Uno de los principales impulsores de las temperaturas globales récord del año pasado, El Niño, ha casi desaparecido, y su contraparte, La Niña, está en camino. Sin embargo, si esto es motivo de alivio o preocupación depende en gran medida de su ubicación geográfica.
Según Pedro DiNezio, científico atmosférico y oceánico de la Universidad de Colorado, La Niña y El Niño son dos extremos de un patrón climático recurrente que puede tener efectos significativos en todo el mundo.
La Niña se identifica cuando las temperaturas en el Océano Pacífico oriental disminuyen al menos medio grado Celsius por debajo de lo normal. Estas fluctuaciones de temperatura pueden tener un impacto en la atmósfera a escala global, afectando la Circulación de Walker, un patrón de circulación atmosférica en los trópicos que puede intensificar condiciones tormentosas en ciertas áreas y generar sequías en otras.
Además, La Niña y El Niño influyen en la corriente en chorro, lo que puede alterar el comportamiento de las tormentas y las precipitaciones en regiones de latitudes medias.
Este año, se espera que La Niña se establezca hacia finales del verano, luego de un período de El Niño bastante pronunciado. Aunque el ciclo de El Niño y La Niña tiende a oscilar cada tres a siete años, la duración específica de La Niña sigue siendo una incógnita.
En resumen, mientras nos preparamos para la llegada de La Niña en 2024, es importante estar atentos a cómo estos cambios climáticos pueden influir en diferentes regiones del mundo y en fenómenos meteorológicos como huracanes y sequías.
Por Alejandra Martínez
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