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Fondo negro

LA LEYENDA

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La Leyenda: El latido invisible de lo que somos
 
La vida no se mide solo en años, se mide en pasiones, en decisiones que nos definen y en silencios que nos revelan. Somos tiempo en movimiento, palabras que buscan sentido, miradas que resisten el olvido.
En cada jornada, la política deja huellas, la música abre heridas dulces, los libros nos susurran verdades y los sabores despiertan memorias que creíamos dormidas.
 
En “La Leyenda”, cada domingo abrimos una ventana al alma colectiva: a los ecos de la historia, a los rostros que no se rinden, a los rincones que guardan vida y sabor. Aquí, no se cuentan noticias: se cuentan sentimientos. Cada texto es una brújula en medio del caos, una caricia de palabras, un suspiro que nos recuerda que estamos vivos.
 
Este espacio no busca el ruido ni la prisa, sino lo que permanece. Lo que duele y lo que cura. Lo que une. Porque cada vida merece ser narrada con dignidad, y cada domingo es un acto de resistencia poética frente al olvido.
 
Soy Wintilo Vega Murillo, y esta es “La Leyenda”.

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Domingo: Donde la Vida Se Parte en Dos

Hay días que no se olvidan. No por lo que ocurrió, sino por lo que provocaron en el alma. Días en los que algo se rompe o algo nace, en los que una parte de nosotros muere y otra empieza a despertar. Son esos momentos en los que entendemos, con dolor o con asombro, que ya no somos los mismos. Que algo dentro cambió para siempre.

 

La vida no avisa. Llega, con su costal de sorpresas, y nos sacude. A veces con caricias, a veces con tormentas. A veces nos pone de rodillas, y otras nos levanta con una fuerza que no sabíamos que teníamos.

 

Hoy, en la edición número 21 de La Leyenda, queremos hablar de eso: de los quiebres. De esos momentos en los que la vida se parte en dos y nos obliga a mirar de nuevo.

 

Porque es ahí, en el dolor más profundo o en la alegría más inesperada, donde descubrimos lo que realmente somos.

 

Los Días Que Nos Cambian Para Siempre

 

A veces no hace falta una tragedia. A veces basta una llamada, una canción, una mirada de alguien que ya no está. Basta un silencio que nos acompaña toda la noche o una palabra que se dijo tarde.

 

Basta con recordar lo que perdimos y lo que nunca nos atrevimos a buscar. Basta con darnos cuenta de que hay heridas que ya no duelen pero que siguen ahí, como cicatrices del alma.

 

Y sin embargo, seguimos. Nos levantamos, nos peinamos las tristezas y salimos al mundo con el corazón lleno de grietas… pero también de luz.

 

Porque hay algo hermoso en la fragilidad. Algo profundamente humano en saberse vulnerable y aun así, elegir amar, cuidar, reír, confiar. Elegir seguir.

 

No Todo Está Perdido. No Todo Está Dicho.

 

A veces creemos que ya pasó lo mejor. Que lo que dolía tanto ya nos quitó la capacidad de emocionarnos. Que lo que esperábamos ya no llegará.

 

Pero no es verdad. La vida, cuando menos lo esperamos, nos sorprende con algo nuevo. Una persona, una palabra, una canción, un viaje, una casualidad. Nos toma por sorpresa y nos recuerda que no todo está perdido.

 

A veces, basta con mirar distinto. Con parar el paso, con escuchar de verdad. Con decir “gracias” sin que nadie lo espere. Con volver a empezar, aunque sea con el alma hecha pedazos.

 

Porque no hemos terminado. Porque mientras respiremos, hay posibilidad de redención, de reencuentro, de renacer.

 

Que Esta Semana Sea El Comienzo de Algo Hermoso

 

No te guardes más. No te calles más. No pospongas más.

Dile a tus padres que los amas. Abraza a tus hijos como si fuera la última vez. Llama a esa amiga con la que no hablas hace años. Escribe esa carta. Llora si hace falta. Pero no te quedes inmóvil.

 

Muévete. Siente. Sacúdete la costumbre. Perdona. Y sobre todo: perdónate.

 

No tienes que tener todo resuelto. Solo basta con tener el valor de vivir con el corazón en la mano.

 

Aquí, en La Leyenda, seguimos creyendo en la fuerza de las palabras y en el poder de los días que aún nos quedan. Porque no todo está dicho, porque no todo está perdido, y porque aún hay razones —muchas— para agradecer, para sonreír, para llorar de emoción.

 

Nos leemos en la próxima edición.

Que esta semana no te encuentre sobreviviendo, sino viviendo de verdad.

Con todo lo que eres. Con todo lo que sientes. Con todo lo que te queda por soñar.

 

Bienvenido a La Leyenda número 21.

Aquí no venimos solo a leer: venimos a despertar.

 

(By Notas de Libertad).

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Emilio Chuayffet: La estatura de un hombre de Estado

No todos los días se tiene la fortuna de coincidir en la vida política con un hombre como Don Emilio Chuayffet Chemor. Y menos aún, de caminar a su lado, de escucharlo en voz baja construir un razonamiento lúcido, de verlo imponer sin esfuerzo, con la sola autoridad de su inteligencia, la ruta correcta. Tuve ese privilegio, y también la gratitud de haber aprendido más en su cercanía que en muchos años de carrera.
 
Don Emilio: la política con vocación de Estado
 
En una época marcada por el ruido, la velocidad y el vértigo de lo inmediato, Don Emilio representaba una pausa necesaria. No era un político del espectáculo, ni alguien que improvisara frente a las circunstancias. Era y es, ante todo, un hombre con visión, temple y método. Un hombre de Estado.
 
Su sola presencia imponía respeto, sin necesidad de aspavientos ni excesos. No levantaba la voz, no ocupaba el espacio con gesticulaciones innecesarias. Le bastaba decir una frase, articular una idea, y el rumbo se aclaraba. Tenía esa rara capacidad de fundir la inteligencia con la templanza, de conjugar la experiencia con una inquebrantable vocación de servicio. Cada pensamiento suyo era el fruto de una vida dedicada al estudio meticuloso, a la reflexión serena y a una formación jurídica de extraordinaria solidez.
 
Desde la primaria hasta el doctorado, Don Emilio no conoció otra calificación que el diez. Pero más allá de esa anécdota brillante, lo que verdaderamente asombra es cómo sostuvo ese nivel de exigencia durante toda su vida pública. Era una mente rigurosa, acostumbrada a buscar la excelencia en todo: en una frase, en una decisión, en un documento, en un discurso.
 
Lo conocí desde antes de coincidir como legisladores. Lo traté en su campaña como candidato gobernador del Estado de México, y años después, en 1997, cuando buscaba llegar por primera vez a la Cámara de Diputados, enfrentaba resistencias y contratiempos dentro de mi propio partido. Fue Don Emilio, entonces secretario de Gobernación, quien me dio su apoyo para lograr la candidatura. Ese respaldo fue decisivo. Y no solo eso: me acompañó, sin estar físicamente, durante la campaña, brindándome respaldo estratégico y confianza en momentos clave.
 
Tiempo después, cuando fui candidato nuevamente en 2003, él era el secretario técnico del Consejo Político Nacional. Nuevamente tendí la mano hacia él, y nuevamente encontré una respuesta generosa, firme, inteligente. Compartimos entonces la LIX Legislatura, entre 2003 y 2006. En esa etapa, él fue electo coordinador del grupo parlamentario del PRI, no por imposición ni acuerdo cupular, sino por consenso. Lo eligió la mayoría porque representaba autoridad moral, inteligencia política y claridad estratégica.
 
Su estilo como coordinador parlamentario era ejemplar. Convocaba asambleas internas con regularidad, abría los espacios al diálogo real, proponía, escuchaba, entendía. Daba tiempo a todos. Era un interlocutor de primer nivel, pero también un organizador eficiente, un conductor con legitimidad. Su liderazgo no solo fue firme, fue respetado, aceptado y fortalecido día con día.
 
Una mente jurídica al servicio del país
 
Hablar de Don Emilio es hablar de derecho. De constitucionalismo. De rigor institucional. De respeto al marco legal no como una camisa de fuerza, sino como una vía de civilidad. Todos sus discursos, todas sus actuaciones —sin excepción— estaban regidos por su profundo conocimiento jurídico. Era, sin duda y sigue siendolo, uno de los constitucionalistas más sólidos de nuestro tiempo. Su visión sobre el Estado de Derecho no era de forma, sino de fondo. Conocía las normas, pero más importante aún, entendía su espíritu.
 
Era un tratadista del Estado. No solo había leído los grandes textos jurídicos: los había interiorizado, desmenuzado, contrastado. Tenía una visión integral del poder, de sus límites, de su alcance. Y esa visión la aplicaba al quehacer público con disciplina ejemplar. No improvisaba. Nunca.
 
Cuando preparaba un discurso, lo hacía con meticulosidad quirúrgica. Escribía, corregía, volvía a escribir. Y cuando sentía que ya estaba listo, aún lo volvía a revisar una vez más. Hasta que lo sentía suyo, hasta que cada palabra, cada frase, cada entonación era exacta. Solo entonces lo compartía. Por eso sus intervenciones —todas— eran brillantes. Porque detrás de cada una había horas de trabajo, de pensamiento, de conciencia.
 
Conversaciones con un hombre brillante

 
Tuve el privilegio de compartir con él no solo sesiones de trabajo, sino largas charlas, muchas veces en privado. Conversábamos sobre libros, sobre historia, sobre filosofía política. Era un lector voraz. Dominaba autores, épocas, corrientes ideológicas. Pero si había una figura que admiraba profundamente era Don Jesús Reyes Heroles. Había leído todo sobre él. Había escrito también sobre él. Lo citaba, lo honraba, lo comprendía desde la razón y desde el afecto político. Esas pláticas eran para mí una clase magistral, una oportunidad única para aprender de alguien que lo sabía casi todo y que, además, tenía la generosidad de compartirlo.
 
Le gustaba repasar su propia trayectoria no como un acto de vanidad, sino como una reflexión histórica. Me hablaba de sus inicios en la Secretaría del Trabajo, de su paso por la delegación Benito Juárez del entonces gobierno del Distrito Federal, de la presidencia municipal de Toluca. Me contaba con detalle cómo asumió la Secretaría de Educación del Estado de México, su experiencia al frente del Instituto Federal Electoral, su gestión como gobernador del Estado de México y más tarde, como secretario de Gobernación.
 
Cada etapa tenía un aprendizaje. Cada responsabilidad la había tomado con absoluta seriedad. No había espacio para la frivolidad en su andar. Era un servidor público de vocación. Y eso, hoy en día, es un privilegio difícil de encontrar.
 
Después de la legislatura que compartimos, volvió a San Lázaro como diputado federal. Fue presidente de la Cámara de Diputados. Y más adelante, asumió nuevamente una responsabilidad nacional al frente de la Secretaría de Educación Pública. Siempre estuvo en el centro de las decisiones más relevantes del país. Pero jamás perdió el equilibrio. Jamás se extravió en la soberbia.
 
Una mesa, un tablero y el pensamiento estratégico
 
En medio de tantos días intensos, de sesiones largas, de negociaciones complejas, siempre encontrábamos tiempo para sentarnos a jugar dominó. Don Emilio jugaba magistralmente. Desde joven lo había hecho con Don Jesús Reyes Heroles. Y se le notaba la escuela. Observaba con atención, callaba cuando debía, pensaba cada jugada como si en ella estuviera contenido un tratado de estrategia. Y ganaba. Pero ganaba con elegancia. Como en la política.
 
Aquel dominó fue también una escuela. Aprendí mucho de él mientras movía las fichas con parsimonia. Me enseñó que no hay prisa para decidir, que el análisis no es debilidad, que el silencio puede ser más fuerte que un grito. Que en la pausa también hay sabiduría.
 
El hombre completo

 
Aunque durante los años que compartimos la vida legislativa su vida familiar era discreta, con el tiempo he sido testigo de la otra de sus facetas más entrañables: la de esposo, padre y abuelo. Su esposa, su hija y su nieta —esta última aún muy pequeña— representan para él una alegría profunda. Hablar de ellas lo transforma. En su rostro sereno aparece la luz del amor sincero. Y en su mirada, el reflejo de todo aquello que ha valido la pena.
 
Un legado que trasciende generaciones
 
Don Emilio no fue solo un político brillante. Fue —y es— un referente moral, jurídico e institucional para quienes creemos que la política debe tener alma. Para quienes aún pensamos que el servicio público es una forma de honrar al país.
 
De él aprendí yo y muchos de los que compartimos Legislatura que la integridad no se negocia. Que el estudio es una forma de respeto. Que la política, cuando se ejerce con sentido de Estado, puede transformar realidades.
 
Hoy, al recordar todo lo vivido junto a Don Emilio, no solo siento nostalgia. Siento compromiso. El compromiso de contar su historia como se merece, de decirle a los jóvenes que sí existieron políticos formados, pensantes, patriotas. Que sí hubo —y aún hay— hombres cuya vida pública fue, ante todo, un acto de responsabilidad.
 
Porque sí: hubo un tiempo en que la palabra tenía valor, la inteligencia guiaba las decisiones, y el servicio público se ejercía con decoro. Y en ese tiempo, Don Emilio fue un faro. Uno que, para muchos de nosotros, sigue encendido.
 
A usted, Don Emilio, que ha entregado su vida entera al pensamiento, a las instituciones y a la dignidad del servicio público, le deseo que la vida continúe tratándolo con la nobleza con la que usted la ha honrado. Que el tiempo le devuelva en afectos lo que usted sembró en ideas, en lealtades y en causas. Que sus días sigan siendo largos y plenos, acompañados del cariño de su familia, del respeto de quienes lo admiramos y de la paz serena de quien ha cumplido con su deber a cabalidad. Gracias por tanto, siempre.
 
(By operación W).

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Cuando el agua une lo que la política divide

En este país, donde la política suele dividir más de lo que construye, de vez en cuando aparece una obra que nos recuerda que también se puede hacer gobierno con grandeza, con visión, con sentido de urgencia. Una obra que no nace del ego ni del oportunismo, sino de la voluntad genuina de resolver un problema histórico. Hoy, en Guanajuato, esa obra se llama acueducto Solís-León.

 

Por años, el acceso al agua ha sido una preocupación creciente en el corredor industrial del estado. León, Celaya, Irapuato, Salamanca y Silao han empujado el desarrollo económico, pero también han enfrentado un presente con reservas escasas y un futuro incierto. Se sabía, se decía, se prometía… pero no pasaba nada. Hasta ahora.

 

Y es que esta obra, por su magnitud, por su impacto y por el momento en que llega, representa más que un proyecto de infraestructura: representa una forma distinta de hacer política.

 

Cuando la política no estorba, las obras avanzan

 

La construcción del acueducto no apareció de la noche a la mañana. Tampoco es una gracia otorgada por un solo actor político. Lo que estamos viendo es el resultado de años de planeación, diálogo y gestiones en distintos frentes. Es el fruto maduro de una colaboración entre gobierno estatal y federal que, aunque no perfecta, sí ha sido funcional.

 

No es común. Y por eso llama la atención. Porque en un país donde muchas veces los niveles de gobierno se dedican más a estorbarse que a coordinarse, aquí sucedió lo contrario: se construyó una coincidencia. Se vencieron las barreras ideológicas. Se levantaron los teléfonos en vez de las banderas. Y el resultado está a la vista: una obra vital para el presente y el futuro de Guanajuato.

 

Este tipo de colaboraciones no deberían ser la excepción, pero lo son. Porque se necesita voluntad para tender puentes, sensibilidad para escuchar y humildad para compartir decisiones. Esa fórmula, rara en los tiempos que corren, fue la que permitió que este acueducto se hiciera posible.

 

Méritos hay muchos, pero la sed es de todos

 

Como era de esperarse, apenas se anunció el avance de la obra, comenzaron las disputas por los aplausos. Que si fue gracias al estado, que si fue por la federación, que si unos lo gestionaron y otros lo autorizaron. La típica carrera por el crédito. Pero lo cierto es que, más allá del ruido, la realidad no miente: la obra se está haciendo.

 

Y eso, en un país donde tantas cosas se quedan en el papel, ya es un triunfo.

 

Claro que cada parte tiene su mérito. El gobierno federal por haber incluido el proyecto en el Plan Nacional Hídrico. El gobierno estatal por haber empujado con constancia, por haber abierto espacio en su presupuesto y por no dejar que la prioridad se convirtiera en olvido. Lo relevante, sin embargo, no es quién se queda con la medalla, sino quién gana con el resultado: las miles de familias y empresas que tendrán agua segura en los próximos años.

 

En una época donde el protagonismo suele estar por encima del servicio, lo valioso es que aquí se priorizó lo que de verdad importa: el derecho al agua.

 

Una forma distinta de ejercer el poder

 

Este proyecto también revela algo más profundo: un estilo distinto de gobernar. No de imposición ni de gritos, sino de acuerdos. No de confrontación constante, sino de firmeza con diálogo. Así ha sido, hasta ahora, el modo de actuar de la gobernadora de Guanajuato, que ha sabido moverse con autonomía, pero también con inteligencia política.

 

No se trata de rendirse ni de alinearse. Se trata de saber cuándo hay que insistir, cuándo hay que negociar y cuándo hay que avanzar. Y sobre todo, de entender que hay batallas que no se ganan con declaraciones, sino con resultados. Esta es una de ellas.

 

Esa forma de gobernar —seria, constante, sin espectáculo— ha permitido que otros proyectos también empiecen a tomar forma bajo la misma lógica: hacer que las cosas sucedan, sin necesidad de pelear por todo.

 

El agua no vota, pero sí reclama

 

La política tiene muchas caras. A veces es trinchera, a veces es puente. A veces es grilla, a veces es acción. En el caso del acueducto Solís-León, la política se convirtió en solución. Y eso, en medio de tantos desencuentros, es un mensaje poderoso: se puede gobernar distinto. Se puede coincidir, incluso entre quienes piensan diferente. Se puede dejar de ver al otro como enemigo para verlo como parte del mismo país.

 

Porque el agua no distingue partidos. No respeta calendarios electorales. No entiende de discursos ni de redes sociales. El agua simplemente falta o no falta. Y cuando falta, la gente no pregunta de qué partido es el culpable: exige soluciones.

 

Hoy, en Guanajuato, esa exigencia encontró respuesta. Y aunque todavía falta mucho por hacer, el camino ya se abrió.

 

(By operación W).

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No volveré a ser Joven

De: Jaime Gil de Biedma

“No volveré a serJoven” Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.

Si Quieres Escucharla con “Loquillo”:   

Sobre el autor:
Jaime Gil de Biedma: El poeta que se atrevió a ser humano
 
Jaime Gil de Biedma escribía para no quebrarse. Lo suyo no era la vanidad de la rima perfecta ni el artificio de la metáfora pulida. Lo suyo era la verdad, cruda y a veces incómoda, dicha con la delicadeza del que sabe que la vida, cuando duele, no necesita adornos.


Viajó por dentro. Se asomó al abismo de sí mismo y escribió desde ese filo donde uno corre el riesgo de no volver. Vivía entre dos mundos: el del privilegio heredado y el del deseo prohibido, el del ejecutivo respetado y el del hombre que en la noche se volvía verso. En esa frontera encontró su voz. Una voz que no gritaba, pero dolía.


No era un poeta para leer de pie, sino para leer en silencio, cuando uno ya no quiere aparentar nada. Cuando uno se atreve a sentir. Jaime no quería salvarse del tiempo, quería entenderlo. Lo veía pasar, lo sufría en la piel, lo dejaba filtrarse en sus letras con la lucidez del que sabe que todo se acaba. Y, sin embargo, seguía escribiendo. Como si la poesía fuera una última forma de resistir.


No necesitó una obra extensa para ser inmenso. Le bastó escribir con el corazón abierto y la mirada clara.
Es un espejo. Nos habla desde lo íntimo, nos recuerda que ser humano con todo lo que eso implica también puede ser poesía.
(ByNotas de Libertad).

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RINCONES Y SABORES: UN VIAJE QUE NOS HIZO RECORDAR QUIÉNES SOMOS

Hay semanas que se quedan en la memoria. No por lo que sucede en ellas, sino por lo que despiertan en nosotros. Esta fue una de esas semanas. Una que nos tomó de la mano para llevarnos, no a lugares nuevos, sino a esos que parecíamos haber olvidado… o que quizás nunca habíamos visto con el alma abierta.

 

No fue un viaje turístico. Fue una peregrinación emocional. Una ruta hecha de calles que crujen bajo el paso del recuerdo, de plazas donde el tiempo no pesa y de sabores que no buscan sorprender, sino reconectar.

 

Pasamos por Mineral de Pozos, ese sitio que vive entre el polvo del pasado y el silencio del presente. Allí, donde las piedras abandonadas aún cantan y las ruinas no se caen, se contemplan. Se respeta el silencio como si fuera un himno. Porque Pozos no se recorre: se escucha.

 

De ahí, el camino nos llevó a Salvatierra, que no necesita presentación. Hay lugares que no se describen, se suspiran. Y Salvatierra es eso: un suspiro extendido. Una esquina en la que uno se queda más de la cuenta sin saber por qué. Un abrazo en forma de pueblo. Aquí, los días tienen ritmo de misa temprana, de comida lenta, de conversaciones que no terminan porque nadie tiene prisa.

 

En Yuriria, la laguna nos miró primero. No dijimos nada. No hizo falta. El agua hablaba con su propio idioma, y la tierra respondía con flores silvestres, con capillas humildes, con un silencio que parecía oración. En Yuriria, entendimos que hay paisajes que curan.

 

Después vino Comonfort, con su rumor suave, con su piedra que no olvida, con sus molcajetes que no son artesanías sino linaje. Ahí, el trabajo de las manos es una forma de mantener viva la memoria de los ancestros. Comonfort no brilla con luces; brilla con alma.

 

Y entonces llegamos a Dolores Hidalgo, con el corazón en la garganta. No por la historia que todos sabemos, sino por la emoción que nadie cuenta. Entrar a Dolores es como entrar a uno mismo. A lo que somos, a lo que soñamos ser. Es mirar una calle y entender que en esa esquina, hace siglos, alguien gritó lo que todos llevábamos dentro: “¡Basta!” Y lo seguimos gritando, cada quien a su manera, desde entonces.

 

Y como si todo eso no bastara, terminamos en Jalpa de Cánovas, donde el tiempo no corre, se pasea. Donde las calles no llevan a ningún lado porque ya estás en el lugar correcto. Jalpa no necesita que uno haga cosas: basta con estar. Respirar. Escuchar el trotar de un caballo, el vaivén de las hojas, el murmullo del río que también se tomó su tiempo.

 

Ah, pero no todo fue contemplación. También hubo tacos. En Silao, un fogón nos recordó que el sabor de la vida también viene en tortilla caliente, con carne dorada y chorizo de verdad. No todo tiene que ser solemne. A veces, lo más sagrado es un taco bien hecho.

 

Y ahora, al final de esta ruta, nos encontramos conmovidos. Porque estos pueblos no nos mostraron solo su belleza, nos mostraron la nuestra. La que habita en lo simple. En lo nuestro. En lo que vale.

 

No recorrimos estos lugares con los pies. Los recorrimos con el alma. No comimos solo por hambre, sino por memoria. No fuimos a ver qué había… fuimos a recordar lo que sigue vivo.

 

Hoy, esta sección no cierra. Se queda abierta. Como una calle sin fin. Como una conversación que aún tiene mucho por decir. Como un camino que apenas comienza.

 

Nos vemos en el próximo destino. Porque mientras existan pueblos con corazón, mesas con comida sincera, y gente buena que sonría al saludar, Rincones y Sabores seguirá contando estas historias que no se olvidan.

(By Notas de Libertad).

Mineral de Pozos: Un Viaje al Corazón de un Pueblo Mágico

Para entrar en calor

 

En el noreste del estado de Guanajuato, en el municipio de San Luis de la Paz, se encuentra un lugar donde el tiempo parece haberse detenido: Mineral de Pozos. Este antiguo pueblo minero, que en su época de esplendor albergó a miles de habitantes, ha resurgido como un destino turístico que combina historia, cultura y una atmósfera única. Acompáñame en este recorrido por los encantos de Mineral de Pozos, donde cada rincón cuenta una historia y cada experiencia es inolvidable.

 

Historia: De la Bonanza al Abandono y Renacimiento

 

Mineral de Pozos tiene sus raíces en el siglo XVI, cuando tribus chichimecas, huachichiles, copuces, guaxabanes y pames habitaban la región. Con la llegada de los españoles y el descubrimiento de yacimientos minerales, el pueblo experimentó un auge minero que lo convirtió en un importante centro de extracción de oro y plata. Durante el Porfiriato, alcanzó su máximo esplendor, siendo conocido como “Ciudad Porfirio Díaz”. Sin embargo, factores como la Revolución Mexicana y el agotamiento de las vetas provocaron su declive y casi abandono. Hoy, las huellas de ese pasado glorioso se reflejan en las ruinas de haciendas, minas y edificaciones que salpican el paisaje semidesértico.

 

Explorando las Minas Abandonadas

 

Uno de los principales atractivos de Mineral de Pozos es la posibilidad de adentrarse en las antiguas minas que alguna vez fueron el corazón económico de la región. La Mina de Cinco Señores ofrece a los visitantes la oportunidad de recorrer sus túneles y conocer de cerca las condiciones en las que trabajaban los mineros. Otra parada obligada es la Mina de Santa Brígida, famosa por sus imponentes hornos de piedra que se alzan como testigos silenciosos de la intensa actividad minera del pasado. Estas exploraciones permiten no solo comprender la historia del lugar, sino también apreciar la arquitectura industrial de la época y disfrutar de vistas panorámicas impresionantes.

 

Arquitectura y Patrimonio Cultural

 

El centro del pueblo alberga joyas arquitectónicas que reflejan su rica herencia cultural. La Parroquia de San Pedro Apóstol, con su fachada neoclásica y frescos interiores, es un ejemplo destacado. A pocos pasos, el Jardín Juárez invita a relajarse bajo la sombra de sus árboles mientras se observa la vida cotidiana de los habitantes. Otro sitio de interés es la Antigua Escuela Modelo, una edificación del siglo XIX que ha sido restaurada y ahora funciona como el Centro de Artes de Mineral de Pozos, ofreciendo exposiciones y talleres que enriquecen la oferta artística del pueblo.

 

Festividades que Dan Vida al Pueblo

 

A lo largo del año, Mineral de Pozos se llena de color y música gracias a diversas celebraciones que honran sus tradiciones y cultura. La festividad del Señor de los Trabajos, que tiene lugar 40 días después de la Pascua, es especialmente significativa, con procesiones, danzas y eventos religiosos que congregan a locales y visitantes. En abril, el Festival In Mixcoacalli destaca las raíces prehispánicas del pueblo mediante actividades culturales y musicales. Asimismo, el Festival Internacional de Blues en junio y el Festival del Mariachi en mayo aportan diversidad musical, mientras que el Festival de la Toltequidad en julio celebra las manifestaciones artísticas ancestrales.

 

Gastronomía Local: Sabores del Semidesierto

 

La cocina de Mineral de Pozos es un reflejo de su entorno y tradiciones. Platos como las tostadas de escamoles, conocidas como el “caviar mexicano”, deleitan a los paladares más aventureros. El colonche, una bebida fermentada a base de tuna roja, es ideal para refrescarse durante los días cálidos. Además, es común encontrar gusanos de maguey, quesadillas de flor de calabaza y otros antojitos que resaltan los ingredientes locales y la creatividad culinaria de la región.

 

Hospedaje con Encanto

 

Para quienes deseen prolongar su estancia, el pueblo ofrece diversas opciones de alojamiento que van desde hoteles boutique instalados en antiguas casonas restauradas hasta posadas familiares que brindan una experiencia más íntima. Estos establecimientos combinan comodidad con el encanto histórico del lugar, permitiendo a los visitantes sumergirse plenamente en la atmósfera única de Mineral de Pozos.

 

Artesanías y Compras

 

El talento artesanal del pueblo se manifiesta en la elaboración de instrumentos musicales prehispánicos, como tambores y flautas, que pueden adquirirse en talleres locales. Además, tiendas de antigüedades y galerías de arte ofrecen piezas únicas que capturan la esencia cultural de la región. Llevarse una de estas artesanías es más que un simple recuerdo; es portar consigo una parte del alma de Mineral de Pozos.

 

Actividades al Aire Libre y Naturaleza

 

El entorno semidesértico que rodea al pueblo es perfecto para actividades como ciclismo de montaña, senderismo y paseos a caballo. Los paisajes áridos, salpicados de cactáceas y formaciones rocosas, ofrecen un escenario ideal para los amantes de la naturaleza y la fotografía. Además, la escasa contaminación lumínica convierte a Mineral de Pozos en un lugar privilegiado para la observación de estrellas, brindando noches mágicas bajo un cielo estrellado.

 

Cómo Llegar a Mineral de Pozos

 

Ubicado a aproximadamente 100 kilómetros de la ciudad de Guanajuato y a 75 kilómetros de San Miguel de Allende, el acceso al pueblo es sencillo por carretera. Desde la Ciudad de México, el trayecto es de alrededor de 3 horas, lo que lo convierte en una escapada perfecta para un fin de semana. La cercanía con otras ciudades coloniales permite integrar a Mineral de Pozos en rutas turísticas más amplias por el Bajío mexicano.

(By Notas de Libertad).

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Domingo 30 de marzo al sábado 5 de abril

Recomendación diaria
 
Hoy toca ensalada de espinacas con fresas y nueces.
Una mezcla fresca y saludable que combina el hierro y la fibra de las espinacas, los antioxidantes naturales de las fresas y las grasas buenas de las nueces. Ideal para fortalecer el sistema inmunológico y cuidar la salud cardiovascular.
 
Come sano, vive feliz
Las ensaladas que combinan frutas y verduras no solo son deliciosas, sino que también aportan una gama rica de vitaminas y minerales. Incorporarlas en tu alimentación diaria es una forma inteligente de cuidar tu bienestar sin sacrificar el sabor.
 
Santoral del día
• San Zósimo de Siracusa: Obispo sencillo y de profunda vida espiritual, se destacó por su entrega silenciosa a los pobres y enfermos en su diócesis. Antes de ser consagrado, cuidó el sepulcro de Santa Lucía, lo que marcó su vida de servicio y devoción.
• San Juan Clímaco: Abad del Monte Sinaí y autor de una de las obras más influyentes de la espiritualidad cristiana: La Escala del Paraíso. Cada uno de sus treinta peldaños propone una virtud necesaria para ascender hacia la perfección del alma.
• San Leonardo Murialdo: Sacerdote italiano que consagró su vida a los jóvenes trabajadores y huérfanos. Fundó una congregación dedicada a su formación, promoviendo la dignidad humana, la educación y el trabajo como herramientas de redención social.
 
Celebraciones internacionales
 
Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar

Una jornada para reconocer el trabajo indispensable que millones de mujeres realizan en hogares de todo el mundo, muchas veces sin reconocimiento ni condiciones justas. Es un día para exigir respeto, derechos y dignidad para quienes cuidan, limpian y sostienen nuestros espacios más íntimos.
 
Día Mundial del Trastorno Bipolar
Un llamado a mirar con empatía y comprensión una condición que, aunque invisible a simple vista, transforma intensamente la vida de quienes la viven. Este día busca combatir estigmas y fomentar un entorno más humano para el diagnóstico, el tratamiento y la convivencia.
 
Efemérides internacionales
• 1853 – Nace un artista incomprendido en vida, pero eterno en su legado: Vincent van Gogh. Con sus pinceladas inquietas y su alma atormentada, dejó al mundo un testimonio colorido de la sensibilidad humana.
• 1867 – Un vasto y gélido territorio pasa a manos de Estados Unidos: Alaska, comprado a Rusia, se convertiría en una de las piezas más valiosas por su riqueza natural y estratégica ubicación.
• 1981 – En plena capital estadounidense, un atentado cambia el ritmo del día: el presidente Ronald Reagan es herido por una bala. Sobrevive, y el episodio marca un antes y un después en la seguridad presidencial.
 
Conmemoraciones nacionales en México
• 1823 – Agustín de Iturbide abandona el país. Su fugaz imperio llega a su fin entre abucheos y conspiraciones, abriendo paso a la República y a una nueva etapa en la historia mexicana.
• 1854 – Se lanza el Plan de Ayutla. Con él, los liberales alzan la voz para acabar con el régimen de Santa Anna y encender la chispa de la Reforma. Fue el principio de una lucha que transformaría las instituciones del país.
 
Frase del día
 
“La verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes.”

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Música para recordar el ayer

Raphael: El eterno hechicero del escenario

Un artista que no necesita presentación
Hablar de Raphael no es hablar de un simple cantante. Es hablar de una llama que arde en el centro mismo del corazón hispano. Es nombrar al hombre que no canta, sino que interpreta con la piel; al artista que no se conforma con pisar el escenario, sino que lo transforma en un altar de emociones. Raphael no necesita presentación. Su sola presencia, su figura inconfundible, su ademán dramático, su voz que vibra entre el trueno y la caricia… son todo lo que hace falta para saber que estamos frente a una leyenda viva.
 

Más allá del tiempo y la moda
Raphael no envejece, se reinventa. No imita, crea. No canta al amor, lo sufre y lo goza como si fuera su última oportunidad. Raphael es el eco persistente de una pasión que se niega a morir.
 

La verdad en su voz
Hay en su voz una urgencia, una intensidad que rasga la rutina. Cada nota que emite, cada silencio que sostiene, está cargado de verdad. Porque Raphael no canta para entretener. Canta para conmover, para herir dulcemente, para recordarnos que estamos vivos.
 

Un espíritu indomable
A través de los años, ha vestido de gala a la música iberoamericana. Ha sido el amante atormentado, el soñador incansable, el derrotado altivo, el loco adorable. Y en todos esos rostros, siempre ha sido él. Porque el ruiseñor, aunque lo silencien, no deja de cantar por dentro.
 

Un concierto, un milagro
Verlo en el escenario es ser testigo de un milagro. A sus años, sigue desbordando una energía casi sobrenatural. Se mueve, gesticula, se funde con las luces, con la música, con el público. Raphael no actúa: se transforma en cada canción. No canta por cantar: se desangra con elegancia.
 

El artista que canta por todos nosotros
Quienes han tenido la fortuna de escucharlo en vivo lo saben: hay algo que cambia en uno después de una noche con Raphael. Porque en sus letras está contenida la vida misma. Raphael no se ha hecho eterno por sus éxitos, sino por lo que provoca.
 

El nunca adiós de Raphael
Raphael no se despide. Nunca lo hace. Y aunque algún día su cuerpo deje el escenario, su esencia —esa mezcla de talento feroz, entrega sin medida y corazón abierto— seguirá en cada nota, en cada eco, en cada alma que, como él, no ha dejado de creer que cantar… es vivir.
Porque hay voces que no envejecen, solo se vuelven eternas.

(By Notas de Libertad).

En Carne Viva

Con Alaska: No Puedo Quitar mis Ojos de Ti (Can’t Take My Eyes off You)

Neil Diamond: El eco que permanece

Una voz que se siente
Hay voces que no solo se escuchan. Se sienten. Te tocan en lo más hondo, te despiertan memorias, te acarician como un viejo amigo que vuelve tras años de silencio. Neil Diamond tiene esa clase de voz. Grave, cálida, inconfundible. Una voz que parece haber nacido para contar historias, para curar heridas, para levantar a quien está caído y acompañar al que no quiere estar solo. Neil no canta: “te habita”.
 

El poder de una canción
Su presencia en el escenario es como el regreso de un cometa. No necesita luces deslumbrantes ni parafernalia excesiva. Le basta con un micrófono, una guitarra… y ese don que lo convierte en hechicero de corazones. Cuando empieza a sonar “Sweet Caroline”, el mundo se convierte en un coro inmenso. No importa la edad, el país o el idioma: todos la cantan, todos la sienten. Porque Neil escribió no solo un himno, sino una parte de la vida de millones.
 

Una emoción que no se agota
Pero su grandeza va más allá de los éxitos. Es su capacidad de emocionarse, aún después de tantos años, lo que lo hace único. Cada interpretación suya tiene el sabor de lo vivido, la herida de lo que dolió, la luz de lo que amó. Sus letras no son poesía elevada, son la vida misma: sencilla, desgarradora, directa al corazón. Habla del amor con la nostalgia del que lo perdió, con la esperanza del que aún cree, con la sabiduría del que lo ha visto de todas las formas.
 

El artista que nunca se rindió
Neil Diamond ha sabido cantar con la misma honestidad tanto en los estadios repletos como en los escenarios más íntimos. No hay arrogancia en él, solo verdad. Incluso en los últimos años, cuando la vida lo enfrentó al silencio del Parkinson, eligió seguir sonando en el corazón de la gente. Su música no se detuvo. Se convirtió en legado viviente, en refugio, en aliento. Neil no se rindió. Se transformó.
 

La voz de millones
Quien lo escucha, sabe que detrás de cada nota hay una vida entera. Y esa vida está tejida con la misma emoción que millones de personas sintieron al enamorarse por primera vez, al despedirse con lágrimas en los ojos, al volver a empezar. Canciones como “I Am... I Said”, “Hello Again” o “Love on the Rocks” no solo se oyen: se recuerdan con el alma.
 

Un faro entre las estrellas
Hay artistas que pasan. Otros que se repiten. Pero Neil Diamond es de esos pocos que se quedan, que se vuelven parte de ti. Que no envejecen con los años, sino que maduran en la memoria y se fortalecen con el amor del público.
 

El eco que permanece
Neil Diamond no es una estrella fugaz. Es un faro. Y aunque un día deje de cantar con su voz, su música seguirá hablando con la voz de todos los que alguna vez amaron, perdieron, soñaron… y volvieron a creer.

Porque hay canciones que no se olvidan. Y hay voces que, simplemente, se quedan a vivir con nosotros para siempre.

(By Notas de Libertad).

Sweet Caroline

September Morán

Love On The Rocks

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El arte de la guerra

Autor: Sun Tzu

Reseña: El arte de la guerra – Sun Tzu
Una brújula para estrategas, líderes y soñadores

Una voz desde la antigüedad que aún resuena
 
Pasan los siglos, se derrumban imperios, se alzan civilizaciones, y sin embargo hay palabras que sobreviven como si estuvieran escritas para todos los tiempos. El arte de la guerra, de Sun Tzu, es una de esas joyas eternas. No es solo un tratado militar; es un espejo de sabiduría que ha guiado no solo a generales en campos de batalla, sino también a empresarios, políticos, diplomáticos y cualquier alma que se enfrente a conflictos o desafíos.
 
Sun Tzu no se pierde en grandilocuencias ni escribe para complacer a su audiencia. Escribe para que lo escuchen quienes buscan claridad en medio del caos, quienes entienden que la mejor victoria es aquella que no requiere lucha. Y ahí está su gran atractivo: este libro es un manual para ganar sin pelear, para actuar con inteligencia en lugar de impulso, para conquistar con estrategia, no con fuerza bruta.
 

Pensar antes de actuar: la base de la estrategia
 
Uno de los grandes mensajes de El arte de la guerra es que toda batalla comienza mucho antes de que suene el primer tambor. Se libra en la mente, en la observación, en la paciencia. Sun Tzu nos recuerda que el conocimiento es el arma más poderosa. “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temerás el resultado de cien batallas”.
 
Así, el libro nos enseña a mirar más allá de lo evidente. ¿Quién eres tú? ¿Qué deseas lograr? ¿Qué te motiva? Pero también: ¿Quién es tu adversario? ¿Qué lo mueve? ¿Dónde está su fortaleza… y su debilidad? Este principio es válido en la guerra, sí, pero también en la vida diaria: en una negociación, en una discusión familiar, en una competencia profesional.
 
Sun Tzu no propone fórmulas mágicas; propone disciplina, estudio, y, sobre todo, control emocional. Para él, la impulsividad es la perdición del estratega. Quien actúa sin medir, pierde. Quien observa, espera y se mueve con inteligencia, triunfa sin necesidad de destruir.
 

La victoria suprema: ganar sin combatir
 
Lo que hace tan especial a El arte de la guerra es su paradoja central: el mejor general no es el que gana más batallas, sino el que evita que haya batallas. Sun Tzu coloca el arte de la persuasión, la inteligencia, la diplomacia y la anticipación por encima del uso de la fuerza. La violencia es el último recurso, y a veces, ni siquiera eso.
 
Esta idea resulta refrescante y profundamente humana. En un mundo que nos empuja constantemente al enfrentamiento —verbal, emocional, económico—, Sun Tzu propone un camino distinto: el de la astucia, la serenidad y la claridad de propósito. El lector que abre sus páginas se encuentra con una guía para reducir el conflicto en lugar de avivarlo.
 
Cada frase tiene la densidad de una sentencia. Cada capítulo, un universo de aplicaciones posibles. Sun Tzu no da respuestas absolutas, sino preguntas poderosas que nos invitan a reflexionar sobre la manera en que enfrentamos los retos. ¿Estoy luchando por orgullo o por una causa legítima? ¿Hay otra manera de alcanzar el mismo objetivo sin dañar? ¿He evaluado todos los escenarios?
 

El terreno, el clima, las fuerzas: leer el entorno antes de moverse
 
Otro de los grandes aciertos de este libro es su obsesión por el entorno. Sun Tzu no toma decisiones al azar. Para él, las condiciones del terreno, el clima, los recursos disponibles y el estado anímico de las tropas son factores clave. No hay estrategia sin contexto.
 
Este enfoque es particularmente valioso en el siglo XXI, cuando muchas veces tomamos decisiones sin detenernos a leer el “terreno”. Cambia la guerra por una empresa, una relación, una comunidad… y el principio sigue siendo válido. ¿Conozco el entorno? ¿Sé qué recursos tengo? ¿Sé con quién cuento? ¿Estoy preparado para adaptarme?
 
Sun Tzu también introduce el concepto de la flexibilidad: ser como el agua, capaz de fluir por donde haya menos resistencia, pero también de golpear con fuerza cuando sea necesario. Para él, el buen estratega no se aferra a planes rígidos. Se adapta, cambia, aprende. Y esa lección vale oro en cualquier ámbito de la vida.
 

El liderazgo según Sun Tzu
 
Un líder, para Sun Tzu, no es el que grita más fuerte ni el que impone con miedo. Es quien inspira, quien entiende a sus tropas, quien actúa con ética, quien pone el bien común por encima del ego. La disciplina es importante, sí, pero también lo es la humanidad.
 
Este enfoque del liderazgo es sorprendentemente moderno. Sun Tzu habla de equilibrio, de justicia, de coherencia. El líder no debe ser impulsivo, ni cruel, ni arrogante. Debe ser firme pero justo, prudente pero valiente. Porque al final, el verdadero poder no está en mandar, sino en lograr que otros te sigan por convicción.
 
Muchos de los problemas actuales —en gobiernos, en empresas, en familias— provienen de líderes que no entienden esta visión. Sun Tzu los advertiría: el que gobierna con miedo pierde el respeto. El que no conoce a su gente, no puede guiarlos. El que busca la gloria personal, fracasa.
 

Una obra que se abre como un abanico
 
Lo maravilloso de El arte de la guerra es que no hay una sola forma de leerlo. Es un libro que se adapta al lector. Para algunos será un tratado filosófico. Para otros, una guía de liderazgo. Algunos lo usarán para inspirar su vida profesional, otros para mejorar sus relaciones humanas. Y todos, en algún momento, se detendrán a releer una frase y sentirán que les habla directamente.
 
Es un libro breve, pero no ligero. Conciso, pero profundo. Puede leerse en una tarde, pero su eco permanece durante años. Hay algo hipnótico en su estilo, en la manera en que cada capítulo revela una capa más de sabiduría. Es como escuchar a un anciano sabio que no grita, no impone, solo dice lo necesario con una calma que desarma.
 
Sun Tzu nos recuerda que el verdadero arte no está en destruir, sino en comprender. Que la mejor manera de resolver un conflicto es evitar que escale. Que la inteligencia y la templanza valen más que la fuerza y la arrogancia.
 
Quien lo lea con ojos abiertos, encontrará una brújula. Y no importa si su batalla es una junta de trabajo, una campaña política, una crisis personal o una decisión trascendente: ahí estará El arte de la guerra, como un aliado silencioso que susurra al oído… “Piensa antes de actuar. Observa antes de decidir. Y, sobre todo, vence sin pelear”.
 
Sobre el autor:
¿Quién fue Sun Tzu? El sabio detrás de la estrategia
 
Sun Tzu fue un estratega militar, pensador y sabio chino que vivió hace más de dos mil quinientos años, en una época donde los reinos se disputaban el control de China con más astucia que fuerza. No fue un guerrero que se destacara por blandir la espada, sino por algo más profundo: su mente clara, su capacidad de anticiparse al adversario y su manera casi filosófica de entender la guerra.
 
Más que un general, fue un maestro de la observación, del silencio, de la paciencia. Supo que las batallas no se ganan solo en el campo, sino antes, en la preparación, en la lectura del entorno, en el conocimiento del enemigo… y de uno mismo. Su legado ha cruzado siglos no por su participación en una guerra específica, sino por la profundidad de sus enseñanzas.
 
Sun Tzu es de esos personajes que uno imagina con los ojos cerrados, sentado frente a un mapa, esperando el momento exacto para actuar, o quizás no actuar en absoluto. Su voz, aún hoy, sigue hablando con la fuerza de la razón y la templanza del verdadero líder.
 
(By Notas de Libertad).

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Desde el otro lado del templete: 100 reflexiones de política viva

“Que me cuentas a mí que se tu historia” …

A veces me preguntan cómo fue que llegué a la política. La verdad, no lo planeé. Fue como cuando uno mete el pie al río para ver si el agua está fría… y cuando menos lo esperas, ya estás nadando. Yo empecé desde abajo, como muchos. En reuniones donde el café sabía más a compromiso que a descanso, en campañas donde se duerme poco, se camina mucho y se aprende más de lo que enseñan los libros.

No les voy a contar una historia de héroe ni de mártir. Tampoco vine a dar recetas mágicas. Lo que sí quiero es compartir lo que he vivido, lo que he visto y lo que he aprendido —a veces a golpes, otras con risas— en este oficio que se llama política. Un oficio que en México no se aprende en una aula, sino en la calle, en el barrio, en la colonia, en el Congreso, en los pasillos del poder… y también en los silencios.

Estas 100 reflexiones no nacieron de un escritorio, sino de la experiencia. No son verdades absolutas, son pedacitos de realidad que fui recogiendo con los años. Algunas nacen del desencanto, otras de la esperanza. Muchas vienen de observar, otras de escuchar. Y todas, absolutamente todas, llevan algo de mí, pero también algo de los demás.

Si algo quiero dejar claro desde el principio, es que esta no es una clase. Es una plática. De esas que se dan entre compañeros, entre colegas, entre jóvenes que empiezan o veteranos que no se rinden. Y si al terminar de leer alguna de estas reflexiones, alguien dice: “Eso también lo viví yo”… entonces valió la pena contarlas.

 

El arranque y el primer llamado

 

Donde comienza la aventura, entre el idealismo y la realidad.

 

1. En México, la política no se elige… te elige. A veces te invitan a una reunión, a veces te empujan a ayudar en una campaña. Y ahí, sin darte cuenta, ya estás dentro.

2. Uno no empieza en política con estrategia, empieza con corazón. Los primeros pasos suelen ser más emocionales que racionales. Ves una injusticia, te indigna un discurso o te inspira un líder.

3. No todos los caminos en política llevan a una curul, pero todos enseñan algo. Aunque no llegues a un cargo, participar te forma. A veces no se gana, pero siempre se aprende.

4. A quien empieza, se le nota en los zapatos. Porque el que está iniciando en serio camina, toca puertas, habla con la gente.

5. Los mejores políticos empiezan escuchando, no hablando. La política no es para imponer ideas, sino para aprender del entorno y afinar el oído.

 

6. Las primeras decepciones son las que te hacen o te quiebran. Al principio, se topa uno con promesas rotas. Ahí decides: o te vas, o te quedas y luchas con más claridad.

 

7.En política, la ingenuidad es un capital que se gasta rápido. Todos comenzamos creyendo que con voluntad basta. Y pronto descubrimos que también se necesitan estructuras y estrategia.

 

8. Si te ofreces a ayudar, prepárate para cargar con todo. En las primeras campañas uno hace de todo: volanteo, lonas, llamadas. Así se forja el carácter.

 

9. Una reunión de comité vale más que un curso en Harvard. Ahí se aprenden las reglas reales del juego: quién manda, cómo se decide, y por qué.

 

10. En México, el que ayuda a pintar bardas también sueña con pintar un país distinto. Y eso está bien. Soñar no es ingenuo, es necesario. Lo importante es no desconectarse del suelo.

 

11. Entrar a la política no te hace político. Ser útil a los demás, sí. No es el cargo el que define, es la disposición de ayudar.

 

12. El que empieza queriendo salir en la foto, se pierde el aprendizaje más valioso: el trabajo callado. Las cámaras son rápidas, pero el cambio social es lento.

13. El primer volante que entregas te deja más nervioso que un debate. Y sin embargo, ahí empieza la conexión real. Un gesto sencillo, una mirada honesta, valen más que mil spots.

 

14. Si no te cuestionas desde el inicio, es que no has entendido nada. Las preguntas más importantes no vienen de los demás, vienen de ti: ¿Por qué estoy aquí? ¿A quién quiero servir?

 

15. Los principios son como cimientos: si no los fijas bien desde el principio, todo lo demás se tambalea. Los tiempos cambian. Pero lo que crees, si es sólido, te sostiene cuando todo lo demás se mueve.

 

De causas y convicciones — cuando la política se convierte en vocación

 

Porque no basta con estar presente: hay que creer, hay que sentir, hay que arder por dentro.

 

 

16. La política deja de ser juego cuando se convierte en causa. El momento en que dejas de participar solo por participar, y te comprometes con una idea más grande que tú, ahí empieza la verdadera vocación.

 

17. Las convicciones no se presumen, se viven. Puedes repetirlas mil veces, pero si no se notan en tu actuar, no valen nada.

 

18. Defender una causa es también aprender a perder por ella. No todo se gana en política, pero si sabes por qué peleaste, la derrota no duele igual.

 

19. La pasión sin disciplina es pólvora mojada. Muchos llegan con ganas, pero pocos aguantan el ritmo que exige transformar una idea en acción.

 

20. Una causa justa se reconoce porque no necesita gritos. Tiene fuerza propia. Habla por sí sola y, si es auténtica, toca corazones sin escándalo.

 

21. Las convicciones verdaderas se ponen a prueba cuando nadie te ve. Es fácil ser firme en público. Lo difícil es ser coherente en lo privado.

22. La vocación no se improvisa. Se cultiva con tiempo, errores y terquedad. Nadie nace sabiendo luchar por los demás. Se aprende equivocándose y regresando al intento.

 

23. Las causas que duran son las que nacen de escuchar, no de imponer. Si no entiendes el dolor ajeno, no puedes defenderlo de verdad.

24. Lo que te mueve debe pesar más que lo que te ofrecen. Porque tarde o temprano tendrás que elegir entre lo que crees y lo que conviene.

 

25. En política, una buena causa es un faro: te guía en la tormenta. Cuando todo se complica, recordar el por qué empezaste puede ser lo único que te sostenga.

 

26. Hay quienes tienen carrera política, y hay quienes tienen misión política. La diferencia es que los segundos no claudican cuando cambian los vientos.

 

27. Las mejores convicciones no necesitan defensa, necesitan constancia. No se trata de gritar lo que crees, sino de demostrarlo día con día.

 

28. Si tu causa no incomoda a nadie, tal vez no sea tan necesaria. El cambio siempre molesta a quienes se benefician del inmovilismo.

 

29. La vocación es como el fuego: se alimenta o se apaga. Y muchos lo apagan por miedo, por comodidad o por cansancio.

 

30. Defender una causa es como sembrar: no siempre ves los frutos, pero sí haces posible la cosecha. Y eso también es victoria, aunque no te la aplaudan.

 

Del poder y sus riesgos — aprender a sostener lo que se conquista

 

Porque no todo es llegar. También hay que saber quedarse… y merecerlo.

 

31. Llegar al poder cambia todo… pero también revela todo. La gente no cambia por el poder, solo muestra lo que siempre fue. Por eso el poder no debe deslumbrar, sino alertar.

 

32. El poder sin autocontrol es dinamita con mecha corta. Muchos se pierden al primer aplauso. Quien no se conoce a sí mismo, difícilmente sabrá gobernar a otros.

 

33. Gobernar es más difícil que hacer campaña. Pero muchos no lo descubren hasta que ya es tarde. Porque la popularidad no administra recursos, ni soluciona conflictos. Gobernar exige cabeza fría y manos firmes.

 

34. El poder te presta una silla, pero el respeto te la sostiene. Si solo te mantienes por el cargo, caerás con él. Si te mantienes por tu congruencia, podrás levantarte siempre.

 

35. Un gobernante que no escucha se convierte en su propio enemigo. Nada es más peligroso que el aislamiento voluntario. Rodearse solo de halagos es perder el rumbo.

 

36. El poder se administra, no se derrocha. Se ejerce con mesura, con estrategia, con sentido común. No es un espectáculo, es una responsabilidad.

 

37. El tiempo en el poder es prestado. Pero las consecuencias, esas sí son para siempre. Cada decisión deja huella. Por eso, más vale pensar dos veces antes de firmar.

 

38. Quien usa el poder para vengarse, demuestra que nunca lo mereció. El rencor como política pública siempre termina en tragedia.

 

39. El que promete todo desde el poder, acaba sin poder prometer nada. Es mejor decir la verdad incómoda que la mentira popular.

 

40. Ser popular no es lo mismo que ser respetado. Muchos caen en la tentación de agradar a todos. Pero la política real exige firmeza, no solo simpatía.

 

41. El verdadero liderazgo no impone: inspira. Quien lidera desde el miedo, gobierna con fecha de caducidad. El que inspira, deja huella.

42. La autoridad no se grita, se ejerce con congruencia. Mientras más tienes que alardear que mandas, menos mandas en realidad.

 

43. No hay poder más fuerte que el que no se nota. El político eficaz no necesita estar en todos los reflectores. Basta con que las cosas funcionen.

 

44. En el poder, más vale perder un día de aplausos que una vida de dignidad. Porque el político que todo lo concede, pierde el respeto hasta de los suyos.

 

45. Saber irse también es una forma de poder. El que se aferra al cargo demuestra que no construyó nada más allá del puesto.

 

 

El arte de caminar con otros — política de alianzas, equipos y traiciones

 

Porque en política nadie avanza solo… pero no todos los que te acompañan, caminan contigo.

 

46. En política, saber con quién ir es tan importante como saber a dónde vas. Las malas compañías pueden desviar hasta el mejor de los proyectos. Las buenas, lo empujan más allá de lo previsto.

 

47. Los equipos sólidos no se construyen con obediencia ciega, sino con confianza mutua. La lealtad verdadera se basa en la libertad de disentir sin romper.

 

48. Una buena alianza te fortalece; una mala, te compromete sin remedio. No todo lo que suma en votos suma en gobernabilidad. Hay pactos que salen caros.

 

49. La política mexicana está llena de amigos por conveniencia y traiciones por sorpresa. Por eso es necesario mantener siempre un equilibrio entre la prudencia y la confianza.

 

50. A quien más ayudas, es a quien menos debes deberle. Las relaciones deben ser claras, no hipotecadas por favores eternos.

51. La verdadera amistad política se prueba cuando no hay cámaras ni cargos de por medio. Ahí es donde sabes quién está contigo y quién solo estaba cerca del poder.

 

52. Un buen equipo no te adula: te corrige con respeto. El líder que solo escucha halagos se encierra en su propia burbuja de errores.

 

53. En política, la traición no siempre es directa: a veces llega en forma de omisión. Y duele más cuando viene de alguien que te debía lealtad de causas, no de cargos.

 

54. Quien no cuida a su equipo, termina gobernando solo... y mal. Porque el liderazgo no es jerarquía, es conexión humana.

 

55. Una mesa de trabajo no es para imponer ideas, sino para construirlas en colectivo. La inteligencia colectiva siempre supera a cualquier iluminado individual.

 

56. No todos los que te aplauden hoy estarán ahí cuando caigas. Y ese es un cálculo que hay que aprender a hacer desde temprano.

 

57. En política, a veces hay que soltar para poder avanzar. No todas las alianzas son eternas, y saber cuándo cerrar ciclos también es liderazgo.

 

58. Si necesitas comprar la lealtad, es porque ya la perdiste. La fidelidad por conveniencia es solo una renta con fecha de vencimiento.

 

59. La política también se trata de cuidar vínculos, no solo intereses. La diferencia entre un líder y un jefe está en cómo trata a su gente.

 

60. Nunca subestimes a quien camina en silencio junto a ti. A veces, los aliados más fieles no hacen ruido, pero cargan contigo lo más pesado.

 

 

Ciudadanos, territorio y realidad — el pulso de la calle

 

Porque ningún cargo, por alto que sea, vale más que la mirada de quien te dio su confianza.

 

61. La calle no miente, aunque duela. Puedes tener las mejores encuestas, pero basta una caminata para saber si el ánimo es genuino o forzado.

 

62. Escuchar a la gente no es estrategia, es deber. Y hacerlo solo en campaña es como ir al médico solo cuando estás en terapia intensiva.

 

63. Las banquetas enseñan más que muchos gabinetes. Ahí están los reclamos sin filtro, las ideas sin protocolo, la verdad sin maquillaje.

 

64. No se puede gobernar desde el aire acondicionado. Hay que sudar el territorio, tocar puertas, entender por qué la gente ya no cree.

 

65. El ciudadano no exige milagros, exige respeto. Y eso empieza por hablarle con claridad, sin rodeos ni promesas imposibles.

 

66. Cada colonia tiene su historia, su herida y su esperanza. Generalizar es uno de los peores errores de quien pretende representar a otros.

 

67. El territorio no se visita, se camina. Hay que volver una y otra vez, sin miedo, sin comitiva, sin discursos preparados.

 

68. No se representa a quien no se conoce. Y conocer no es solo saber nombres: es entender el contexto, el pasado, los miedos y los sueños.

 

69. La confianza ciudadana no se compra, se gana con constancia. Y basta una traición para perder lo que tomó años construir.

 

70. En la calle se respira si vas con humildad, pero se sofoca si llegas con soberbia. La gente sabe cuándo vienes a ayudar y cuándo solo vienes a posar.

 

71. No todos los ciudadanos quieren un favor. Muchos solo quieren que no los defraudes. Cumplir lo mínimo ya es mucho en tiempos de desconfianza generalizada.

 

72. Las mejores propuestas nacen del diálogo, no del escritorio. Hay ideas brillantes en cada mercado, en cada tianguis, en cada fila del IMSS.

73. La política no puede estar lejos del barrio. Porque si se aleja, deja de tener sentido.

 

74. Las causas verdaderas se siembran en territorio, no en conferencias de prensa. Una foto no sustituye una relación.

 

75. Si la gente te saluda con desconfianza, algo hiciste mal o alguien antes lo hizo por ti. Y te toca a ti reparar, convencer, volver a empezar.

 

 

Comunicación, discurso y narrativa — el poder de la palabra

 

Porque en política, decir las cosas bien es tan importante como hacerlas bien.

 

76. Un buen discurso no cambia el mundo, pero puede encenderlo. Las palabras adecuadas en el momento justo pueden mover conciencias, abrir caminos y unir voluntades.

 

77. El silencio también es mensaje. Y a veces grita más que cualquier declaración. Callar puede ser prudente, pero también puede ser cobarde. Depende del momento y del motivo.

 

78. La credibilidad no se construye hablando bonito, sino diciendo la verdad. La gente detecta la falsedad desde la primera frase. Mejor hablar claro, aunque duela.

 

79. No es lo que dices, es cómo lo dices... y por qué lo dices. Cada palabra tiene un peso, una intención, una consecuencia. Hay que saber medirlas.

 

80. Un político que no escucha, solo se oye a sí mismo. Y ese eco, con el tiempo, se vuelve insoportable para todos.

 

81. La mejor estrategia de comunicación sigue siendo la honestidad. Aunque no siempre sea la más rápida, sí es la que más perdura.

82. Un mensaje vacío se nota aunque venga envuelto en tecnología. Puedes tener mil seguidores, pero si no hay contenido, no hay impacto.

 

83. La narrativa política debe reflejar la vida real, no una fantasía de campaña. La gente quiere soluciones, no cuentos. Quiere resultados, no slogans.

 

84. Hablar de frente no es falta de diplomacia, es exceso de respeto. A veces el mejor modo de dignificar al ciudadano es no adornar las cosas.

 

85. El discurso eficaz no busca likes, busca conciencia. Y esa no se consigue con ocurrencias virales, sino con ideas que dejen huella.

 

86. Un político que no sabe explicar, no sabe gobernar. Si no puedes hacer entender tus decisiones, entonces algo estás haciendo mal.

 

87. Las palabras que construyen siempre son más difíciles que las que destruyen. Pero son las únicas que realmente valen la pena pronunciar.

 

88. En política, la forma también es fondo. Cómo dices lo que dices puede sumar o restar credibilidad.

 

89. Un discurso que no emociona, se olvida al llegar a casa. Por eso hay que hablar con alma, no solo con datos.

 

90. El lenguaje del poder debe servir para incluir, no para alejar. Cuando un gobernante se vuelve incomprensible, también se vuelve lejano.

 

Crisis, errores y caídas — lecciones que duelen, pero enseñan

 

Porque la política no siempre brilla… pero en las sombras también se aprende mucho.

 

91. En política, los errores no se esconden: se enfrentan. Tapar un fallo solo alarga el problema. Aceptarlo puede incluso dignificarte ante los ojos de la gente.

 

92. La crisis no llega con aviso, pero siempre deja enseñanza. Lo importante no es evitar que algo falle, sino saber responder con entereza cuando sucede.

 

93. A veces se gana perdiendo… y se pierde ganando. Hay derrotas que limpian, y triunfos que ensucian. El cómo importa tanto como el qué.

 

94. La política está llena de golpes bajos. Pero los más duros son los que te das tú mismo. Los errores de cálculo, los silencios mal pensados, las decisiones que traicionan tus principios… esos duelen más.

 

95. Caer no es fracaso. Permanecer en el suelo, sí. Los mejores políticos no son los que nunca caen, sino los que se levantan con más claridad que antes.

 

96. El miedo paraliza más que el escándalo. Y quien se gobierna desde el miedo, gobierna con torpeza. A veces hay que asumir el costo de hacer lo correcto.

 

97. En política, el tiempo es juez. Pero el ciudadano es quien dicta sentencia. Puedes defenderte de todo, menos de la memoria del pueblo cuando se siente traicionado.

 

98. Los peores errores nacen de la soberbia. Creer que ya no necesitas consejo, que todo lo haces bien, que nadie te alcanza… ahí empieza la caída.

 

99. La autocrítica es incómoda, pero salvadora. Reconocer fallas no te debilita. Te humaniza. Y en estos tiempos, eso vale mucho.

 

100. Toda derrota es una invitación a reencontrarte con lo esencial. Porque lo que queda en pie después de perder, eso sí es auténtico. Y desde ahí se puede volver a empezar.

 

 

Porque al final de todo, seguimos caminando

 

Después de cien reflexiones, quizá lo único que queda claro es que la política, en México, no se puede reducir a definiciones ni a fórmulas. Es más bien un camino —largo, pedregoso, lleno de atajos tentadores y de veredas que sólo se descubren cuando uno se atreve a andar con los pies en la tierra.

 

No escribí estas ideas para convencer a nadie. Las compartí como se comparte el pan en una mesa: con quien quiera quedarse un rato, escuchar, cuestionar o simplemente recordar que no está solo en este oficio que tantas veces es ingrato… pero que también, cuando se hace con honestidad, puede ser profundamente humano.

 

Porque sí: la política también cansa. También decepciona. También hiere. Pero cuando se ejerce con propósito, cuando uno se aferra a sus principios, cuando se lucha por causas y no por cargos, se convierte en una forma de vida que vale la pena defender.

 

Cada reflexión fue, en el fondo, una conversación. A veces conmigo mismo, a veces con quienes me acompañaron en alguna etapa del camino. Son palabras tejidas con historias vividas, no siempre dichas, pero siempre sentidas.

 

Si alguna de estas líneas te ayudó a pensar, a recordar o a replantearte algo, entonces esta charla cumplió su misión.

 

Porque al final, la política no se trata solo de ocupar un lugar… sino de dejar algo bueno donde uno estuvo.

 

Y mientras sigamos caminando, seguirá habiendo algo que decir.

(By Notas de Libertad).

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