que no solo informa, sino que conmueve, desgarra y transforma.

 

Su obra conjunta no fue producto del azar. Fue el resultado de años de investigación a profundidad, de viajes compartidos, de entrevistas con personajes clave, de noches en vela reconstruyendo los hilos de una realidad muchas veces más apasionante que la ficción. ¿Arde París?, Esta noche la libertad, Oh, Jerusalén y O llevarás luto por mí, son más que libros: son monumentos narrativos a la condición humana.

 

No escribieron para impresionar. Escribieron para no olvidar. Para que el lector viera, sintiera, temblara. Para rescatar del olvido a quienes hicieron historia sin saberlo. Y lo lograron. Cada página que escribieron juntos es un puente entre culturas, entre épocas, entre vidas.

 

Lapierre vivió hasta entrada la vejez, dedicando sus años finales a causas humanitarias en la India. Collins falleció antes, pero dejó sembrado su talento en cada una de las obras que construyó junto a su entrañable compañero. Dos hombres, dos acentos, dos patrias… pero una sola pasión: contar la historia con dignidad y alma.

 

(By Notas de Libertad).

 

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El cuerpo también vota: 105 claves para hablar sin decir una palabra

Nota: Cuando el cuerpo habla primero que el discurso

 

Uno puede aprender a hablar, a escribir, a debatir… incluso a improvisar. Pero lo que pocos te dicen al entrar en política, es que el cuerpo también tiene que entrenarse. Porque antes de que abras la boca, ya dijiste si estás nervioso, si estás mintiendo, si estás preparado o si solo viniste a figurar.

 

No hablo de actuar ni de fingir: hablo de conectar con la gente desde el gesto, desde la presencia, desde la manera en que saludas, caminas, escuchas o te despides. En esta escuela de la vida política que da más golpes que diplomas, entendí que el lenguaje corporal es más que una herramienta: es parte del alma pública del político.

 

Esta serie de 105 consejos nace de ahí: de los salones, de los mítines, de las reuniones incómodas, de las madrugadas frente al espejo, y de los silencios donde aprendí que el cuerpo también vota… y a veces vota en contra.

 

Por eso he dividido esta guía en siete bloques, cada uno correspondiente a una etapa del crecimiento político. Desde el primer evento hasta la despedida. Desde el saludo tembloroso hasta el aplauso que ya no buscas. Cada consejo viene de la práctica, no del manual. De la observación, del error y también del acierto.

 

Ojalá esta guía le sirva a quienes inician y a quienes ya están en la brega. Porque si hay algo que la política no perdona… es un cuerpo que no sabe estar donde dice que está el alma.

Primera entrega: El abecedario del cuerpo

 

Antes de aprender a hablar con fuerza, hay que aprender a callar con el cuerpo.

Esta primera etapa es la del despertar. Aquí es donde uno empieza a entender que en política el cuerpo también se entrena, que no solo importan las palabras, sino cómo las sostienes. Son los años de iniciación: los primeros eventos, las primeras reuniones, los nervios, las miradas que pesan. Si logras dominar este abecedario básico, evitarás errores que no se perdonan en la tarima pública. Aquí van los primeros 15 aprendizajes, contados desde la experiencia, como quien ya se cayó varias veces y aprendió a levantarse sin hacer tanto ruido.

 

1. No llegues encorvado, aunque te esté llevando el carajo.

En política hay días buenos… y días que no deberían repetirse. Pero por más que te hayan dado la mala, nunca llegues como si la derrota te colgara de los hombros. La espalda recta es la primera promesa que haces de que vas a dar batalla.

 

2. Los ojos no solo ven: también votan.

Desde joven aprendí que mirar al interlocutor directo a los ojos es como tenderle la mano sin tocarlo. Si agachas la mirada, titubeas. Si la elevas demasiado, te vuelves arrogante. Mira al frente, con respeto y decisión.

 

3. No juegues con las manos si no estás barajeando ideas.

Muchos políticos novatos agitan las manos como aspas de molino. No digas con los dedos lo que no estás diciendo con la voz. Tus manos deben acompañar, no distraer.

 

4. Si no sabes qué hacer con los brazos, crúzalos y te verás cerrado.

Nunca olvides esto: cruzar los brazos da un mensaje. Si lo haces sin conciencia, proyectas rechazo o incomodidad. Mejor relájalos a los costados o usa gestos naturales. El cuerpo también vota… y a veces vota en contra.

 

5. La sonrisa forzada se huele a kilómetros.

Una sonrisa sincera abre puertas. Una fingida, solo da vergüenza ajena. La gente sabe cuándo estás sonriendo porque crees en lo que dices… y cuándo solo enseñaste los dientes para la foto.

 

6. Saluda firme, sin apretar para vencer.

Un apretón de manos es una declaración política. Ni flácido ni rompehuesos. Firme, corto, con la mirada al frente. Así te ganarás respeto desde el primer contacto.

 

7. No metas las manos a los bolsillos… a menos que quieras que te acusen de algo.

Meterse las manos a los bolsillos da una imagen de desdén o desinterés. Y en política, hasta eso se malinterpreta. Muestra siempre disposición, apertura, escucha.

 

8. El ritmo al caminar dice más que tus discursos.

No camines apurado como si llegaras tarde a tu propio evento. Ni tan lento como quien ya se cansó de todo. Camina con propósito, con cadencia, como si cada paso supiera a dónde va.

 

9. El que tiembla no convence.

Tener nervios es natural. Pero el temblor en la voz, las manos sudorosas o los pies bailando solos bajo la mesa te pueden traicionar. Aprende a respirar. Inhala y exhala con calma. El cuerpo se educa.

 

10. El espacio que ocupas también se elige.

En una silla, en una mesa, en una reunión: aprende a no desbordarte ni encogerte. Ocupar tu espacio con naturalidad es también un acto político. Ni invasivo ni invisible.

 

11. Si vas a escuchar, escucha también con el cuerpo.

Inclinarte ligeramente hacia adelante, asentir con la cabeza, mantener contacto visual. Todo eso comunica atención. Y eso se agradece más que cualquier palabra decorada.

 

12. No te pares como poste ni te mezas como cuna.

El equilibrio se nota. El político inseguro se recarga, se balancea, se tambalea. El que está firme transmite liderazgo. Párate como si tu palabra pudiera sostenerse sola.

 

13. La cara es el espejo de la política interior.

Tanto cuidamos el discurso que se nos olvida la cara. Frunces el ceño y ya pareces intolerante. Abres los ojos de más y pareces alarmado. Aprende a relajar el rostro. La expresión neutra también es una herramienta.

 

14. Evita señalar con el dedo… a menos que estés dispuesto a pagar el precio.

El dedo índice puede ser útil… pero también puede ser arma. Señalar a alguien es agresivo si no se hace con cuidado. Usa la mano completa para invitar. Y el dedo, solo si lo tienes muy claro.

 

15. El silencio corporal también comunica.

A veces, el mejor momento de un discurso es ese segundo en que callas, respiras, miras al público y esperas. Ese instante en que no haces nada… pero estás diciendo todo.

 

Segunda entrega: El cuerpo en campaña

 

Después del abecedario, viene la gramática del cuerpo.

Esta etapa le llega a todo político cuando empieza a salir a la calle, a pedir el voto, a apretar manos por docenas y a recorrer comunidades como si fueran parte de su geografía vital. Aquí ya no basta con no equivocarte: ahora tienes que empezar a conectar. Tu cuerpo debe parecer cercano sin perder firmeza; abierto sin parecer débil; cálido, pero con autoridad. Es la etapa donde cada gesto puede sumar simpatía… o restar confianza. Estos 15 consejos son para quien ya está en campaña, o se está formando para cuando llegue el momento.

 

16. Camina como si conocieras el lugar, aunque sea la primera vez.

La inseguridad se huele. Cuando llegues a una comunidad o una colonia nueva, no camines como si tuvieras miedo de pisar. Da pasos tranquilos, mira a los ojos, y actúa como quien viene a sumar, no a inspeccionar.

 

17. No saludes al aire: saluda con la mirada.

Cuando vayas en caravana, evita el gesto vacío del brazo que ondea al aire sin mirar a nadie. Busca las miradas. Saluda de verdad. Un saludo sin mirada, es como una promesa sin voluntad.

 

18. Aprende a recibir aplausos sin parecer novato ni soberbio.

Cuando te aplaudan, no los calles ni te ensoberbezcas. Agradece con una leve inclinación de cabeza o una mano al corazón. El aplauso es para todos, no solo para ti. Aprende a compartirlo con humildad.

 

19. Tu cara debe cambiar según el espacio: no pongas cara de mitin en misa.

Un error común: llevar el rostro de la tribuna a todos lados. En una reunión con adultos mayores, en una iglesia, en un velorio… tu cuerpo también debe saber guardar respeto. Aprende a modular tu expresión según el momento.

 

20. Tocar a la gente no es estrategia: es sensibilidad.

Un apretón en el hombro, una mano en el brazo, un abrazo sincero… pueden decir más que mil discursos. Pero si se nota que lo haces por cálculo, se vuelve vulgar. El contacto humano no se fuerza.

 

21. Nunca te pongas más alto que los demás si no estás dando un discurso.

Evita estar en plataformas, bancas o banquetas cuando estás saludando. A la gente se le mira de frente, no desde arriba. Tu cuerpo debe hablar de igualdad, no de jerarquía.

 

22. El micrófono es extensión de tu cuerpo: úsalo con inteligencia.

No le grites ni te alejes tanto que apenas te escuchen. Tómalo con firmeza, colócalo con comodidad, y muévelo con suavidad si es necesario. El que domina el micrófono, domina el espacio.

 

23. Aprende a dar la vuelta sin parecer que huyes.

En los recorridos, a veces debes cambiar de dirección, evitar un tema o simplemente avanzar. Hazlo con serenidad, sin apuros ni miradas evasivas. El que huye, pierde respeto. El que conduce, gana autoridad.

 

24. No te agaches demasiado, ni te pongas en puntas.

Habrá quien quiera hablarte desde un banquito y quien mida dos metros. Pero si te agachas en exceso, pierdes fuerza; si te estiras de más, pareces arrogante. Ajusta tu postura con naturalidad.

25. Aprende a ser parte de la foto sin buscar el centro.

Cuando te pidan una foto, sonríe, acomódate, pero no te obsesiones con estar en medio o con salir perfecto. La política se refleja también en lo que cedes, y dejar el centro de una foto dice mucho de ti.

 

26. Si vas a sentarte, hazlo como político, no como turista.

Evita desplomarte, abrir demasiado las piernas o parecer desparramado. Sentarte con presencia, aunque estés cansado, es parte de lo que la gente interpreta como liderazgo.

 

27. Tus cejas también hacen campaña.

No las frunzas tanto que parezcas regañón, ni las subas tanto que parezcas sorprendido por todo. Aprende a dejarlas en un punto neutro, y usa el ceño solo cuando haga falta subrayar una idea.

 

28. El sudor se entiende… el descuido no.

Estás en campaña, el sol aprieta, la jornada es larga. Pero una camisa empapada, sin cambio o sin cuidado, transmite descuido. Lleva siempre una toalla, una muda extra y un pañuelo. La dignidad también se seca.

 

29. No te apoyes en los demás como si fueran bastón.

Hay políticos que, al saludar o posar para la foto, cargan el brazo del otro como si fuera pilar. Ese gesto puede parecer cercano, pero muchas veces incomoda o transmite inseguridad. El contacto debe ser ligero, cordial, sin invadir.

 

30. Cuando todos te miran, no te acomodes la faja.

Hay momentos en que toda la atención está en ti: justo ahí, evita los gestos personales (rascarte, acomodarte el cinturón, limpiarte la nariz). El cuerpo del político debe entrenarse también para el autocontrol.

 

Tercera entrega: El arte de la presencia

 

Cuando ya no basta con estar: hay que hacerse notar sin pedir permiso.

Esta etapa corresponde a quienes ya tienen cierto camino recorrido. Ya no son novatos, ya no tiemblan en el primer discurso ni sudan frío en la asamblea. Pero ahora enfrentan un nuevo desafío: hacerse sentir. Ya no se trata solo de que no te veas mal; se trata de que te recuerden. Aquí el lenguaje corporal se convierte en táctica fina: hay que proyectar liderazgo, transmitir seguridad, tener el control sin ser autoritario. Es el momento de afinar detalles. Porque en política, la diferencia entre simpatía y liderazgo es muchas veces el manejo de la presencia.

 

31. No te comas las uñas, ni las ideas.

Morderse las uñas es señal de ansiedad… y en política, todo gesto se amplifica. A veces ese movimiento mínimo dice más que tu discurso. Las manos deben hablar por ti, no delatarte.

32. Usa el cuerpo para marcar los tiempos del discurso.

Haz pausas con el cuerpo también: una caminata corta, un giro suave, una mano que se detiene. El silencio corporal da potencia a la palabra. Aprende a marcar ritmos con el gesto, como si dirigirás una orquesta.

33. Quien domina su cuerpo, también puede dominar el espacio.

Cuando entres a un salón, no te quedes en la puerta como si buscaras permiso. Camina con seguridad hasta donde te corresponde. No invadas, pero tampoco te minimices.

 

34. No tengas gestos de relleno.

Evita acomodarte el reloj cada dos minutos, subirte los lentes sin necesidad, tocarte el cuello de la camisa. Esos gestos repetitivos te restan autoridad. Cada movimiento debe tener propósito o descanso.

 

35. Nunca hables con el cuerpo desordenado.

Si estás diciendo algo importante pero el cuerpo va por otro lado —una mano inquieta, un pie que da golpecitos—, se rompe la conexión. Cuerpo y voz deben ir juntos, como una sola idea.

 

36. Hay que saber cuándo quedarse quieto.

El cuerpo no siempre tiene que moverse. A veces, quedarse completamente quieto frente al auditorio es la mayor demostración de control. El que no se mueve, se impone.

 

37. La mirada sostenida vale más que un argumento largo.

No te aceleres a hablar si alguien te está cuestionando. Míralo unos segundos, sin evasión ni desafío. Esa pausa incómoda puede volverse poder si la sabes sostener con temple.

 

38. No gesticules como actor de telenovela.

El político sobreactuado pierde credibilidad. Si levantas demasiado las cejas, haces grandes ademanes o pones cara de tragedia por todo… pareces falso. Modera la intensidad. Sé natural.

 

39. El dominio corporal también se mide al subir una escalera.

Evita subir al templete con prisa o con torpeza. No mires los escalones como si fueran abismo. Sube con ritmo, con elegancia, como quien sabe que el escenario le pertenece.

 

40. Nunca pierdas compostura, aunque te provoquen.

Habrá quien intente hacerte enojar o desconcentrarte. Y ahí el cuerpo puede traicionar: mandíbula apretada, puños cerrados, ceño duro. Aprende a respirar y mantener el rostro sereno. Eso también es poder.

 

41. Tu cuerpo no debe pedir disculpas por estar donde está.

Cuando tomes la palabra o subas al escenario, no lo hagas con culpa ni modestia excesiva. Ocupa el lugar con firmeza, no con arrogancia. Hay posturas que piden perdón sin decirlo.

 

42. No permitas que el micrófono se vuelva un escudo.

Muchos lo agarran con ambas manos, como si fuera tabla de salvación. Usa una sola, y permite que la otra acompañe el discurso. El micrófono no es refugio: es herramienta.

 

43. Aprende a caminar entre la gente sin parecer candidato eterno.

No vayas con la sonrisa plástica y la mano lista para saludar como robot. Camina como persona, no como folleto ambulante. Saluda con verdad, no por rutina.

 

44. No te hagas pequeño cuando estés rodeado de figuras fuertes.

Estás con gobernadores, secretarios, líderes… no bajes la mirada ni encorves los hombros. Mantén la presencia, la postura, el aplomo. Un cuerpo que no se achica, se respeta.

 

45. No pierdas tu eje: ni con la cámara, ni con el halago.

En eventos públicos, es fácil dejarse arrastrar por el reflector. Y ahí es donde el cuerpo se descompone: risas exageradas, poses fingidas, brazos abiertos sin razón. Conserva tu centro. Sé tú, aunque las luces encandilen

 

Cuarta entrega: Postura de poder, sin perder el alma

 

Hay momentos en que el cuerpo ya no pide respeto: lo impone.

Cuando ya tienes una posición visible o una responsabilidad importante, tu cuerpo deja de ser solo una herramienta de conexión… y se vuelve símbolo. Los reflectores ya no te buscan: te siguen. Y lo que antes era simple comunicación, ahora se convierte en poder proyectado. Pero cuidado: la línea entre la autoridad firme y la arrogancia gestual es delgada. Esta etapa es para quienes ya están en posición de mando o aspiran a estar ahí sin desconectarse de la gente. Porque el verdadero líder no impone su cuerpo, lo convierte en reflejo de una causa.

 

46. El que se acomoda demasiado, revela que no está cómodo.

Ajustarse el saco, mover la silla, enderezar la corbata cada cinco minutos… denota inseguridad. El líder se acomoda una vez y se queda ahí. La estabilidad física sugiere estabilidad emocional.

 

47. El saludo desde el escenario es un acto diplomático, no un desfile.

Saluda a todos con la mirada y con la mano, pero evita parecer estrella en pasarela. El saludo largo, con aspavientos, termina robando foco al contenido. Hazlo breve, elegante, suficiente.

 

48. En reuniones cerradas, tu postura debe generar confianza, no miedo.

Si estás al frente de una mesa de trabajo, no te encimes, no te inclines en exceso hacia los demás. Si cruzas brazos o señalas sin cuidado, puedes intimidar. La postura recta, abierta y neutra genera diálogo.

 

49. La autoridad se expresa sin levantar la voz… ni el cuerpo.

No necesitas ponerte de pie para cada punto fuerte. A veces el mayor liderazgo se muestra cuando todos se alteran y tú permaneces sereno, con la espalda recta y la voz firme sin moverse del lugar.

 

50. El cuerpo del líder no entra primero, pero siempre se nota.

En eventos importantes, no seas el primero en atravesar la puerta como buscando atención. Deja que el espacio respire… y entra con presencia. El que entra último, pero se planta bien, deja huella.

 

51. Al escuchar críticas, no cambies tu postura como si te dolieran los huesos.

Muchos se encorvan, fruncen el rostro, se echan para atrás o cruzan los brazos ante un reclamo. Quédate en tu eje. El cuerpo que escucha sin alterarse, proyecta madurez.

52. No uses tu silla como trono.

Hay quien se recarga, se echa hacia atrás, cruza piernas con gesto de superioridad. La silla no te hace más. Tu actitud debe marcar el respeto, no la posición del respaldo.

 

53. El control corporal ante la prensa se entrena, no se improvisa.

Cuando te enfrentes a una cámara o conferencia, no juegues con bolígrafos, ni gires la silla, ni muevas papeles mientras hablas. El lenguaje corporal debe ser discreto, firme y medido.

 

54. El que se retira sin perder presencia, gana respeto.

Aprende a cerrar una intervención, despedirte o salir de una reunión sin correr ni arrastrar los pies. El cierre corporal dice tanto como la entrada. Y el que sabe salir, también sabe volver.

 

55. No busques ocupar el centro: haz que el centro te rodee.

No siempre tienes que pararte justo en el centro del templete. Muévete con naturalidad, habla desde un costado si es necesario. El liderazgo no depende de un punto geográfico.

 

56. Evita microexpresiones de superioridad.

Elevar una ceja, torcer la boca, mirar condescendientemente… son gestos que el inconsciente deja salir y que el pueblo detecta. El respeto no se finge: se siente y se transmite.

 

57. Usa la pausa corporal para ganar atención, no para presumirla.

Hay quienes se quedan inmóviles solo para verse importantes. Eso no conecta. Pero si usas el silencio físico en el momento justo, puedes atrapar la atención sin decir una sola palabra.

 

58. No rompas la armonía corporal cuando algo no te gusta.

Un mal comentario, una crítica inesperada, una pregunta incómoda… no respondas con un movimiento brusco, una risa burlona o un giro de cabeza. Control total. Tu cuerpo no debe exhibir lo que tu boca va a negar.

 

59. La autoridad no se balancea.

Evita el tic de moverte de un pie al otro, o el vaivén en el templete. El que se balancea parece no estar seguro de dónde está parado. Firmeza es firmeza… también en los pies.

 

60. En una conversación difícil, tu cuerpo no debe buscar salida.

Si estás en una mesa complicada, evita mirar la puerta, el reloj, o ladear el cuerpo como queriendo irte. Tu cuerpo debe decir: “Estoy aquí, y no me quiebro”.

 

Quinta entrega: Cuando el cuerpo consuela, protege y convence

 

En la política real, no siempre se trata de convencer: muchas veces se trata de acompañar.

Esta es la etapa donde el político tiene que ser algo más que figura. Tiene que ser símbolo, guía, voz… y cuerpo. Un gesto a tiempo puede evitar una ruptura. Una postura firme puede contener el enojo de una multitud. Un silencio bien llevado puede decirle a alguien “estoy contigo” sin necesidad de palabras. Aquí, el lenguaje corporal no se usa solo para hablar: se usa para estar. Para sostener el ánimo, para calmar el enojo, para tender la mano cuando ya no hay discurso que alcance. El que aprende esta etapa ya no solo comunica: conecta.

 

61. No mires con pena: mira con empatía.

En situaciones difíciles —accidentes, tragedias, injusticias—, evita la mirada triste que revictimiza. Mira con respeto, con humanidad. El político no debe mirar hacia abajo, sino al mismo nivel.

 

62. La cercanía sincera se ve… y se siente.

Un abrazo fingido, una caricia mecánica, un apretón robótico: todo eso se nota. Si vas a acercarte, hazlo de verdad. De lo contrario, mejor mantente a la distancia del respeto.

 

63. En una rueda de prensa difícil, tu cuerpo debe blindar tu mensaje.

No basta con decir que estás tranquilo: debes parecerlo. Codos firmes, manos visibles, espalda recta. El cuerpo debe blindar tu palabra cuando el entorno quiera desestabilizarte.

 

64. Cuando el otro llora, tu cuerpo debe hacer silencio.

No invadas con palmaditas incómodas ni gestos exagerados. Si alguien se quiebra en tu presencia, quédate firme, sin rigidez. El cuerpo solidario sabe acompañar sin robar protagonismo.

 

65. El tono corporal de tu disculpa define si es creíble.

Si te disculpas con la cabeza agachada, las manos en los bolsillos o el rostro tenso… nadie creerá que lo sientes. Una disculpa se sostiene con el cuerpo abierto, sin barreras y con los ojos firmes.

 

66. La templanza no se ensaya: se sostiene.

En momentos de crisis, tu cuerpo no puede temblar. El que encabeza debe resistir sin ocultar lo humano. No se trata de parecer de piedra, sino de no desmoronarse en público.

 

67. No cruces los brazos cuando alguien te reclama con razón.

Es un gesto defensivo, de bloqueo, casi de desprecio. Cuando alguien tiene razón y tú los escuchas, baja los brazos, inclina ligeramente el cuerpo y asiente con humildad. Eso también comunica liderazgo.

 

68. El luto se lleva también en la postura.

Cuando acompañes un duelo, evita la sonrisa social, la mirada alta, el saludo agitado. Tu lenguaje corporal debe reflejar duelo, respeto y contención. Sin sobreactuar, sin banalizar.

 

69. El cuerpo no debe pedir aplauso cuando lo que toca es silencio.

No alces las manos en señal de victoria ni saludes efusivamente si acabas de hablar de una tragedia o pérdida. Hay eventos donde el aplauso incomoda. Aprende a terminar con la serenidad que el momento exige.

 

70. La paciencia también tiene lenguaje corporal.

Cruzar piernas, revisar el reloj, mover la cabeza… todo eso grita: “ya me quiero ir”. Si vas a escuchar, hazlo también con el cuerpo. No hay gesto más político que saber esperar sin parecerlo.

 

71. No gesticules demasiado cuando des malas noticias.

Tu rostro no debe lucir aliviado, enérgico o en exceso expresivo cuando das cifras duras o noticias delicadas. La neutralidad emocional es también una forma de respeto.

 

72. Tu cuerpo no puede pedir “unidad” si está cerrado.

Cruzar brazos, fruncir el ceño o evitar el contacto visual mientras hablas de reconciliación o unidad es una contradicción visible. El cuerpo también debe tender puentes.

 

73. Cuando la gente esté dividida, tu cuerpo debe transmitir estabilidad.

Párate firme, no te muevas bruscamente, no te agites. La multitud observa si estás nervioso o seguro. El que se mantiene en pie, sin exagerar, invita a confiar.

 

74. Aprende a consolar sin invadir.

Un brazo en la espalda, una mirada sostenida, una pausa en el discurso… pueden decir más que mil palabras. El consuelo no siempre es verbal: muchas veces es presencia serena.

 

75. Tu lenguaje corporal no debe delatar que estás harto.

Habrá días con reuniones eternas, reclamos injustos, preguntas absurdas. Pero si tu rostro se frunce, tus ojos se elevan y tu cuerpo se echa hacia atrás… lo notan. El político profesional debe aguantar sin traicionarse.

 

Sexta entrega: El cuerpo como símbolo, como estrategia… y como legado

 

Cuando el cuerpo ya no actúa: representa.

Hay un momento en la vida política en que uno deja de pensar en gustar o en convencer. Y empieza a pensar en lo que proyecta. El cuerpo del político se vuelve, entonces, un lenguaje que otros observan, imitan o cuestionan. Cada gesto —desde cómo recibes a un líder extranjero, hasta cómo escuchas a un estudiante— puede volverse símbolo de lo que representas. En este nivel, el cuerpo no solo comunica: define. Por eso este último bloque está dedicado al refinamiento, a la intención profunda detrás de cada movimiento. Es la etapa de quien ya no solo hace política… sino que la encarna.

 

76. El cuerpo del político veterano no se impone: inspira.

No necesitas alzar la voz ni mover demasiado las manos. La gente ya te conoce. Ahora importa más que tu sola presencia diga: “Aquí estoy. Conozco el camino”.

 

77. La espalda recta del líder se vuelve estandarte.

No es postura: es convicción. Quien permanece erguido cuando todos se derrumban, no solo lidera… representa. La firmeza postural en la adversidad inspira a otros a seguir de pie.

 

78. Los movimientos deben volverse pausados, no lentos.

En política, la calma en el gesto denota seguridad. Ya no hace falta moverse rápido ni agitado. Cada movimiento pausado transmite dominio. Quien domina el tiempo corporal, domina la escena.

 

79. La mirada del político maduro no se esconde: acompaña.

Dejas de mirar como quien convence, y comienzas a mirar como quien sostiene. El contacto visual se vuelve cálido, firme, sin temor. La gente ya no quiere explicaciones: quiere certezas.

 

80. Las manos del político experimentado no se agitan: construyen.

Tus manos ya no deben señalar, ni volar. Deben acompañar el discurso como quien pone ladrillos: con ritmo, con intención, con solidez. Una mano firme al hablar puede cerrar un argumento.

81. Si representas a muchos, tu cuerpo no debe olvidarlo.

Estás en un evento internacional, en un homenaje nacional, en un parlamento. Recuerda que representas a miles. No muevas el cuerpo como si solo hablaras por ti. La sobriedad también es bandera.

 

82. Las caminatas públicas deben ser dignas, no teatrales.

Caminar al frente de un contingente, de un desfile o de un acto cívico exige cadencia. No camines como celebridad ni como figura solemne de cartón. Hazlo con respeto, sin exceso.

 

83. El cuerpo en un homenaje debe ser altar, no protagonista.

Si encabezas un homenaje, guarda compostura. No busques cámara, ni poses. Tu cuerpo debe hacerse pequeño para que la memoria del homenajeado se haga grande.

 

84. Aprende a usar el silencio gestual como mensaje.

En ciertos momentos, una pausa, una inmovilidad o un gesto contenido comunican más que un discurso. El silencio corporal es poderoso… cuando se usa con conciencia y sin teatralidad.

 

85. La neutralidad corporal también es un escudo.

En reuniones tensas o con actores diversos, evita inclinarte hacia un solo lado, asentir demasiado o gesticular con favoritismo. Tu cuerpo debe decir: “Escucho a todos. Decido después”.

 

86. El cuerpo también protege al que representa.

Cuando estés en giras o eventos donde haya riesgo, incomodidad o tensión, tu cuerpo debe colocarse entre quien representas y la incomodidad. A veces un paso al frente lo dice todo.

 

87. No todo se responde con palabras: a veces basta con el gesto.

Un apretón de manos, una mirada firme, un abrazo real… pueden cerrar mejor una reunión que cualquier protocolo. Aprende a leer cuándo hablar… y cuándo actuar con el cuerpo.

 

88. El cierre de un evento debe tener elegancia corporal.

No salgas corriendo, ni hagas gestos de cansancio, ni mires el celular en cuanto termines. Mantén la dignidad hasta que cruces la última puerta. El adiós también deja huella.

 

89. Si vas a ceder la palabra, hazlo con el cuerpo también.

Gira el torso hacia la persona, haz un pequeño ademán de apertura, y retira el micrófono con elegancia. No es solo ceder el turno: es mostrar que respetas al interlocutor.

 

90. Cuando el cuerpo descansa… la política respira.

Aprende a estar en silencio, sin moverte, sin forzar gestos. Hay momentos en que basta con estar presente, quieto, humano. A veces la política también se gana sin moverse.

 

 

Séptima entrega: El cuerpo que se despide… pero no se apaga

 

Hay cuerpos que siguen hablando mucho después de que la voz se ha ido.

Cuando se está por cerrar un ciclo político —un encargo, una legislatura, una etapa entera—, el lenguaje corporal adquiere una dimensión profunda. Ya no se trata de persuadir, ni de sostener una imagen: se trata de despedirse con dignidad. De dejar una última impresión que no sea forzada, ni vacía, ni torpe. De caminar hacia la salida con el mismo cuidado con que un día se entró. Este bloque final no es solo sobre el lenguaje corporal: es sobre la política entendida como memoria viva. Porque hasta el último paso… también se comunica.

 

91. El cuerpo no debe mendigar aplauso en el adiós.

Cuando termines un discurso de cierre, una legislatura o una gestión, no levantes los brazos como buscando ovación. Termina con serenidad. El verdadero aplauso se da cuando ya no estás.

 

92. La gratitud se nota en el cuerpo, no solo en las palabras.

Inclinarte con respeto, mirar con calidez, tocar con cuidado a quienes te acompañaron… son gestos que valen más que un “gracias” ensayado. La gratitud corporal se siente y se queda.

 

93. No des pasos nerviosos el día de tu despedida.

Hay políticos que, al concluir su periodo, caminan rápido, bajan la cabeza, evitan miradas. Camina despacio, erguido, agradecido. El paso lento transmite paz.

 

94. El retiro parcial también comunica poder.

A veces no te vas del todo, pero dejas el micrófono, la presidencia o el encargo. Que tu cuerpo diga: “me retiro, pero sigo atento”. No te escondas, ni te quedes demasiado.

 

95. Si vas a entregar el cargo, entrega también la postura.

No te presentes cansado, agrio o desconectado. Ponte el mejor traje, lleva el cuerpo firme y la sonrisa sincera. Quien entrega con elegancia, deja puertas abiertas.

 

96. No gesticules como víctima al dejar el poder.

Evita los suspiros, los hombros caídos, las manos extendidas como pidiendo comprensión. Si hubo errores, se asumen. Si hubo logros, se agradecen. El cuerpo del político no debe buscar lástima.

 

97. Recuerda que los jóvenes observan tu cierre.

No sabes cuántos jóvenes te están viendo al dar tu última conferencia, tu último informe o tu último recorrido. Tu cuerpo deja enseñanzas. Que se vea firmeza, no resentimiento.

 

98. Aprende a inclinar la cabeza con orgullo.

No es lo mismo agacharla. Inclinarla para agradecer un aplauso, para recibir una flor, para escuchar a alguien que se despide… es símbolo de madurez. El político maduro sabe bajar la cabeza sin perder altura.

 

99. Sé el último en soltar la mano… pero sin aferrarte.

En el saludo final, sostén la mano un segundo más, pero no la aprietes de más. No es una despedida apretada: es un acto de respeto. No te aferres. Deja ir.

 

100. Tu última fotografía también habla.

Esa imagen donde estás saliendo de la oficina, del recinto o del escenario puede ser la que quede. No permitas que te tomen despeinado, distraído o en gesto amargo. Cierra con dignidad visual.

 

101. No bajes del templete con prisa.

El último paso frente al público es también una lección. Da las gracias, saluda con calma, vuelve a mirar al público. Que tu salida no parezca fuga, sino conclusión.

 

102. El cuerpo del político retirado no se vuelve invisible.

Aunque ya no estés en campaña ni en funciones, tu lenguaje corporal sigue educando. Tu caminar, tu presencia en eventos, tu actitud… todo sigue hablando. Mantente íntegro.

103. El lenguaje corporal de un expresidente, exalcalde o exdiputado debe ser ejemplar.

No puedes andar por la vida encorvado, encajonado, con cara de derrota. Que tu cuerpo diga: “cumplí, aprendí y sigo de pie”.

 

104. Cuando aplaudas a otros, hazlo como quien no compite.

En el retiro, deberás aplaudir a nuevos liderazgos. Hazlo con gusto, con energía, sin reservas. Tu cuerpo ya no compite: ahora respalda.

 

105. El cuerpo que se va puede seguir representando.

Hasta el último día, incluso después de dejar el cargo, puedes ser símbolo de decencia, de gratitud, de temple. El político que sabe decir adiós… nunca se va del todo.

 

Finalmente:

Con estos 105 consejos, el cuerpo también votó. Votó por la congruencia, por la madurez, por la autenticidad. Porque si algo enseña la política —esa vieja escuela de abrazos sinceros y traiciones silenciosas— es que el cuerpo, al final, también construye una trayectoria.

 

(By Notas de Libertad).

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