Héroes modernos, por Azul Etcheverry Aranda
- La Noticia al Punto
- 17 may
- 2 Min. de lectura

¿Recuerdas a tu maestro o maestra favorita? Estamos seguros de que sí. No por las fechas que te hizo memorizar, ni por las ecuaciones que te enseñó a resolver, sino por algo más profundo: su pasión, su entrega, su mirada que veía en ti algo que ni tú mismo sabías que existía. Porque si algo tienen los buenos maestros es esa capacidad extraordinaria de tocar fibras sensibles, de despertar vocaciones dormidas, de sembrar preguntas que siguen germinando muchos años después.
Este 15 de mayo, Día del Maestro en México, no es solo una fecha para entregar reconocimientos o regalar una flor. Es una oportunidad para reflexionar sobre la esencia de la docencia: un acto de generosidad, de sacrificio por el otro, de entrega cotidiana a la formación de seres humanos. Ser maestro es, en muchos sentidos, uno de los servicios más nobles que existen en la humanidad. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de compartir vida, de ser puente entre generaciones, de acompañar procesos a veces dolorosos y otras veces milagrosos.
En un mundo marcado por el individualismo, donde se exalta el éxito personal por encima del bienestar común, la figura del maestro desentona. Y qué bueno que lo haga. Porque enseñar es, ante todo, compartir. Es creer que el saber no es algo que se acumula, sino algo que se multiplica. Es ir contra la corriente del egoísmo, apostando por la cooperación, por el diálogo, por la empatía.
Mientras el mundo propone polarización y división, fragmentación y desconfianza, la docencia aparece como un agente de cambio que unifica. En el aula, niños, niñas y jóvenes aprenden a convivir con la diferencia, a escuchar otras voces, a respetar lo diverso. Ahí, en ese pequeño espacio que a veces pasa desapercibido, se dan las primeras batallas contra la ignorancia, la intolerancia y el prejuicio. Ahí empieza a gestarse una ciudadanía más consciente, más crítica, más humana.
El aula se convierte, entonces, en una primera línea de defensa para entender mejor el mundo. Un refugio donde se cultiva la curiosidad, donde se explora lo desconocido sin miedo, donde se alienta a cada quien a descubrir sus talentos y a desplegarlos con orgullo. Y todo eso ocurre gracias al trabajo silencioso, muchas veces incomprendido, de los maestros y maestras que no solo enseñan, sino que creen.
Así que en este Día del Maestro, celebremos más que una profesión: honremos una vocación. Porque detrás de cada logro, de cada médico, de cada ingeniera, de cada artista o líder social, hay siempre un maestro que creyó primero. Y eso, en tiempos como los que vivimos, no es poca cosa.
Feliz Día del Maestro. Compartir en WhatsApp
Comentarios